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Capitulo 21: Alegrarle sus mañanas.


Capítulo 21: Alegrarle sus mañanas.

Eran las dos de la mañana cuando Rochel no podía dormir. Pensaba en toda la situación y eso la tenía preocupada.

Ollie sabiendo que había algo raro entre ella y Jorge era demasiado para manejar.

Esa mañana la tendría libre, por lo que, el que ella estuviera despierta en la madrugada no le haría daño.

A fin de cuentas apenas pudo dormir algo. Al levantarse tenía ojeras horribles. Su teléfono no había sonado en todo el día y estaba un poco arrepentida de irse a vivir a la capital.

En ese gran apartamento lujoso, las cosas estaban muy solitarias. Por eso decidió salir a las una y entretenerse en algo. Visitar el museo de historia y luego visitar el acuario. Perdió tiempo suficiente para llegar a las cinco de la tarde de nuevo a casa.

Estaba hambrienta. La despensa estaba llena de comida, pero se decidió por hacer una sopa de vegetales que ya venía procesada. Solo puso el agua a hervir y vertió el sobre para esperar unos dos minutos a que estuviera lista.

En lo que esperaba, escuchó la puerta. Bajó la llama de la estufa y fue a ver quién estaba en su puerta.

—¿Me esperabas?

Ver que quién abría la puerta era Jorge la alivió. —Jorge, me asustaste.

—Nadie sube sin autorización, no tengas miedo. —Miró el departamento. Le dio el olor a la sopa—. ¿Cocinas algo?

—Hago una sopa. —Rochel le sonrió un poco—. No tuve una buena noche.

—Estamos igual. —comunicó—. No tuve una buena noche.

Rochel caminó a la cocina, apagó la sopa. Jorge se aflojaba la corbata y se sentó en el comedor. Rochel llevó la olla con la sopa, la puso encima de la mesa, junto a dos tazones y tres cucharas, dos pequeñas y una sopera.

Le sirvió un poco a Jorge y se sirvió en su plato.

—Disfrútala. —Rochel empezó a comer. Jorge la miró y miró su tazón.

—No tengo mucho apetito.

Rochel alzó las cejas.

—Pues te la vas a comer, ya te serví. —Señaló con la quijada. Jorge se rió de la sutil amenaza de Rochel. Ella borró la sonrisa, y jugaba con la sopa y la cuchara. Se metió a la boca una cucharada, mirando el líquido crema y el vapor que salía de tazón.

—Vine a decirte que el muchacho habló conmigo.

Rochel se atragantó con la sopa. Tuvo que dejar de comer y tomar del vaso de agua que estaba a su lado.

—¿¡En serio!?

—Me dijo que nuestro secreto estaba a salvo. No sé qué pretende. —Jorge no se inmutaba, en cambio, examinaba a Rochel. Él solo había probado una cucharada de la sopa y con éxito logró no volverla a echar en el tazón. Le parecía increíble que una comida ya procesada quedará tan... desagradable al gusto.

—¿Entonces para que te habló?

—Solo me dijo eso. Que no tenía por qué meterse en lo nuestro.

Rochel siguió comiendo. Ya estaba muy profundo para echarse hacia atrás.

—Quizás deba volver...

—No digas eso Rochel, por favor. Mañana quiero verte alegrándome el día. —Su voz era tan profunda e hipnotizaste.

—Y allí estaré.

—Es tan extraño todo esto, no conozco a nadie. —Erín murmuró mientras caminaba unos pasos más delante de Rochel—. Todo es una locura; me miran como si yo fuera una villana. Piensan que soy una.

—Es porque no te conocen todavía. Tal vez debamos hacer algo para romper el hielo. —Rochel comentó, con su libreta de apuntes en la mano.

—Me gustaría Ro, pero tengo muchas cosas que hacer, tratar de ser o aparentar ser buena, no está entre mis planes. —Abrió la puerta de su nueva oficina. Estaba en el tercer nivel y el ventanal era abierto, con una vista de una sola dirección hacia afuera.

—O, acostumbrarse a que le teman. Ya se les pasara. —Rochel dejó la libreta abajo. Observó a Erín mirar por la ventana—. Si me disculpas, iré a mi estación.

—Claro. Ve. —Le hizo señas con la mano, hacia la puerta—. Por favor, si Ollie viene a verme, no le hagas esperar, deja que pase.

Rochel asintió, anotándolo en su libreta de apuntes.

—Vendrán muchos curiosos por ser el día de apertura, no los puedo atender a todos.

—Claro, trataré de programarle citas. —Rochel tomaba los apuntes—. Y ese Ollie, ¿le gusta, Erín?

