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Capitulo 14: Provocarte.

Capítulo 14: Provocarte.

—No puedo creer que sea nuestra última semana aquí.

—Quien lo diría, ¿no? Menos de cinco meses viviendo juntas. —Rochel hizo puchero—. ¿Aún no consigues empleo?

—Conseguir un empleo tan bueno como el que tenía, toma tiempo. Por suerte, le pedí una carta a Margaret y parece que me la va a dar.

—Eso es bueno, supongo.

—De todas formas, hoy tengo una cita, y espero tener sexo, para desestresarme.

—Que te vaya bien.

—Llegaré un poco tarde, no pongas el pestillo. —Se levantó del sofá. Se veía bonita, con una falda mini y una blusa de cuatro cuartos. Se veía jovial y deseable.

—Ojalá te vaya bien. Te guardaré aunque sea un pan o algo.

—Tú deberías considerar salir.

—Sí, pero no tengo con quien. —Rochel se quejó. Estaba tan en plan de descanso, que se había puesto la bata que usaba para dormir. Una muy antigua, de esas anchas y grandes que usaban, con tela casi traslucida, pero que ocultaba casi todo y le llegaba a las rodillas. Tenía el cabello mal recogido con pisa cabellos. Ya le había contado a Miranda el lio con el maquillaje, por lo que ahí estaba ella, sin el maquillaje ni nada, sentada en el sofá con la tv encendida, era lo único que no estaba en caja, después todo lo demás estaba empacado. Por eso estaba en bata, le daba flojera buscar una ropa cualquiera que ponerse, y más si no iba a salir.

—¿Y el plan de coger con Jorge?

—Sigue en pie. Pronto lo lograré. —le contestó. No era tiempo de contarle todo. No lo sintió así. Tampoco le quiso contar que iba a salir del país, aunque Jorge le iba a pagar el boleto de avión y todo, no quería darle ese tipo de detalles, y si le daba la verdad a medias, entonces ella iba a mal juzgar a Rochel por gastar tanto en un boleto a Francia. Por lo que guardó silencio.

Miranda se burló de Rochel sin saber. —Que risa me da esto. Quiero ver el desenlace.

Se metió a la habitación y salió media hora después completamente maquillada. Se veía muy bien. Aunque aún no se ponía el pintalabios. Venía con dos en la mano, uno color rojo y el otro color marrón.

—¿Cuál es mejor?

—Uno más claro, ¿no crees? —Rochel le sugirió. Le dejó los dos pintalabios en las manos a Rochel. Ella tomó el marrón y se lo untó por pura inercia. Después volvió a salir con tres más, eran color nude, y cereza pálido, también uno llamado brisas del otoño.

—Ponte el nude.

—Wow, Rochel, que hermoso te queda el marrón.

—Gracias. —Rochel le sonrió.

Miranda tomó sus pintalabios y despareció por cinco minutos más, al final, se había cambiado el atuendo anterior por un simple vestido y una cartera de mano, unos tacos no tan altos y se veía mejor, aunque de las dos formas lucía bien.

—¿Qué tal estoy?

—Tan bien que me haría lesbiana por ti.

Miranda sonrió halagada. —Ay, mi Ro, voy a extrañar tanto vivir contigo.

—Igual yo. —Se levantó con las rodillas apoyada del sofá y abrió los brazos, Miranda la fue a abrazar y lo hicieron por unos segundos.

—Nos vemos antes de la media noche.

—¡Que te vaya bien cenicienta!

—¿Segura que no quieres venir?

—Segura. Pásala bien. Yo voy a dormir ahora, tal vez.

—Bien Ro. Deséame suerte. —Y salió.

Rochel estando ahí, se volvió a sentar en el sofá. Después se levantó y vio a través de la ventana que oscurecía ya. Eran las siete y algo y era tan decepcionante que no tuviera hacia dónde ir. Tal vez debería llamar a otras amistades. Fue a su habitación y se acostó deliberadamente en la cama. Con su celular en la mano, buscaba en la app que había descargado respuestas a su solicitud de información sobre una pequeña pieza de apartamento que había visto a muy bien precio. El barrio no era el mejor, pero parecía privado y cómodo.

Escuchó el timbre de la puerta.

—Genial, se le quedaron sus llaves. —Se quejó Rochel. Entonces se levantó, y sin preocuparse en cubrirse en lo absoluto, abrió la puerta. Al abrirla y ver a Jorge así, con la camisa verde cielo con los tres botones desabotonados, el cabello despeinado y los ojos devorándole el cuerpo, sintió que se humedecía.

—Jorge.

—¿Estás sola?

Asintió lentamente. El entró y decidió encontrar su cintura escondido por su camisón, cerró la puerta de entrada a la casa, poniendo el pestillo, y después la acorraló en esa misma puerta y pegó su cuerpo al de ella.

—Cuéntame más de cómo te tocas pensando en mí, muchachita. —Susurró besándole el cuello, era lo suficiente para hacerla derretir. Jadeó sin querer, se sostuvo de sus brazos duros mientras pegaba su cuerpo más a él.

Otra vez se dejaron llevar por una pasión fugaz y momentánea que les traería consecuencias.

El siguiente día, Rochel se permitió llegar con cinco minutos de retraso a la oficina de Erín. Pero Erín estaba tan ocupada que ni siquiera lo notó. Había contratado a otra persona para mantenerle activa su agenda personal; esta persona se ocupaba de saludar a sus amigos y mantenerle una vida social pública.

