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Capítulo 35: La tienda.

Capítulo 35: La tienda.


Erín llegaba a la casa muy agotada. Se había quedado hasta tarde porque estaba planeando un proyecto el cual debía ser secreto hasta que todos los detalles estuviesen afinados. ¡Cuánta falta le hacia Rochel! Si ella estuviera presente... un equipo era más eficiente que uno solo.

Hasta ese momento solo podía ser paciente y trabajar poco a poco en el hasta terminarlo. No sabía cuándo sería, pero al menos estaba animada.

Abrió la puerta de su casa con la llave y de inmediato escuchó los llantos de su hermanita menor. Era una niña relativamente quieta pero era claro que esa noche estaba totalmente incómoda.

—Margaret, ¿Qué le sucede? —Erín preguntó, entrando a la cocina donde la madrina de la bebé ayudaba a Margaret a prepararle un biberón de leche.

—Lleva una media hora así. —Su madrina respondió.

—Creo que es por tu papá. Está acostumbrada a estar con él en las noches. Quizás lo extraña.

—¿Dónde está papi?

—Una reunión en Santiago. Regresa mañana mismo.

Erin camino hacia donde su hermana bebé. La acarició y luego la tomó de los brazos. Empezó a mecerla para tranquilizarla.

—¿Por qué no se fue mañana? Dudo que tenga reuniones en la madrugada. —Erín se provocó a la risa. Margaret se quedó mirando a sus hijas y asintió.

No tuvo ningún comentario.

Sin embargo, cuando Jorge no volvió al otro día, se quedó pensativa. Al otro día laborable salio temprano a la oficina.

Recién abrían sus puertas, solo estaba el conserje que limpiaba las ventanas del edificio todas las mañanas. Margaret casi por instinto se dirigió a la oficina de Jorge y caminó al escritorio. Allí, una foto de la familia reposaba.

Algo no iba del todo bien, y ella se lo olía. Conocía a Jorge desde que eran muy jóvenes. El nunca, en tanto años de matrimonio, había tenido una salida así.

Salió de allí e hizo unos contactos, unas llamadas, y una cita a las cinco de la tarde que una persona, justamente quien podía ayudarle.

Jorge llego al trabajo un poco tarde. Aun sentía nostalgia cuando al visitar el piso de Erín, no veía a Rochel en su estación. Quizá debía acostumbrarse a eso. Lo mejor era que ella no volviera a la empresa.

Según lo que ella contaba había posibilidades de que no volviera. En cierto caso, ella pronto abría su tienda, y no tenía más nada de qué preocuparse, ni alimentos ni techo. Jorge Emilio le había dado todo eso.

De todas formas visitaba a su hija Erín en el piso, en la sala de espera estaba Mauricio sentado. Se levantó al ver a su tío.

—Hola Mauricio.

—Tío, lo siento, quien buscas tiene tiempo que no viene.

—¿A qué te refieres?

—Sé de tu aventura, tío. Los descubrí. Si no he dicho nada, es por el respeto que le tengo a mi tía y a mis primos. Respeto del que usted carece por completo. Antes, usted era mi modelo a seguir, ahora no estoy seguro si le tengo la mínima estima.

Jorge antes esas palabras no respondió. Solo un silencio, con la boca cerrada y la quijada tensa.

—Nada que decir. —Exhaló—.Lo imagine. Pobre tía. La vas a destruir.

Se marchaba entonces.

—Mauricio...

La puerta siendo abierta por Erín evito que Jorge le llamara. Ella salía y se acercaba a su padre.

—Papá, ¿qué pasa? Parece que has visto un fantasma. No entiendo. —sonreía. Le beso la mejilla y lo abrazó—. ¿Papi?

Jorge no respondió, en vez, fue atrás del ascensor pero ya se había cerrado. Tenía que hablar con Mauricio y tenía que hacerlo de inmediato. Golpeó el panel del elevador con rabia y luego se dirigió a las escaleras. Erín se quedó mirando un poco extrañada su actitud.

Jorge bajo las escaleras hasta el primer piso, donde ya su sobrino salía por la puerta hasta la calle. Lo vino alcanzar cuando ya estaba en la acera.

—¡Mauricio!

Mauricio se volteó.

—Perdóname. No sé qué he hecho.

—¿A mí me pides perdón? No es a mí que me has hecho nada. Es a tu familia.

—Es algo que no se entiende si no lo vives.

—¿Estas justificándolo? Con todo respeto, no hables más. Harás que te pierda el poco respeto que te tengo.

—No te imaginas el infierno que se vive... cuando llega a tu vida una persona que te hace recordar lo que es amar. Yo amo a mi familia, pero este amor que me enseñó... es uno que no sentía hace tiempo.

—Me da lástima todo esto. —Escupió con desprecio. Claro que nunca iba a entenderlo.

—Nunca dejaría a mi familia. Nunca dejaría a Margaret, Margaret es al amor de mi vida. —le confesó—. Pero no me puedo alejar de Rochel, aunque lo intente.

