Capítulo 07
La señora Kim miraba a su hija, pasó su mano por la espalda de Jennie brindándole caricias, la reunión podía clasificarse como todo un completo desastre. La princesa ni siquiera había asistido, el emperador estaba furioso, Jennie tenía la leve esperanza de poder ver a Lalisa, que seguramente se le había hecho tarde, pero nunca apareció.
—Tranquila, cachorra —Jennie observó a su madre—. Tal vez se le olvidó.
La menor sonrió con tristeza, por supuesto que no, a esa omega no se le pudo haber olvidado algo como eso, y lo sabía perfectamente. Simplemente había sido su decisión el no asistir.
¿La razón?
Jennie estaría allí. Por más que la alfa no quisiera aceptar aquello, sabía que Lisa la odiaba, pero no entendía el por qué, no podía comprenderlo. ¿Por qué tan dulce omega era capaz de odiarla a ese punto? ¿Por qué? ¿Qué era lo que había hecho mal?
—Mamá... ¿Es posible que tu predestinada te odie? —sintió como las caricias habían parado, sabía que tal vez la pregunta era demasiado fuerte en esos momentos para su madre, y que tal vez le diera un indicio de lo que estaba pasando.
—Cariño, omega y alfa...
—Se aman, se respetan, con sólo verse, saben que estarán juntos por el resto de sus vidas. Ya no sé si puedo seguir creyendo en algo como eso —miró a su madre.
—Cachorra... A veces, pueden complicarse las cosas, y debes de darte cuenta de que ella no te odia. Te ama, estoy muy segura.
Pero Jennie no lo estaba.
De todas formas, le había regalado a su madre una sonrisa.
Ambas todavía estaban en el palacio, el emperador les dijo que esperaran, iba ir él mismo a buscar a su hija. Y no había regresado aún.
—¿Crees que Lalisa pueda amarme?
—Ella lo hace, tal vez sólo necesita un pequeño empujón para darse cuenta de que, lo que sientes por ella es un amor sincero. Inténtalo, no te des por vencido.
Jennie dio un asentimiento con la cabeza.
Ninguna se percató de que Lisa estaba escuchando toda la conversación.
¿En verdad la madre de esa alfa le daba falsas ilusiones? ¡Por favor! Ella no aceptaría a la alfa, no la necesitaba, no eran predestinadas.
Soltó un suave suspiro. Era hora de retirarse, pero debía esconderse, no quería que su padre la encontrase.
Pero sabía que cuando lo hiciera, recibiría la reprimenda más grande de toda su corta vida, sabía que había sido de muy mala educación el haber faltado de esa forma, y por supuesto no se disculparía con la alfa, y si lo hacía, no sería un perdón sincero, sino por simple deber y obligación. Porque sabía que seguramente su padre la haría disculparse.
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