La cara de Erín se tiñó de rosa. Abrió los ojos. —¿Por qué dices eso?

—No, solo pregunto. —Se alzó de hombros desviando la mirada.

—No me gusta. Solo son asuntos de trabajo.

—Pues está bien, asuntos de trabajo. —Salio de la oficina.

—¡Puedes hacer silencio por solo un segundo! —Le pidió.

—Siempre hago silencio, esta vez te digo que simplemente no. —La voz de Jorge más calmada le había respondido a la histérica voz de su mujer. Rochel se encogió en su puesto.

—La decisión está tomada.

—La decisión es revocada.

—Erín no puede seguir con este estilo de vida, bien lo sabes.

—Este es su sueño.

—No, es tu sueño. —le dijo a su esposo. En ese instante, las voces que Rochel escuchaba habían aparecido frente a ella.

—Por favor, dile a Erín que estamos aquí.

—Claro. —Rochel levantó el teléfono y marcó la extensión para comunicarse con Erín. Ella lo contestó en seguida—. Son sus padres, señorita Erín.

Erín abrió las puertas unos segundos después. Sacó la cabeza con una sonrisa, pero al ver la cara de enojados de sus padres la borró. —Pasen.

Sus padres pasaron, y luego estuvieron encerrados ahí por una hora completa.

Sea lo que sea, había puesto mucho estrés en el ambiente. Inclusive Rochel se sentía cargada de esa energía negativa.

En la noche, Rochel revisó en su celular un mensaje de Miranda. Le decía que por favor la llamara. Marcó su número de memoria.

—Rochel, ¡querida!

—¡Hola! ¡Cuánto tiempo! —Exclamó realmente conmovida. Extrañaba a su amiga. Extrañaba la compañía. Era viernes. El viernes de su primera semana.

—Sí, ¿Cómo estás?, ¿por qué no me dijiste que te ibas a Santo Domingo?

—Perdón. Lo olvidé, todo fue tan rápido... —Se lamentó de repente.

—¿Dónde estás viviendo? Quiero visitarte. El fin de semana voy a ir allá y quiero visitarte.

—Claro. Te mandaré la dirección por mensaje de texto.

—¡Tenemos que ponernos al día!

Se despidieron. Rochel caminó por el departamento con el teléfono en la mano. Jorge la visitaba solo por minutos, tomaba lo que quería y se iba.

Le dio lástima su situación.

Por otro lado, quería saber cuál sería la reacción de Miranda cuando se enterase. Ya había tomado la decisión de decirle.

El sábado en la mañana unos toques ligeros despertaron a Rochel. Caminó descalza a la sala y miró por el ojo visor a ver quién era.

Abrió la puerta emocionada y entonces abrazó a Miranda con todas sus fuerzas. La apretaba mucho. Miranda se reía de su afecto.

—¿Tanto me extrañaste?

—¡No te imaginas!

Se separaron.

—Pero te fuiste sin decirme nada... —Le comunicaba, ambas se miraban a los ojos. Luego, Miranda miró el lugar, con la sonrisa aun en la boca, estaba sorprendida,

—¿Qué es esto?

—Es mi casa, por ahora.

—Wow... —Se paseaba por la lujosa sala de muebles blancos con cojines rojos. Había un precioso cortinaje y mesas de cristal. El apartamento era tan amplio, y tenía unos grandes cuadros en las paredes—. No me digas que todo esto lo hizo la empresa, o sea, ¿Cómo es que desde que me fui le dan tanto a ustedes?

—No fue la empresa... ¿Cómo crees? —Alzó ambas cejas—. Es complicado. —Rochel sentía que ya era momento de decírselo.

—¿Te conseguiste un viejo millonario, no es así? —Trató de adivinar pícaramente, con esa sonrisa de complicidad.

—Fue Jorge.

Miranda borró la sonrisa. Le cayó como una piedra en el estómago esas dos palabras que decidió no creer. —Eres graciosa. En serio.

—¿Piensas que es una broma? —Rochel preguntaba con una sonrisa en la boca, pero la sonrisa era más de nervios que de otra cosa.

Miranda se lanzó al sofá deliberadamente, mirando al techo del departamento. El techo estaba bien alto, tenía dos lámparas, una para la sala donde estaban, y otra para el comedor. Claro que sí, porque la correcta Rochel, la inteligente Rochel, nunca se metería en un rollo con su jefe. Es más, es imposible si quiera que lo miraras con ojos de deseo. —Ser rio—. O sea, Ro, sí, el tipo está bueno, pero tú sabes que es tu jefe. —Se tocaba el pecho con la mano izquierda, aun no la miraba—. Cuando tú me dijiste eso de que lo intentarías, todo era un juego para mí, porque no eres una tonta.

