💋CAPÍTULO 7 - CABARET💋
—Hugo, ¿te has vuelto a dormir en llamada? —pregunté con los ojos en blanco, más decepcionada que frustrada. Caminaba por una calle abarrotada de gente en dirección al barrio rojo—. No me jodas, tío.
—No, no. —Bostezó el joven al otro lado de la línea—. Estoy más despierto que nunca. A ver... —Se escuchó un teclado de fondo—. Si quitamos las dos ubicaciones que te he indicado esta mañana, solo nos queda el cabaret de la Serpiente Dorada. Creo que lo conoces bastante bien.
—Sí. Y tanto. —Suspiré viendo el letrero del local en la distancia con un brillo de neón entre azul oscuro y dorado—. Espero que Lucifer esté ahí.
—Si no está, llámame. Esta noche cogeré el metro. La misma línea de siempre —respondió mi querido amigo antes de colgar para volver a dormirse.
Lo más increíble era su capacidad para dormir doce horas y, al despertar, conseguir la información que le había pedido en menos de diez minutos.
El cabaret se encontraba en una avenida prohibida, lo que significaba que nadie a excepción de invitados especiales o Pecados Capitales podían acceder. La multitud que me vio pasar de largo a los guardias que vigilaban la frontera empezó a hacerme fotografías. Sabía que los medios estaban encima de cada mínimo detalle y que las repercusiones de la boda no salieron a la luz gracias a la seguridad de la que disponíamos.
Era más que posible que en algún momento se nos colaran para grabarnos en momentos personales y usarlos de portada en revistas de cotilleos o prensa rosa. Qué más daba. La última vez que aparecí yo fue en una orgía. Peor que aquello no podía haber nada.
Conforme me aproximaba al lugar, recordé cómo era mi vida cuando Lucifer todavía nos cuidaba. Tenía unos veinte años cuando entré por primera vez al Serpiente Dorada. Atravesé las puertas con miedo, a diferencia de cómo lo hacía en el presente. Me sentía empoderada. Sentir el aroma a chuches del interior me dio una reminiscencia de los días de desfase.
Solía ser la artista principal de los espectáculos y no me importaba bailar, hacer striptease o cantar. Adoraba hacerlo. Me encantaba tener los ojos del público en mi cuerpo, disfrutando y deseándolo sin poder alcanzarlo.
Seguía haciéndolo. Y poder compartir con Bela aquel amor por el arte y la música me hizo sentir acompañada.
Aquella mañana había tenido un sueño de aquella época, de hecho. En los últimos años había sido más recurrente de lo normal. En él, mi madre escondía un libro en un baúl. Al preguntarle por qué lo hacía, me decía que los ángeles no tenían voz. No lo entendí. Hablaba de fuego, de agua y de tierra. Balbuceaba frases sin sentido. "Por la altivez de su rostro", recitaba como un poema. Luego llegaban imágenes aleatorias; un desierto con una pareja besándose, árboles ardiendo, alas reflejadas por la luz del sol, un lobo aullando a una luna roja y una corona entre llamas y cenizas de una guerra.
Un par de miembros del personal me escoltaron a través de una puerta privada que daba a unas escaleras estrechas. Subí y me encontré con un palco con balcón y vistas al escenario lleno de pequeñas luces rojizas. Los clientes apenas eran visibles a través del humo de sus puros, o de las líneas blancas trazadas con cuidado sobre las mesas. Había alcohol, pero no chicas. Como una de las cofundadoras, no permitía la prostitución. O había consentimiento, o nada.
Lucifer solía tomarme allí mismo, apoyada sobre la barandilla. Me dejaba por una mezcla de adrenalina, deseos de recibir la calidez que llenara el hueco en mi corazón y atracción física por mi jefe. Creía que era su concubina, pero en realidad fui su amante. Pensar en ello en esos instantes me hacía sonreír con tristeza.
Cuánto odio acumulé bajo una mentira. Y él jamás tuvo el valor de decírmelo, tal vez por eso ignoraba mis comentarios e insultos pasajeros.
—¿Cass? —escuché una voz. Me giré con una sonrisa, esperando que fuera Luci, pero en su lugar vi a una chica desconocida—. ¿Eres tú la que se llama así?
Sus rizos esmeraldas caían sobre el traje de bailarina que portaba, con esquirlas verdes que conjuntaban con sus ojos. Su tez oscura resultaba exótica, una belleza que llevaba oculta a la multitud más de lo que debería.
