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Apenas crucé la puerta de piedra, sentí cómo un fuerte impulso me mandó por los aires haciéndome caer justo sobre mi rifle. Sentí un dolor punzante en toda mi espalda, pero eso era mejor que perder el rifle por llevarlo en las manos. Me levanté rápidamente y tomé mi rifle firmemente, pero antes de que pudiera apuntar, recordé que debía llegar a Mondstadt lo antes posible y que el Viñedo estaba justo ahí, no podía perder tiempo. Ya estaba rozado el margen de error. Sin fijarme en que se me había caído la mochila, me disparé nuevamente hacia adelante. El que me había empujado había sido un Lawachurl acorazado, aún en su modo demoníaco. Un usuario de visión con cabello de un carmesí que se me hizo familiar ya lo había derrotado en el momento en que me atacó, gracias a la Arconte Cryo...

Ya en territorio del Arconte Anemo, conocido como el más débil de los Siete, sentí una fresca ráfaga de viento golpear mi cabello. No lo veía volar así desde mi querida Snezhnaya... La nostalgia me golpeaba sin duda, era una sensación conocida pero diferente, no sabría explicarlo. Cuando era niño, me gustaba salir y lanzar bolas de nieve al aire mientras este lo devolvía velozmente, parecía un halcón volando en picada. El cielo negro no importaba mientras cayera un poco de nieve y pudiera hacer una bola para lanzarla, que cayera al suelo para que pudiera lanzarla y así infinitamente. Oh, ese cielo negro es tan extraño... Era como el infinito en los ojos de los perros que saltaban en la nieve. Mientras avanzaban mis pasos por el paso me perdía en recuerdos de mi niñez... ¿Quién pensaría que un soldado como yo se perdería tan fácilmente? Cuando volví en mí ya era la noche, según la posición de la luna era la una de la madrugada. Continué hasta el Viñedo del Amanecer sin complicaciones, hasta los Hilichurls dormían. Repentinamente, una risa seguida de unos zumbidos alcanzaron mis oídos. Era... Una maga Cicin, de Electro específicamente.

"Oh, miren qué tenemos aquí~"

Comentó ella, con su rostro oculto tras su capucha y sus Cicines revoloteando a su lado. No me detuve, sino que como hice con el otro Hostigador, continué mientras saludaba. En nada se acercó un Recaudador, parecía estar con la Cicin, un dúo peligroso si eres un enemigo de los Fatui. Parecían llevarse bien.

"¿Vienes de Liyue? Se ve que estás apurado."

Acotó el Recaudador, se notaba relajado. Las noches en Mondstadt no parecían ser muy turbulentas, era como si el viento se llevara todos los males. La Cicin reía, nunca sabía bien porqué lo hacían.

"Sí, y me temo que debo llegar ahora mismo a Mondstadt."

"¿Tienes algo para entregar? Podría entregarlo por tí, pero los reclutas de Mondstadt no suelen tratar bien a los de la división militar..."

"¿No? Oh... Me temo que tendré que hostigarles entonces... Igual, no hace falta que me ayuden con eso, debo entregarlo y volver a Liyue."

Bromeé mientras la Cicin no dejaba de reír, pareciera como si le hiciese demasiada gracia. Quizás las Cicin son propensas a reírse...

"Seguro eres nuevo... Te acompañaremos, no te preocupes."

Comentó el Recaudador caminando a la par mía mientras la maga Cicin atraía más de sus famosos Cicines. Sus zumbidos encendían un poco aquel ambiente nocturno y silencioso, era de agradecer un poco de compañía. Ellos caminaban bastante rápido, era una bendición para lo apresurado que estaba.

"¿No te ves un poco pequeño...? Disculpa, pero no he podido evitar notar que..."

"Sí, me gradué antes y me uní a los Fatui a los diecisiete, tengo diecinueve años."

"Oh, lo lamento... Pero créeme, el viaje que te has tomado te servirá."

Respondió como si estuviera intentando animarme. Extrañaba a mi familia y en mi primer día literalmente me echaron a territorio desconocido solo, pero no estaba del todo deprimido. Había conocido gente y eso me alcanzaba. Sonreí y le respondí, aún sabiendo que no podría ver mi rostro como yo no podía ver ni el suyo ni el de su acompañante.