Rochel no respondía, estaba en blanco. Ni siquiera se movía.

Miranda se incorporó, mirando a Ro con ojos desorbitados.

—Coño, Rochel, no me jodas. Maldito sea el día en que te hice venir aquí —Se levantó del sofá, seguía murmurando todo tipo de improperios bajo el aliento. Parecía como si se regañara a sí misma y no tanto a Rochel. La misma se quedaba mirándola sin moverse un centímetro todavía—. ¡Gracias a Dios que no estas desarrollando sentimientos hacia él!

Rochel se rascó la cabeza y bajó la mirada. Los ojos de Miranda se le estaban al salir del cuenco ocular.

—No sé qué hago. —La voz calmada de Rochel fue lo que se escuchó en ese momento de silencio.

—Pues yo sí sé, cavas tu propia tumba, maldita loca. —Hizo un gesto con sus manos. Luego se pasaba la mano por su cadenita de plata que le colgaba del cuello, parecía pensar en algo.

—No es así... —decía con voz calmada—, no le pedí esto. —Rochel hizo un ademan señalando el apartamento. Ella no se lo pidió, en ningún momento.

—Rochel, te tienes que regresar con tu familia. Es lo mejor que harás. —Se había puesto seria—. Yo hasta me iré de aquí, nos podemos ver fuera. En un café o algo. Margaret no juega, es una loca, si te ve con Jorge... si se da cuenta... ¡esa mujer se vuelve loca! Estás jugando con fuego y se te va a quemar la casa entera. De seguro ya te tiene vigilada con un detective privado. Se la huele todas. ¿Tú piensas que es un juego Ro?

Rochel exhaló. —Estás exagerando... bajále algo, ¿sí?

Miranda negaba sonriendo, no se lo podía creer. —Yo me voy de aquí. No me siento cómoda. Solo te aconsejo: disfrútalo. Disfruta esta vida y estos lujos, si tienes suerte con algo te quedarás.

Tomó su bolso y camino hacia donde Rochel, la abrazó de la nada, muy fuerte. —Pero estoy aquí para ti.

Rochel se alzó de hombros, dejándole que le abrazara. —Insisto en que debes de calmarte un poco, no me estoy muriendo, no estoy enferma. Lo que sucede entre Jorge y yo es algo emocionante, y ambos estamos viviéndolo al máximo.

—No te vayas a enamorar.

—Y se venía para acá la capital —seguía hablando con Miranda abrazándole—, y entonces yo me quedaría allá en la ciudad y él me quería tener cerca.

Miranda la abrazó más fuerte. Casi asfixiándole. Temía lo peor, que ya Rochel estaba enamorada y que había perdido control de su vida. Era muy joven para tanta presión, de que un hombre le comprara un apartamento y la tuviera viviendo así solo para que fuera su amante.

—Mientras no creas que lo tendrás para ti solo, de que él estará contigo y dejará a su esposa. Solo para que sepas.

—¡Eso yo lo sé! —Se separaron ambas. Mirándose las dos a los ojos—. Tranquila, sé lo que estoy haciendo. Todo está bajo control. Estoy viviendo aquí y todo tranquilo. ¿No te ibas?

—Sí. —Exhaló, riéndose un poco—. Estaré visitando una tía que vive del otro lado del puente, pero si tienes tiempo podemos ir a cenar en uno de esos restaurantes.

—Iba a salir con Jorge esta noche, pero le puedo cancelar.

Miranda rodó los ojos, mientras caminaba a la salida.

—Yo ni siquiera quiero que se enteren de esto nadie. En serio.

—¿Y a ti te va bien en el amor? —Rochel forzó cambiar el tema, ya estaba logrando incomodarla.

Miranda se alzó de hombros. —Claro, yo por ejemplo: mi marido es mío, y de nadie más, y somos los dos muy posesivos. —Abrió los ojos—. Si le conociera una amante... ay Jesús, los mataría a ambos. —Negaba—. Solo para que lo recuerdes, lo que piensan las mujeres de las amantes.

—Lo conoces hace meses y dices todo eso. —Comentó sarcásticamente—. Claro. —Rochel decidió ignorar, la acompañó hasta la puerta y luego la cerró. Exhaló pesadamente. No andaban ambas en buenos términos.

Caminó a su habitación, y se tiró en la cama. Estaba un poco agotada y la conversación con Miranda le daba vueltas.

Efectivamente, a las once de la noche Jorge fue por ella. Fueron a una cena en un restaurante lujoso de la ciudad, y luego iban al apartamento.

No habían cerrado bien la puerta cuando ya Jorge estaba deshaciéndose del vestido de Rochel. Ni siquiera la llevó a la habitación, se lo hizo en la sala, como desesperado, parecía ser una necesidad urgente.

Estaba pensando que la próxima vez primero lo hacían y después la llevaba a cenar. Así era más efectivo, así podía cenar tranquilo luego de haber disfrutado, y no tenía que estar con la preocupación de que le quería abrir las piernas.

Pensaba eso mientras normalizaba su respiración y se ponía de nuevo la correa.

Rochel estaba desnuda encima del sofá, y ella tenía los ojos cerrados, dejándose ver en todo su esplendor.

Pero cuando él se levantó ella abrió los ojos. Sentándose sin cubrirse.

—¿Qué sucede?

—Mi amor es la una de la mañana, debo regresar a casa.

La vio asentir pensativa, no se cubría aun. Ya no le tenía tanta vergüenza. —Pues si es la una, quédate a dormir.

—Es imposible, mañana a la oficina de nuevo. Quiero...

—Sí, sí. —Rochel lo interrumpió, se levantó y caminó para ponerse frente a él—. Quiero que me alegres la mañana con tu presencia. —Le mofó—. Estaré allá, es mi trabajo.

—Buena niña. —Le acarició el tope de la cabeza. Su cabello despeinado, y su cara sonrosada. Le gustaba que no se cubriera y que se le presentara así desnuda. Era tan ella. Tan gloriosa.

Le besó la frente y le pasó por al lado, buscando sus llaves en la encimera de la cocina. Sintió que Rochel le abrazó por detrás. Exhaló profundo. ¿Cómo puede seguir deseándole?

—Quiero que me abraces, quiero que te quedes.

—Tú sabes que no es posible. Anda, ponte algo, acompáñame abajo. —Desenlazó sus brazos.

Rochel se alejó dos pasos. Se puso la mano en la cintura y lo vio caminar a la puerta un poco desubicado. Como si ella le pusiera nervioso. Abrió y la miró de nuevo, de arriba abajo. —¿Qué no me vas a acompañar abajo?

—No, nos veremos mañana.

Al otro día, Rochel estaba en su puesto de trabajo cuando vio a Ollie entrar a la sala. Saludó a otra recepcionista de una oficina que quedaba al lado y luego la miró a los ojos.

—Escuché que la vida nocturna es fantástica.

—Sí, eso dicen.

—Quiero ir a un concierto experimental en la Zona Colonial esta noche. Espero que me lleves, a los que tienen apariencia de turista los estafan. —Susurraba solo para Rochel.

—Lo siento Ollie, tengo asuntos que atender. —Seguía mirando su pantalla. Tenía que llamar a unas diez personas ese día, y después acompañar a Erín a una reunión con unos clientes. En pocos días sería el lanzamiento de la campaña publicitaria y Erín estaba demasiado ocupada y estresada.

—El Hotel Real Luxor tiene el mejor restaurante. Tiene un parqueo subterráneo, y todos los empleados son extranjeros, no hay oportunidad de que uno de ellos los delate. Magnifique, el señor Hernández es sabio.

Rochel lo miraba ahora nerviosa. —¿Me estas siguiendo o algo? Eso es horrendo. Puedo denunciarte en la policía. No es correcto.

—No te asustes, y no me acuses. Es mi restaurant favorito de todo Santo Domingo. La primera vez que visité mi padre me llevó a ese lugar. —Algunas veces su acento francés era muy fuerte, como esa tarde—. De causalidad estaba cenando solo cuando llegaron ustedes dos. Coincidencia.

—Te acompañaré al concierto ese. Solo eso, acompañarte.

—Gracias divina mademoiselle. —Le sonrió—. Anúncieme también con Erín.

—Claro. —Alzó el teléfono para anunciarle con Erín. Él entró a la oficina cuando Erín le dijo que lo dejara pasar.

Esa tarde Rochel acompañó a Erín a la sala de conferencias del edificio. Jorge y Margaret estaban hablando pacíficamente, lo que le causo malas cosquillas a Rochel. La última vez se estaban hablando mal. Sea lo que fuese, habían logrado hacer las paces.

Rochel no sabía que esperaba de eso. Solo sabía que le molestaba un poco. Pero trataba de reprenderse. Ellos de seguro habían tenido miles de argumentos y siempre logran hacer las paces.

Él quería que ella le alegrase sus mañanas pero él le oscurecía sus tardes.




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Miranda y Ro are really muy buenas amigas, ella solo está preocupada de que Ro se meta en problemas. Pronto se sabrá mas de Ollie, de Erin, y todo eso. Gracias por ser tan paciente y esperar, lo aprecio mucho muchito muchoTE♥♥♥♥




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