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Capitulo 4 - Buscar en su dedo.


Capitulo 4

Buscar en su dedo.



El lunes Rochel entraba a la oficina fresca y con gran optimismo. Esperaba ver a Erín y contagiarle el entusiasmo; sí, vamos a conseguir a los compradores, todo saldrá bien. Somos un equipo.

Pero al entrar, la sorprendió el hecho de que otra chica era quien le recibía.

—Hola Rochel, soy Diana, de recepción. Me pidieron que te comunicara que Erín estaba de vacaciones por esta semana. Quieren saber si deseas cubrirla o tomarte la semana también.

—Eh... —Rochel lo pensó—. La verdad es que no. —No tenía a donde ir. Ni que hacer. Además, le pagarían los días como extras.

—Bien. Entonces solo tiene que seguir la agenda de la señorita Erín. Esta encima de su escritorio. Cualquier duda hable conmigo por favor.

—Claro. Gracias.

La joven se fue y dejó a Rochel sola. Ella caminó al centro de la oficina y la observó, miró a una esquina, una cámara de seguridad. A su mente vino la imagen del señor Jorge mirándola de frente. La cámara había capturado eso. ¿No sería sospechoso?

Echó afuera ese pensamiento y fue su escritorio, no sin antes tomar la agenda. Debía hacer unas llamadas y mantenerse al tanto de los correos. Ayudaría a Erín a buscar un buen comprador para la propiedad de los italianos.

Así que toda la semana Rochel trabajó y cubrió a Erín. Para el final de la semana, en sábado, el teléfono sonó. Diana al otro lado le pidió el informe, para que lo llevara a la oficina del director ejecutivo.

—Ya está listo el informe. ¿Quién es el gerente ejecutivo?

—El señor Hernández revisa los informes de los departamentos todos los fines de semana. —Lo dijo como si Rochel debía saberlo—. Lo verá a las cinco. No le gusta la impuntualidad, no es el único informe que recibirá.

Rochel colgó la llamada. Miró la hora en su reloj de mano y eran las cuatro y cincuenta y cinco.

—Bien. Lo que me faltaba.

Tomó el folder con el informe y salió casi corriendo de la oficina de Erín. Subió las escaleras hacia la planta de la oficina del señor Jorge, y justo cuando llegaba a la puerta sentía ese tembleque en las piernas. Y esa señal era mala, porque significaba que se lo cogía en serio, y eso no podía ser.

—Buenas tardes, señor Hernández.

—Buenas tardes.

—Rochel. —Ella se apresuró a decir.

—Lo sé. ¿Qué es lo que me trae? —La miró atento.

—Bien. Las llamadas fueron positivas. Los clientes están muy satisfechos. Todos los correos fueron respondidos. Y aun no tenemos un comprador para la propiedad de los italianos, pero, Erín tiene una reunión con unos inversionistas polacos el lunes a primera hora.

—¿Es todo?

—Sí, es todo. —dijo rápido, tomando el folder apretándolo y después pasándoselo.

El fingió leerlo, pero no se podía concentrar. Lo puso encima del escritorio.

—Gracias —dijo al cabo de unos segundos.

Rochel se levantó despacio, con la boca seca.

—Mañana es otro día... —Rochel dijo queriendo decir más.

Tenía ese peinado que tenían todas las empleadas de la compañía hacia atrás pero Jorge pensaba que solo a ella le quedaba tan bien. Por lo que trato de sacar ese pensamiento de su cabeza.

Rochel salió sin despedirse. Y Jorge decidió ver el perímetro por la pantalla. Podía ver a Rochel caminando hacia fuera del edificio. Con la mano en el mentón meditó unos minutos. ¿Debía despedirla? Así se evitaba problemas. Las vacaciones no sirvieron de nada, aún le falta la chispa a su matrimonio.

Es que cuando cometes un error, la culpa no te deja volver a ser feliz. Mucho menos cuando te lo restriegan en la cara.

—Hola Rochel, ¿Cómo te fue en tu semana cubriendo a Erín?

—Estoy estropeada.

Rochel se lanzó al sofá.

—¿Tan mal te sientes?

—Es mucho estrés. Tienes que responder muchos emails y estar pendiente de mucho. Pobrecita Erín, y pensar que ha estado haciendo esto ya por años. —Rochel murmuró desde donde estaba, pero Miranda podía escuchar.

—Te invito a cenar y de paso bailamos en la disco. ¿Qué te parece?

—No, Miranda. No quiero salir.

Miranda se sentó frente a ella.

—¿Algo más te tiene rezagada?

—Miranda, —Rochel se volteó boca arriba—, no puedo sacarme de la cabeza al tipo de La Esquinita.

—¿En serio?