"Espero lo mejor. Por cierto, soy Yaroslav, es un placer conocerles a ambos. Como ven, soy un Hostigador Piro."

"Yo soy Klaus, ella es Sonia. Somos de la división militar de Mondstadt."

"¿Disculpa, pero tienen un miembro de los Once aquí también? El señor Nobile no me dijo nada al respecto."

Klaus respondió casi inmediatamente. Incluso me dió un pequeño sobresalto. Y por eso no debía llevar el rifle en las manos, aunque ya no tenía caso guardarlo.

"No, no desde hace rato y realmente lo agradezco. Dottore ha aparecido por aquí, pero ha pasado un rato desde entonces. Incluso he escuchado de la mismísima Signora, pero no ha venido por aquí en un tiempo."

"¿Y porqué lo agradece? Supongo que..."

"La sensación de pesadez es inexistente. Sólo debemos resguardar algunos lugares, investigar ruinas y ya, es muy relajante."

"He sentido esa sensación de pesadez antes. El propio Nobile me entregó lo que debo llevar a Mondstadt, no tiene idea de cómo temblé..."

Klaus rió levemente y apoyó su mano en mi cabeza, justo en mi sombrero. Había olvidado lo que se sentía. Dejé escapar una mirada hacia abajo, como si se tratara de mi padre.

"Todos nos sentimos así, seguro fue duro para tí siendo tan joven. Tengo un hermanito de tu edad, no quiero imaginar..."

"Ya casi llegamos..."

Susurró Sonia tomando la mano de Klaus, como indicándole a dónde debía ir. Eran una pareja funcional, al menos como compañeros de trabajo. El viento de la noche me distrajo de la conversación, ya habíamos llegado al puente del mapa. Ahí estaba, enorme con sus molinos de viento, Mondstadt. Klaus comenzó a cruzar el puente mientras Sonia se quedaba atrás. Decidí despedirme de ella, me devolvió el saludo y continuamos hacia adentro. Las puertas estaban abiertas y había un par de guardias en ellas. Mis piernas temblaron levemente, eran las 3 de la madrugada y hasta dejé escapar un bostezo, pero ahí estábamos. Llegamos. Llegué.

"Aquí estamos, Yaroslav, Mondstadt, la capital de la libertad, la música y el vino."

"Gracias por acompañarme, buscaré el lugar donde residen nuestros compañeros."

"Si necesitas ayuda, sabes que estaremos a las afueras. El hotel está justo ahí delante, allá arriba a la derecha, no tiene pérdida."

Comentó Klaus y se retiró rápidamente. Los Recaudadores son de los miembros más fuertes de la organización, su velocidad es increíble. Seguramente ellos tuvieron que esperarme demasiado, y haré que su tiempo perdido valga la pena. La ciudad estaba sumida en un completo silencio, los guardias no reaccionaron cuando me paré a saludarlos, quizás no se llevan bien con los Fatui de aquí... o quizás es por mi ojo. Mi ojo visible puede dar un poco de cosa de vez en cuando, suele brillar en un tono rojizo, normalmente es por la magia elemental, pero a veces brilla de manera involuntaria.
Las calles de la ciudad estaban conformadas de ladrillos blancos y casas de un estilo muy diferente al de Snezhnaya o Liyue, eran de madera y las enredaderas adornaban sus muros. Incluso se veían algunas setas extrañas. Caminé con el rifle en mano sin dejar mi postura firme, pero mis pasos hacían demasiado ruido. Subí unas escaleras y ahí estaba el hotel, un recluta hacía guardia en silencio. No sé si me vio o no, pero cuando abrí la puerta, me detuvo entre susurros.

"Esto es territorio de los Fatui. ¿Qué requieres aquí?"

"Soy un Hostigador enviado de Liyue y..."

"¡Identifícate!"

Susurraba mientras yo buscaba mi insignia. Era de un tono claro, ya que el más oscuro era para mis compañeros más grandes y los Recaudadores. Dejé que la viera y me dejó pasar sin disculparse, simplemente abrió la puerta.

"Haga lo que deba y váyase."

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