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Guardando Rencor.

RELATO POR LEONEL:

Estaba a más de 4 horas esperando en frente al Hospital en donde trabajaba Pilar para seguirla.

Si, estaba desesperado. Y congelado. ¿En esta ciudad la lluvia nunca para?

La iría a seguir hacia donde fuera, sabía que en el día del cumpleaños de su hermana ella acostumbraba ir a un café y luego al cine. Pero de esta vez estaba dispuesto a seguirla hacia donde fuera. 

La imagen de la hermosa alucinación de Lis en mi frente no salía de mi mente y ya iba terminando mi cigarrillo numero treinta en el auto que había alquilado.

Me sacó de ese trance la videollamada de Pedro, mi mejor amigo y hermano que nunca tuve.

Dudé unos segundos en atenderlo, pero luego acepté su solicitud.

—Por favor, decime que no estas en Londres. — comenzó a rezongar Pedro, seguramente desde su departamento en Nueva York.

— Entonces te voy a decir que hace mucho frío y que estoy esperando para asechar a Pilar.— y coloqué el móvil frente al volante, para que pudiera hablar mientras seguía fumando mi cigarrillo número 31.

—Hermano, tengo que internarte. Tu ex mujer tiene razón, estás obsesionado con una alucinación de tu pasado.— dijo despeinándose  y mirando hacia el techo de su habitación.

—Mi ex mujer quiere mi dinero y la alucinación es de carne y hueso. La vi, Pedro.—

—¿Tuviste una recaída? ¿Qué viste? ¿dónde?—

—No tomé alcohol. Juro por mi hija que no lo hice. Pero también juro que la vi, Pedro.—

—Leo, volvé. Ya está, eso que buscas se terminó hace muchos años atrás.—

—¿Estas oyendo lo que te dije, Pedro? LA VI. ESTABA AHÍ, PARADA MIRÁNDOME.—

—Tengo miedo de preguntar, pero ahí va: ¿Cuándo y dónde la viste?—

—Estaba en el consultorio de Pilar cuando ella entró, saludó y me miró. El mismo cabello y los ojos, como si nada ...— y corté la videollamada cuando vi a Pilar salir del Hospital, saludando a un par de personas que seguramente también terminaban su turno como ella.

Luego se acercó al borde de la acera e hizo señales para un auto que la llevó de allí. Traté de memorizarme la matrícula y de seguirlos a una distancia prudente.

Pilar además de rencorosa era muy audaz. Siempre descubría todos mis desesperados intentos de obtener dónde estaba la sepultura del amor de mi vida.

Tal vez porque nunca fui bueno en premeditar y todo lo hacía por desesperación. 

Tal vez porque ella era tan cuidadosa y fría como el tiempo en Londres en esta época.

Tal vez porque era demasiado impulsivo y ella una maldita perra sin corazón.

La seguí por casi una hora, hasta que fue al café y luego cambió su habitual rutina en ese día.

Ella pidió otro auto de alquiler y se fue a un Hotel, no tan lejos del Hospital y frente a un edificio blanco, al cual ojeó antes de entrar. En seguida la vi sacando su móvil del bolsillo y desapareciendo por el lobby. 

Tratando de reunir la poca valentía que me restaba, decidí entrar a la página web del hotel y pedir una habitación allí. Obviamente que hice la reservación  y realicé un par de llamadas para que me enviaran mis maletas y otras cosas para allí.

No obstante no salí del auto, esperando que ella saliera nuevamente. 

Algo significaba su cambio de rutina. Pilar era una máquina, casi un robot en cuanto a sus horarios y frecuencia a lugares habituales. No era propio de ella salir de su habitual.

Estaba seguro que algo tenía que ver con la mujer del consultorio.

Quizás estaba alucinando como decían Pedro y mi ex mujer, aunque dudo que una fantasía lograra abrir una puerta y oliera a flores como ella. 

