
CAPÍTULO XVI: 𝐍𝐨 𝐭𝐨𝐝𝐨 𝐞𝐬 𝐧𝐞𝐠𝐫𝐨, 𝐬𝐢𝐧𝐨 𝐝𝐞𝐥 𝐜𝐨𝐥𝐨𝐫 𝐜𝐨𝐧 𝐪𝐮𝐞 𝐥𝐨 𝐩𝐢𝐧𝐭𝐚𝐬.
ᴾᵃ́ᵍᶤᶰᵃ ¹⁹
Cinco días han pasado desde la última discusión de los futuros esposos; cinco días de tristeza y de angustia, por el dolor que se han causado; de ansiedad y de incertidumbre, para Ayira por desconocer lo que Nael Yamid ha hablado con el general Herezi. Las jóvenes saben que Herezi, ha llegado hace dos días luego de relevarlo las tropas del rey en las tierras persas, pero nada saben aún, de la decisión que han llegado los dos involucrados. Se mantienen pendientes de buenas o malas noticias, pero no reciben ni una ni otra. No saben las preocupadas mujeres, que el emir, la misma tarde que ha llegado Herezi, ha hablado con él dándole las explicaciones necesarias y el general luego de la conversación, ha decidido volver a reunirse con sus pares en Persia.
Mientras tanto el rey y hasta la misma Jalila, creen verdaderamente enamorada a la joven pareja viéndole un prominente futuro, más allá de que ellos, no conozcan sus verdaderos sentimientos, más allá de que Ayira le responda a Nael Yamid con ironía cada vez que éste, la trata amablemente y con cariño... es que su comportamiento tierno y amoroso mucho la irrita y por ello no puede evitarlo.
—Ya no puedo con esta incertidumbre —dice Ayira en aquel momento a Jalila—. Sé que Herezi es un buen hombre, pero ya debió exigir castigo por su hombría golpeada ¿no te parece que ya tendría que haber una noticia?; no sé, pero me parece muy raro... Tras la calma viene la tormenta, siempre decía mi madre. Seguro que el castigo para mi será tan grande que lleva días cosechándose entre sus manos...
—No me parece a mí así; seamos optimistas, ambas sabemos que el corazón de Herezi alberga un amor muy grande por ti.
—Sí, pero ese amor pudo bien transformarse en dolor y un corazón herido...
—Ya, ya, Ayira, cálmate, —La corta su amiga al verla tan angustiada—, las malas noticias siempre son las primeras en llegar... ¿Pero para lograr la calma para ti tan necesaria, por qué no hablas sobre esto que tanto te aqueja con Nael Yamid? Mira, me parece que allí viene; ¿no sientes sus pasos?
—Sí, Jalila, son para mí inconfundibles —le responde con ironía.
—Igual los tuyos para mí querida —dice Nael Yamid apareciendo entre las jóvenes, tan atrevido y atractivo como siempre. Sin esperar contestación, se sienta muy cerca de Ayira y tomando una de sus manos, que ella intenta rescatar sin lograrlo, prosigue—: Los momentos que no estoy a tu lado se me hacen siglos amada. —Ayira está a punto de protestar, pero Nael Yamil no se lo permite, porque como si nada continúa—: Tengo que hablarte...
—Los dejo. —dice Jalila y sonriendo se marcha.
—He visto a Herezi...
—Pues déjate de suspensos y termina de una vez de hablar; por muy desagradable que sea lo que se resolvió sobre mí, lo soportaré. Así que por favor habla...
—He visto a Herezi y hablé con él y el resultado fue que te diera sus saludos; como no tenía nada más que hacer aquí, se marchó a Persia...
—¿Nada más?
—Para ti nada más. El resto fue un tema de hombres, que como mujer, seguro no te interesa escuchar...
—¿Cómo mujer? ¡Pero si han hablado sobre mi persona! Está bien... —Dice al fin molesta, en estos momentos no tiene ganas de pelear con el emir. Se levanta y hace ademán de marchar, pero él la toma de la mano y le dice:
— Deja ya de pensar en Herezi y piensa en nosotros —acercándose a la joven la toma por el talle y le dice al oído, muy bajito, que parece, un susurro—. ¿Por qué no eres buena y tratas de quererme un poco? Si no quieres, deja que yo lo haga. Yo te daría todo lo que tengo y más; tú me lo darías cuando desapareciera tu obstinación de decir que no me amas y vieras que gracias a ti hoy soy otro hombre. —Se acerca tanto a ella que su boca casi roza la suya y continúa diciéndole—: Déjame quererte, por ti soy capaz de todo —termina diciendo con voz acariciadora. Suena tan sincero que Ayira ha quedado absorta y no puede separarse, pero tampoco dice una palabra. ¿A caso está soñando? ¿Será que en verdad la ama tanto cómo dice? Él aprovecha este momento de debilidad de la joven y sin esperar más, la estrecha contra sí y hace ademán de besarla; pero ella vuelve del sueño en que está sumida, y hace todo lo posible por soltarse de aquellos brazos que la aprisionan con fuerza y pasión.