Mauricio no respondió nada a eso. Contemplaba a su tío.

—Pues buque ayuda tío. Busque ayuda profesional. Hable con mi tía, pídale perdón, pida perdón a toda la familia y acepte sus errores. Pelee por su familia para que no pierda a mi tía.

Jorge exhaló mirando a la calle. Era solo que él no quería dejar a Rochel. Él no quería dejarla a ella.

Siendo fin de mes Margaret tenía reuniones con los contables. Siempre cerraba el mes ella de forma personal, y veía cada una de las cuentas. Ese control lo llevaba como si nada. Tenía un posgrado en economías y había trabajado en ese departamento más de quince años.

En uno de los informes le llamo la atención un gasto innecesario. Una empresa de cartera que se había hecho transferir dos millones de pesos.

—¿Quién autorizo esto?

—El señor Hernández —respondió el contable. La contable le pasó los documentos que Margaret pedía con señas.

—Bien, está bien. —Se quedó con los papeles. Luego en su momento discutiría con Jorge porque tomó esa decisión tan extraña. ¿A dónde iba a llevar todo ese dinero?

La inauguración de la tienda fue un fin de semana. Rochel se había esmerado por completo en que el diseño fuera increíble. De igual forma, había conseguido que distintas personalidades de la ciudad asistieran a la misma.

Esa noche se esmeró también en vestirse. Se había maquillado profesionalmente y vestía con un pantalón ancho, sandalias y una blusa pegada al cuerpo. El cabello recogido y se había transformado, de una niña que no sabe cómo funciona el mundo, a una emprendedora.

Su bebé estaba vestido con camisa y pantalón del mismo azul marino que su madre. Tenía una pequeña corbata a juego. Era muy pequeño y Francisca lo atendía cuando Rochel debía dejarlo para atender a sus invitados. Inclusive invitó a una cantante local. Debía haber unos cincuenta invitados.

Un poco tarde, una camioneta del año se parqueó cerca. De ahí se bajaron Ollie y Erín. Por eso Rochel no daba crédito a lo que veía. Al verlos corrió hacia ellos. Abrazo con fuerza a Erín, y Ollie abrazó con fuerza a Rochel. Los invito a pasar.

Erín estaba hermosa. Era como algo común en ella, pero aun así Rochel la vio bonita. Ella llevaba un vestido crema sin ornamentos y zapatos bajos. El cabello suelto.

Miraba la tienda con una sonrisa, muy emocionada con su amiga. Ollie se quedó atrás, junto a Rochel.

—Trés belle.

—Merci.

—Je parle de toi. Tu és magnifique, Rochelle.

Rochel lo miró.

—Gracias, veo a Erin bella también.

—Oh mi Dios. —Escucharon la voz de Erín. Ambos voltearon a mirarla. Ella se bajaba para ver de cerca a Jorge Emilio que dormía en ese momento.

Rochel sintió miedo, la impresión la empalideció. Quizá Ollie lo notó. La acercó a donde Erín con su mano guiándola por la cintura. Al llegar a su frente, solo miró al bebé sin acercarse.

—Lindo bebé. Lastima que duerme.

—Rochel felicidades, es un niño hermoso. Dios mío, me encanta. En la guagua de Ollie tengo sus regalos. Estoy segura que todos le quedaran bien —decía muy emocionada—. Quería cargarlo, pero duerme, no lo quiero espantar. —Se alejó de él y se puso frente a Rochel, le tomó las manos—. Es una bendición hermosa, quiero ser parte de su vida. Te apoyaré en todo. —La miraba y le brillaban los ojos—. Y me encanta la tienda.

—Gracias Erín, aprecio mucho tu apoyo.

—Sigue en pie la oferta de volver conmigo. Hay tantas cosas que quiero contarte, tantos planes, pero son cosas que quiero hablar contigo a solas. —Se rio—. Sin ofender Ollie, pero Rochel me entiende.

Ollie se alzó de hombros. Alguien interrumpió, saludando a los tres pero halando a Erín para saludarle, pues le conocía.

—¿Seguirá diciendo lo mismo si le ve los ojos?

—¿Quién te dijo? —Rochel no le había dicho a nadie que tenía los ojos azules.

—Has empalidecido. —Se rio—. Dios como que está de tu lado.

—Espero que se mantenga de mi lado.

—Un consejo: vende todo, toma un avión, y vete.

En ese momento, Erín volvió hacia donde ellos dos. Aun con la sonrisa. —Como te decía, no puedo esperar a que vuelvas, Rochel. Hay cosas que debo contarte —repitió.

Esa visita dejó a Rochel un poco aturdida. Estando sola en su casa, con el bebé acompañándola en su habitación pensaba en la propuesta de Erín y en lo tanto que quería que ella regresara.

Lamentaba mucho en realidad que algún momento ella tendría que enterarse de la verdad. Y cuando la supiera, entonces dejaría de llamarle amiga.

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