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Capitulo 22: El viejo adagio.

Capítulo 22: El viejo adagio.


Era un martes por la noche cuando el teléfono de Rochel estaba timbrando como si una bocina había sido puesta para amplificar su sonido. O tal vez solo era el eco del baño.

Rochel estaba recién dándose un baño de relajación. Era pleno verano y las cosas estaban muy calientes.

Pensaba que la llamada era de Jorge y quería molestarlo, por lo que no interrumpió su ducha y no lo contestó.

Salió con el cabello goteando en la alfombra del baño. Envolvió su cuerpo en una toalla y fue a ver su celular que descansaba en el botiquín de medicinas.

Se secó la mano pasándola por la toalla repetida veces. Luego lo desbloqueó deslizando el dedo en la pantalla y vio que era un número que no conocía el que estaba insistiendo tanto por contactarla.

Tiró el celular encima de la cama y caminó al walking-closet de su habitación. Era uno amplio, y estaba lleno de ropa de las cuales ni siquiera había estrenado o visto bien. Jorge le había conseguido una asistente de vestuario que se había encargado de tomarle las medidas a Rochel y comprar ropas y zapatos para ella y llenarle el closet.

Era claro que no tenía muchos lugares donde usar esa ropa, entre el trabajo y casa nada más. Jorge de seguro lo había hecho pensando que solo la estrenaría con él.

Solo por un segundo, mirando toda esa colección de ropa ordenada por gradientes de color, al igual que los zapatos, se sintió como una muñeca... ni una muñeca, como una marioneta o una especie de mariquita en donde no poseía completo control de la ropa que usaría o decidiría usar.

No sabía cómo sentirse, si afortunada de esa oportunidad, o sentir que la estaban controlando.

—A ver... —pensaba, mientras movía los atuendos que usaría. Inclusive los atuendos de hacer ejercicio estaban organizados así por color.

Escuchó el teléfono timbrar justo cuando haló el pantalón de hacer ejercicio que se pondría. Ahora que lo pensaba, era obvio que no sería Jorge, él le había comentado en la mañana que saldría con unas personas en la noche. Eso se lo dijo justo después de besarla y toquetearla en una esquina ciega del edificio. Estaba sin aliento y como una boba, no iba a estar haciendo preguntas.

Pero sola en casa, sí podía analizarlo. Seguro iba a salir con su esposa Margaret. Por esa razón estaba furiosa con él.

Se lanzó sobre la cama, tomando el celular y deslizándolo para contestar la llamada.

—Aló. —Saludó con voz queda.

—Espero no haber interrumpido nada importante, mademoiselle. En una hora es el concierto, paso por ti en media hora pues me gustaría llegar temprano.

—¿Ollie?, ¿Cómo conseguiste mi numero?

—Me lo diste... —dijo después de unas risitas—. Envíame tu ubicación por el WhatsApp.

Rochel pensaba en la forma de Ollie, ¿para qué quería salir con ella? Lo suyo era Erín. Lo pensaba y entonces después se levantó de la cama al recordar algo.

—Tú no puedes venir a buscarme, yo voy.

Volvió a sentir la sensación de antes, estaba siendo vigilada. Ni siquiera como una protección, sino algo más.

Todos sus vecinos eran personas adineradas que no les importaba en lo más mínimo quién vivía en el tercer piso. Pero el guardia que controlaba el acceso al residencial, las cámaras de seguridad. Jorge le había dicho claramente que no quería a ningún extraño en su apartamento.

Él lo pagaba, y era de él.

Era una tontería, estaba molestándose porque quería libertad, y si para tenerla tenía que buscar un lugar donde vivir que ella pueda pagar, y dejar atrás todos los lujos, lo haría.

Porque en ese preciso momento seguro Jorge estaba con quien debía estar: su esposa.

—¿Mademoiselle?, ¿escuchó?

—¿Ah?, ¿Perdón? No escuché lo que dijiste, pero olvídalo, ven a buscarme. Te mandaré la ubicación por WhatsApp como dijiste. En media hora.

Colgó la llamada a la mitad del oui de Ollie.

Se dio cuenta de que no le daba el tiempo para secarse el cabello y luego planchárselo. Así que estaban encogidos y rizados encima de sus hombros, medios mojados aun. Volvió a su closet y movió entre los vestidos, y buscaba uno que no fuera muy ni tan poco. Encontró uno color naranja, perfecto, porque era suelto, y corto, por lo tanto muy fresco para el verano.

