Prólogo
La alcantarilla desprendía un olor repugnante, años de acumulación de mugre, aguas negras y animales muertos hacían de ese lugar uno de los sitios con la peste más insoportable que Hanz hubiera conocido.
La alcantarilla pertenecía a un viejo sistema que desagües que fueron utilizados más de cien años atrás, sin embargo, después de la segunda guerra mundial, fue cerrada casi en su totalidad, solo quedaban algunos tramos aún abiertos, aunque se encontraban en sitios donde no era común que pasaran las personas. Está en particular estaba en un parque a las afueras de Leszno si bien no era un lugar popular, el gobernador del condado había recibido múltiples quejas sobre el mal olor que desprendía el lugar, pero nunca habían hecho grandes esfuerzos por solucionarlo, solo era un problema menor del cual se podían encargar luego, un luego que nunca llegaba y en consecuencia, se habían formado múltiples leyendas urbanas con respecto a la alcantarilla.
Muchos decían que dentro había tesoros que los nazis habian ocultado ahí durante su invasión, otros que ahí había un puerta al infierno. Lo único claro con respecto a la alcantarilla era que una multitud de personas habían ido a ver lo que ahí se encontraba. En su mayoría eran adolecentes que buscaban emociones, que querían haber un vídeo que los volviera famosos en redes sociales o creyentes de lo sobrenatural intentando hacer contacto con demonios o seres fuera de este mundo.
Todos regresaban con las manos vacías, pero con historias de sonidos extraños o sombras que los seguían a través de los cruces y recovecos dentro de los túneles, todas coincidían en algo, las cosas extrañas comenzaban a pasar, después de dejar atrás una serie de marcas pintadas en color rojo en una de las paredes del túnel más profundo. Tres años atrás una joven se había roto la pierna al intentar bajar por una abrupta caída de agua que estaba cubierta de musgo, por lo que el gobierno decidió advertir que ese lugar era peligroso y no era adecuado que las personas entrarán, pero fuera de la advertencia y algunas cintas amarillas acordonando el lugar, no se hizo nada más.
La razón por la que Hanz se encontraba ahí era su novia, Cristell, que era una fanática de las maldiciones y las leyendas urbanas. Cuando se conocieron parecía una chica tranquila, tan tranquila como puede ser una estudiante de secundaria, pero después de iniciada su relación y al tomar confianza, ella fue revelando su gusto por la magia y lo oculto. Los relatos, las novelas y las películas de terror eran su fascinación, en especial las que involucraban demonios o maldiciones.
Su actitud y gustos contrastaban considerablemente con los de Hanz.
Criado en una familia tradicional muy conservadora, fue criado en un ambiente mucho más relajado. Su familia, en especial su madre, le inculcó desde muy chico el temor y la obediencia hacia dios, el rechazo hacia cualquier cosa que estuviera relacionada con el diablo, la maldad, la homosexualidad o la magia. A pesar de todo lo que se le había enseñado, al crecer aprendió que todo lo que le habían dicho no se tenía que seguir al pie de la letra, pero en su mente permaneció el prejuicio, por lo que los gustos de su pareja le generaban una clara incomodidad. El temor al castigo eterno y el fuego del infierno era muy grande para atreverse a ir en contra de las enseñanzas que le habían impuesto.
Su miedo estaba presente en el momento en que llegaron a la alcantarilla, además de las historias que había escuchado y los vídeos en internet brevemente virales que llegó a ver, se encontraba suseptible debido a la película de terror que Cristell lo había convencido de ver la noche anterior. <<No seas un llorón Hanz, solo es una película, será más divertido mañana>> le había dicho, en parte para molestarlo.
Las cintas amarillas que bloqueron la entrada por algunos días estaban rotas en el suelo medio enterradas debido al paso del tiempo y las personas. Nadie los vio ni los molestó, los únicos que se acercaban a ese lugar eran los que querían entrar al lugar maldito.
Para entrar había que pasar un agujero que descendía en diagonal, antiguamente era una entrada de mantenimiento, pero el tiempo se encargó de desmoronar muchos de los escalones por lo que era bastante complicado bajar.
