Capitulo 5 -Evita ser una blancanieves.
Capitulo 5
Evita ser una blancanieves.
Rochel tenía un bikini muy bonito que le había regalado su mamá en su cumpleaños dieciocho. A esa edad, no le quedaba bien, pero ahora, le quedaba hermoso. Encima del bikini tenía un vestido sin mangas blanco ancho. Si de casualidad la mamá de Erín estaba ahí no quería causar problemas. En vez de ese horrible peinado del trabajo llevaba su cabello suelto, que mojado, se rizaba y le subían a los hombros. Un brilla labios rosadito y unas gafas al tope de su cabeza. Así la recibió Erín.
Cuando el señor Jorge Hernández entraba al placebo y fijó sus ojos en esas piernas, y suspicazmente subió la mirada, que se cruzó con el perfil de Rochel, dio una media vuelta inmediata, que esperaba que nadie notara, y se quedó mejor en la sala de juegos. Ahí estaba su mujer jugando dominós con unas amigas. Era mejor estar allí que estar con esa muchachita. Al parecer la había invitado Erín.
Tenía todos los atributos que le hicieron invitarla aquella noche en la que estaba muy estresado. Su cuerpo, que demandaba que lo miraras, como si lo llamara a que la tocase. Sus labios tentadores que incitaban al pecado. Sus ojos grandes. Esa expresión en el rostro que sugería cosas. ¿Cómo iba a hacer para sacársela de la cabeza? Se pavoneaba por su empresa moviendo las caderas a donde sea que fuese. ¿Cómo le quitaba los ojos de encima a esa muchachita?
¿Cómo salvaba su matrimonio?
○
—Rochel, te presento a Eduardo y Luis.
Erín señalaba a dos muchachos que le llevarían unos dos o tres años.
—Hola, un placer conocerlos.
Ellos se sentaron y destaparon cada uno una botella de cerveza.
—¿Y entonces? ¿Llevas mucho aquí?
—Soy nacida y criada aquí, me fui por unos meses y he vuelto.
—Fenomenal —dijo el llamado Luis—. Si te place algún día te puedo llevar a dar una vuelta.
Erín le dio un toque a Luis en la espalda. —¿No piensas que está muy rápido para lanzarte?
Luis sonrió.
—Es si ella quiere. —Se embizco la botella.
Rochel sonrió por cortesía.
—Erín, buscaré de esos panecillos que hay en la cocina.
—Está bien. Ve.
—Gracias. —Rochel se levantaba, justo cuando lo hacia la señora Hernández caminaba de vuelta al gacebo y se sentaba cerca de Erín.
Rochel le sonrió y siguió caminando. Pasó por la piscina donde unos adolescentes se bañaban sin notar su existencia, y evitó cruzar por donde unos señores parecían hablar.
Tal vez ahí estaba Jorge.
Cuando entró a la cocina fue que lo vio. Y casi da un paso atrás. Pero se sintió valiente, y le tocó el hombro. Él volteó y casi se atragantaba con el vaso de ron. Dejó la botella del ron que llevaría donde estaban los señores en el encimero de la cocina.
—¿Por qué no me lo dijo?
—¿No te dije que?
—Que era casado.
Ambos se quedaron en silencio unos segundos.
Rochel sintió vergüenza.
—Me ha arruinado la vida.
—Olvida lo ocurrido.
—Me arrepiento tanto. —Rochel se tapó el rostro, avergonzada, con las rodillas que le temblaban.
—Y yo no me arrepiento de nada. Aun no me la puedo sacar de la cabeza. Tengo permanente el sonido de su voz en mis oídos. Dígame, ¿Quién le arruinó la vida a quién?
—Jorge, trae el maldito ron. —Juan entró a la cocina. Rochel se alejó como pudo, echa gelatina, y Jorge miró a Juan, tomó la botella, y salió.
○
¿Qué significaba esa declaración del señor Hernández? Fingió un dolor de cabeza y salió de allí de inmediato.
Pensó toda la noche Rochel en su cuarto pensando en eso.
¿Va dejar a su mujer por mí?