Encontró unas sandalias de terraplén marrones y se puso todo su atuendo estando dentro del closet.

Se sentó en la cómoda de su habitación, y se miró el rostro en blanco. Estaba un poco pálida, como se había puesto al vivir en Estados Unidos. Tenía tiempo sin enfrentarse al sol y estar mucho tiempo bajo aire acondicionado.

Se puso rubor rosa, pintalabios del mismo color y un poco de rímel. Sacó unas argollas del color de los zapatos y solo se movió el cabello un poco.

Estaba sintiéndose libre.

Unos minutos después de preparase estaba en la sala del apartamento esperando por Ollie. Su teléfono sonó y era el mismo número. Le contestó la llamada, él le pedía que bajara. Mientras bajaba en el ascensor agendaba su contacto.

El guardia del lobbie la miraba mientras ella salía, y juraba que lo había visto inclinarse para ver en que auto se subía.

Le valió muy poco que hiciera eso.

Ollie tenía una lexus del año, color gris, que lo hacía ver más apuesto de lo que ya era, él no estaba tan casual, una camisa a cuadros, y podía divisar unos pantalones marrones.

Él se iba a a bajar a abrirle la puerta pero ya Rochel la había abierto.

—Hola, Ollie. Un placer verte de nuevo. ¿Dónde es el concierto? —Le preguntó luego de haber subido.

—La Zona Colonial. En fotos es una ciudad grandiosa. Y de noche las luces la hacen ver más mágica.

—Debiste haber invitado a Erín, —Ro comentó sin guardarse nada—, se nota que ustedes dos se gustan.

—Creo que observas mal.

Ante ese comentario, Rochel se quedó en silencio. Ella no observaba mal, Erín se ponía roja al hablar con él. Era claro que estaba loca por él. Aunque parecía que él no... tampoco era de ella misma, solo sentía un lazo de amistad extraña entre ellos dos.

Ollie parqueó el auto en una zona de aparcamiento paga, y le dejo una propina al guachimán que estaba cerca.

Rochel andaba a la par con Ollie, un poco en silencio, pensando en lo que había dicho y sintiéndose mal por Erín. Se escuchaba el sonido de sus zapatos chocar con las calles de piedra.

Era una ciudad de los tiempos de la colonia, que había conseguido sobrevivir más de quinientos años y que había sido declarado Patrimonio de la Humanidad. Ahora estaba llena de edificaciones antiguas, incluida una fortaleza, y áreas turísticas, restaurantes y demás.

Ollie caminaba derecho, con la quijada en alto, mirando el cielo y el lugar, las luces. Seguro esa confidencia era intrínseca de él. Ro no podía dejar de mirar el piso.

—Muy calladita, ¿no?

—Solo estaba pensando. Perdón, ¿me crees si te digo que es la primera vez que ando en la zona colonial? Solo pasaba de lejos, solo te puedo señalar que la fortaleza está por acá, y el puente flotante por allá. No conozco los restaurantes o etcétera. Si quieres te llevo a mi ciudad un día de estos para ser una eficiente guía turística.

—Cálmate... —Su acento francés se agudizaba—. Solo quiero disfrutar de tu compañía. Relájate. Lo necesitas.

—Bien.

—Yo invité a Erín, ella me dijo que saldría con sus padres esta noche.

A Rochel eso le cayó mal. Sí sabía que Jorge estaba con Margaret, pero confirmarlo le ponía una sensación amarga a su paladar. No se acostumbraba a eso, a tener que compartirlo si quiera. No lo quería aceptar. Y sabía que estaba en lo incorrecto por eso. Pero no era como si pudiera darle una orden a su cerebro para que dejara de hacerla sentir así.

—¿Sabes algo? juzgas muy rápido, debes aprender a observar. —Le decía, de pronto utilizó el inglés, como si el español no le permitiera expresarse bien. Al menos, eso fue lo que Rochel sintió.

Ella hablaba el español, inglés, y entendía el francés, pero había cosas que no podía explicar correctamente sino fuera en su lengua materna.

—Observar, claro.

Caminaban muy lento, llegaban a una zona donde ya se escuchaba el sonido de la banda en su acto de entrada.