—Sí, cielo. —Asentí, entrecerrando los ojos con curiosidad—. ¿Quién eres y por qué siento que debería respetarte?
—Un tío con un parche y alas me dijo que era la sustituta de un pecado capital. Pensé que estaba loco, pero me tocó la frente y entonces recordé. —Se acercó a mí, confusa—. Me llamo Annalise, pero puedes llamarme Lise. Sé el daño que tu hermano le hizo a Emilia. Lo veo como si lo hubiese vivido yo.
Fruncí los labios. No entendía qué ganaba hablando mal de Thiago.
—¿Sabes que estaba enamorada de él? Y no de una manera sana, precisamente —reí—. Era una mujer tóxica y amargada. Tú al menos tienes estilo.
—Ya. Lo sé, pero parte de su identidad está en mí ahora y no puedo evitar sentir lo que sintió ella antes de morir —bufó, cruzándose de brazos a mi lado—. Ojalá pudiese perdonarlo, pero no puedo. Ni siquiera entiendo por qué estoy tan tranquila con la locura que está siendo esto.
Cuando un Pecado Capital moría, un Ángel de la Muerte elegía a un nuevo candidato que hubiese superado las pruebas de su pecado para reemplazarla. Lise debió ser una de las pocas excepciones en las que, a falta de sustitutos, se reclutaba a una pecadora aleatoria para usarla de recipiente. La mitad de su identidad se mantenía, la otra se formaba a partir de las viejas reencarnaciones a lo largo de la historia.
—Yo podría guiarte. Al principio sueles ir perdida porque no sabes qué tienes que hacer y tanto trabajo te satura, pero te acabas acostumbrando —respondí con interés. Si podía llevarla a mi terreno, no dudaría—. ¿El Ángel de la Muerte te ha explicado cuál solía ser la rutina de Emilia antes de morir?
—Me ha contado lo que hacía... De celestina. ¿Era una especie de asesora matrimonial? Yo no quiero hacer eso. Mi lugar está en el escenario. Es lo que he hecho desde pequeña. —Sus ojos se dirigieron hacia la pista donde un grupo de tres chicas apareció para representar una función. Había una ilusión inconfundible en ellos—. ¿Podrías ayudarme a cambiarlo?
Respiré hondo. Me identificaba con su energía. Cuando llegué por primera vez al cabaret, tuve el mismo impulso ansioso por devorar las miradas. Era más cercana a mis sentimientos de lo que pensaba.
—Tienes suerte de que sea la dueña. —Le sonreí, creando expectativas en Lise—. Si esto es lo que te hace feliz, adelante. Espero que no te afecte mucho el pecado al que reencarnas. El mundo de la música es competitivo.
—Descuida. No soy celosa. Las únicas envidiosas son las personas de las que veo recuerdos. Es como tener una película que se reproduce en tu cerebro.
—Me acuerdo del día que me pasó a mí.
Me mordí el labio, apoyando una mano sobre la barandilla con la vista puesta en los invitados. Pretendía identificar a Lucifer entre ellos, con la esperanza de que hubiese acudido allí por los buenos recuerdos.
—¿Qué pecado reencarnas? —preguntó la joven con interés.
—Adivina, mi amor. —Acaricié su suave piel con un dedo, deslizando las uñas con cariño—. Tus recuerdos tendrán el rencor que quieras, pero los míos fueron un maratón de películas porno.
—Qué asco.
La reacción de Lise me obligó a colocar una mano sobre el pecho, ofendida. Abrí los ojos sin pronunciar palabra. Puse una mueca de incredulidad y volví al presente en una mezcla de emociones contradictorias constante.
—Tú te lo pierdes. —Carraspeé la garganta—. Estoy buscando a alguien que creo que está en el cabaret. ¿Te apetece ver las actuaciones mientras lo encuentran?
—Por qué no. —Se sentó en uno de los sillones desde los que podían apreciarse los espectáculos en primera fila.
Yo me coloqué en el mío, pidiendo bebida para ambas. Aprovechando que un camarero se me aproximaba, le pregunté al oído si el jefe estaba en el local. Aunque la respuesta ya la esperaba, le pedí que organizara al resto de empleados para que echaran un vistazo por si lograban identificarlo camuflado entre la multitud. El chico hizo una reverencia y se marchó.
Nos trajeron copas de vino y nos dejaron a solas. Comenzaba a tener dudas sobre si lograría ganarme la lealtad y confianza de Lise en aquella reunión.
