Capitulo 18: La nueva sede.
Todo el mes de marzo transcurrió con la misma rutina. Rochel se estaba distanciando de Erín paulatinamente y era una con Margaret. No podía establecer un lazo de amistad con ella, porque seguía muriendo por Jorge, pero si trataba de llevarse bien y de seguir sus requerimientos.
Margaret parecía sentirse cómoda con ella.
Pero Rochel estaba agonizando por dentro. Y como si eso no fuera poco, —el sentirse mal por algo que está bien—, vivir en su apartamento la estaba volviendo loca. Tenía unos vecinos adictos a la marihuana, así que cada vez que llegaba del trabajo, estaba ese extraño olor en el aire. Tenía que tener todas las ventanas cerradas, lo que le hacía sentir hacinada.
Casi no veía a sus vecinos, pero los saludaba cuando tenía la oportunidad; es mejor ser amigable. Había un señor de algunos treinta que le decía vecinita cuando la veía y eso a Rochel la tenía nerviosa.
Ese viernes estaba exhausta, encima del colchón que compró con sus ahorros y hablando con Miranda. A ella le estaba yendo bien. Consiguió un trabajo y también un novio.
Le estaba diciendo que se lo quería presentar, pero Rochel no tenía deseos de conocerlo.
Su celular emitió el sonido de una llamada en espera.
—Uh, Miranda, déjame ver quien está en la otra línea, puede ser mami y tengo como quince días que no la saludo.
—Sí, adelante.
Ella cambió la llamada.
—¿Hola?
—¡Hola Rochel!, ¿Cómo estás?
—Erín, que gusto hablarte. —Rochel miraba el techo. Parecía que había una gotera en el techo. O la mancha de una. Seguro si llovía volvería a la vida.
—El gusto es mío. Tenemos tiempo sin hablar Ro. Mami te ha robado. —Rio alegre—. Mira, quiero que por favor me acompañes mañana a Santo Domingo.
—¿Perdón?
—Sí, sé que es sábado y lo tienes ocupado, pero papá ya está allá y mi mamá no irá. No quiero conducir sola, no te quería molestar pero no encuentro otra compañía.
¿No tenía más amigos? Pero bueno, parecía algo más de trabajo que otra cosa. De seguro Erín tenía muchas amigas y amigos, pero para salir a compartir, no a trabajar. Eso era más para Ro.
Ella lo pensó... que le mencionaran a Jorge le dejó un sabor amargo en el paladar.
—Sí. Sí. Iré. ¿A qué hora salimos? —decidió.
—Mañana a las siete y media.
—Iré Erín. —Le volvió a confirmar.
○
El sábado Rochel se vistió con unos jeans y una camisa crema de mangas cortas. Viajaría ligero, solo un pequeño bolso con libreta de apuntes adentro. A Erín la vio en el parque de la ciudad y se subió junto a ella en su jeepeta.
—¿A qué viene este viaje?
—Uhm... ¿recuerdas que mi papá fue a Francia hace unos días? —Comenzaba Erín, sin despegar la vista del camino. Se concentraba mucho. Lucia bien y delicada.
—Sí... —decía Rochel.
—Era para terminar de afinar unos negocios. —seguía hablando mientras conducía con cuidado por la autopista.
Rochel sabía todos los detalles, había asistido, pero tenía que actuar como si no supiese nada. —Sí, ¿ajá?
—Bueno, estas personas han firmado para hacer una inversión en la capital. Están construyendo un nuevo edificio y creo que papá planea dirigir allá.
—¿Todos ustedes se van?
—Ay Ro, —Erín hacia lucir fácil conducir por la autopista—, no me puedo decidir todavía. Mamá quiere quedarse en la ciudad, y yo estoy indecisa.
—Tú tienes el contrato con los italianos.
—Bueno, no necesito estar en la ciudad para dirigirlo, desde la capital gestionar su venta sería más rápido.
—Bueno.
