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Capítulo 12: Invitación.


Capítulo 12: Invitación.


Al otro día Rochel estaba muy ocupada buscando un piso donde mudarse como para concentrarse lo suficiente en el trabajo. Para su suerte, Erín estaba también ocupada, pero en otras cosas, como contestar felicitaciones, o reunirse con los estrategas de ventas.

No le mencionó ni una sola palabra sobre el despido de Miranda. Cosa que le daba un poco de pena todavía. Ella ya estaba recogiendo su ropa en maletas y sus cosas en cajas. Cuando se acabara ese mes que ya tenían pago ambas se mudarían.

Rochel caminaba hacia el comedor con la mirada en el celular, allí buscaba en una app apartamentos en alquiler. Después de hacerlo, bajó el teléfono. No podía estar buscando ayuda de la competencia, pero es que ella no podía costearse las viviendas que el Grupo Hernández tenía en alquiler.

Miró el buffet, se decidió por un croissant.

—Buena elección. —Escuchó una voz masculina decir. Era Jorge, que estaba al lado de ella mirando también el buffet—. Pero yo quiero unos rollos de canela por favor, quiero endulzar mi mañana. —Se dirigió a la muchacha que servía.

Rochel tomó su plato con el croissant. Y caminó a una mesa, Jorge se le unió. —¿Soy yo o me acaba de ignorar?

—No quiero hablar con usted en esta empresa. No quiero correr con la suerte de mi amiga.

—Creo que has tenido más suerte que tu amiga. —Comentó él, siguiendo de largo hasta la salida del comedor.

Esa tarde Erín despachó temprano a Rochel. Eran las cinco y media y decidió visitar La esquinita. Su bar favorito estaba abierto y una música movida sonaba al fondo.

—Perdona que lo esté llamando. No he podido dejar de pensar en usted y lo que me dijo. —Susurró juguetona al teléfono, mirando la pantalla de un televisor que estaba en la esquina de la Esquinita—. Señor, usted me gusta tanto.

Podía escuchar a través del teléfono la respiración pesada de Jorge.

—Ahora no puedo atenderle. Estoy en una junta.

Ella se mordió el labio y se rio, conteniendo la risa. —¿Es en serio? Te estoy esperando en La Esquinita.

—De acuerdo. —Su voz contestó—. Nos veremos allí mañana las 8am.

—Lo que digas. Mientras esta noche jugaré conmigo misma pensando en ti... Imaginando que estás entre mis piernas.

—Detente. —Ese último, fue un grito desesperado, tal vez lo susurró con la mano tapando su boca el celular.

—Ven. Por favor.

A las ocho del martes, Jorge estaba sentado con su coctel favorito en la mano. Esperaba casualmente allí sentado.

—Hola. —Rochel saludó al llegar. Llevaba una blusa de mangas anchas y un pantalón jean muy apretado.

—Ro, no lo vuelvas a hacer.

—¿Qué hice? —fingió cara de inocente.

—Llamar para decir esas cosas. Estaba frente a personas importantes.

—Daría lo que fuera por haber visto tu rostro.

—¿Quieren algo? —El batender preguntó.

—Tráeme un shot de lo más fuerte que tengas, amigo. —Rochel le pidió.

—Hey, hey, no lo haga. —Jorge le detuvo—. No puede conducir alcoholizada.

—No tengo vehículo Jorge. ¡Que poco me conoces!

—Le podemos pedir un taxi. —el batender acordó.

—Tráeme el shot y olvídate de everything amigo. —Rochel le pidió de nuevo.

—Mira, que linda te queda esa camisa. —Rochel le tocó el cuello de la camisa, Jorge le apartó la mano.

Alzó las manos. —Yo... no te entiendo... Rochel, ¿Qué sucedió con lo de dejar todo en año viejo?

—Cambié de opinión. —Le dijo mirándolo a los ojos—. Me gustas mucho. ¿Cómo hago?

Jorge se quedó mirándola. —No sé. Rochel... esta noche, andas extraña.

El batender le trajo el shot. —Muchas gracias. —Lo tomó y se lo tragó de una—. Oh mi Dios, ese trago me quemó la garganta. —Tosió un poco—. Tráigame otro.

El batender miró a Jorge como si buscara aprobación.

—Mira, amigo, ando sola, este es solo un amigo, ¿okay? Tráigame el otro. —Rochel pidió amablemente.

—Tal vez estés confundida. —Jorge resoluto unos segundos después.

—Sí. Tal vez, pero no es mi culpa, ¿eh? No es mi culpa que me guste tanto...

—Sí quieres, te llevo a casa.

—No. Gracias.

—Lo reitero. Te llevo a casa.

Se levantó y le tendió la mano. Rochel la tomó y se la apretó fuerte. Su mano le daba pequeños choques de electricidad a la de ella. Sus dedos eran tan largos y sobrecogían la mano de ella de una forma emocionante. Se subieron en su jeepeta con los vidrios ahumados encima.

—Oh por cierto, ni siquiera tengo casa. Como tu mujer botó a mi amiga, ya no podremos seguir viviendo aquí, así que tengo que buscar nuevo apartamento. —Rochel le comunicó a Jorge, quien conducía pensando muy lejos.

—Lamento no poder hacer nada por tu amiga.

Rochel hizo una mueca de disgusto. —Está bien. Yo lamento haber tenido sexo dos veces con un hombre casado y desear un tercer encuentro.

—Aun cuando prometimos que no.

—Somos unos desgraciados Jorge. ¿Escuchaste? Tu esposa despidiendo a empleadas inocentes, cuando su esposo le es infiel con la nueva.

—¿Quieres que ella te despida?

—No. Me gusta. Déjame tranquila.

El conducía despacio. Parecía como si quería evitar que el viaje se acabara. Rochel pensó en la simple respuesta de Jorge: «Lamento no poder hacer nada»

¿Pero quién era el presidente de la compañía? Se lo iba a preguntar, pero temía que su respuesta fuera algo que ella no iba a querer escuchar.

—La semana del 22, voy a viajar a Francia, para terminar unos acuerdos con unos colaboradores.

—Que bien.

—Podrías acompañarme —él le dijo.

Rochel se rio. —Eso suena muy romántico, pero no quiero perder el trabajo. No te darás cuenta de cuanto necesito el dinero.

—No sabrán que nos fuimos juntos.

—Claro, yo desaparezco de Erín y usted de su piso.

—Sí.

Rochel se recostó del asiento de su jeepeta. Olía a pino. Que olor tan agradable.

—No. Me gustaría pero no.

—Mira, le dices a Erín vas a visitar a tu familia que vive fuera, pero en realidad te vienes conmigo.

La idea era loca. Pero creíble. Se entusiasmó con la idea.

—Bien. Lo haré así. —respondió cuando vio que llegaron al apartamento. Dentro de sí misma se dijo, ¿no le tiene ni un poco de respeto a su familia? Pero decirle tal cosa, dañaría sus planes.


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