—¿Conoces a los artistas? —preguntó la joven con la mirada fija en un comediante que generaba risas entre los clientes.
—Los contratamos Lucifer y yo. Los elijo a dedo. De hecho, me encargo de seguir ojeando nuevos artistas en los demás locales. Y luego los distribuyo por el mundo a mi gusto. —Extendí los brazos, como si fuese la reina.
—Así que tienes poder —susurró en un tono que me fue fácil percibir. Hice caso omiso, pero no olvidé su comentario.
Ante nosotras se presentaron acróbatas que usaban varas de fuego para hacer malabares, ejercicios arriesgados de equilibrio sobre una cuerda, cantantes y bailarines. Vestían con apariencias de lo más esperpénticas; algunos con vestimentas de colores vivos, maquillados de párpados y cejas, con pintalabios llamativos o pintura corporal.
Nuestra presencia hizo que la calidad de los shows creciera por las nubes. Pero ni la belleza de los intermediarios pudo compararse con el plato final. Una última cantante, la más conocida en la ciudad del pecado y que más movía a las masas, se preparaba para dar la talla.
Un foco dorado iluminó el telón granate. Una silueta negra de mujer en una pose sensual se mostró al otro lado. Una sonrisa se dibujó en mi rostro mientras Lise fruncía el ceño con claro escepticismo.
El cielo escarlata se abrió con una música pop de fondo. Los altavoces hacían que fuera imposible no perderse en la melodía pegadiza. En el escenario, Bela Ces lucía un uniforme de prisionera. El flequillo cubría su frente con un misticismo que se complementaba con su mirada dorada. Sonreía desde su pose, orgullosa del atractivo de su figura delgada.
—Con todos ustedes, llegada desde su gira por el mundo, la artista coreana de más renombre —anunció una voz desde detrás del telón. La reencarnación de la gula se ajustó el sutil micro que tenía conectado a la oreja y llegaba hasta un lateral de sus labios—. ¡Bela Ces Belcebú!
Bela susurró un saludo para su público con un tono sensual. Su sonrisa arrasó con los espectadores. Estallaron en aplausos. Dio un par de zancadas al frente, elegante, antes de abrir las piernas y descender en una sentadilla.
Envió un beso invisible y alzó la vista para mirarme. Asentí y le guiñé el ojo.
Al volver a levantarse, empezó a cantar en una mezcla entre inglés y coreano:
I'm sugar, I'm candy,
The sweetest bite,
Your obsession, your madness,
Paralyzes you on site
Bela movía las caderas. Se desplazaba caminando de un lado a otro, atendiendo a las peticiones de sus fans. Sus hombros danzaban con vida propia. Sus piernas tenían un equilibrio perfecto. La práctica hacía la maestría, y la maestría creaba a Bela.
Rapeaba en coreano. Alzaba los brazos, movía las muñecas. Se deslizaba por el escenario con agilidad. La música seguía su figura con cada giro. Lo hacía con pasión. Era su distracción. Se la veía tan feliz como nadie.
Oh boy, you think you know me,
I'm a boss bitch.
Nothing you can do to impress me now,
Find another girl to ditch.
Cuando menos lo esperaba, Bela se colocó en el centro del escenario. Una barra de striptease salió de un hueco en el suelo. Ella la agarró sin verla. Apoyó una pierna para sujetarse. Usó los dedos para bajarse la cremallera del uniforme. Podía verse el sujetador que llevaba debajo.
Let's make this clear,
You don't own me.
I'm your slave, I'm your toy,
But we weren't meant to be
En un rápido movimiento, se deshizo de las mangas del uniforme. Dejó al descubierto su vientre desnudo. Hacía sentadillas mostrando su entrepierna. Jugaba con las piernas desde el suelo. Reía y se incorporaba. Tenía una voz perfecta, sin jadeos. Mantenía el ritmo con clase. Era frenético. Impredecible.
Me giré en un instante para mirar a Lise. Estaba seria. Era como si estuviera viéndose cara a cara con su archienemiga.
Bela saltó sobre la barra y se balanceó. Su sonrisa era cautivadora. Deslizó el tirante del sujetador para mostrar su hombro. Luego se lo recolocó. Movía los glúteos con habilidad. Con cada gesto hacía enloquecer al resto.
Your essence drives me crazy,
So crazy, makes me forget who am I.
I'm no boss bitch, please feed me.
I need your love; I need your drug.
