CAPÍTULO 3
ERICK
Juro que quería retroceder el tiempo, haberle advertido lo que iba a pasar, decirle que mi padre estaba detrás de la pista del suyo hacía ya mucho tiempo y que solo me había acercado a ella para descubrir su paradero, pero ya era demasiado tarde. Frederick lo había arruinado todo, mi propio padre había destruido mi corazón una vez más y no había nada que pudiera hacer para repáralo porque desgraciadamente ya no me pertenecía, era de ella, y estaba a punto de despegar sus partes y volverlas polvo.
-¡Alice perdóname! –digo al fin luego de un largo silencio.
Su rostro se transformó de la decepción a la ira y por un momento pensé que trataría de ahorcarme porque levantó su mano un instante pero luego la bajo y se volvió de espaldas dejándome desconcertado.
-¡Qué te perdone! –Habla por lo bajo, aunque no podía ver su rostro la conocía muy bien y sabía de sobra que estaba luchando consigo misma para no castigarme de alguna manera.
-¡Entiéndeme! ….mi padre me lo pidió y yo no te conocía –trato de explicarle pero no sabía por dónde empezar.
-Mira, Erick –se vuelve de pronto y acerca su rostro al mío – ¡te felicito!, lograste engañarme, a mí, que no creía en nadie.
-Lo nuestro no fue una mentira –le espeto y agarro su brazo – ¡Te amo! –era la primera vez que era sincero totalmente con ella, sin el peso de la mentira de mi padre sobre mis hombros pero ella se rio y de un jalón liberó su brazo.
-¡Esta vez no vas a volver a engañarme!, ¿entiendes? –Exclama y se vuelve hacia la puerta pero se detiene en seco frente a ella –casi lo olvido, mis padres serán socios de los tuyos, pero no quiero que te vuelvas a acercar a mí.
Esas fueron sus últimas palabras antes de desaparecer tras casi despedazar la puerta de un tirón. ¿Qué quiso decir con eso? ¿Socios? Mi madre tenía que explicarme muy bien todo lo que estaba pasando porque mientras más trataba de entenderlo más me confundía, todo daba vueltas en mi cabeza como piezas de un rompecabezas que no podía armar.
-¡Madre! –Grito como loco pero nadie parecía escucharme -¡Madre! –vuelvo a gritar y veo que entra corriendo como su fuera a apagar un incendio.
-¿Qué pasa? –Dice jadeando -¿Estás bien?
-Me quieres explicar qué es eso de tú y la familia de Alice serán socios.
-Hijo no te alteres –trata de calmarme pero solo consigue alterarme más.
-¡Solo explícame! –trato de disimular mi incomodidad.
-Sabes de antemano que los estragos que causó tu padre no fueron baratos –comienza a hablar, pero se nota lo mucho que le cuesta –parte de la compensación por parte de nuestra familia a la de Alice fueron acciones de la universidad y de la constructora. No solo tuvimos que emplear a su padre como piloto de nuestro yet privado, sino que también tuvimos que entregarle acciones de la universidad a Kathlyn y acciones de la constructora a Allen.
-¡¿Qué?!
-Es lo justo hijo –dice tratando de disimular su tristeza pero no lo consigue.
-No es lo justo madre –le explico –lo justo hubiera sido que todas las posiciones de mi padre fueran transferidas a la familia de Alice o algo así, pero no las tuyas porque tú no tuviste nada que ver.
-Hijo ese fue el acuerdo –dice al fin.
-¿Alice te lo propuso?
-No, fue Allen –por un momento pensé que había sido Alice pero reamente lo que estaba pasando me estaba nublando el juicio, ella podría ser cualquier cosa menos injusta.
-Si no lo hacía ella iba a declarar que tú estabas involucrado en todo esto y eso no lo podía permitir –me suelta y me quedo de piedra.
Ya había escuchado historias sobre Allen, sé de sobra que el carácter fuerte de Alice se debe a su crianza. La verdad, pensé que mis padres se habían alejado de mí y que no me habían criado de la manera correcta pero Allen supera a los míos por mil. Destrozó no solo su vida, sino también el desarrollo de su personalidad y no contenta con eso, se atrevió a amenazar a mi madre, esto ya era demasiado pero no podía hacer nada.
Los días pasaban y yo seguía postrado en aquella cama de hospital con el temor de que mientras más tiempo pasaba, más oportunidades perdía de hacer que Alice me perdonara. Mi amigo Jared vino a visitarme varias veces y gracias a él me sentía más tranquilo pues me contaba de lo que sucedía en la universidad y con Alice.
Cuando me dieron de alta solo él y mi madre me acompañaron a casa, ninguno de los demás que decían ser mis amigos siquiera preguntaron por mí. Nunca pensé que diría esto pero me dolió, dolió mucho saber que todos me acompañaban por miedo y no porque querían realmente estar conmigo. Me di cuenta que ni siquiera me respetaban y eso me hizo sentir peor aún.
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