Si, acepto.
RELATO POR MARIE:
En la mañana muy temprano, nos despertamos con los flashes de la cámara de Lennox y los golpes con almohadas de Louise.
- Está es la última vez que aviso, ARRIBA TODOS.- amenazaba la morena de ojos marrones, mientras el otro seguía sacándome fotos.
Sin darnos tregua comenzó otra vez con sus ataques, obligándome a saltar de la cama y buscar con que defenderme. Pero seguía sintiendo los flashes de la cámara.
-¡Basta, Lennox!- grité tapándome la cara sin lavar y sin maquillaje. ¿Estaba tratando de arruinarme? Fue cuando me di cuenta que estaba solamente usando un bikini, y desesperadamente traté de cubrirme mientras azotaba a Louise con un cojín que estaba por el suelo.
Si, éramos como niños. Siempre lo fuimos.
A mi lado Leonel casi lloraba de tanta risa, mientras buscaba algo para vestir. Y continuar con la guerra de almohadas con mi asistente en un rincón. Así fue durante casi una hora, hasta agotarnos de tantas risas y golpes.
Minutos después, en la cocina, con Louise grabamos algunos tutoriales y vlogs de nuestra visita a la finca de los Colton.
Afuera hacía demasiado frío como para estar grabando en exteriores mi sesión de yoga, para mi gusto. Por lo cual decidimos estar adentro, probando vestidos, aunque por supuesto ya tenía desde hace semanas el outfit, gracias a mi excelente asistente.
Por su parte Louise, envió todo el material a los editores y las fotografías de Lennox las publicamos en la redes sociales. Ya que mis seguidores demandaban saber cómo iba mi día a día.
De repente mi teléfono comenzó a sonar, y en la pantalla resplandecía el número de Ethan.
En realidad, tenía ya cinco llamadas perdidas desde su número.
¿Justo a pocas horas de subir al.altar y decir "SI"?
¿Qué más faltaba para arruinar mi buen humor?
¿Qué más quedó por decir luego de sus mensajes de texto aquella noche?
Entendía que no era común en él responder llamadas o enviar mensajes. Es decir que era un milagro que realizara dichas llamadas.
No obstante, hoy estaba muy insistente. Ya era la sexta llamada perdida y no pretendia atender a ninguna.
¿Qué carajos se proponía en el día de su boda?
Por un instante recordé el mensaje del espejo y sentí un extraño dolor en mi cabeza.
Louise percibiendo mi incomodidad, sacó el móvil de mi frente y atendió la séptima llamada entrante.
—¿Qué necesita el novio preferido de todas las tías chismosas de la familia Colton?— contestó y luego el novio cortó. —Creo que Ethan está nervioso, tal vez necesita de su cuñado para calmarse.— dijo con su tono burlón y también indicando a Lennox, quién chusmeaba desde la puerta, que se ocupara de ese tema.
No obstante el fotógrafo salió contrareado del chalé y una hora después volvió con la misma expresión. Eso significaba que los asuntos no estaban nada bien en la relación de los futuros esposos, esta mañana.
A los gritos Louise ordenó a cada uno comenzar sus preparativos, antes que la situación desbordara nuestros nervios y al fin nos quedaramos sin que festejar más tarde.
Ya que al fin de cuentas, era un asunto de ellos y solamente a ellos incumbía solucionarlo.
Si tan perfectos se veían, que demostraran que podían hacer funcionar su relación también.
En poco menos de una hora, los chicos estaban listo y divirtiéndose en la pequeña sala con sus trajes negros, copas de una bebida espumosa y sus anécdotas de expertos en arruinar bodas.
Por otro lado Louise y yo seguíamos tratando de hacer milagros con el maquillaje una a la otra. Especialmente cubriendo mordidas y marcas de una alocada noche de sexo en las partes visibles que dejaban los vestidos.
Al borde del colapso nervioso de Lennox, quién nunca tenía paciencia, ya que quería verse libre de toda su familia de una buena vez, las dos nos presentamos ante nuestros respectivos...
En ese momento no tenía idea de lo que éramos, pero tal motivo seguiré utilizando acompañantes.
En fin, salimos los cuatro por el camino de piedra hacia la enorme carpa blanca y gris que ocupada una gran parte del jardín de la finca y más al frente estaba donde se celebraría la boda al aire libre, cerca de los jardines y los árboles.
Definitivamente deberíamos congelarnos ese mediodía. Por suerte, los brazos de Leonel estaban allí para darme algo de calidez, mientras avanzábamos por la multitud y los familiares de los Colton.
Ocupamos cada uno nuestros lugares que nos indicó los asistentes. Por suerte no estábamos en primer fila.
Elevé mi mirada al cielo nublado y agradecí esa buena suerte.
Saludamos a un par de familiares y Louise muy disimuladamente fanfarroneaba que ella estaba recibiendo más atención que el propio hijo mayor de los Colton.
Finalmente cuando el novio entró con sus padrinos, nos pusimos de pie para aplaudirlos.
No todo el mundo tiene el coraje de casarse por estos días.
Al llegar a la plataforma donde estaba el sacerdote y los padres de ambos novios, Ethan sin disimular buscaba a alguien entre la multitud.
Por lo cual Leonel, con su instinto de posesión, me aferró a él y dejó un beso en mi hombro que me hizo tambalear en mi lugar. Era evidente de que trataba de señalar qué lugar ocupaba a mi lado, ya que tampoco disimulo su sonrisa victoriosa cuando entrelace nuestras manos.
No por un fin romántico, sino que el clima frío me estaba matando.
Bueno, en realidad lo hice un poco a propósito. Llámalo despecho o inmadurez.
Eso lo notó Ethan, quién desde la plataforma sonreía impaciente, tratando de acalmar su visible ira. También comenzó a aplaudir y a decir para sí mismo algunas cosas que nadie a su alrededor comprendía del todo.
En seguida la música anunció la entrada de la novia. Y la atención de todos fue hacia la hermosa Isadora con su vestido corte sirena en marfil y un velo decorado con perlas.
Deslumbrante.
Pero Ethan no sacaba sus ojos de nuestra dirección. Lo noté cuando nuevamente Leonel me pegó más a él cuando volvimos a sentarnos y asistir el inicio de la ceremónia.
Todo resultó confuso cuando Isadora llegó a la plataforma y seguramente preguntó que le ocurría al ver el rostro de furia de su prometido.
Él respondió algo que notablemente la descolocó. Dejando caer el ramo por el suelo y se colgó de un salto a su brazo.
El diálogo entre murmullos de ambos pronto se convirtió en una especie de lamento. Y toda la multitud comenzó a husmear.
Por suerte, alguien entre los padrinos intervino y todo el evento siguió como lo planificado.
Los novios compartieron sus votos e intercambiaron anillos. Lennox resoplaba al lado de Louise por la extensa disertación del clérigo, quién de reojo lo reprochaba.
Todo el mundo aplaudió el "Si, acepto".
¿Valdría la pena tanto sacrificio por su amor no correspondido?
¿Es amor sacrificar a una gran parte de si misma por el otro?
Todo aparentemente iba bien, hasta que de repente la reciente casada desapareció de la fiesta.
Louise y yo fuimos a buscarla en su cuarto, ya que según las pautas de la organización, era el turno de cambio de vestido.
Pero la novia no salía, ni tampoco dejaba a nadie entrar allí. Estaba atrincherada en su cuarto.
Cuando logramos convencerla para abrir la puerta, ella estaba en un hermosísimo vestido rosa de encaje con perlas y luciendo la joyería de la familia.
Pero su maquillaje estaba arruinado por las lágrimas y el alcohol que estaba ingiriendo.
—¿Qué te sucede? Tienes a 300 personas esperando a verte en este vestido de ensueño, Isa. Ethan te está esperando para el primer baile contigo.— decía Louise mientras buscaba en los maletines algo para reparar el maquillaje.
—Ethan está esperando a Lis.— dijo angustiada la hermosa novia y tomando todo el contenido de una copa.
—Esa mujer otra vez.— resoplé en un rincón del escritorio, buscando algún clip para sujetar el peinado.
—Desde ayer Ethan está al borde de un ataque de nervios, porque descubrió que ella está con otro.— confesó Isadora, limpiándose las lágrimas, mientras yo ayudaba a volver a recomponer su peinado y Louise trataba de esfumar el corrector abajo de sus ojos.
—¡Y eso es una gran excusa para una inceíble noche de sexo por despecho!.— sentenció Louise, aún en su tarea de makeup artist.
Las tres comenzamos a reírnos y a distraer a la organización del evento que casi infartaba con la demora.
Juntas decidimos salir rumbo a la carpa de la mano. Un fotógrafo nos pidió para captar el momento y aprovechamos para subir las fotos a nuestros respectivos perfiles de redes sociales.
Todo parecía continuar acorde a lo planeado. Hasta que Ethan se acercó a la mesa con su esposa, y ambos extendieron la mano para bailar con Lennox y conmigo.
Sin esperar más el fotógrafo dió un par de giros a su hermana y en medio a risas y aplausos, ocuparon la mitad de la pista de baile con sus ágiles y elegantes movimientos.
En un costado de la misma pista, donde nadie podía oírnos por la música, nos ubicamos danzando el novio y yo. Era el momento de enfrentarme a su malhumor.
Ethan parecía estar realmente molesto y todo indicaba que también lo estaba conmigo.
—¿Qué haces con él, Marie?— increpó el médico, clavando su mirada en mi.
—Sé más específico, Ethan. — respondí con cierta ironía.
—Sé que se llama Leonel Linares y no tienes idea de la clase de persona que es. ¿Por qué estas con él?— continuó interrogando, subiendo el tono, y desatando la curiosidad de algunos.
—Al principio porque me coge como el mismísimo demonio y ahora porque me gusta.— respondí, sin reconocer de mi misma que podía hacerlo de una forma tan cruel y fría. Pero las palabras simplemente salieron de mi boca, sin ningún filtro y control de mi parte.
— Vaya, que estás descarada. Marie, ya deja el show y vete de aquí sin ese tipo.— rezongo y me apretó mas a su cuerpo. Mientras intentaba seguir el ritmo de l música.
— No, y tú no tienes derecho de exigir algo así.— reafirme. Ya estábamos llamando demasiado la atención de los invitados con nuestro intento de danzar y discutir a la vez.
— Lo harás. O yo lo sacaré a patadas de mi fiesta. Luego te trancaré en uno de los dormitorios sin tu bendito celular o internet. Pruébame y lo verás.—
— Déjame de tratarme como una estúpida, maldito descarado. ¿No deberías estar más preocupado con tu esposa?—
— Deja de actuar como una niña malcriada y piensa en lo que haz hecho. Tú no conoces a ese hombre, y sé lo que intentas demostrar. Marie, por favor, aléjate de él.— y antes de terminar la pieza le di un merecido pisotón con la punta aguja de mi hermoso zapato.
Además se lo merecía por hacer llorar a su novia el día de su casamiento.
Esa respuesta caló hondo en el pecho del recién casado, que resopló angustiado antes de seguir nuestra conversación.
—¿Te acostaste con él?— casi bramó, apretando mi brazo al mismo tiempo que nos dirigíamos a nuestra mesa.
—Si. Y lo voy a hacer otra vez, ni bien salga de aquí.— y aplaudí justo cuando los demás invitados aplaudieron por la espantosa danza. Me aparté de su agarre y sonreí a los flashes de las cámaras que registraban el momento.
Mientras Ethan apretaba sus dientes y tenía dificultad en ocultar su desagrado. Sus ojos azules brillaban de ira, mientras trataba de aflojar su moño.
Mi mejor amigo estaba perdiendo los cabales.
¿Y qué carajos le importaba con quién estaba si él ya habia dicho que si a su esposa?
Presentí que tal vez había algo más.
Para mi suerte, Lennox vino a mi rescate y fuimos a convidar a nuestras respectivas parejas a continuar con el baile, entre tanto los novios seguían saludando y danzando con otros de sus invitados.
Y como prometí a Ethan. Cuando todos continuaban distraídos en medio a la pista de baile, otros seguían embriagándose y algunos más criticando la vida ajena de los presentes.
Leonel y yo estábamos en uno de los baños de la finca. Yo estaba completamente desnuda en frente al lavamanos, sujetándome de este, mientras Leonel se enclavaba compulsivamente en mi, arrancándome gemidos y deliciosos orgasmos.
Le pedía para que dijera mi nombre y otras cosas más, mientras se adueñaba de mis sentidos una electrizante onda de placer y calor, mucho calor. El espejo en mi frente pronto se empañó con todos mis quejidos y mis gritos.
Escuchar su voz ronca y jadeante me volvía loca.
No mentí cuando dije que Leonel me empotraba como el mismísimo demonio y cómo me gustaba su forma poco juiciosa y desvergonzada de hacerlo.
Así terminó la fiesta.
Volvimos al chalé del fondo. Lennox cargaba en brazos a Louise y Leonel a mi.
Bromeábamos quienes serían los próximos a cometer la locura de casarse.
Seguíamos comportándonos como niños. Riendo y bromeando.
Hasta que al llegar al cuarto comencé a gritar, al ver todo revuelto.
Otra vez comenzaban a suceder lo mismo.
En las paredes estaba escrito:
Te lo advertí, perra.
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