De uno de sus ojos cayó una lágrima. Sabía lo que significaba para ella cantarla. Recordaba lo que le costó componer "My Sweetest Candy" cuando estaba luchando contra sus adicciones en mi ático. Droga, alcohol, comida o el juego, ninguno escapaba de sus impulsos. Todavía la atormentaban. Con cada paso de baile, se enfurecía más.
Una lluvia de luces la cubrió. Se arrancó los pantalones de un tirón. En ropa interior, escandalizó al gentío. Los vítores pasaron a convertirse en golpes. Los guardias se llevaron a un par de invitados que trataron de subirse al escenario. Un destello me impactó a mí. Con rapidez, indiqué a seguridad que interceptara la cámara, pero debió ser demasiado tarde.
Bela los ignoró. Continuó su pequeño concierto sin inmutarse. Era una estrella del pop coreano. Nada podía con su actitud.
Come, come, give it to me.
I need your sweet candy.
Kill this love, kill me slow.
Take me to the stars,
Let this feeling grow.
I'm obsessed and don't know why,
I'm obsessed and don't know why.
Rapeó en coreano la última sección. Si lloraba, era por dentro. Lo dio todo. Entre la música sonaban trompetas. El final fue una mezcla de pasión, saltos y movimientos.
Al terminar, se permitió jadear. Hizo una rápida reverencia, cerrando los ojos. Los espectadores se levantaron de sus asientos. Un leviatán de gritos de euforia inundó el cabaret. Como un rayo, la cantante se perdió tras el telón. Supe que iba directa a llorar. Aquella canción era su mejor interpretación y su mayor pesadilla. La vivía cada día.
—¿Qué te ha parecido? —pregunté mientras me ponía en pie.
Lise se encogió de hombros. Fingía indiferencia.
—No ha estado mal —bufó. Se cruzó de brazos, hundida en el sillón.
—Pues si quieres estar en su lugar, tendremos que trabajar duro. Ahora si me disculpas, tengo que irme. —Le acaricié la barbilla y ella se dejó hacer—. Estaré encantada de colaborar contigo en el futuro.
Y tan fácil como lo dije, borré la sonrisa de mi rostro para atender a Bela.
—Mi amor, ha sido espectacular. De verdad. —La agarré de las mejillas. Bela me besó—. No te van a cancelar por la foto.
—Y si Pol o algún —soltó varios insultos en coreano que no pude comprender— empiezan a hablar mierda de mí. No puedo perder la reputación. A mí me la suda enseñar mi cuerpo, pero entre mis fans hay puritanos a los que sí les importa.
La cantante daba vueltas en su cuarto de disfraces. Había pelucas, vestidos, uniformes y decoraciones de lo más exóticas.
—Más puta que yo no te van a pintar, tranquila.
—Con que lo hagan un poco ya me pueden joder la carrera. Sabes lo mucho que quiere Pol mi casino. —Bela me señaló, agobiada—. ¿Y si usa la foto de ese puto paparazzi para extorsionarme?
—Pues iré a su torre, me bajaré los pantalones encima de su escritorio y le plantaré un truño tan grande que ni tres años servirán para deshacerse del olor. —Me encogí de hombros con una sonrisa.
Ella rio. No lo admitiría nunca, pero me adoraba. Me abrazó, vestida con una bata naranja para cubrir su cuerpo semidesnudo. Sentí la calidez que me transmitía. Yo le di un beso en la mejilla.
—¿Y eso qué significa en lenguaje humano?
—Si gano durante las votaciones, me desharé de él y me quedaré lo que tiene —repliqué. Vi en sus ojos que esperaba una respuesta en el caso de que no fuese así—. Y si no pasa, me encargaré de enseñarle anatomía por arnés. O lo engaño para extorsionarlo o contrato a un asesino.
Bela se acercó a mi oído con una risa precipitada y cargada de violencia.
—Eres una bruta —me susurró en un tono atractivo—. Me encanta cuando te pones así.
—Cuando quieras lo pruebo contigo. —Me separé de ella, sosteniéndole de las manos—. Por cierto, deberías llevar cuidado. La nueva reencarnación de la envidia ha puesto su odio en ti. Te ha visto actuar.
—¿Tú también la has conocido? —Rodó los ojos, dejándose caer en una silla frente al espejo—. Me jode. Porque se nota que la tía es una jefa, pero por culpa de esa mierda de la envidia tiene un grano en el culo para la competitividad.
Tenía razón. Me generaba más intriga de lo que me transmitió Emilia en diez años, así que ya era un mérito.
