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Capítulo 17

Mi madre era una mujer bella. Siempre había gozado de una exuberante cabello rubio, largo y en graciosos tirabuzones. Su piel era de porcelana, con muchas pecas en la zona de la nariz, que la hacían ver mucho más inocente aún. Y unos inmensos ojos negros, bordeados de espesas pestañas. Siempre tenía una sonrisa en su rostro, mostrando sus dientes como perlas. Yo, a veces, me preguntaba si era un ángel, porque todo lo que tenía era bueno. Sin embargo, todo lo bueno finaliza alguna vez, o así lo tuve que aprender yo.


Cuando yo tenía ocho años, le diagnosticaron cáncer de mama. Como niña pequeña pensé que eso no era nada, y que con un par de analgésicos, ella estaría perfectamente bien y todo volvería a la normalidad, me llevaría al parque cada tarde como siempre y después haríamos galletas de jengibre juntas. No obstante, el tiempo pasaba y pasaba, y su aspecto empeoraba cada vez más, y la realidad me golpeó de frente, cuando finalmente, ella murió.


Tampoco lloré mucho, porque yo, ante todo, sabía que ella estaba en un lugar mejor, y que aunque no la viera, siempre estaría a mi lado. Siempre tuve presente, que de un modo u otro, estaría viéndome, apoyándome en todo. Y que jamás, jamás la olvidaría.


Notaba todo mi cuerpo entumecido, como si hubiera recibido miles de golpes y pinchazos. Enseguida, al levantar mis párpados, reconocí las ya familiares paredes del hospital de Konoha. La habitación estaba bañada por la luz del atardecer, que entraba por la ventana abierta de par en par.


Paseé la mirada por toda la estancia, hasta encontrarme con unos ojos perla.


-Hinata... -musité. Enseguida se levantó de la silla, para correr hasta mi lado.

-¿Cómo estás, Ayaka-chan? -una mueca se instaló en mi rostro al oír ese nombre. Suspiré.

-Bien, ¿qué ha pasado? -pregunté.


Observé como no respondía, y empezaba a chocar sus dedos índice con nerviosismo. Empezó a tartamudear. Me incorporé en la cama, lo suficientemente cerca de ella como para agarrar sus mejillas y hacerla mirarme fijamente.


-Hinata, ¿qué pasó después de que me desmayara? -cerró unos segundos los ojos y al abrirlos, pude observar el terror en ellos.

-El campo se incendió -murmuró-... con unas extrañas llamas azules... P-pero nadie ha salido herido...

-¿Pero como ocurrió...?


Para mi mala suerte, tuve que terminar con el interrogatorio, pues la puerta se abrió de sopetón, dejando ver a la Hokage y Shizune, que me miraba con una gran sonrisa. Con ellas también estaban otro tanto de ancianos, con diferentes emblemas de otras aldeas.


-¡Al fin despiertas! -gritó eufórica la rubia-, ¿se puede saber que te ha pasado, muchacha? -preguntó.


Medité durante unos segundos, decidiendo si debía o no decirle qué había ocurrido en realidad.


-Fueron los nervios -mentí-, solo me mareé y... Bueno, ya sabéis el resto.

Sus ojos almendra me observaron un largo rato, inspeccionando mi rostro profundamente, muy probablemente buscando algún ápice de mentira.


Finalmente, suspiró.


-Bien, pues como ya estás preparada, vámonos, tu examen empezará en breves.


Fruncí el ceño.


-¿Ahora? Q-quiero decir... ¿no debería posponerse? ¿O esperar a que esté mejor? -ella rió.

-¿Cómo dices eso, niña? ¡Claro que no! Te has preparado para esto, ¡no podemos permitir que minucias como estas te aparten de tu futuro como kunoichi! -gritó, mientras salía de la habitación. Su risa se oía por el pasillo del hospital.


Hinata me ayudó a vestirme y salimos fuera, donde Shizune ya nos esperaba, impaciente. Los demás seguramente ya se habían adelantado.