Tuvieron que valerse de manos y pies para llegar en una pieza al fondo, tanto las paredes como el techo se encontraban cubiertos de musgo espeso y verde, muy suave al tacto pero resbaladizo a la hora de pisarlo. La humedad era abrumadora y el olor hacia que los ojos de ambos lagrimearan aún después de haberse acostumbrado. La chica iba al frente, sosteniendo su linterna de alta potencia que bañaba el lugar en color amarillo claro. Los ángulos de los ladrillos viejos formaban sombras con ángulos extraños que aumentaban el nerviosismo de Hanz, quién estaba detrás, sujetando la mano de su novia.
El túnel principal terminaba medio kilómetro adelante, dónde se dividía en tres nuevos túneles a la derecha, el centro y la izquierda, el primero estaba sellado medio metro después de la intersección, y era sabido que el del centro solo recorría cincuenta metros hasta unas barras de hierro por dónde resultaba imposible pasar. Sin embargo el del centro estaba libre, más limpió que el tramo anterior y tenía menos musgo, como si invitará a los que se aventuraban a ese lugar a seguir por ahí, a descubrír los misterios que la oscuridad albergaba.
La pendiente del túnel descendía ligeramente, por lo que una fina corriente de agua escurría hacia el interior, hasta ahora, el único sonido que había además de la pausada respiración de los chicos, era el del goteo de agua, no habían pasado ninguna gotera, por lo que suponían que se encontraría en el túnel del centro o más adelante.
—Cristell, ya es suficiente, no hay nada aquí. —Se quejó Hanz.
—Acabamos de entrar, no me digas que tienes miedo, solo es una alcantarilla.
—No tengo miedo. —Replicó él. —Pero es ilegal estar aquí, además de que es peligroso, ya hubo un accidente aquí, por favor, vámonos.
—Vete si quieres, no pensé que fueras a ser un marica. —Se burló la chica sabiendo que eso ofendería a su novio.
—No soy eso, solo quiero ser responsable, pero si vas a seguir no te puedo dejar sola, tengo que protegerte. —Su tono denotaba molestia y resignación, era claro que quería salir de ahí, pero si orgullo podía con él.
Al avanzar el túnel se hacía cada vez más estrecho, pero nunca demasiado para impedir el paso. Al mismo tiempo que el espacio se reducía, la temperatura también descendía, el sonido rítmico de las pisadas solo hacía que la atmósfera se hiciera más pesada, el tacto frío y húmedo de piedra que apenas podían ver provocaba escalofríos en el chico y emoción en la chica.
—Si esto sigue así ya no podremos seguir avanzando. —Dijo Hanz en un torpe intento por convencerla de que dieran media vuelta.
—No conseguirás que me dé por vencida tan fácilmente.
—Podemos comprar helado y ver una película, acaban de subir una muy buena, es de piratas.
—Podemos hacer eso cuando terminemos aquí, es posible que no tengamos otra oportunidad como está, solo un poco más. —Hizo un puchero y tomó la mano del muchacho, llevándolo un poco más rápido hacia adentro.
Cincuenta metros después el túnel se abrió para dejar paso a un descanso, el aire en esa zona estaba más limpio gracias a un respiradero que además bañaba el lugar con una tétrica luz grisácea. El techo y las paredes ahora permitían estar de pie, incluso podrían caber diez personas en ese sitio. Al alumbrar las paredes se podían descubrir algunos grafitis, la mayoría eran groserías o vulgaridades típicas de los adolescentes, también había múltiples envolturas de condones y los propios preservativos usados dejados sin ningún cuidado en el suelo además de envolturas de comida y hojas secas que se caían por el respiradero. A Hanz le dieron arcadas al ver eso.
—Parece que se estuvieron divirtiendo por aquí. —Bromeó Cristell divertida.
—Que asco. —Contestó Hanz.
Estaban por seguir cuando una vibración recorrió el lugar, las paredes temblaron ligeramente.
—¿Qué fue eso? —El chico estaba claramente asustado.