—Suéltame ya; —dice volviendo al estado de alerta que la pone el recuerdo de ser para el emir, tan solo una apuesta— de mí no conseguirás nada.
Nael Yamid, sin soltarla, continúa hablando a la joven, con voz dulce y apasionada:
—Por favor, no me niegues tu boca, ni me niegues tu amor ¿no ves mujer qué me amas? Déjame besarte y luego...
Pero Ayira no le deja terminar, con brusco movimiento se escapa y el rostro del enamorado siente la firme fuerza de su palma, luego furiosa le dice:
—¡Eres un cínico! Ya sabes lo que de mí puedes esperar, te lo he dicho antes: ni una palabra de amor, ni un gesto de cariño recibirás de mi parte. —Sin esperar respuesta del joven ni decir otra palabra, sale, dejando a Nael Yamid desesperado.
***
Cuando Ayira contempla a Nael Yamid su rostro siempre tiene un dejo de tristeza y preocupación; está igual que su alma se dice. Piensa que debería estar feliz con el resultado de la unión, después de todo ha ganado la apuesta que ha hecho con su primo Abdel y no ha perdido su mejor yegua. "¡Su mejor yegua!"; se dice y se enfurece cada vez que recuerda que eso vale su persona para él. Por eso es que reacciona en forma brusca cada vez que el emir intenta ser amistoso con ella, y su esfuerzo de agradarle termina en una reñida discusión, es que para Ayira es imposible confiar en las palabras de Nael Yamid. Por más que a su oído le suenen sinceras, es más fuerte la desconfianza que por él siente.
Así, entre altercados, pasa el momento de anunciar la pronta unión del emir y futuro rey con Ayira a todos sus súbditos y sequito. Y el día de la boda llega, radiante, majestuoso e imponente, así, como lo está Ayira ataviada en su vestido de novia.
—Estás muy hermosa, cuanto más te miro más me pareces una estrella que emana su brillo en todo su esplendor. —Le dice Jalila con mucha ternura.
Ayira se vuelve a la joven que risueña las contempla a pesar de su emoción y al ver a Jalila con los ojos a punto de desbordar las lágrimas le dice:
—¡Jalila! ¡Mi buena y dulce amiga! ¿Estás triste?, ¿qué te pasa?
—No Ayira, ¿cómo crees? Siempre te he querido como una hermana y hoy mi deseo se vuelve realidad. Nada malo me sucede; estas lágrimas son de alegría y de emoción. Déjame que te abrace; estás bellísima... Pero vamos, no hagas caso de mi enternecimiento, —y secando las lágrimas que no pudo contener, la invita a hacerse presente en el salón que Nael Yamil y todos los invitados a su unión, hace rato esperan por ella.
Al cruzar la majestuosa sala ataviada del castillo, con nervios se dirige donde Nael Yamid la aguarda. Ella está bellísima, pero él en su uniforme de gala, que resalta su prestancia y elegancia está realmente apuesto y varonil, así tiene que reconocerlo Ayira, porque lo considera un prepotente, un irrespetuoso y sinvergüenza, pero no puede mentirse que es el tipo de hombre que cualquier mujer sueña. "Si no fuera tan... ¡tan él! ¡sería perfecto! pero..."
Con este pensamiento sin finalizar se une al emir, que la mira no con el frío acerado de sus ojos, en estos momentos están impregnados de una inmensa ternura, tanta que la novia se rinde seducida por ella y se permite perderse en ella. Luego el beso que sella su unión y despierta su sentido de alerta. Al corto tiempo vuelve a atravesar el salón, pero esta vez junto a Nael Yamid ya convertido en su esposo... Y por último, luego de la fiesta que el rey preparara en honor de los novios, el momento que tanto la incomoda, el encuentro con su flamante esposo a solas...
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