Muy exagerado, pero fantaseó la idea.
○
Al otro día Rochel disfrutaba de un café caliente en un vaso de expreso. Erín estaba de vuelta al trabajo y muy activa. No despegaba la vista de la pantalla.
El día pasaba sin contratiempos, lo que Rochel agradecía. Después de la caudalosa confesión de Jorge no había podido dejar de pensar en eso.
»
—¿A qué se refiriere un hombre, Miranda...?
—¿Qué? —Preguntó Miranda cuando se sentaba a la mesa a comer su yaroa. Ambas habían comprado comida fuera en un local especializado en comida rápida. Eran los mejores de la ciudad. A Rochel le hacía ilusión porque le recordaba a viejos tiempos. El suyo ya lo llevaba por mitad, y Miranda acababa de llegar de la habitación descalza, sin los tacos del trabajo.
Era la perfecta noche del lunes. Comida rápida y estar en casa a las ocho de la noche.
—Verdad, si un hombre te dice: no me arrepiento de nada. ¿A qué se refiere?
—Eso depende. Depende mucho, si te lo dice en venganza, en forma seductora, o simplemente en forma normal. ¿Por qué me lo preguntas?
—Porque estoy intrigada. Estaba viendo una novela en internet y le dijo así el tipo a la protagonista.
—¿Bajo qué contexto? Yo no sabía que veías novelas. —Miranda comentó chupándose los dedos.
Rochel sonrió.
—Algunas veces, cuando Erín se va a desayunar con clientes, me encuentro sola mucho tiempo, entonces busco en que entretenerme.
—Interesante. ¿Cómo se llama?
Rochel abrió los ojos mientras se limpiaba las manos con la servilleta. Al mismo tiempo Miranda le señalaba que también tenía en la boca. Por lo que aprovechó para perder más tiempo y no responder a su pregunta.
—No recuerdo bien, empecé hoy... pero uhm... él la besa... y le dice: no me arrepiento de nada. Cuando ella le reclama.
—Oh, bueno, ¿tú qué crees?
—Que él no se arrepiente de besarla.
—Pues eso significa. —Miranda iba a la cocina para beber agua.
—Si bueno, tal vez. —Rochel se quedó mirando la TV apagada así que alcanzó el control y la encendió, esperando buscar algo que ver.
—Oye Rochel... —Miranda continuó la conversación—, escuché a la señora Hernández hablar con mal tono a Erín por teléfono, ¿estabas presente cuando Erín recibió la llamada?
—¿A qué hora fue? —Rochel se acomodaba en el sofá.
Miranda camino a la sala de nuevo, apoyándose del marco de la puerta.
—Como a las diez y algo, le escuché decirle que no era bueno "acostumbrar a los empleados a tanta confianza..." Después me miró y fue a hablar afuera. Creí que hablaban de ti. Como si la señora Hernández estuviese enojada de que ella te invitara al rancho.
—Erín respondió que tuvo toda una semana libre, que me esforcé mucho y merecía un día de gratificación. Eso lo escuché. Pero no pensé que la señora Hernández hablaba en la otra línea mal de mí. ¿Crees que le caiga mal a la señora?
Miranda se alzó de hombro.
—Eso no lo sé Ro, pero cuídate de ella. Es que es muy complicada. Solo fíjate en los horribles peinados que nos hace usar. Ella está obsesionada con ser la única mujer hermosa. Es como una maléfica del siglo XXI, como una mamá de Blancanieves. Evita ser una blancanieves Ro. Necesitas el trabajo porque necesitamos pagar el alquiler.
—Sí, pero no me regañes. No he hecho nada malo. —Rochel volteó a mirarla y después volvió la vista al televisor.
—Y no dije que hicieras algo malo. Solo que te cuides de caerle mal a ella. Es la dueña Rochel, esposa del señor Hernández.
¡Puedes parar con eso! Le quiso gritar. La señora era de él, y él era de ella. Lo tenía claro. No necesitaba recuerdos para aumentar el remordimiento que sentía. Y lo que más me molestaba era que él decía que no se arrepentía.
Yaroa: plato dominicano.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro