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Capítulo 18


Los días pasaron, todo fluía con relativa normalidad, pero Jerry sentía la ausencia de Juan. Se acercaban las celebraciones de diciembre y fin de año y todos estaban emocionados pues trabajaban en el último proyecto del año y posteriormente, serían vacaciones.

Usualmente el señor Martínez otorgaba los días para que todos estuvieran con sus familias, nadie sabía a donde se iba el patrón pues no tenía esposo.

Jerry terminó de teclear en su ordenador. Terminó su trabajo. Se perdió mirando las luces navideñas hasta que era hora de salir. Mañana sería la Posada y el último día de trabajo.

El año no estaba terminando tan bien cómo hubiera querido. Recostado en su cama acarició la fotografía que le había tomado a Juan sin que este se diera cuenta y sintió ganas de llorar.

* * * *

El lugar lucía abarrotado, todos los trabajadores estaban felices y emocionados, muchos no eran de la ciudad por lo cual estaban a días de estar con sus familias.

La música sonaba y algunos bailaban, había bocadillos y ponche de frutas, también dulces e intercambiamos de regalos. Jerry llegó atrasado con una gran bolsa que parecía Santa Claus. La noche era muy fría.

—¡Feliz navidad y próspero año nuevo, «puchainas chambiadoras»! —les dijo—. Hora de los regalos.

Le entregó un fino reloj a Martita, unos libros de edición especial a don Guicho que amaba leer, un perfume a Rafael, a Giovana unos lápices y libretas para dibujantes profesionales. También le dio al señor Martínez una corbata muy bonita con estampado de Capibaras.

Por su lado, los chicos le dieron: Martita, un abrigo peludo; don Guicho, un «Smartwatch»; Rafael, una bufanda y gorros de estampado de vacas; y Giovana, un kit del cuidado de piel con cremas y lociones.

El señor Martínez, les repartió sobres con dinero, decía que era muy malo escogiendo regalos así que mejor dinero para que se compraran lo que quisieran.

—Te quedó algo en ese saco —observó Giovana.

—Es... es mi auto regalo —respondió nervioso.

Martita lo miró con el ceño fruncido y cuando tuvo la oportunidad lo haló a un pasillo.

—¿Qué pasa?

—Ese regalo, ¿es para Juan, cierto? —Jerry ladeó la cara—. Ese cabrón le dije que se alejara —gruñó.

—¿Qué? Martita, ¿tú sabías algo?

—No, bueno, sospechaba. Mira chaparro, no sé a dónde batea el Rojo, pero es un cabrón. Le advertí que se alejara de ti, es evidente que se traían algo y no me importa si te enojas o te ofendes que porque eres un adulto y esas mamadas. Más que mi compañero de trabajo, eres mi amigo y no quiero que te pase nada por un bruto. Es lo que un «amigui» haría.

—Ay Martita —se le aguaron los ojos—. Manita, ¿puedo decir algo?

—«Desembucha».

—En ese viaje.

—¡Lo sabía!, ¡te lo cogiste!... ese cabrón le partiré la cabeza, despojó de su virtud a un inocente señorito.

—¡Martita!, más bien él me cogió, como sea y ahora estoy confundido.

—Ahora no yo misma sé que decirte. Mira te aconsejo que lo enfrentes y tal cual, ¿somos o no somos? O ¿qué somos?, no le conozco mucho de su vida personal, pero prepárate para una respuesta que no te gustará y escucha, mi hombro está para ti. El mundo no se acabará por un hombre que no te supo valorar, vales mil, bicho.

—Claro, eso haré. ¿Crees que venga?

—Sí. Ya debe haber llegado. Si necesitas ayuda dime.

El señor Martínez los miraba desde una esquina.

* * * *

Efectivamente, Juan ya había llegado, le había crecido la barba y se veía ojeroso y algo delgado. Estaba platicando con una chica de la editorial.

—Juan —pero este lo ignoró—. ¿Juan?, Juan detente necesitamos hablar —este caminó tratando de dejarlo atrás—. ¡Detente Zanahorio pendejo, quiero hablar contigo! —dijo enojado.

—No me hables así, soy tu superior.

—Me importa tres kilos de verga africana.

—¿De qué?, cómo sea, ¿qué rayos quieres? No tenemos nada de qué hablar. ¡Ah, ya sé! Seguro me quieres decir lo maravilloso que te trata ese castaño flacucho con cara de cachorro, ¿no? Ya son pareja, hasta salen a comprar juntos y muchas risitas.

—¿Juan? —lo miró confundido.

—¡Y se llama como yo!, no me importa su nombre. No importa que hagan juntos —Juan estaba realmente furioso—. ¿Eso querías presumirme? ¡Ja!, pues no importa —Jerry notó aliento alcoholizado.

—¿Estás celoso, Rojo?

—¡Jamás!, ¿celoso de ese flacucho que no me llega ni a los talones? Por favor —bufó—. No te quiero escuchar, vete con ese wey —se dio la vuelta con indignación.

Jerry suspiró aliviado y sonrió.

—Espera, esto es para ti —le entregó una cajita—. Ahora me iré con Juan, cómo tú mismo dices, ya no te importa qué pase conmigo entonces debo seguir adelante —Juan abrió los ojos temeroso—. Lo que pasó quedó en el pasado. Adiós, cabeza de zanahoria.

Juan lo vio alejarse y perderse entre la gente.

Abrió el regalo, era una corbata con estampado de estrellas y galaxias como un universo. Recordó una de las noches que pasaron en Canadá.

Cuando le había dicho que realmente habían sufrido violencia con parte de su padre, a tal punto que su madre desarrolló una depresión de la que no pudo recuperarse y la llevó terminar con su vida. Y que él, en su juventud había mostrado tener sentimientos por otros hombres lo cual notó su padre y lo había hecho vivir un infierno.

Las estrellas tenían un significado especial para él, su madre solía cantarle canciones mientras él que quedaba dormido mirando el decorado de estrellas y galaxias en el techo de su habitación.

Lloró.

Había sido un pendejo. ¿Qué había hecho? Ahora Jerry estaba con otro que seguramente lo trataría mil veces mejor que él. Ya no podía hacer nada, el error lo cometió él.

Después de cómo lo trató evidentemente él buscaría alguien mejor. «Cualquiera es mejor que yo» pensó.

—¿Estás bien, Zanahorio? —le preguntó el jefe.

—¡Jefe! —se limpió las lágrimas—. Sí, solo me pasé un poco de copas, no pasa nada. Dígame, ¿sabe dónde está Jerry?

—Se fue con un chico lindo, no trabaja aquí así que seguro era su novio.

—Vale ya entiendo, gracias. ¿Me llamó Zanahorio?

—No —el jefe ladeó la mirada—. Iré a... hacer algo por ahí. Si necesitas un momento puedes ir a mi oficina, pero no toques mi colección de Pokebichos de la vitrina o te asesino.

—Claro gracias.


Chicos hermosos y hermosas, estamos a solamente dos capítulos de finalizar esta gran historia, sin embargo como debo trabajar este lunes y martes, se publicarán el miércoles 3 de diciembre los capítulos finales. 

Los quiero mucho y muchas gracias por su apoyo. Somos una comunidad chiquita, pero chida. Les mando abrazos.

¡Quiero ver sus votos y comentarios!

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