—Debemos estar cerca de alguna carretera, seguro pasó un camión, relájate, hay que seguir.
A duras penas consiguió que la siguiera por el túnel varios metros más, hasta que llegaron a las famosas marcas. A diferencia de los grafitis de atrás, estás marcas parecían muy antiguas, del tiempo cuando se construyó el lugar. La pintura roja estaba deslavada y rota, apenas se podían distinguir los trazos de formas curvas y extrañas, a Cristell le recordaban un poco al árabe, pero también al ruso.
—Tal vez sea hebreo, se parece a la película de ayer, es genial.
—Yo creo que es estúpido. —Dijo rodando los ojos.
—No te comportes como un idiota, trata de divertirte un poco.
—Ya viste lo que querías ¿Podemos irnos ahora?
—Solo un poco más ¿No quieres ver si lo que dicen sobre los sonidos extraños y las sombras es verdad?
—No, en realidad no. —Se quejó.
—Bueno, pues yo sí. —Comentó restando importancia al asunto.
No pasó mucho tiempo hasta que se volvió a sentir un ligero temblor, pero al ser un horario dónde las carreteras estaban concurridas adjudicaron a eso el ruido. Lo extraño fue cuando metros más adelante este dejó de sonar, el silencio envolvía el ambiente, ahora los pasos no hacían ruido, incluso la gotera se había detenido. La oscuridad también parecía más densa en esa parte, las linternas alumbraban menos y el aire se volvía pesado al entrar en sus pulmones. Ninguno quiso hablar, uno asustado y la otra expectante, pasaron un par de minutos que se sentían eternos ahí dentro.
Hanz se estaba tranquilizando cuando un grito casi le causa un infarto, sin querer soltó un chillido de histeria que fue seguido de las carcajadas de su novia. Cómo por arte de magia, los sonidos del agua y los autos sobre ellos regresaron como si la pesada broma los hubiera detonado.
Unas pequeñas lágrimas escaparon de los ojos del chico mientras se cubría el rostro por la vergüenza, Cristell lo abrazaba pidiéndole perdón y prometiendo comprar ella el helado mientras contenía aún la risa.
Un puñado de polvo cayó sobre ellos al tiempo que la roca crujía amenazando con romperse sobre ellos, ahora ambos se encontraban nerviosos ante el cambio del panorama.
—Ahora si fue suficiente, salgamos de aquí. —propuso Cristell a lo cual Hanz estuvo de acuerdo.
Al acercarse a las marcas otra violenta sacudida dejó caer piedrecitas Sobre ellos y escucharon como el túnel se desmoronaba a sus espaldas. El joven se pegó a la pared del túnel.
—¿Qué haces?
—Pasa tú primero. —Cuando entraron la chica iba a la cabeza, pero al darse la vuelta era él quien guiaba, por lo que dejó pasar a Cristell ante la mirada incrédula de ella.
—Mierda Hanz, eso no importa, solo vámonos rápido.
Sin embargo el chico esperó hasta que ella pasó para seguirla, el sonido de las piedras cayendo estaba cada vez más cerca, el polvo cubría todo, dificultando respirar y ver lo que había enfrente de ellos, al pasar las marcas Hanz sintió un fuerte golpe en la espalda que lo obligó a soltar un grito de dolor.
Corrieron hasta el descanso, dónde el derrumbe se detuvo, la estancia más grande estaba mejor construida por lo que solo la parte cercana al túnel se desmoronó un poco. Los chicos no se detuvieron a ver atrás, siguieron avanzando hasta que llegaron a la salida.
Cuando se sentaron sobre el césped del parque estaban cansados, asustados y cubiertos de polvo.
—Tenias razón, fue estúpido entrar ahí. —A pesar de sus palabras, la joven parecía haberse divertido.
—No importa, vamos a ducharnos y ver la película.
—Claro. —Aceptó ella con una sonrisa.
Se pusieron de pie y caminaron de regreso a la ciudad para tomar el autobús, Hanz caminaba lentamente sobando el lugar donde se había golpeado.
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