-La prueba será en el Bosque de la Muerte -dijo la pelinegra con nerviosismo.

El bello de mi nuca se erizó.

-¿De noche? ¿y en ese bosque? -inquirí.


No me respondió, por lo que seguimos con la caminata, hasta llegar a dicho bosque, donde nos esperaban todos.


-¡Ay-chan! -gritó Naruto, abrazándome con fuerza-, ¿cómo estás? ¿te duele algo? ¿quieres suspender la prueba? -se giró, para empezar a hablar a Tsunade- ¡Lo ve, vieja, ella no debería hacer la prueba! ¡me rehúso a que la haga!


Reí levemente, y me encogí de hombros.


-Tranquilo, Naruto, es lo que un ninja debe hacer, ¿no? -sonreí para tranquilizarlo.


Me acerqué hasta la Hokage, que me esperaba con impaciencia.


-Bien, Ayaka -gruñí levemente, aunque ella me ignoró-, esta prueba será mucho más dura que cualquier otra, deberás utilizar todas tus habilidades e inteligencia. Tu único objetivo es encontrar tres pergaminos, el pergamino del Tiempo, el pergamino de la Vida y el pergamino de la Muerte, y en ningún momento puedes mirar el interior de dichos pergaminos. Tienes solo tres días para llegar hasta la torre central con éstos, si no es así, suspenderás la prueba -alcé las cejas-. La única norma es... Que no hay normas. Buena suerte.


No me dio tiempo a preguntar, o reprochar, porque enseguida todo el mundo había desparecido en un nube de humo. Me quedé quita ahí, observando la nada, temblando.


La cosa era que, sin provisiones, entrenamiento de supervivencia, ni nada de eso, ¿debía superar esa prueba?






La noche había resultado fría, por lo que me arrepentía de no haber conseguido antes una chaqueta, o haberme abrigado con algo más que mi ropa habitual de entrenamiento. Además, llevaba, por lo menos, tres horas caminando en círculos, y la falta de alimento empezaba a hacerme mella.


Por suerte había luna llena, y ésta me ayuda a ver un poco más en la oscuridad.


Aunque tampoco veía demasiado y debía forzar al máximo mi vista. Medité donde podía encontrar esos dichosos pergaminos, porque, si lo pensaba en frío, tampoco era una prueba que fuese a resultar tan difícil. Solo era encontrar esos rollos y dirigirme a la torre, que desde lo alto de un árbol, ya había localizado.


Me senté en el suelo, con la espalda apoyada en una fría roca. Cerré los ojos y

dejé que el vaho del frío saliera de mi boca. Me deleité con los sonidos de la noche, por asqueroso que sonara para mi misma, debería conseguir cazar algún animal para comer, pues no resultaba demasiado seguro comer cualquier fruto. Si algo había aprendido de mis clases con Iruka, era no comer cualquier cosa.


El sonido de las ramas crujir me hizo ponerme completamente alerta, invocando de forma inmediata a Ketsho. Un conejo pasó por mi lado velozmente, a lo que una gota de sudor corrió por mi nuca ante tal idiotez.


-¡Al fin te encuentro!


Al oír la voz de Kakashi mi cuerpo dio un completo salto, y me sentí como un auténtico gato al notar como todo el bello de mi ser se erizaba. Cuando me tranquilicé, sin acercarme para nada a él, pregunté;


-¿Qué haces aquí?



Observé entre la oscuridad como se rascaba la nuca, y como hacía siempre, su pequeño ojito se achinaba.


-Ya veo... Tsunade-sama no te ha contado nada, entonces-rió.

-¿Qué debería haberme contado? -inquirí de manera obvia, apretando con fuerza el mango dorado de mi arma. Más o menos sabía qué quería decir.

-Voy a ser tu oponente. Yo tengo el pergamino del Tiempo-me enseñó un pergamino de color blanco.


