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Capítulo 34: Por siempre.

Capítulo 34: Por siempre.


A las tres de la tarde llegaron los abogados al edificio que albergaba el apartamento de Miranda. Estaban vestidos con el mismo perfil de elegancia que la última vez. Y ahora estaban más sonrientes y animados.

No sabían a que se debía el cambio de opinión de Rochel, sin embargo, les agradaba la idea de que ella los había llamado antes de que ellos le hubiesen dado la noticia a su cliente de que ella se había negado a aceptar lo que él tenía para ella.

Claramente, Rochel iba a ir con su bebé. Lo llevaba en brazos toda la tarde, pero, cuando ellos llegaron, lo acostó en su cargador, y bajó. Andaban en un vehículo comodo y espacioso. Se sentó atrás junto al bebé después de saludarlos con mucha felicidad.

—Pues Rochel, nuestra primera y única parada es para enseñarte tu nuevo hogar. Allá hay una persona que debes conocer.

Rochel asintió aunque ellos no la podían ver para nada. Su teléfono empezó a sonar y lo tomó, era un número que no tenía guardado.

—Buenas.

—¿Qué diablos crees que haces?

Reconoció la voz en seguida. Era Ollie, su acento francés era demasiado notorio para ignorarlo.

—¿A qué te refieres? — preguntó cansada. La última vez que había hablado con él había sido cuando ellos dos fueron al hospital, y ella le pidió que se fuera.

En ese momento él parecía encantado de quedarse con ella en el hospital y ahora solo le gritaba por teléfono.

—Enviaste una foto a Erín, ¿es que tú piensas que todos son estúpidos?

—No creo que todos sean estúpidos. Solo creo que no voy a vivir en el anonimato toda la vida. No me voy a esconder.

—¿Tú piensas que te van a premiar? Si Erín se da cuenta te va a odiar. Todos te van a repudiar. ¿No lo entiendes? Tu puedes evitarle todo eso odio innecesario al bebé y a ti solo desapareciendo, bien como lo estabas haciendo hasta que cometiste la estupidez de...

Rochel no soportó más y le colgó la llamada. Pues en realidad, aguantar a Ollie no era una opción cuando tenía el poder de terminar la llamada de una forma rápida y sin traumas.

—Llegamos, señorita. —La voz amigable de la abogada le hizo recordar que debía mantener la cara amigable si no quería que ese par pensara que ella estaba loca, por esos cambios bruscos de ánimos.

Y la verdad era que tenía las lágrimas casi a flor de los ojos, pero no podía permitírselo. En vez de eso, miró a la derecha donde una casa de un nivel con verjas pintadas de limoncillo. Alcanzaba a ver una marquesina con un vehículo negro adentro y ya sabía que era de ella.

¿La casa sería alquilada?, ¿Cómo cuánto costaría comprar una casa así? Al menos eso le hacía creer que él si quería a su hijo, e iba a dar todo por él.

Nunca se iba a imaginar que una aventura la iba a guiar a esto, pero el hecho de que esa casa ahora era de ella y de su hijo era gratificante. Claro que le emocionaba.

Se bajó del vehículo y tomo al bebé consigo mientras miraba todos los detalles de la que ahora era su casa. El par se bajó con unos papeles y se detuvieron a su lado. Era una urbanización con varias casas casi con la misma arquitectura. Todo estaba tranquilo y se veía que siempre permanecía así. Además tenía el acceso controlado.

—Esta casa está bajo un fideicomiso de dieciocho años, entre el señor Hernández y una compañía J. H. La cual está inscrita como sociedad anónima pero le pertenece a usted y al niño Jorge Emilio Hernández Rode, que está representado por usted también. —Le explicaban despacio. Al parecer Jorge se las había arreglado para comprarle una casa a su hijo sin dejar rastros evidentes.

—No se podrá vender ni subalquilar ni enajenar. Prácticamente la casa o la habita usted o nadie, a menos de que se cuente con el permiso explícito de los tres, ni uno menos. —La mujer argumentaba. Tenía los papeles de la mano del fideicomiso donde todos esos por menores estaban detallados. Luego al final solo tenía que firmar para dejarlo todo en orden.

Entraron a la casa y dejaron a Rochel que la explorará mientras esperaban sentados en la sala de estar.

Ni lujosa ni austera, tenía todo lo que necesitaba un hogar. No lo había elegido ella pero era suficiente. Inclusive la habitación del niño estaba completamente equipada y tenía más ropa de la que ya poseía aun en sus paquetes. Cuna, andador, y otros artefactos.

En todo el paseo el bebé dormía. Rochel estaba emocionada porque se preguntaba como reaccionaria el bebé al ver su nueva casa. También un estremecimiento de tristeza se apoderó de ella porque el sentimiento de soledad otra vez estaba ahí. Iban a ser solo ellos dos y lejos de su papá.

Con ese rostro fue a la que se supone era su habitación. Eran tres habitaciones y una para huéspedes. Habitaciones perfectas.

Se sentó, poniendo el bebé abajo y tapándose el rostro. ¿Qué implicaba todo esto? ¿Su libertad, su encarcelamiento? ¿Una nueva etapa de su vida?

Él bebe se despertaba. Lo tomó en brazos y caminó a la sala. Ahora no dos personas le esperaban, sino que habían tres. Una señora de algunos cuarenta años de tez oscura y cara paciente, como si la amabilidad le sobresalía por los poros.

—Rochel esta es Francisca, ella te va a ayudar en la casa en todo lo que necesites. No debes preocuparte por nada. ¿Bien?

—Sí, hola Francisca, un gusto conocerte

—Hola señorita Rochel, un placer conocerle también.

Su voz le causó impresión porque era ronca y profunda y estaba completamente divorciada de su aspecto.

Rochel solo atendió a volver a sonreír.

—Por favor tome asiento. —Rochel se sentó. El bebé era bastante tranquilo, por lo que solo miraba a Rochel con una mano en la boca.

—Estos papeles son suyos, solo fírmenos estas copias. —Se los puso encima de la mesa— Aquí están las llaves de su auto, también. Lo habrá sospechado. En su cuenta de banco, la asociada a la empresa, le serán depositados treinta mil pesos mensuales por concepto de gastos para su bebé.

—Wow. —Rochel interrumpió— Todo esto para que no se den cuenta que embarazó a una empleada de su empresa. Su cliente es patético. Por favor, comuníqueselo.

Ambos se miraron, por ética ignoraron su comentario. —Espero que se sienta cómoda en su nuevo hogar. No lo ha revisado aun pero la despensas están llenas, pronto tendrá el tiempo.

Rochel bajo los hombros, relajándose.

—Gracias.

Francisca cargó al bebé en lo que Rochel le firmaba todos los documentos. Era mucho papeleo y no se detuvo a leerlos. Luego examinaría los suyos, quería volver a tener a su hijo en brazos.

Al terminar de firmar, ellos se levantaron y le dieron la mano. Rochel volvió a tomar a su bebé. Ellos se fueron junto a Francisca y la casa se quedó en total silencio.

Rochel se recostó por unos minutos pensando lejos y ya luego se levantó, buscando el cargador del bebé y luego yendo al vehículo porque debía volver al apartamento de Miranda a buscar cosas que había dejado, y aunque sea a despedirse.

Por suerte si sabía conducir. Y ella y el bebé llegaron sanos y salvos al departamento de Miranda. Incluso lloraron por la despedida. Aunque había sido poco tiempo, de alguna forma ella ya se había acostumbrado al bebé y a Rochel.

Pero sí, era necesario que ella se fuera.

Al regresar, la casa tenía más luces encendidas que las que había dejado. Tenía al bebé en brazos ya despierto, cuando caminaba a su habitación.

Entonces, lo vio a él.

—¿Qué haces aquí?

—Vine a verlos.

—No tienes permitido entrar sin que yo lo sepa. Si lo vuelves así, te juro que será la última vez que nos veas, porque nos vamos a ir.

—Si te vas, recuperaré a mi hijo, donde sea que estés.

—¿Me estas amenazando Hernández, en serio? —Rochel caminaba lentamente hasta ponerse frente a él.

—No se han invertido los roles aun, tu eres quien me mantiene amenazado. ¿Enviando fotos a Erín?

—Incluso planeo visitarla pronto.

Jorge se rio de lo que le dijo Rochel. La acercó con su mano en la cabeza de ella y le besó la frente sonoramente. Después tomó al niño de sus brazos, que ante la presencia de su padre se quedaba quieto y lo observaba con atención.

Rochel se cruzó de brazos mientras los veía a los dos. Tenían un parecido sorprendente. Ambos ojos azules mirándose entre sí. Era una escena agradable. El bebé se recostó de su hombro y Jorge lo mecía.

—¿Cómo le has hecho para escapar?

—Dije que tenía una reunión en Santiago, que debía partir temprano para un seminario.

—Es una mentira mala. Es fácil comprobarla. —Rochel se alzaba de hombros. Le hacía sentir mejor saber que había sido la primera y tal vez la única con la que él había sido infiel a su esposa.

—Se me olvidaba que la maestra de la mentira eras tú.

Rochel se mordió el labio. —La semana que viene inauguro mi tienda. Por si quieres venir. Invitaré a Erín.

—Uh... bueno, si ella viene no vendré.

—Sí Margaret viene, ven tú también.

—No creo que sea bueno que Margaret vea a Emilio. —Lo miró—, hablando de eso, se durmió. —Caminó hacia la cama.

—No, ven, tráelo a su cuna, la iba a mover a mi habitación pero ya será mañana.

Ambos caminaron a la habitación del bebé.

—Erín me dio un año para maternidad. —Rochel comentó cuando Jorge dejó al niño dentro de la cuna—. Así que al parecer volveré a Santo Domingo.

—No es buena idea.

—Me gusta mi trabajo, y verte. —Lo mofeó—. Quiero al bebé cerca de su padre.

Jorge negó con una sonrisa y la besó suavemente.

—Ven, vamos a la habitación. —La agarraba de la cintura y la guiaba.

Rochel se volteó, deteniéndole a mitad de camino. Sus manos fueron a sus hombros para captar su atención. Luego ella le peinó las cejas, y terminó con una caricia en sus mejillas. Ambos serios mirándose el uno al otro. Rochel acercaba sus labios a los de él perdiendo de vista sus ojos por unos segundos.

Susurró: —Ya te echaba de menos, ojalá te quedaras por siempre...

Entonces se alejó para ver la reacción de Jorge, y él la miraba, y pudo ver en sus ojos la incertidumbre. Parecía ser, al menos, ella lo sintió así, como si lo que más quería era cumplirle ese deseo a ella, y se encontraba dividido sobre cómo hacer a partir de ese momento.


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