💋CAPÍTULO 1 - EL CORAZÓN DE LUCIFER💋
La limusina aparcó frente a las puertas de la lujosa mansión del rey Lucifer, un edificio más parecido a un museo que a un hogar. Al salir del vehículo, me cegaron los destellos de los paparazzi fanáticos que se morían por retratarnos a mí y a mi hermano. Hice una pose seductora, lamiéndome el dedo ante las cámaras. Eso les bastó para pelearse por la fotografía mientras yo me aferraba al brazo de Thiago para continuar nuestro desfile con elegancia. Mi sonrisa estaba cargada de malicia.
Ascendimos unas escaleras pisando una alfombra roja que se extendía hasta las puertas de oro macizo del lugar. Un par de guardias armados con rifles de asalto nos esperaban listos para dejarnos acceder al interior. El monarca de los pecados se había asegurado de que no hubiese altercados el día de su boda, así que, o bien conocía que un asesino pretendía atacarlo, o era demasiado orgulloso para admitir que tenía miedo de que la ceremonia no fuese como quería.
Conforme llegábamos a lo más alto de las escaleras, decidí dar media vuelta. Forcé a Thiago a detenerse y él me miró con el ceño fruncido.
—Hoy tengo ganas de divertirme —dije antes de levantarme la falda del vestido negro de mi madre hasta el muslo. Los destellos de las fotografías se convirtieron en un baño de luces parpadeantes—. Lo siento mucho, pero os vais a perder el resto. ¡Un abrazo, pervertidos!
Les lancé besos invisibles antes de volverme con una sonrisa de oreja a oreja. Thiago sonrió con orgullo y le guiñó el ojo a los paparazzi.
—Lleva cuidado con el alcohol, ya sabes cómo se pone el Ángel de la Muerte con las normas cuando nos desviamos demasiado a un pecado que no es el nuestro —advirtió mi hermano, que se recolocó la corbata del traje ceñido que portaba.
—Difícil, considerando que estoy liada con la gula —me relamí los labios, sintiendo la calidez del recibidor al entrar.
—¿También? —Arqueó una ceja, mirándome con sus ojos cargados de interés—. ¿Qué pecado te faltará por probar? Es una pregunta que no sé si quiero responder.
—Estarías orgulloso de la respuesta. —Alcé el mentón con altivez, mostrando la gargantilla del cuello.
Los salones estaban llenos de famosos, millonarios, cantantes, políticos y poderosos miembros de las grandes esferas. Ni en esas condiciones nos llegaban a las suelas a los representantes de la Camarilla. Paseamos como los príncipes que éramos a través de los pasillos que los humanos construyeron en señal de respeto. Yo lanzaba miradas provocativas de vez en cuando, mi hermano se llevaba las miradas de deseo de las duquesas con los músculos marcados en su vestimenta.
—¡Tenemos el placer de darles la bienvenida a los Príncipes de la Lujuria! —anunció una voz desde un palco situado en el primer piso. Nosotros hicimos una reverencia hacia el descansillo desde el cual podíamos ver a nuestros anfitriones observarnos bajo la luz de lámparas de cristal y diamante—. ¡Cassandra y Thiago Dawn, de la Casa Asmodeus!
Una ronda de aplausos y vítores nos saludó. Por las escaleras centrales descendieron un hombre de unos treinta años y su novia, una mujer de nuestra edad que todavía no se había vestido con su conjunto para la boda. Como era tradición, los casamientos de miembros de la Camarilla tenían un evento previo y posterior al acto principal. Y solo tenían permitido llevar su indumentaria para la ceremonia durante la misma. Ni antes ni después.
—No sabéis lo que me alegra saber que hayáis venido. Los mellizos del deseo. —Los ojos de Lucifer brillaron con un matiz dorado. Se dirigió a mí y me echó un vistazo de arriba abajo. Luego, le dio la mano a Thiago—. ¿Serás mi mano derecha hoy, amigo mío?
—Nada me haría más ilusión, Alteza. —Le estrechó la mano mi hermano.
Mi felicidad ilusoria pareció convencer a Johanna, a quien saludé con un beso en la mejilla antes de felicitarla por lo hermosa que iba.
No deberíamos llamar Alteza a nadie. Nosotros somos quienes tenemos sangre real, no las reencarnaciones de la soberbia. Ellos solo saben pretender. Y ningún rey que pretenda serlo es digno de su corona.
—Así me gusta. —Lucifer le sacudió el polvo del traje a mi hermano, sosteniendo la mano de su futura esposa—. Supongo que ya os conocíais, ¿cierto? El Ángel de la Muerte ascendió a Johanna a pecado capital hace unos meses. Logró superar las pruebas.