Como reacción principal ante ese descubrimiento, y la que consideré mejor, di un fuerte salto hacia atrás, posicionandome en lo alto de un árbol. Él volvió a sonreír bajo la máscara, contento de mi reacción.


-No pienso ser compasivo -dijo. Negué con la cabeza.

-Tampoco quiero que lo seas -añadí, enrollando, como costumbre, la cadena de Ketsho en mi muñeca.


Tal y como había esperado, subió la banda que cubría su ojo a su frente, y rápidamente aparté la mirada para no mirar fijamente el Sharingan. Era más que consciente de las habilidades de Kakashi, el ninja copia.


Para evitar un enfrentamiento directo, me escabullí entre los árboles, con la primera idea de esconderme y elaborar un plan para quitarle el pergamino.


Enseguida que encontré un hueco en un árbol, me incorporé en éste, activando todos mis sentidos. Uno de los entrenamientos con Neji había tratado de eso, en los que, con mucho esmero, había conseguido perfeccionar más o menos todos mis sentidos, aunque el que menos era la vista -para mi mala suerte, en esos instantes de espesa oscuridad.


No tuve tiempo a elaborar ningún plan, pues un kunai se enterró justo al lado de mi cabeza, rozándome e hiriéndome levemente la mejilla. Salí de ahí con rapidez, pero el pie de mi oponente me golpeó con suficiente fuerza en el estómago como para estamparme contra un árbol. Sentí varios huesos crujir, aunque ninguno roto, suponía.


Lo más rápido que mi cuerpo me pudo permitir me incorporé, y cambié a Jun.


Sin embargo, Kakashi ya no estaba por ningún lado.


Giré sobre mi varias veces, buscándolo, de un lado a otro. Miré hacia arriba, pero nada; miré hacia mi derecha, pero nada; miré hacia mi izquierda, pero nada; por lo que, en eliminación, salté del suelo, justo en el momento en el que Kakashi salía de éste. Con un giro en el aire, golpeé su rostro con Jun, y aprovechando su aturdimiento, me agarré de sus hombros para impulsarlo lejos de mi.


Cuando mis pies tocaron el suelo, y supervisé el terreno para localizarlo, él ya no estaba, de nuevo. De cuclillas observé a mi alrededor, pero todo estaba tan tranquilo que supuse que se había alejado, y que yo debía buscarlo.


Una vez de pie, me preparé para correr y encontrar al sensei, pero de nuevo el sonido de las ramas crujir me alertó. Esperé unos segundos, hasta que de entre los arbustos salió Neji.


No pude evitar que un gemido saliera de mi boca.


-Neji, ¿qué haces aquí? -pregunté.


No supe qué tan rápido se había movido, que siquiera lo había notado, pero en menos de un segundo estaba frente a mi, y con él, sus labios posados en los míos.


Aquello sería como mi primer beso -porque en el caso de que no lo fuera, tampoco recordaba si era así. Me quedé completamente inmóvil, sin saber como reaccionar. Mi corazón iba a mil, y mis orejas ardían como nunca. Aunque él movía sus labios rítmicamente, yo no quería moverme.


Me aparté bruscamente de Neji, reuniendo el valor y la fuerza necesarias, que siquiera sabía de donde habían salido.


Observé fijamente sus ojos perla. Aquél no era Neji. Es más, ¿cuándo había entrando en un Genjutsu?


Recordando las palabras que una vez Iruka me dijo, referentes a los Genjutsu y como escapar de éstos, sus diversas opciones, con uno de los kunai que solía llevar escondidos entre la ropa, la clavé en mi muñeca con fuerza, y al abrir los ojos, él ya no estaba.


Jadeé con fuerza, odiándome por mi ingenuidad y odiando más aún el cosquilleo nervioso de mi estómago. Enseguida que me recompuse y vendé de mala manera la herida -que por cierto, me había pasado haciéndomela-, empecé a correr por el bosque, guiándome por el chakra de mi sensei.



Iba a hacerle pagar esa cruel jugarrera a ese maldito viejo pervertido.






Llevaría aproximadamente una media hora corriendo sin parar por el bosque, tras Kakashi, que parecía divertirse jugando al pilla pilla. De vez en cuando algún kunai llegaba hasta mi, o algún clon me atacaba ''por sorpresa''. Me desentendía con relativa facilidad.


No fue hasta que lleguemos a un claro que lo observé a él, completamente tranquilo apoyado en una roca, leyendo aquél maldito libro que tanto odiaba yo.


-Pensé que nunca llegarías -musitó, sin apartar siquiera la mirada del libro.


Aquello solo me hizo encenderme más aún.


Corrí hacia él, en un par de saltos. Di una fuerte patada, que aunque iba dirigida a su estómago, se estampó contra la piedra, agrietándola. Aquél solo era uno de sus absurdos clones.


Al sentir su presencia detrás de mi, me giré inmediatamente, con Jun en mi mano. Intenté propinarle un golpe con la vara, pero su mano la atrapó con facilidad.


Si no puedes mirarle a los ojos por el Sharingan, fíjate en sus gestos corporales, y predice sus movimientos.


Al recordar eso, rápidamente mi mirada bajó hasta su pierna derecha, que se preparaba para darme una, muy probablemente, fuerte patada. Liberé una de mis dos manos del forcejeo y detuve a medio camino su pierna.


Queriendo terminar de una vez por todas con aquella maldita batalla, y conseguir el pergamino que sobresalía de su chaleco, me acordé de algo, de nuevo. Liberé ambas manos de Jun, de modo que éste quedó en manos del ninja copia. Tal y como había esperado, el arma, al no reconocer mi tacto y sí el de otra persona -la misma que me había atacado durante todo ese rato-, como propia defensa empezó a desprender chispas y pequeños rayos rojizos, al sentirse amenazado. Aprovechando la distracción que eso había generado en Kakashi, saqué uno de los kunai que tan bien guardados tenía, y me lancé directa a por él.


Reaccionó un poco más tarde, pero el sonido de el hierro chocar contra el hierro no tardó en hacerse presente. Bajo la máscara el sonrió -o eso parecía-, y yo tuve que retroceder por el impulso de su fuerza.


Pero había ganado.


-¡Se acabó, Kakashi-sensei! -grité, feliz, mientras agitaba de un lado a otro el pergamino de del Tiempo.


Sus ojos se abrieron de par en par, y al bajar la vista y no divisar el pergamino en el chaleco, bufó.


-Bien hecho, Ayaka, lo has conseguido -añadió, acerándose a mi.


Feliz de haber conseguido el primero de los tres pergaminos, asentí. Su mano

subió hasta mi cabeza, donde empezó a dar leves palmaditas.


-Estoy muy orgulloso de ti.


Sentí como mi sonrisa se desvanecía, y la confusión me asaltaba. Él tenía el ojo del Sharingan cerrado, pero el otro mostraba felicidad auténtica, como si en realidad estuviera orgulloso de mi. Y aquello era contradictorio, porque ellos dudaban de mi y de mi situación. Pero, por extraño que parezca, podía sentir perfectamente que decía la verdad, un sentimiento raro me lo indicaba.


-¡Gracias! -y sin previo aviso, le di un fugaz abrazo.


Él rió.


-Bien, tu recompensa por haber conseguido el pergamino del Tiempo -susurró, con aire misterioso-, provisiones.


Finalmente me otorgó una pequeña bandolera de color moho con varias provisiones dentro: comida enlatada, un par de manzanas, un par de botellas de agua, vendas y agua oxigenada.


Se marchó en poco rato, y yo me quedé terminando de vendar las heridas que me había hecho durante la batalla.


Me sentía completa de energía y adrenalina, preparada para cualquier cosa, y dispuesta a todo, e iba a pasar la prueba fuese como fuere. Porque me convertiría en ninja, y buscaría respuestas a mi todo.


Aunque aún tenía una duda, ¿por qué Kakashi había creado ESE Genjutsu?


¡Demonios!



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