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Capitulo 19: Por si quiero verte.


Jorge no se quedó a dormir en su lujoso apartamento junto con ella. Entendía sus razones. Y de todas formas, el dormir allí, aunque sea sola, era mil veces mejor que ese apartamento en donde estaba viviendo.

Él le dejó unas llaves. Le dijo que algunos días un ama de llaves venía a asear, y que nunca la encontraría dentro.

Era un apartamento que tenían en alquiler. Amueblado, para cualquier ocasión. Le avisaría si se renta, sino, podía ir a dormir allí. De todas formas, trabajaba todo el día, y los fines de semana el ama de llaves no iría.

Sus vecinos eran personas tan ocupadas que ni siquiera sabían que día de la semana era, así que no habría problemas con ellos. Pensaran que solo es una inquilina más.

Si quería visitarla, iría en taxi.

Tampoco tenía mucho tiempo para visitarla. Estaban con los preparativos para la sede en la capital.

Ese jueves en la mañana, Rochel no fue a la oficina de Margaret, sino a la de Erín, porque ella la había llamado.

La oficina de Erín, una vez más, estaba siendo desmantelada.

—¿Ahora qué pasó?

—Nos vamos a la capital. Y tú te vienes conmigo.

—¿Perdón? —Rochel no entendía.

—Papá le regaló a mamá un apartamento en una torre de Mirador Sur. No te imaginas lo que ella ha enloquecido. Está enamorada de ver el mar mientras se baña en un jacuzzi. —Erín comentaba—. Está muy feliz, y nos iremos a vivir allá. El hermano menor de mi papá se quedara en este edificio y será más de legal que otra cosa.

—Wow.

—Hasta me entusiasmó a mí con lo de la torre.

Rochel pensó en eso. ¿Jorge le había comprado una nueva casa a su esposa? Estaban más felices que nunca entonces.

Todo lo que le decía era una mentira.

—Erín, es un gusto todo esto, pero no puedo ir contigo.

—¿No, por qué?

A duras penas pagaba la renta en su antiguo departamento. Jorge le había prestado donde estaba viviendo ahora, y no pensaba dejar esa comodidad por la incertidumbre de no tener donde vivir en la capital del país.

—No tengo las facilidades que tienes tú para cambiar de residencias.

—Bobadas, Ro. —Se tapó la boca—. Perdón, pero es que tienes que saber algo, la única que se va con nosotros eres tú, y eso porque no te quiero dejar, eres buena y congeniamos. Y ya verás que el nuevo edificio será espectacular.

—No sé si lo has entendido Erín, no poseo los fondos suficientes...

—Eso es lo de menos. —Erín la interrumpió—. Buscaremos un lugar barato y cómodo, no te preocupes. Si no tenemos dentro del catálogo averiguaré en la competencia. Inclusive te pago un hotel o un aparta-hotel. Pero te necesito. ¿A quién dejaras atrás? Según me dijiste toda tu familia está fuera del país.

—Lo está —admitió Rochel—. ¿Tengo tiempo para decidir?

—Claro que lo tienes. —Erín le respondió—. El sábado necesito tu respuesta. Y espero con todo el corazón que sea afirmativa Rochel.

—Yo te mudaré en un bonito apartamento, en un residencial tranquilo. —Jorge le respondía tranquilamente a Rochel.

—¿En serio?

—Sí. La única condición es que tendré una llave, por si quiero verte.

—Claro. —Rochel respondió.

—Solo yo puedo verte allí, nadie más.

Rochel entendió la advertencia, sutil y suave, pero advertencia al fin. No podía meter a ninguna otra persona a vivir en una vivienda que se la iba a pagar él.

—Bien, entonces tienes que aceptar. —Le pasaba la mano por su hombro desnudo. Ambos cubiertos por las sabanas—. No te imaginas lo que me emociona.

Rochel asintió. A ella también le emocionaba y le latía el corazón fuerte al darse cuenta de lo que realmente estaba haciendo, y las consecuencias nefastas que podrían ocurrir.

Jorge llevó a Rochel a su apartamento, o el que sería su apartamento en unas semanas. Estaba ubicado en un ensanche del Distrito, y ya venía amueblado.