—Siempre me he preguntado lo difíciles que deben ser esas pruebas para el pecado del orgullo. Os debe de doler mucho el cuello al terminar de tanto alzar el mentón —bromeé, causando que el resto me siguiera la gracia.
Lucifer no borró la sonrisa de su rostro. De hecho, fue el primero en soltar varias carcajadas.
—Y que lo digas, querida. Sin un poco de hielo en las cervicales no somos personas, ¿o no, mi amor? —Miró a Johanna, que dejaba caer su melena negra por los hombros. Ella permaneció inmóvil, asintiendo por compromiso—. Lástima que en la lujuria sea más complicado usar hielos en las zonas afectadas. Aunque como príncipes que sois dudo que vuestros padres tuviesen el mal gusto de obligaros a enfrentar siquiera unas pruebas.
El maquillaje me permitió disimular el enrojecimiento de las mejillas por la ira que acumulaba. Si volvía a hablar de mis padres, haría lo posible para conseguir que ese asesino acertara en el blanco, aunque me costara la vida.
—Coincido. Nuestros padres fueron buenas personas, Alteza. Siempre cuidaron de nosotros —mintió Thiago, que sabía mejor que nadie lo que nos hicieron pasar los reyes Asmodeus en nuestros primeros años como herederos a los pecados.
—No habrá día que no lamente su trágica pérdida —replicó Lucifer.
Observó a mi hermano con compasión, dándole un par de palmadas en el brazo. Después, se dirigió a mí. Tuvo que ver mi rabia a través de esos ojos dorados de demonio, porque su expresión cambió por una más seria.
—Gracias, pero hoy sois vosotros los protagonistas —contesté, desviando el tema—. No quisiéramos llamar la atención con unos anfitriones tan maravillosos como vosotros. Ahora, si me disculpáis, me gustaría saludar al resto de pecados.
—Por supuesto. Están aquí Pol Gamón en la sala de juegos, Emilia Levian con el resto de invitados en el salón principal, Hugo Sloth durmiendo en uno de mis dormitorios y Amanda Morn tomando el aire fuera, en el jardín interior —indicó Lucifer señalando distintas salas de su gigantesca mansión como si le costase recordarlo de memoria.
Thiago abrió los ojos al escuchar el último nombre. Yo lo noté en la firmeza con la que agarró mi brazo. Sabía que tenía sentimientos encontrados con ciertas reencarnaciones de los pecados, pero no pensé que una de ellas sería Amanda Morn, la iracunda y mortífera bailarina de las cuchillas.
—Un placer haberte visto por aquí, Cassandra —se despidió Johanna con cierto interés.
—El placer es mío, cariño. —La sostuve de una mejilla con dulzura y le di un pico. Parte del sombreado de mi pintalabios se marcó en el suyo. Era una huella que esperaba que le hiciera recordar a Lucifer que mi presencia era más influyente de lo que imaginaba—. Si alguna vez tu futuro esposo no te satisface, no dudes en llamarme.
Le di un beso en la mejilla a Thiago y me marché sin esperar respuesta. Los invitados ajenos a la Camarilla me evitaban la mirada por respeto o admiración. Aunque ansiara girarme para contemplar la reacción del rey de los pecados, preferí disfrutar de cómo debía estar intentando contenerse para no deslizar sus preciosos ojos dorados hasta mi trasero.
Toqué a la puerta del dormitorio en cuatro ocasiones distintas. Estaba harta de no recibir respuesta. Suspiré, rodando los ojos. Abrí sin miedo a lo que pudiera encontrarme y cerré la puerta de golpe. El estruendo sobresaltó al bello durmiente que yacía tumbado en la cama en chándal. Lo cierto era que Hugo representaba mejor su pecado que ninguno de los demás. La pereza era propia de él hasta en los detalles minúsculos.
Una mata de pelo rubia se incorporó entre las sábanas. El muchacho tenía bolsas moradas bajo unos ojos cansados. Aunque el ejercicio físico no fuera su pasión, era atractivo y parecía tener buena musculatura a través de la ropa ancha. Se sentó al borde del lecho, enredado entre sábanas de lino moradas. El cuarto era tan lujoso que el dosel estaba decorado por virutas de diamantes rosáceos típicos de los objetos que se usaban para rituales antiguos de adoración del Ángel de la Muerte.
—No me extraña para nada que te hayas quedado dormido en la boda de tu jefe. Si no fuera porque te hemos obligado el SSI y yo, ni siquiera habrías venido —le dije conforme me aproximaba.
—¿Qué hora es? ¿Se han casado ya? —bostezó Hugo, que se apoyó sobre las manos, mostrando la "v" de su abdomen cerca de la entrepierna.
—Todavía quedan horas para la ceremonia, desesperado. En fin, es lo que tiene ser el introvertido —suspiré, empujándolo sobre la cama para sentarme a horcajadas sobre su pelvis—. ¿Sabes algo del asesino?
—Ha venido mucha peña. Yo qué sé. Igual está por ahí. Tenía sueño, no me he enterado —protestó él con un brazo cubriendo su rostro—. Te brillan mucho los ojos cuando estás excitada.
Me desabroché los encajes del vestido y con sumo cuidado de no estropearlo me deshice de él. Le mostré mi conjunto de lencería azabache a Hugo, pero él ni se inmutó. A veces me preguntaba si era asexual. Podía preguntárselo, pero prefería creer que la erección que notaba entre sus piernas era por mí y no por la reacción natural de su cuerpo al roce conmigo.
—Necesito que estés atento. —Le di una bofetada suave que él ignoró—. Ahora viene la pregunta seria, ¿te apetece follar o hablamos?
—¿Ambas? —Se encogió de hombros.
—¿Eso es una puta pregunta? —Me incliné hasta tener su rostro a escasos centímetros del mío. Los mechones pálidos se fundían con los suyos rubios—. Vamos, no me jodas.
—Yo qué sé, colega. Me acabo de despertar —refunfuñó el muchacho, que agarró mis nalgas por inercia—. Uno rápido, que estoy cansado.
Me aparté de él al instante. Suspiré. Solía ser yo quien tomaba la iniciativa en su caso, pero aquello era sobrepasarse. No podía actuar sin que fuera recíproco. Decidí volver a ponerme el vestido.
Sentía la calidez, pero no era nada del otro mundo. Podría soportarlo un rato más hasta que llegara Bela. Esa chica sí sabía llevarme al noveno anillo del infierno.
Decidí bajarle los pantalones y ayudarlo a aliviarse con la mano. Apenas tardé unos minutos y ya conseguí el efecto deseado. Aparté el miembro de Hugo para que salpicara la cama de invitados de Lucifer. Ya se llevaría el regalito el próximo invitado que llegase.
—Espero que para el otro tema estés más implicado.
Me acerqué a la ventana y vi el jardín interior. Allí estaba Amanda Morn, una belleza pelirroja que destacaba entre los tonos opacos de las vestimentas de los demás ricos y engreídos con fama de la fiesta. Desde lejos no era posible vislumbrar la elegancia que traía consigo, pero su vestido rojo y el abrigo de piel que cubría sus hombros desnudos la convertían en una mujer por encima de las emperatrices.
—Estamos organizando al equipo para empezar el plan cuando quieras —bufó Hugo, que al fin se dignó a ponerse en pie. Andaba en una postura cómoda, con dejadez—. He investigado cada uno de los negocios de Lucifer.
—¿Y? —Mi pregunta sonó igual que un bostezo.
—Conozco cada fallo por el que se le puede pillar. La mitad de sus empresas las comparte con Pol, y ya sabes lo que dicen de la avaricia y los sacos. —El muchacho se sentó en una silla junto a la ventana, reclinándose hasta quedarse en una postura incómoda a la vista—. Quieren atracar un banco y hacerse con el dinero para financiar... Algo. No creo que Lucifer tenga como objetivo la pasta, la verdad. No es ese tipo de persona. Y los demás negocios los financia a través del casino y los conciertos de Bela, las Iralimpiadas de Amanda y los negocios de celestina casera de Emilia. Tú y yo somos los únicos que no trabajamos para él.
—Mi hermano lo hace por protegerme. Él nos apoyaría si tomáramos esa decisión. Lo odia tanto como nosotros. —Le dediqué una mirada cansada, de brazos cruzados—. ¿Sabes dónde tiene pensado enviar a Thiago?
—No está en peligro todavía, si es lo que te preocupa. Mis contactos dicen que lo usa de mano derecha. Lo obliga a torturar y matar, pero no le haría daño si no le diera razones —confesó Hugo, que empezaba a entrecerrar los ojos. Tuve que dar una palmada para despertarlo—. Coño, qué susto. Párate con los ruidos fuertes ya, por favor.
Observaba a Lucifer conversando con sus empleados en el jardín. Lo adoraban como a un dios y mi hermano lo tenía que perseguir para vigilar que nadie lo atacara. Hasta su propia esposa parecía un personaje secundario en su propia boda. Amanda le tenía la misma tirria que los demás. De hecho, solo unos pocos pecados apoyaban sin dudar al rey Lucifer; la avaricia y la envidia. Nada que no pudiésemos controlar con ofertas generosas.
—¿Qué crees que alberga el corazón de Lucifer, querido? —Me acariciaba el cuello con curiosidad sin dejar de mirarlos desde la ventana—. ¿Qué busca en el banco que está tan empeñado en robar?
—Puede que un amuleto, un arma o un tesoro perdido. O puede que sea una distracción y lo que busque sea una persona... —Se encogió de hombros Hugo, que volvió a levantarse para dirigirse a la cama.
Si volvía a tumbarse, lo habría perdido durante las horas que pasara hibernando.
—¿A qué te refieres con persona? ¿Tiene un punto débil? —Me coloqué ante él, deteniéndolo con las manos. Podía ser la clave. La ilusión se dibujó en mis labios—. Cuéntame.
—Sí. No sé. Luci es la clase de hombre que se niega a enamorarse por orgullo. Esa Johanna... No la ama, Cass. La usa de tapadera para alguien más. Seguro. —El chico bostezó de nuevo, cada vez más cerca de su preciada cama.
—Todavía no te vayas a dormir. Si no me cuentas todo te voy a machacar la polla con un látigo hasta que venga Freddy Krueger a darte por el culo —me frustré, agitándolo y viendo su cara de sueño.
—Lucifer ama a otra mujer.
Tal y como pronunció las palabras, se desplomó sobre la cama, bocabajo. Un ronquido aseguró que se perdería el casamiento y quizás también la cena que llegaría a la noche.
Me quedé boquiabierta. No había considerado la opción, pero tampoco imaginaba que un hombre como él tuviese una amante secreta. ¿Qué ocurría con esa misteriosa chica que no quería que nadie más conociera? El enigma me carcomía por dentro. Necesitaba discutirlo con alguien que lograra mantenerse despierto más de cinco minutos.
Y las campanas del destino me sonrieron. Tañeron sus canciones como estrellas fugaces en mis oídos. Una melodía intensa que sonó con la llegada de una histriónica voz que nadie podía confundir desde el recibidor de la mansión.
Salí disparada por la puerta para asomarme por el balcón del primer piso. En el pasillo que llevaba al salón se encontraba, vestida con un top y unos pantalones de chándal, la reencarnación de la gula. Masticaba chicle y explotaba pompas. Se quitó las gafas de sol, todavía ignorando a los invitados que la saludaban y le pedían autógrafos. Analizaba con sus ojos dorados y rasgados el entorno, como si no supiera a quién acudir. Y fue en ese instante cuando cruzamos miradas.
Su sonrisa vino acompañada de un grito eufórico. Bajé las escaleras tan rápido como la falda del vestido me permitía y la esperé para darle un abrazo intenso. Se quitó la gorra en el proceso y la tiró a su público entusiasmado. Unos mechones cortos por los hombros, negros con algunas mechas rojizas, se precipitaron por su cabeza.
—Mi cantante favorita. La belleza de Oriente regresa de su gira —la saludé mientras ella me rodeaba el cuello con los brazos. Era tan alta que tenía que inclinarme para que pudiera hacerlo—. ¿Acabas de llegar?
—Ya lo has visto. —Colocó una sonrisa arrogante, se sacó el chicle de la boca y se lo pegó a un millonario en la calva antes de pedirle que se marchara con un gesto de manos. Era más baja que nadie—. ¿Saludo a los demás ya o me echabas tanto de menos que no vas a poder resistirte a mis encantos?
—Supongo que un poco más podré aguantar. —Rodeé su cintura con las manos y me la aproximé—. Te espero en el dormitorio frente a las velas.
Y así lo hice. Sabía que Bela Ces era la más popular y la más querida entre los pecados. Quitando a Emilia, que tenía envidia de todas y cada una de las mujeres del planeta, y a Pol, que con su mentalidad absurda de avaricia sin causa pretendía hacerse con el casino de la cantante de pop, los demás la amaban. Diría que no tenía ningún punto débil, pero mentiría. Sus adicciones la consumían por dentro, por mucho que luchara contra sus impulsos.
Cuando Bela entró por la puerta del dormitorio, yo ya estaba tumbada en mi lencería sobre la cama. Tenía una pose sensual para que me disfrutara con los ojos y tardó poco en desvestirse. Su cuerpo no era perfecto, pero para mí era el atractivo ideal. Demasiada poca carne, dirían algunos, demasiados traumas con la comida, diría yo.
Se tumbó a mi lado y entre besos y seda nos reímos hasta que el ocaso nos llamó para asistir a la ceremonia principal.
NOTA DEL AUTOR:
Quería agradecer a DarkDevil_23 por haberme realizado la corrección del capítulo como premio por quedar ganador en la categoría de fantasía en el concurso Chosen One organizado por EditorialSalem. Ha sido un placer formar parte de ese proceso y agradezco de corazón la labor realizada. Me encantaría recomendaros la editorial ya que realizan encargos de gráficos, entrevistas, portadas, premades, críticas y reseñas de calidad. La experiencia hablando con sus administradoras ha sido muy gratificante y me ha dejado una sensación agradable :)
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