Capítulo 19
Juan entró en la oficina del señor Martínez y se sentó frente al enorme escritorio. Comenzó a llorar desconsolado y dio un golpe al escritorio de coraje.
—¿Por qué? —cogió un peluche de Capibara ejecutivo que adornaba el escritorio—. ¿Por qué tenía que ser un estúpido y bruto?, ¿por qué no acepté desde un principio lo que sentí por ese pinche enano, hermoso, con su carita tierna y todo suavecito? ¡No, tenía que cagarla! Soy un bruto, pendejo ¿verdad Capi-jefe? —le habló al muñeco.
»No papá, no era una etapa. No mundo, no soy bisexual... ¡no me gustan las mujeres, me gustan los hombres y no puedo seguirme engañando!... no, tampoco todos, me gusta un hombre. Lo quiero a él. Mi chaparro tonto. Me di cuenta muy tarde mamá. Ojalá estuvieras aquí, ahora él tiene a ese wey, señor sonrisas y Jerry seguro que lo quiere mucho. ¿Yo que tengo? ¡Dime!
—Tienes lo que te mereces —hizo una voz como si el peluche le hablara—, sí, tengo lo que merezco que es nada. No merezco nada. No valgo nada.
—Dígame, señor capibara. ¿Qué hago? Si ya perdí al amor de mi vida, estoy perdido, muy perdido, perdido y jodido —abrazó al peluche—. ¿Eh? —alzó la mirada.
—Yo... yo ya me iba, solo vine por unos documentos que me mandó a buscar el patrón —dijo Jerry todo nervioso.
—¿Escuchaste todo?
—No, ya me iba... —huyó—. ¿Quién trabó la puerta?
—Da igual —abrazó con fuerza al peluche—. ¿Él te hace feliz?
Jerry meditó como si hubiera una lucha interna y suspiró derrotado. No, alejarse de él, no era posible.
—Zanahorio, Juan es mi vecino, es «fife», o sea «hetere», tiene esposa y acaban de tener un hijo. Es amable y ese día probablemente fue cuando me pidió ayuda para comprar cosas para el bebé.
—¿Entonces no estás con nadie?
—Solo con mi soledad, Juan, ¡ay!
Juan se lanzó a sus pies y se aferró enterrando su cara en su espalda.
—¡Por favor, ratoncito, no me dejes, sé que fui un imbécil e impulsivo bruto, pero es que estaba confundido entre lo que me inculcaron a golpes que era correcto y lo que mi corazón dictaba!, ¡desde que llegaste despertaste sentimientos que estaban enterrados por el miedo que el monstruo de mi padre sembró y entonces no supe cómo reaccionar! —se dejó caer de rodillas, pero sin soltarlo—. ¡Perdóname por todas las bromas, los comentarios y las peleas, pero no sabía cómo actuar ni tratarte, en mi lógica pendeja así no sentiría nada por ti, pero es que nunca me había enamorado!
«¡Sé que no tengo vergüenza en decirte esto después de cómo te he tratado, pero por favor, mírame estoy destruido sin ti!, ¡te prometo que cambiaré, enmendaré mis errores y ya no haré pendejas y solo te amaré y te cuidaré como si fueras un gato que rescaté de la calle, total que en eso tengo ya práctica!... no te vayas, Jerry. Te lo imploro, sin ti estoy hundido en el abismo, me ahogaría y nunca vería la luz.
»Eres lo más importante. Perdóname por lo bruto que he sido. No te merezco, pero te lo ruego: quédate y enséñame a amar y yo te prometo que te cuidaré y te haré feliz.
—Juan, no tienes vergüenza después de cómo me has tratado —se volteó Jerry fingiendo desinterés, pero sus ojos eran cascadas—. ¿Para qué quiero a un bruto, cabeza de zanahoria, impulsivo, testarudo, burro, terco, amargado, enojón, que siempre trae cara de culo, altísimo como jirafa?
—Porque... ¿quieres a este bruto, cabeza de zanahoria, impulsivo, testarudo, burro, terco, amargado, enojón, que siempre trae cara de culo, altísimo como jirafa?
—¿Por qué no te levantas?
—No me levantaré de rodillas hasta que me perdones y me des otra oportunidad —dijo serio.
—Para tu suerte como me encantan los brutos, cabeza de zanahoria, impulsivos, testarudos, burros, tercos, amargados, enojón, que siempre traen cara de culo, altísimos como jirafa y que me atragantes con sus pitotes.
—¡Ratoncito! —lo abrazó con mucha fuerza.
—Pen... dejo... ¡me ahogas!
—¡Perdón!
—Pero.
—¿Sí?
—No te será tan fácil. Deberías ganarte mi perdón, así que serás mi esclavo, Zanahorio.
—¡Sí!, siempre a tus pies, alteza. ¿Alteza, puedo besarte?
—Sí y también puedes darme duro contra el muro.
—¡Alto ahí loca, en mi oficina no! —abrió la puerta el patrón—. ¿Por qué Capi-patrón está en el suelo? Bueno, si ya está arreglado todo largo de aquí, hay una fiesta afuera.
Ambos salieron corriendo asustados.
* * * *
Ambos chicos se unieron a la fiesta, llenos de paz y seguros de mostrar sus sentimientos sin disfrazarlos.
—¿Me concedes esta pieza, señor chaparro?
—Me halagas, señor Zanahorio.
Tras el baile se dieron un beso cargado de amor y perdón, pero, sobre todo, felicidad y libertad.
—¡Siempre lo supe! —dijo Don Guicho.
—Espero que ese Rojito no le haga daño o le haré una llave de lucha que quedará todo «cucho» —dijo Martita.
—Bueno, damas y caballos —dijo el señor Martínez—, paguen.
—¿Caballos?
Rafael sacó un fajo de billetes y se lo dio.
—¿Qué? —Martita se puso con los brazos en la cadera.
—Apostamos a que terminarían de pareja o en contra y perdí —dijo Rafael con indignación.
—A huevo, dinero —dijo Giovana tomando su parte—. ¿Qué? Todos sabían en la oficina que esos se amaban por eso siempre estaban peleando, ya sabes, del odio al amor hay un paso.
—¡Son tan!, ¡¿y usted patrón?!
—Mejor me voy —les susurró a los chicos y se escabulló.
Bienvenidos a este penúltimo capitulo de esta divertida historia. Espero ver sus votos y leer sus comentarios.
Próximo capitulo hasta el próximo año, no, mentira ya sigue.
Capi-Patrón. Abro dinámica para elegir un nombre para el peluche.
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