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Capítulo 17

Beso que se llevó los aplausos de los presentes. Pues el sentimiento que emanó del beso fue como una bomba quemando todo. Ambos regresaron a la realidad.

—¡No, qué asco! —dijo Jerry.

—Tú fuiste quién me besó, eres un puerco aprovechado.

—Bien que me metiste la lengua, entonces, ¿quién es el aprovechado?

—Olvídalo, eso no debió pasar. Me voy a dormir, estoy cansado.

Jerry se puso furioso. Una vez más jugando con sus sentimientos. Era un cabrón ese...

—¡Ay! —chilló Jerry.

—¡Y tú vienes conmigo!

Juan lo llevó casi arrastrado a la habitación.

—Oye, oye... ¿no piensas pegarme verdad? —preguntó temeroso—. Yo sé que hay hombres que reaccionan así, pero tú aparte de guapo eres inteligente y no harías eso... ¿verdad?

—¿Piensas que soy guapo e inteligente? —lo empotró contra la pared—. Pero te equivocaste, ratoncito, voy a pegarte.

—¿Qué?

—A pegarte unos besos que nunca nadie podrá igualar y luego, no te sentarás en una semana —lamió su oído—. Y voy a pegarte unas metidas que...

—¡Ah!... Juan.

Jerry se volteó y comenzó a besarlo con pasión, pasión y hambre. Nunca se había sentido así, era como si el fuego de Juan lo hubiera alcanzado y ambos ahora ardían con violencia.

—¿Quieres que pare? —susurró gimiendo en su cuello.

—¡No!, por favor... no pares.

Era una noche fría, pero el calor dentro de la habitación hizo que el cristal de los ventanales se empañara.

* * * *

Los rayos rojizos del sol entraron por la habitación haciendo que Juan se despertara de golpe, era tarde y debían tomar el vuelo de regreso ya que el tiempo ahí había llegado a su fin.

Jerry estaba profundamente dormido. Desnudo y con cuerpo lleno de marcas, no habían salido de la habitación los dos últimos días.

—¡Despierta ya enano!

—¿Otra vez? Aún me duele.

—¡No idiota, levántate o perderemos el vuelo de regreso y el señor Martínez estará muy enojado!... ¡el señor Martínez! —se dio un golpe en la frente—. ¡Por tu culpa ya no me volví a reunir con el señor Francois!, carajo seguro perdimos ese proyecto.

—¿Mi culpa? Pues perdón, pero te parecía molestar cuando me estaban dando y no precisamente consejos en la bañera. ¡Eres un pendejo! —se levantó—. Me daré una ducha rápida y nos largamos, no quiero pasar un momento más contigo —dijo furioso.

—¡Pues qué bueno que lo tengas claro, porque regresando todo será igual!

Jerry lloró mientras se bañaba, no estaba arrepentido de haberse entregado a Juan. No podía negarlo, tenía fuertes sentimientos hacía él, pero él no se daría cuenta nunca. Debía aceptarlo. Lo que pasó en el hotel no pasaría de nuevo. Salió decidido y tragándose los sentimientos.

—Vamos —Juan estaba listo.

Durante el viaje de regreso no cruzaron palabras más que lo necesario y nunca las miradas.

Cuando hubieron regresado a la oficina, le mintieron al señor Martínez para tratar de explicar porque no se concretó nada, sin embargo, el patrón no parecía estar enojado.

* * * *

—¿Niño?

—¿Qué «pachó» Martita?

—Está bien si no me quieres contar, pero cuando regresaste del viaje caminabas, pues raro.

—La caminata de la vergüenza —susurró Rafael.

—¡Cállate Rafa!, pero sí. ¿Pasó algo allá?

—Claro que no —tosió—. Solo estaba entumido por las horas de viaje, ya sabes no estoy acostumbrado a viajar esas distancias —Jerry vio como Giovana se lo comía con una mirada acusadora y le hizo seña de que no dijera nada.

—¿Seguro? Digo, porque si paso algo y tú querías que pasara está bien, pero si te obligaron entonces no está bien y puedes decirme y te prometo que no te revictimizaré sino te ayudaré.

—¿Qué quieres decir?... ¡ah, no, no es lo que estás pensando!, pero gracias. Eres un amor.

—Está bien.

—Oigan, ¿alguien sabe dónde está el Zanahorio? Debe firmarme estos papeles —dijo maliciosa Giovana.

—No lo he visto desde que regresó del viaje con el enano —respondió Martita.

—El Zanahorio pidió sus vacaciones y también unos días que le debían, no volverá en unas semanas —respondió el señor Martínez apareciendo de la nada asustando a todos.

* * * *

—¡Buen día vecino! —el guapísimo chico saludó a Jerry.

—Hola, buenas. ¿Haciendo las compras?

—Sí, si quieres nos acompañamos. Mi esposa me mandó a comprar unas cosas, pero estoy seguro que no llevaré exactamente lo que quiero y se enojará.

—¿O sea que me estás pidiendo ayuda? —lo miró acusatoriamente—. Está bien, deme la lista.

Juan Mendoza, el amable vecino de Jerry solía llevarse bien con él, también su esposa. Acababan de tener un hijo y Jerry solía ayudarlos a cuidarlo. Sí, le gustan los bebés.

Caminaron riendo y escogiendo las cosas por el enorme supermercado. Ajeno a los verdes ojos furiosos que lo miraban desde el automóvil.

¡Sorpresa, doble capítulo! Porque no pude subir la actualización el viernes pasado.

¿A que nunca se imaginaron que el inocente Jerry era toda una maquina sexual?

Y que cabrón ha sido el Zanahorio, me cae mal aunque esté bien bueno.

Quiero leer sus comentarios y ver sus votos.


Representación del estilo de baile:

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