—Yo invité a Erín a salir la primera vez cuando ella tenía dieciséis años. Ella era muy tímida y recién hacia sus pinos trabajando con su papá. Aunque acabasen de firmar el acuerdo, nuestros padres tenía lazos desde hace más de diez años, es solo que llegar a un acuerdo de esta magnitud toma tiempo. La conocí en Vienna, su padre la llevaba a conocer la arquitectura. Jorge es un soñador, quería traer ese tipo de estructuras para acá pero en las áreas urbanas sería muy costosa y en las turísticas el look metropolitano no hacía mucha gracia en la época.

—¿Qué te dijo Erín? —Rochel preguntó, muy atenta a Ollie. Solo lo miraba a él, ni siquiera observaba el camino. La suerte es que caminar en zapatos altos se le daba bien.

—Era muy pequeña parece. Me rechazó. Ahora que lo pienso, Jorge me hubiese asesinado si se da cuenta de que la había invitado mucho antes.

—¿Qué fue lo que ocurrió entre ustedes? —Rochel sospechaba ahora, por el mucho antes. Eso implica que algo había pasado con ellos dos.

—Nos hablábamos por Skype todo el tiempo, una relación a distancia por dos años. —Hizo la seña con sus dedos, mirando a Rochel, después volvió la vista al camino—. A los dieciocho, Erín robó su pasaporte y viajó a Roma para encontrarse conmigo, tuvimos un fin de semana en la cima del mundo hasta que oficiales de la interpol nos interrumpieron en el restaurant de un hotel, y me llevaron a mí y a Erín del lugar. —Negó con la cabeza, miró a Ro de nuevo—. Supuestamente estaba desaparecida, —Encerró entre comillas, mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios—, desde aquella vez, cuando Erín volvió a casa, dejó de llamarme y se alejó. Evitaba los viajes con su papá. Y todo muy extraño con ella. Sigue siendo así.

—Wow. —Rochel pensaba en toda la historia. Era algo tan emocionante. Nunca se hubiera imaginado que Erín era esta chica rebelde que lo hacia todo por amor. Sin embargo, algo había pasado. Ella no era la misma de antes.

—Así que no observas bien, que Erín solo se siente apurada conmigo, no que le gusto. Diría que está molesta. Quería algo de mí y yo no sé qué era.

Rochel vio la tarima de lejos, en la entrada un hombre tomaba las boletas.

—Insisto, se ruboriza porque le sigues gustando.

—Jorge es un hombre trabajador, diría que es bueno. Pero en sus extremos, con lo que él cree que es suyo, es malvado, es asfixiante. Ten cuidado en este viaje tuyo, él podría dejarte sin nada. Tiene influencias, muchas relaciones con políticos, allegados... logró hacerme un escándalo, lo que ralentizó el proceso de llegar al acuerdo, ¿ves? Dos años después hubieron de pasar para que mi padre perdonara lo que me hizo. Así que ve sabiéndolo.

Rochel se alzó de hombros. —Descuida, yo sé cuidarme.

—¿Segura? —La miraba a los ojos.

—Además yo me pertenezco a mí misma.

—¿Segura?

—¿Puedes dejar de repetir esa palabra? —Ladeó la cabeza, sintiéndose insegura.

Ambos ya estaban frente al tipo de las boletas, quien con cara amarrada las pedía.

Ollie se metió las manos en los bolsillos, sacando una billetera y luego las boletas.

—Por cierto Rochel, hoy estás demasiado hermosa. Vous êtes toujours belle, Rochelle.

Le pasó las boletas al guardia, y le tomó la mano a Rochel. Mientras se adentraban a la avenue del evento, Rochel pensaba en todo lo que Ollie le había contado.

Es como el viejo adagio de "nos vemos en la bajadita"

Ollie tenía a Jorge justo donde lo quería tener. Tal vez había esperado dos o tres años para esa oportunidad.

Sin darse cuenta, Rochel se estaba juntando con alguien que consideraba a Jorge como su enemigo, aunque el necesariamente no lo viera así.

Solo pensaba en lo furioso que podría estar Jorge por eso.

Pero tal parecía ser que Ollie disfrutaba más tener a Jorge en vilo de que él podía destruir su familia y su reputación tan fácil como abrir su boca. Y que esa angustia la disfrutaba más que el hecho mismo de hacerlo.


****

1. Mariquita: es el nombre que se le daba a unas muñecas de papel que venían con varias atuendos de papel.

2. Guachimán: en rep. dom. guardia de seguridad privada.

3. Vous êtes toujours belle: siempre eres hermosa.

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