—Y Jorge está muy, muy emocionado. Te presentaré a mi abuelo y mi abuela. —Erín hablaba... pero Rochel solo pensaba que no vería más a Jorge porque él se iría a vivir a la capital. Y tal vez eso era lo correcto, lo que estaba bien, borrón y cuenta nueva. Eso era todo.
Pero algo muy dentro de ella ya empezaba a extrañar el verlo aunque sea unos segundos. Aunque estuviere muy seco con ella últimamente.
○
El edificio lo habían levantado de manera rápida. En menos de dos meses ya estaba casi terminado. Después de terminar las ventanas y de instalar los ascensores, solo faltaría el mobiliario.
Él hablaba con el arquitecto y estaba junto a su padre. Conversaban del hermoso diseño y de cosas varias. Una de las plantas del edificio iba a ser exclusiva para los inversionistas extranjeros.
El día de la inauguración se acercaba.
Él miraba al edificio de siete niveles cuando se parqueó una jeepeta blanca al lado de la suya, que a su vez estaba al lado de la del arquitecto y de su padre.
Su padre, un señor de unos sesenta y cinco años, se veía muy joven para ser tan mayor. Esperaba ser así como él, llegado a esa edad.
Escuchó el portazo. Había llegado Erín. Siguió admirando su edificio mientras escuchaba a Erín saludar a su abuelo y al arquitecto.
—Buenos días a todos. —Escuchó esa voz que lo descolocó. Dejó de mirar el edificio y la vio a ella. Estaba junto a su Erín. Vestía un pantalón pegado al cuerpo y una camisa liviana, como de algodón. Tenía tiempo sin verla con maquillaje. Le quedaba bien, el pequeño rubor y los labios cereza. No pudo quitarle los ojos de encima.
—Hola jóvenes. Mi nieta, —abrazó el abuelo a su nieta—, que bella y grande estás.
—Gracias abue, mira, esta es Ro, es mi asistente, mi amiga.
—Hola señor Hernández. —Le tendió la mano.
—Mucho gusto señorita. —Miró a Erín mientras apretaba manos con Rochel—. ¿Te la traes como uña al dedo?
—Solía. Pero últimamente mami me la ha quitado, ¿no es así Ro?
—Se podría decir que sí. —Rochel sonrió con simpatía.
—¿Ya casi inauguramos? —Erín quitó la atención de encima de Rochel, pero Jorge no le quitaba los ojos encima. Quería llevársela para sí a algún lugar y estar solos. De pronto, su auto control desapareció, todas las semanas de hacer que ella no existe, vinieron todo golpe, haciendo que le fuera imposible concentrarte en toda la conversación que estaban teniendo.
Para hacerlo más difícil, después de Erín explorar el nuevo edificio de la familia, decidió que era buena idea llevar a Rochel a almorzar en la casa que sus abuelos tenían en la capital. No le era para nada cómodo el tener que cruzarse miradas todo el tiempo con ella en la mesa. Era incómodo. Y más porque aún seguía enojado con ella por su comportamiento infantil en Francia. Se había ido sabrá Dios dónde por toda la noche, y llegaba casi a las doce como si nada.
¿Qué le iba a reprochar, si no tenía razón para hacerlo?
De todas formas, meterse con esa muchachita estaba mal en todos los sentidos. Tenía que quedarse al margen, así como ha sobrevivido toda su vida sin necesidad de ser infiel a su esposa.
De vuelta en la ciudad, no aguantó y le llamó, le pidió la dirección nueva, porque la había extraviado. Al llegar, la fachada del edificio le pareció muy ruin. Y las escaleras estaban descoloridas. Ya subiendo, sus sentidos se molestaban más. Tocó la puerta con la punta del zapato suavemente. Rochel abrió, con la misma ropa.
—Acabo de llegar. —Le comentó—. ¿Cómo esta señor Jorge?