—Sí.

—Olvídalo. Fue un tipo de una noche, ni siquiera sabes su nombre.

Rochel suspiró dramáticamente.

—Fue romántico. En su propia manera.

—Necesitas otro acostón.

—Tal vez. —Rochel se tapó el rostro con ambas manos.

—Pero como estoy segura de que no lo volverás a encontrar, deberías, buscar a otro, o mejor aún, un novio, ¿Qué piensas Rochel?

—Tal vez.

—¿Es tu nueva muletilla? Lo que quieras Rochel, me voy a bailar. Me avisas cuando dejes de ser aburrida... yo que pensaba que cuando te acostaras con uno dejarías atrás todo eso.

Rochel le sonrió ampliamente. Gracias por recordarme la razón de mis desgracias.

Rochel tenía un hábito peculiar. Todos los domingos se entraba al baño y duraba horas y horas dentro. Se lavaba el cabello y se quedaba sentada en el retrete mirando a la nada mientras pensaba en su propia vida y las cosas que habían ocurrido últimamente.

Ahora en el apartamento de Miranda tenía una ventaja, Miranda tenía una bañera en la cual se podía sentar a pensar.

Así que esa mañana del domingo eran las ocho de la mañana, y Rochel se encontraba desnuda, sentada en la bañera, mirando la llave del agua y pensando en silencio. Después se despertó del pensamiento y se miró desnuda.

Le dio vergüenza unos segundos.

Y entonces lo tengo que ver todos los días sabiendo que me vio desnuda.

Ella se mordió el labio. De alguna manera le gustaba pensar que si él la miraba, la mirara de esa forma, como si la deseara.

Se avergonzó más. ¿Cómo se atrevía a tener semejantes pensamientos con un hombre casado?

—Maldito seas Jorge Hernández. Maldito seas.

Murmuró jugando con su rodilla mojada.

—Rochel. —La voz de Miranda se escuchaba amortiguada por la puerta del baño y las paredes. Rochel iba a preocuparse por cubrirse, pero recordó dos cosas; que Miranda era una mujer que era su amiga y que la puerta estaba cerrada con el seguro. Se relajó un poco.

De todas formas, le preocupaba que Miranda entrase y la viera desnuda sentada en la bañera sin agua y mojada. La mente es rápida. Pensaría miles de cosas.

—¿Sí? —respondió.

—Te llaman por teléfono. Es Erín.

Rochel juntó las cejas.

—¿Erín?

—Erín Hernández. Tu jefa Ro.

Rochel se sintió confundida. ¿Por qué la llamaría Erín Hernández un domingo no laborable por la mañana? Sintió un poco de pánico. ¿Ya todos sabían de su aventura con el señor Hernández?

Se mordió el labio y se levantó de la bañera. Tomó su toalla y se envolvió en ella. Abrió la puerta de baño, al otro lado se encontraba Miranda quien le pasaba el teléfono inalámbrico con su mano derecha.

—Está en mute, quítaselo.

Rochel sonrió sin mostrar los dientes y tomó el teléfono después de secarse las manos repetidas veces con la toalla que estaba envuelta en su cuerpo. Le dio al botón de mute y se puso el teléfono en la oreja.

Miranda la observaba con cautela, tratando de entender a donde iba la conversación. Después de menos de unos minutos, Rochel dio por terminada la llamada.

—¿Y bueno?

—Erín me está invitando a su rancho. Al parecer dice que merezco al menos un día de descanso después de cubrirla toda una semana. Pero yo la verdad estoy descansando aquí en casa. No quiero ir.

—¿Bromeas, cierto?

—¿No?, ¿Por qué lo dices?

—Son los Hernández, hazme el favor, ojalá me invitaran a mí. Esa gente vive bien Rochel. Ve. ¿Qué sabes si sales premiada? En su familia todos son emprendedores.

Rochel forzó una sonrisa. Miranda no se imaginaba, y si lo hiciera, ¿Cuál sería su reacción? ¿Le aplaudiera o le amonestaría?

Se acostó con el señor Hernández.

Eso no merece aplausos. Merece amonestación, vergüenza, y todo lo que se le pudiera ocurrir a Miranda.

Él no me dijo que estaba casado.

Y debiste preguntarle Rochel, debiste buscar en su dedo un anillo.

¿Había anillo Rochel?

¿Lo había?

Ella no podía recordar.

—Ay ya Rochel, parece que has visto un fantasma. Solo ve y complace a Erín. ¿Irás?

Jorge Hernández le debía una explicación. Sin duda alguna Rochel no tenía nada de culpa. Pero el sí, él sabía que en su casa tenía su mujer, y aun así se metió con ella.

—Sí. Iré.


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