Y tratando de seguir recordando lo de esta mañana, otra vez me perseguía la misma duda:

¿Dónde carajo había dejado el ramo de flores que compré esta mañana?

Estaba poniendo mi mejor esfuerzo recordando cada movimiento y lugares que pase con ese ramo, hasta que llegué a la triste conclusión que seguramente lo había dejado en el consultorio de Pilar. Y aquella bruja desalmada seguramente lo hizo volar hasta algún tacho de basura.

Hasta que alguien golpeó el vidrio de mi ventanilla y casi me provoca un paro cardíaco.

Cuando lo bajé para tratar de reconocer al hombre que estaba parado al lado de mi auto, él se apoyo en el techo del vehículo y se inclinó para tratar de conversar.

—¿Leonel Linares?—

—¿Te conozco? ¿Quién sos?—

—Me llamo Ethan Jones, trabajo con Pilar. Ella me pidió que te avisara para llamarla ahora al número que te dio esta mañana. ¿Lo tenés agendado?—

—Ahora si me dio miedo esa mujer.— dije en voz alta y el lo escuchó tratando de no reírse a carcajadas.

—La próxima vez que la sigas no seas tan obvio.— ironizó el amigo de Pilar y se fue con las manos en el bolsillo. Luego entró al edificio blanco en frente al Hotel que estaba aquella odiosa mujer.

Ahí entendí que cuando ella llegó, a un par de horas atrás, ya sabía que la estaba siguiendo y cuando ojeó el edificio, en realidad estaba tratando de advertir a su amigo que un idiota la estaba siguiendo.

En fin, decidí estacionar el auto en algún parking cercano a allí, entrar a la habitación que reservé y ducharme.

Ella seguramente ya sabría hasta en cuál habitación estaba y en cualquier momento vendría a golpear mi puerta. Porque si se trataba de atormentar mi vida, Pilar siempre ganaba el primer lugar. De hecho mi ex mujer debería tomar clases con ella para que realmente me importara todo lo del divorcio.

Traté de comer algo que pedí por el servicio de cuarto y sentarme cerca de los ventanales de la habitación.

La noche era de las más fría y lluviosa que ya había visto en Londres. La calle del Hotel era bastante transitada, tanto por vehículos como por personas y observando detenidamente cada uno de los inmensos cristales del edificio blanco de enfrente, me preguntaba si solamente porque su amigo vivía allí Pilar había elegido mudarse aquí.

Hasta que un ventanal, como en el último piso, se encendió y justo allí, sobre una especie de mueble alto, estaba un ramo de flores, muy parecido al que dejé en el consultorio de Pilar.

Sin embargo, mientras esperaba que alguien se asomara a ese ventanal y tal vez el universo conspirara para que fuese ... 

No, claro que no, Leonel. Me reproché en mis adentros.

Golpearon mi puerta, mientras yo me levanté y pagué mi cigarrillo numero 60 del día. A ese ritmo no llegaría a fin de año sin una infección pulmonar o alguna otra de esas enfermedades respiratorias.

Lentamente me dirigí hacia la puerta, y otra vez oía los golpes incesantes de alguien tan ansioso como yo.

Abrí luego de oír nuevamente que seguían insistiendo.

Definitivamente era Pilar.

—Para alguien que ha esperado tantos años algunas respuestas, estas demasiado sosegado esperándolas.— dijo mientras esperaba con las manos en la cintura que la invitara a entrar.

—Para alguien que estaba ocultando por tantos años esas respuestas, estas demasiado ansiosa en decírmelas.— respondí y luego con un ademán la invité a entrar.

Ella obviamente hizo una mueca de disgusto por el olor a humo dentro de la habitación y luego asumió su postura de superioridad en medio a la habitación. Era su forma de demostrar que siempre tenía razón acerca de todo.

—¿Con que has cambiado?— y alzó sus brazos, mostrándome algo obvio, que por supuesto no entendía.

Ella era la bruja que podía leer mentes, no yo.

—Respuestas, Pilar. Las respuestas.—

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