Jorge entró a su departamento, lo examinó sin disimulo. Por dentro no se veía tan mal. El tamaño era muy modesto pero estaba todo muy limpio y ordenado.
Las ventanas estaban cerradas y hacia un poco de calor, eso sí. ¿Cómo lo aguantaba? Volvió a bajar la vista hasta Rochel, ella estaba cruzada de brazos y había cerrado la puerta.
—Que placer es verte de frente —dijo él como si nada.
—¿En serio?
—No se cuanto más podía soportar sin estar cerca de ti. —Se le acercó, acunando su rostro con sus manos y besándole, Rochel se paralizó ante el beso y después lo siguió, lo detuvo.
—Me estuvo ignorando todo este tiempo y ahora hace esto. —Él volvió a besarla.
—¿Acaso no sabes lo difícil que es para mí? Muchachita, me traes loco. —Podía escuchar su respiración pesada por la nariz, le besaba el cuello a Rochel y después la cargó.
Rochel se mordió el labio y lo detuvo. —Pues no le entiendo Jorge.
—Te invito a mi departamento. Tengo uno cerca. Quiero que esta noche seas mía.
Rochel se quedó prendida a sus ojos azules.
—No creo que sea buena idea. —Pero lo decía no muy convencida.
○
—No te imaginas lo bien que me hace verte caminar por la empresa en estos días. Y más con lo estresado que he estado. —Le comentaba Jorge a Rochel. Estaban sentados los dos muy cerca uno del otro en la pequeña isleta de la cocina de un departamento de los que eran de su propiedad.
Rochel aceptó ir con él.
—No parece. —Simplemente dijo.
—Sé que no lo parece. Pero no te imaginas lo bien que me hace verte.
—¿Qué le tiene tan estresado?
—El trabajo, la mudanza... la amenaza de que cuando me vaya a la capital no te voy a tener cerca.
—A mí me tiene eso mal también. —Rochel tomó de la copa de vino—. Y me tiene mal el que me ignore.
—No te ignoro, es que no puedo darte atención dentro de la empresa.
—Sí, no crea que he olvidado lo imbécil que soy por querer tu atención.
—Somos culpables los dos. —Le pasó la mano por el cabello—. Haría lo que fuera para que te vinieras conmigo a la capital.
—Eso no sucederá. Yo me quedo donde este Erín, y Erín no se mueve sin su mami.
—En eso tienes razón. —Exhaló pesadamente—. Pero no puedo pensar en que iré todos los días a trabajar y tú no estarás ahí para avivarme un poco el día.
A Rochel no le gustaba que hablase así.
¿Cómo es capaz?
Habla como si su sentimiento fuera puro y noble.
Y estaba viciado por todos partes.
—Tal vez esto es una señal de algo o alguien.
—No sé por qué ahora te arrepientes. —le comunicó—. Hace unas semanas no parecías así. Fuimos a Francia y todo cambió.
—Ahí está, tiene razón. —Rochel comunicó—. Usted me gusta mucho, y no quiero que jueguen con mi corazón, estoy poniéndolo en esto, y presiento que no terminará bien.
—No tienes que poner las cosas así. Ambos podemos divertirnos. Pues tú me gustas mucho Rochel también. —Rochel puso los labios en línea recta—. No negaré que estuve enojado contigo en Francia. Pero es porque quería estar contigo y desapareciste. Pensé que no me querías en lo absoluto.
—Eso fue muy riesgoso, no volvamos a salir así. —Rochel le dijo inocentemente.
—Entonces ¿acepta esto que tenemos?
—Es una propuesta un poco indecente. —Rochel le sonrió tímidamente, mirando sus profundos ojos azules que la paralizaban de a segundos.
—Ambos vamos a disfrutar esto, y nadie se va a enterar. —Agarró su quijada y le besó muy suave.
Rochel saboreó el sabor de su boca y del alcohol mezclado. —Pero tú te vas.
—Y haré todo lo posible para que te vayas conmigo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro