Capítulo 16
En un último entrenamiento corría por toda la aldea, ejercitando mis tensos y nerviosos músculos. Mi mente divagaba entre diversos temas —y sentimientos.
En poco menos de una hora estaría en el enorme recinto donde se celebraría mi aún desconocido examen (la segunda parte). Hacia ya bastante que había salido de la primera parte de éste, que se había efectuado en la academia, donde Iruka, junto al gran ninja Ibiki Morino, me realizaron un sencillo examen escrito. Enseguida percibí que la finalidad de éste era copiar, pues libremente estaban las respuestas sobre la mesa del profesor, aunque sabía la resolución de todo y no tuve la necesidad de copiar. Porque básicamente si hubiera sido así, rápidamente me habrían pillado.
Supuse que, seguramente, el próximo reto sería enfrentarse a alguien. No me sentía muy nerviosa, en realidad, pues esas dos semanas entrenando con Neji, me habían servido de mucho. No podía considerarme la mejor kunoichi, pero mi nivel de confianza, y de ninja, había aumentado bastante. Ya podía enfrentarme a alguien, y probablemente no moriría tan rápido, daría más guerra. Ya dominaba más o menos a la ''perfección'' a Jun y Ketsho, sabía utilizar y esconder mi chakra —aunque tampoco demasiado bien, a veces la cantidad de chakra aumentaba demasiado, y me era imposible hacer nada. Aún así y todo eso, no podía evitar pensar quién sería mi contrincante, ¿alguien muy fuerte? ¿inteligente? ¿duro? ¿resistente?
Por otro lado, aquellas dos semanas, después de aquella dura conversación con ese desconocido, las había dedicado a algo más que entrenar. Principalmente a dudar de todo el mundo y distanciarme, porque ya no podía confiar en absolutamente nadie. Busqué información que pudiera serme útil sobre Naevia Himitsu, pero por extraño que sonara, ni en la biblioteca ni en el registro figuraba su nombre, ni el de nadie de su clan. Aquello en realidad solo me hizo sospechar más.
Dejé de correr, dejando que el aire entrara en mis agitados pulmones. Llevaba prácticamente dos horas merodeando por la villa. Durante unos instantes permanecí en un árbol recostada, recuperando en aliento, y convenciéndome de que todo saldría bien. Cuando los latidos de mi corazón estuvieron normalizados, me erguí y llevé la mano a mi pecho descubierto, donde ya no yacía el colgante. Cerré los ojos unos segundos, elevé las manos, y empecé a caminar directa al recinto donde el evento —supuestamente privado—, daría su comienzo en unos minutos.
—Ayaka, ¿cómo estás? —preguntó Kakashi tan solo verme llegar, en la entrada. Ladeé la cabeza.
—Bien, un poco nerviosa —sonreí débilmente.
—Ya está todo preparado, ¿entramos? —sugirió Iruka. Asentí.
El pasadizo que llevaba a la arena estaba completamente a oscuras, sin una luz más que la del final del túnel, que brillaba con fulgor. Irónicamente lo veía como mi final.
—Las reglas son sencillas —murmuró Iruka, antes de llegar al final. Giré la cabeza para mirarlo, expectante—. No mueras.
Dijo eso finalmente, para desaparecer junto a Kakashi en una nube de humo. Sentí como las piernas me temblaban, y paraban de caminar. Me permití el lujo de recordar. El día que desperté herida en ese bosque, perdida y rota por dentro, donde me encontraron, pensé que no valía la pena vivir sin recuerdos, porque era como no vivir. No recordaba de donde era, quiénes eran mis padres, si tenía hermanos, novio, o amigas. Entonces, conocí a toda esa gente, que me recibió gratamente con los brazos abiertos, y me sentí menos herida. Pasaron tantas cosas, muchas malas y otras malísimas, pero aunque no lo reconociera, me sentía reconfortada pensando que tenía personas a mi lado, que siempre me apoyarían. Pero en esos instantes me sentía sola, porque al fin y al cabo, ¿ellos eran mis amigos? No, porque como me había confirmado, para ellos solo era una sospechosa, una posible enemiga. Y ahora estaba sola, sola en una arena, sin recuerdos. Sin nada.
Cuando salí al campo estallaron aplausos en mis oídos, pero siguiera me digné a subir la cabeza para saber quiénes eran aquellos que estaban en las gradas. Podía reconocer voces difusas; Naruto, Kiba, Lee, Maito Gai, Tenten... Neji.
Me mordí el labio inferior, y me posé frente a mi contrincante. Sakura me recibió con una sonrisa que no le devolví.
—El combate terminará cuando una de las dos ya no pueda más —explicó el mediador—, o muera, en su defecto.
Le dediqué una mirada despectiva, y sin esperar a que el silbato sonara, desaparecí para encaramarme a un árbol espeso y ocultar mi chakra. Observé como Sakura permanecía completamente tranquila en el centro de la pista.