—Tal vez podamos traerla a nuestro bando. Los primeros días como pecado son cruciales para decantarse. Espero que los recuerdos de vidas pasadas no le pasen tanta factura como a los anteriores.
Acaricié los abrigos, máscaras y pelucas que tenía colgados de perchas o armarios. Notaba la textura suave. Volvía a tener veinte años y me imaginaba en la posición de Bela, feliz porque Luci me había encontrado un nuevo espectáculo. En su momento lo aceptaba con desprecio, como una adolescente en contra de la voluntad de la autoridad. En el presente lo veía con unos ojos muy distintos.
—¿En qué piensas? —preguntó la cantante jugueteando con sus mechas rojizas—. ¿Qué te preocupa, bombón de licor?
—Lucifer —confesé. Noté un cambio en la actitud de mi amiga—. Lo he estado buscando unos cuantos días, pero nadie sabe dónde está. Es lo que te conté del trato. Si consigo enamorarlo, los ángeles me harán reina. Eso espero, vamos.
—¿Cómo que eso crees? —El tono de voz era más frío y distante. Sabía que le dolía que estuviese más pendiente de Luci que de ella—. No entiendo.
—Thiago... —Giré la cabeza, procurando que no me oyera nadie. Me aseguré de que la puerta estuviese cerrada y me agaché junto a ella—. Me contó que escuchó al Ángel de la Muerte hablando con Pol sobre conspiraciones. Mira, sé que antes te he dicho que no pasará nada con ese tema porque te voy a proteger, pero van a por ti.
Bela arqueó las cejas. Encogió las piernas en su silla. Estaba tensa. Agitada. Se mordía las uñas. Estuvo a punto de recurrir a la cajita mágica donde guardaba los polvos blancos, pero se la quité. No podía recaer.
—Quieren el casino. —Se cruzó de brazos—. Igual es lo que necesito para desintoxicarme. Alejarme y abandonarlo.
—Sabemos que eso no pasará a corto plazo. —Me senté sobre la mesa junto al espejo—. Si le das tu único negocio y te ve volviendo para seguir apostando, lo usará en su beneficio. Te pedirá que le des las riquezas que ganas de los conciertos por el simple hecho de entrar. Sería una locura y te haría más dependiente.
La cantante se llevó las manos a la cabeza. Volvió a llorar entre sollozos silenciosos. La envolví entre los brazos. Acariciaba su pelo y su vulnerabilidad. La veía perdida y confusa.
—No sé qué hacer. ¿Por qué la gente odia tanto? Todo sería más fácil si pudiésemos aceptarnos y seguir adelante.
—Lo sé, pero hay quienes no desean ver la felicidad en los demás. La avaricia, la envidia... —Le di un beso en la cabeza—. Pero conmigo puedes estar cómoda. Te protegeré cueste lo que cueste.
Me quedé a su lado hasta que se le pasó la congoja. Estuvimos hablando acerca de su pasado, del abandono de sus padres. La adoptaron en España y desde entonces había vivido entre la pobreza. Conocía mejor que nadie el odio. La llevó a depender de lo único que le daba paz. Bajo la capa de seguridad que mostraba en sus actuaciones había una chica atormentada.
Pasaron las horas y reímos y cantamos honrando viejos tiempos. Se nos fue el tiempo. No había rastro de Lucifer en el cabaret. Nos lo reveló el camarero al que pregunté. Lo vieron entrar por la mañana, pero se fue en cuanto le comentaron que yo estaba llegando.
Una llamada al teléfono me sorprendió. Lo cogí al instante.
—Lo encontré, Cass —dijo Hugo con la voz distorsionada por el móvil. Se oía el sonido del metro pasando de fondo—. Se dirige al parque de las luciérnagas.
—Nos vemos en el metro en media hora. ¿Sabes qué quiere hacer allí?
—Tener una cita con Luna.
Y para mi sorpresa, sus palabras me dolieron más de lo que esperaba. ¿De verdad la quería tanto?
NOTA DEL AUTOR:
La canción "My Sweetest Candy" interpretada por Bela está escrita por mí. Su inspiración viene de "Sour Candy", la canción que he añadido al capítulo de Lady Gaga y BLACKPINK, así como de "Kill This Love" de BLACKPINK. Es la primera canción como tal que escribo y temía que no me quedara bien. Seguiré escribiendo canciones para futuros capítulos, en especial aquellos relacionados con Bela Ces.
Para quienes queréis saber cómo es Lise físicamente, aquí tenéis unas imágenes de ella (por la cara sale vestida cual duquesa):
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro