—¿Qué fue lo que sucedió? —preguntó el emperador en cuanto vio a su hija entrar junto a la alfa líder, su mirada estaba puesta sobre la hechicera—. Dasom.

—Perdí el control del dragón —confesó.

—Eso solo significa que...

—Sí, hay alguien más, y sabe perfectamente controlar magia negra —respondió Dasom—. Y lamento decir que sé de quien se trata —carraspeó—, es mi hermana.

El silencio se hizo presente, Dasom estaba avergonzada, pensaba que su hermana jamás regresaría después de los desastres que había causado en el pueblo hace más de dos décadas, así que no entendía la razón de su regreso, además tenía que indagar un poco, aquella criatura se detuvo cuando Jennie hizo acto de presencia.

Dasom se quedó pensando, y abrió levemente la boca sorprendida por la conclusión a la que había llegado, al parecer la figura que había creado había sido controlada para buscar a la alfa de la princesa. Pero, ¿por qué querría su hermana buscar a dicha alfa? No tenía nada de sentido, tal vez podría haber algún problema después, se mantendría en alerta.

—Debemos reforzar las defensas del palacio —dijo Jennie—. No podemos permitir que algo como esto suceda de nuevo.

—Y no volverá a pasar —el emperador miró hacia Dasom, la hechicera de inmediato dio una reverencia para retirarse, tenía que investigar más a fondo el porqué de las acciones de su hermana. La mirada del emperador fue a dar con todas las miembros de la guardia—. Ustedes estarán encargados de la vigilancia y protección, Jennie —la alfa miró hacia el emperador—, cuida de mi hija, no permitas que algo le pase.

—Así será, emperador.

Lisa estaba atrás de la guardia, su vista seguía en Jennie, quien hacía una reverencia, las demás se retiraron, recibiendo la orden de vigilar. Jennie tenía una confianza plena en sus compañeras, después de todo, había estado en el entrenamiento con ellas durante varios años.

Después de terminar de darles las indicaciones, su mirada fue hasta la princesa, camino hacia ella, Lisa de inmediato apartó la vista.

—La llevaré a sus aposentos —Lisa dio un asentimiento, ambas despidiéndose del emperador para por fin irse.

Ella iba al frente mientras que Jennie caminaba unos pasos atrás.

No se sentía incomoda, pero por alguna razón quería estarlo, por más que la presencia de la alfa lograba que se tranquilizara. Observó solamente una vez detrás suyo para poder mirar a Jennie, se percató de algo que traía colgando en el cuello, se detuvo de inmediato, se giró sobre su eje y se acercó.

De inmediato, tomó la cuerda delgada que estaba amarrada a algo, jaló levemente y pudo dar con el objeto, era aquella pequeña figura de madera que antes había rechazado.

—¿Por qué traes esto contigo? —preguntó, sin mirarla a los ojos.

—Porque me recuerda a usted —Lisa pensaba que seguramente se refería al rechazo—. No porque me rechazó, me recuerda a cuando sonríe, siempre sonríe con las cosas más sencillas.

—No deberías conservarlo.

—¿Por qué no?

—Te rechacé. ¿Por qué siquiera piensas en conservar un mal recuerdo?

—Para mí no es malo, princesa. Tal vez usted lo piense así, pero yo no —Lisa dejó de tomar la figura—. Espero pueda encontrar a la alfa que la haga feliz —esas palabras habían dolido, y no solamente a Jennie, Lisa había sentido una punzada en su pecho al escucharla.