Medité unos segundos, estudiando a mi adversaria. Ella poseía de una monstruosa fuerza, gran dominio del chakra y además podía regenerarse con sus habilidades como ninja sanadora. En mi beneficio estaba el hecho de que tenía una gran resistencia física y a los golpes también —aunque, de hecho, con un par de mega-puñetazos, estaría lista—, era muy rápida y tenía un buen dominio de mis armas. Además, podía utilizar algún que otro jutsu que fuera de poco chakra, para darme tiempo, si se diera el caso de que lo necesitara.
Un fuerte estruendo me hizo saltar de nuevo del árbol, que ahora caía por el fuerte golpe que la Haruno le había propinado. Alcé la cabeza, para observar como la pelirrosa me atacaba desde el aire con su puño en alto, que logré esquivar por muy poco. Llegaban miles de puños por segundo, que difícilmente esquivaba, y alguna que otra patada logré propinarle.
Fruncí los labios en una mueca, cuando mis pies tocaron el suelo y me tuve que volver a impulsar rápidamente, porque este inmediatamente se resquebrajó, y de él salió un clon. Cree un clon que me sustituyera y permitiera escapar, que enseguida la chica hundió bajo tierra, con solo la cabeza fuera. Volví a ocultarme en otro de los árboles, observando como la auténtica Sakura se acercaba a ''mi''.
—Vamos, Ayaka-chan... —murmuró, con humor—, ¿es lo único que puedes hacer?
Sonreí para mis adentros, justo dejando que Ketsho ardiera en mis manos. Enredé la cuerda de plata del arma en mi muñeca, y a gran velocidad, corrí hacia ella. Invoqué también a Jun, y con su longevidad, le atesté un golpe en los tobillos que provocó que cayera al suelo. Me situé encima de ella rápidamente, rodeando su cuerpo con la correa de Ketsho para evitar que se moviera.
Ella sonrió.
—¡Eres muy buena, Alessya! —alagó.
Bum, bum
Súbitamente me levanté de encima suyo, dando un fuerte salto hacia atrás, dejando caer todas mis armas y mirándole fijamente a los ojos. La sonrisa de Sakura se borró inmediatamente al ver mi, probablemente, expresión de terror.
Bum, bum
—¿Qué has dicho? —inquirí, con voz temblorosa.
—¿Qué? ¿qué pasa, Ayaka? —fruncí el ceño.
''¡Eres increíble, Alessya!''
Un fuerte trueno retumbó en toda la ciudad, y con él, un increíble dolor de cabeza azotó mi cráneo. A mis fosas nasales llegó el olor a quemado.
''Hija, ¿estás ya lista?''
—Mamá...
Sakura zarandeó mis hombros con fuerza. Observé sus ojos, estábamos lo suficientemente cerca, que podía verme reflejada en ellos. Me veía tan mal...
—¡Ayaka! ¡Ayaka! ¿estás bien? ¡responde! —las lágrimas inundaron sus ojos.
¿Por qué llora, si soy su enemiga?
''Amigas para siempre''
Antes de desfallecer, pude observar unos ojos perla, que me miraban con chispas en ellos, que, fríamente, se acercaban.
También, como llamas celestes, como el cielo, brillaban por todas partes.
''Me vi a mi, era una yo de pequeña. Estaba en un parque, observando al muñeco de nieve al que tanto esmero le había puesto esos días de invierno. Para mi mala suerte, la nieva se estaba derritiendo, y con ella, mi adorable muñeco, llamado ''Kikki''. Me sentía triste, porque le había cogido mucho cariño.
Mi cabello oscuro y corto caía de forma desordenada por mi rostro, ocultando las lágrimas finas que caían por él.
—Cariño —llamó mi madre.
La miré. Estaba mucho más joven, su cabello dorado estaba muy largo, hasta la cintura, y no tenía ni una sola cana o arruga. Su ojos negros brillaban fuertemente, y su sonrisa de perlas estaba dedicada solo a mi pequeña yo.
La pequeña Alessya sollozó.
—Mami —casi gruñí en un puchero—. ¡Kikki! ¡Kikki se muere! —lloré y grité fuertemente. Ella me cogió en brazos, abrazándome cálidamente.
Avancé unos pasos, para estar más cerca de ambas. Podía sentir su calidez, y aquello me reconfortaba.
—No, cariño, no —susurró—. Kikki no muere, él solo... Él solo se va, por ahora... ¿Entiendes? Él también tiene una familia, pero esa familia... no está aquí, no está en este invierno. Él te quiere mucho, pero tiene a su mujer y sus hijos en otro lugar, y tiene que irse con ellos... Y tu quieres lo mejor para Kikki, ¿no?
Con ojos vidriosos, asentí.
—Pero Kikki volverá, ¿a que sí? —pregunté, inocentemente. Ella sonrió.
—Claro que sí, mi amor.''
Alessya... Alessya Lawler...
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