Le mostraba el lugar y ella atenta lo observaba. El corazón no había vuelto a latir normal. Estaba considerando visitar al cardiólogo esa semana. Le iba a decir: Cada vez que veo a cierto hombre, se me acelera el corazón.

Ellos le iban a decir que sufría de una grave enfermedad.

Que le gustaba mucho un hombre y que tal vez no había cura.

Salió de sus pensamientos de niña y lo miró con las manos en los bolsillos observar el lugar. De perfil se veía bien, demasiado apuesto. Su cabello estaba peinado hacia atrás y quería meter sus dedos entre sus hebras y sentirlos de nuevo.

¿Cómo podía gustarle tanto? Todo en él le llamaba tanto.

Volteó a mirarle, y su mirada profunda le mandó una revolución a Rochel en el pecho. Se miraron, y por primera vez, ambos parecían preguntarse lo mismo:

¿Qué estamos haciendo?

Sin embargo, lo que salió de su boca, no fue esa pregunta.

—Rochel, me recuerdas a mis años en el bachiller.

Esa oración a Ro le pareció extraña, no supo si fue porque le pareció entender que él decía que ella lo hacía recordarse a sí mismo cuando era joven.

—No te lo tomes mal, pero había una alumna que era idéntica a ti.

Rochel iba a decir que cuidado si era su mamá, pero no le pareció apropiado el comentario. Era por demás incómodo.

—¿Te gustaba?

—No —respondió honesto—. Pero me acuerdas a ella.

Rochel se echó el cabello hacia atrás. —Bueno, ¿yo te gusto?

—Me traes loco —asintió con la cabeza, no la había dejado de mirar. Se sacó las manos de los bolsillos—. ¿Dónde estabas?

Rochel otra vez pensó en una respuesta fugaz. Hace dos años ella era ilegal, así que en esos dos años de estar legal, se la había pasado en nada, trabajando, saliendo con amigas, tratando de conseguir ligues en las salidas y fracasando en el intento, después había viajado a USA y había vuelto sin mucho, a probar suerte de nuevo en su tierra natal.

—¿Cuándo? —A Rochel le pareció apropiado responder con otra pregunta.

—En Francia. —Jorge decidió afrontar el tema.

Rochel no pensaba que se refería eso, bajó la mirada. Tal vez le debía una respuesta.

—Salí por unas bebidas y a bailar.

—¿Con quién?

—No sé su nombre. —Rochel dijo honesta—. No pasó más de ahí, volví al hotel y ahí estabas tú de hurón.

—Desearía que me entendieras.

—Y yo desearía que tú a mí. —Le respondió en un tono suave.

Rochel se levantó y caminó lentamente hacia él. Le arregló el cuello de la camisa con tranquilidad, pasó sus manos por su pecho suavemente y después lo miró a los ojos, él que la miraba atenta.

—Estoy perdida. —Rochel susurró antes de empinarse y besarlo con pasión, él inmediatamente la agarró desde su espalda baja con ambas manos.

Su celular s sonó y el reaccionó rápidamente, soltándola, haciendo que el cuerpo de Rochel baje lentamente de nuevo a sus talones. Metió su mano en el bolsillo, contestó la llamada... la cara de Rochel seguía apoyada de su pecho y una de sus manos seguían en la espalda baja de ella.

—¿Diga?

Una voz al fondo femenina hablaba.

—Si amor, pronto llego.

Rochel pensaba en la persona que estaba en la otra línea, miró a Jorge hablar, puso una de sus manos con la de él, y la subió hasta el celular, después colgó su llamada.

—Dile que estás conmigo, que pasarás la noche conmigo y me harás el amor. —le susurró necesitada de él—. Llámala y díselo.

—Tendremos mucho tiempo para esto, muchachita. —Tomó de nuevo su celular y se alejó de Rochel, tomó las llaves del tablero dedicado a ese uso y camino por el living hasta la salida del apartamento.

Rochel lo observó unos segundos y después no tuvo de otro más que seguirle.

Ya debían volver a casa. Ya debía despertar.

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