Era una completa locura. La muchacha se pasaba tomándole fotos y twitteando cosas irrelevantes mientras la misma Erín no tenía tiempo ni para respirar.

Rochel se puso a organizar su estación en silencio. El rostro se le veía perturbado, más porque debía mudarse esa tarde a las seis.

—Señorita Rochel, la señora Margaret le espera en su despacho. —Fior dijo entrando a la oficina, y después de mirarla, yéndose de inmediato.

Rochel miró con cara de espanto a Erín, quien solo se alzó de hombros.

—¿Qué sucede, Ro?

Eso mismo se preguntaba ella. ¿Qué quería la señora Hernández?

—No la hagas esperar mucho. Solo ve. —Erín le pidió, atendiendo a los papeles encima de su escritorio.

Rochel exhaló, levantándose. En su estómago sintió un dolor mientras caminaba al ascensor y bajaba hasta el primer piso.

Allí le avisó a la recepcionista que ya estaba ahí presente. La recepcionista levantó el teléfono para hablar a la oficina, y después, como si se hubiese dado cuenta, la señora Margaret abrió la puerta, sacando medio cuerpo.

—Hola Rochel. Por favor pasa, no me hagas esperar más.

Rochel le obedeció. Su oficina era impecable, organizada, tanto que le daba miedo a Rochel respirar.

La señora Margaret estaba muy bien vestida, con tacones negros, una falda lisa y una camisa amarilla larga. Tenía un collar dorado y unas argollas pequeñas, con su cabello color rubio claro caer en ondas por debajo de sus hombros.

Era injusto que a ellas las hiciera lucir como unas pequeñas minions todas parecidas y ella así, tan deslumbrante. ¿Tenía que opacar a los demás, para brillar?

—Rochel. —Su voz llamándola, hizo que el corazón se le fuera a la garganta.

—Dígame señora.

—¿Señora? —Margaret se ofendió.

—Perdón... eh...

—Tranquila. No te asustes. —Margaret caminó frente a Rochel, mirándola a los ojos con sus ojos avellana. Le sorprendió que casi compartieran el mismo tono de color de ojos.

Aun así, Margaret podía sentir lo intimidada que estaba Rochel. No entendía por qué, pero así era claramente mejor.

—Claro, dígame.

—Te he estado observando.

Entonces Rochel dejó de respirar. Ahí se acababa todo. Ahí se acababa su vida. De esta situación no iba a salir jamás.

—¿Sí?

—Sí. El trabajo que has hecho con Erín, ha sido muy bueno.

Rochel exhaló, esperó que no se haya notado tanto, pero sintió un gran alivio, con una sonrisa se apoyó de su pie izquierdo. —Gracias.

—Aquí en la gerencia necesito una ayuda similar. —Margaret se paseó por la oficina hasta llegar detrás de escritorio—. A diario, llegan cientos de papeles que hay que firmar, y clientes que hay que atender, si me haces un sistema de prioridad parecido al que le hiciste a Erín, podrías tener mayores beneficios. Ganarás más, y el horario es mucho más flexible.

Rochel entendió que le ofrecía un nuevo puesto de trabajo. Entendió que Margaret le estaba pidiendo que ocupara el puesto de su amiga Miranda.

—Ma... Ma... uhm, es que...

—¿Sucede algo? —preguntó.

—¿No se enojará Erín? —preguntó.

—No, claro que no se enojará. Además es temporal.

—Temporal. —repitió Rochel asintiendo.

—Bueno, está bien.

La puerta sonó, y después de unos segundos, entró Jorge de una forma rápida. Ambas mujeres lo observaron. Y Rochel se quedó de piedra.

—Hola, buen día. —Saludó a ambas mujeres.

—Hola querido. —Margaret le sonrió radiante—. Empezamos mañana Ro. —Ella pareció despedirle.

—Ajá. —Rochel dijo, viendo como Jorge se acercaba a su esposa y la saludó con un corto besó en los labios.

Acción que hizo que ella bajara la cabeza. ¿Cómo hacia eso en frente de ella? Es verdad que Margaret era su esposa, pero aun así, le dolía que la besara frente a ella después de haberle hecho el amor hace tan solo unas horas atrás, ni siquiera había pasado un día. Y él no parecía cargar con la culpa que cargaba ella.

—Te puedes ir. —Margaret insistió.

Rochel se volteó, enojada de pronto, ¿por qué las cosas debían ser así?

Volvió a darle frente a la pareja.

—Oh mi Dios, señora Margaret, olvidé decirle algo. —Se mordió el labio inferior aparentando apuro.

—¿Qué pasó?

—Mañana voy a visitar a mi familia en los Estados Unidos, estaré hasta el... um... ¿domingo? Sí, domingo. Pero el lunes estaré lista para trabajar con usted señora Margaret. —Le sonrió con suficiencia.

—¿Te vas de viaje? —Alzó una ceja.

—Sí. —Asintió animada de ver la cara de Jorge así, sorprendido de pronto. Rochel esperaba que el sintiera la corbata ahorcándole el cuello.

—Jorge también va de viaje a Francia mañana, parece que este fin de semana lo tendremos flojo de personal. —Comento Margaret entonces.

—No haré falta, tú amor diriges esta empresa mejor que nadie. —Jorge dijo sonriéndole sin mostrar los dientes.

Como Rochel estaba sensible, pidió excusas y salió de la oficina. Tenía una mudanza en que trabajar, y unas maletas que preparar.



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