1.Dónde todo empezó
Bueno ese día empezó completamente normal.
Mi rutina fue exactamente la misma.
-¡Ameli, despierta!-grito mi madre como todos los días para despertarme.
Gruñí contra la almohada.
Decidí hacerle caso,es capaz de ir y tirarme agua fría encima.
Me levanté abriendo lentamente el ojo derecho y luego el izquierdo.
Me refregue los ojos quitando las lagañas...
Si, yo no soy como las demás protas, cuando yo despierto tengo lagañas en los ojos y baba en la barbilla.
Algo así como Ana de Frozen.
De un tirón lancé la cobija y me puse mis chanclas.
Mi pijama de ositos se desarrugo cuando me puse de pie.
Me estire lanzando un largo bostezo.
Espero que al menos no tenga ojeras. No debí desvelarme leyendo fics.
-Lo hecho, hecho está-repetí lo que tantas veces escuche decir a mi abuela.
Lave mis dientes, mientras esperaba que el agua caliente saliera.
Está estuvo caliente rápidamente.
Me metí rápidamente a la ducha y me di un baño rápido.
Rápido, porque si no me quedaría sin desayunar.
Me vestí de igual forma con mi uniforme deportivo y calce mis converse negros.
Sólo cepille mi corto cabello e intenté peinarlo.
Pero como siempre, fallé.
Decidí dejarlo con un moño bajo desordenado.
Ya después intentaría aprender a peinarme mejor.
Salí rápidamente de mi habitación y llegué a la cocina.
Ahí estaba ella, Tamara, mi mamá.
Una mujer que para ser madre aún se veía joven.
Si no la conociera juraría que no tiene 41 años.
Con ojos marrones, calculadores y fríos. El cabello negro perfectamente recogido en una coleta alta, sin un pelo fuera de su lugar. El maquillaje perfectamente colocado, en la sombra oscura de sus ojos, las pestañas largas, que enmarcaban sus hermosos ojos, los labios de un rojo oscuro que hacía que su piel morena se viera aún más joven de lo que era.
Estaba usando uno de sus mejores conjuntos ejecutivos.
Todo lo contrario a mi.
Pensé en mi subconsciente.
-Buenos días, mamá.
Salude educadamente, cuidando que cada palabra fuera pronunciada correctamente.
-Buenos días, Ameli-contesto de manera fría.
Intenté ignorarlo pero no lo logré.
-¿Tendrás una junta hoy?-pregunte.
-Si-Se limito a contestar.
Comencé a comer, esperando que continuará.
Después de algunos minutos comenzó a hablar.
-Te quedarás con tu abuela-me dijo, me puse feliz-.Tu padre pasará por ti cuando salga del trabajo.
Asentí y termine de comer.
Fui a mi cuarto por mi mochila.
La tomé y vi por última vez mis pósters, de bandas; BTS, Blackpink, Twice, y otras bandas del k-pop.
Cerré rápidamente la puerta y tome mi cubrebocas.
Cuando llegue a la sala de estar mamá ya estaba tomando su bolsa.
-Ameli, rápido, vamos-dijo fríamente.
Asentí y la seguí.
Subí al auto, y ella cerró la puerta.
Arranco y condujo en silencio.
Era un silencio al que ya estaba acostumbrada.
Saque mis audífonos y los conecte a mi celular.
Puse mi playlist en aleatorio, en volúmen bajo.
Se reprodujo Mic Drop.
Solo me puse un audífono.
Si mi mamá se daba cuenta que llevaba puestos ambos, los tiraría por la ventana.
Justo como la última vez.
Mi mamá era muy estricta respecto a que fuese ignorada.
A los pocos minutos llegamos a mi preparatoria.
Baje del auto y vi por última vez a mi mamá.
-Adiós mamá, te a...-comence pero me interrumpió.
-Adiós.
Dijo monótonamente y arrancó.
Suspiré y entre a la institución.
Está constaba de dos pisos, donde se daban clases a más de trescientos estudiantes.
Guarde mis audífonos y revise la hora.
06:45am.
Mi primera clase comienza en quince minutos.
Me dirigí al aula de matemáticas, ubicada en el segundo piso.
Llegué y busque un asiento en la última fila.
Lo bueno de llegar temprano es que los últimos asientos siempre están libres.
Saque mi celular un momento para matar el tiempo.
Ya sabes entrar a Instagram y ver publicaciones de BTS,o de cualquier cosa que saliera.
A los minutos comenzaron a llegar los demás alumnos.
Todos del cuarto semestre.
Los intenté ignorar, lo cual era muy difícil, ya que todos estaban hablando sobre tonterías o cosas mundanas.
Guarde mi teléfono y comencé a garabatear en mi cuaderno.
Al poco tiempo llegó el maestro y saludo, como siempre.
Sonó el timbre y comenzó su clase.
Puse mi mayor atención.
Mi última calificación me dejó castigada por un mes.
Un 8.5.
Normal para muchos,desepcionante para mis padres.
Mis padres tienen la idea de que debo ser la mejor en todo.Quieren que en algún punto estudie administración de empresas o algo así.
Aún cuando odio esa carrera.
La clase era solo un repaso de el tema que habíamos estado viendo durante la semana anterior.
No era complicado en lo absoluto,así que no tuve problema cuando el maestro me llamo al pizarrón.
Tenía miedo cuando era un tema nuevo,pero este era relativamente sencillo.
-Muy bien,García-me dijo dándome una palmada en el hombro.
Odio mi apellido,así que torcí un poco el gesto,pero me compuse rápidamente.
Agradecí internamente usar cubrebocas.
Me dirigía a mi asiento,pero en ese momento alguien me puso el pie y termine en el piso.
Todos comenzaron a reír.
Me puse de pie con ayuda del maestro y retuve las lágrimas.
No de nuevo.
Pedí para mis interiores.
-¿Se encuentra bien García?-pregunto el profesor a lo que asentí-¿Quién a sido?-grito.
Todos se mantuvieron en silencio.
-¡Muy bien, pues para mañana me traen la página 287 a la 290 contestada en limpio! Esto valdrá el 30% de su calificación ¡En mi clase no permitiré burlas o agresiones hacia ningún compañero!-todos miraron con odio a él.
Él es mi cruz personal.
Antonio Martínez, mi bullyng personal, ese que desde que entre al instituto no deja de molestarme.
Al parecer sin razón aparente.
El maestro continuo con su clase, pero absolutamente todos estaban enojados, debería ser contra Antonio, pero no, estaban enojados conmigo, porque siempre ha sido así.
Y siempre lo será. Nada los hará cambiar de opinión. ¿Por qué me odian?
No lo sé. Solo se que el día que entre firme un contrato con ellos.
Lo recuerdo tal y como si hubiese sido ayer. Tenía los 15 años recién cumplidos, entre al aula para mi primer día como estudiante de preparatoria, todo iba bien, nadie me habló y yo solo me senté en un mesabanco vacío.
La maestra llegó al cabo de pocos minutos. Nos hizo presentarnos.
Al parecer se conocían todos, habían estudiado en la misma secundaria.
Así uno a uno pasaron diciendo su nombre, gustos, entre otras cosas. Y llegó mi turno.
Me puse de pie frente al pizarrón y comencé mi presentación tímidamente.
Aún recuerdo cada una de mis palabras.
-Hola, mucho gusto mi nombre es Ameli García, me gusta el color verde, leer, cocinar y escuchar música-al parecer esa pequeña parte hizo que les agradará un poco-¿Alguna pregunta?-decir eso fue mi error.
Un chico, Antonio, levanto la mano-Yo tengo una pregunta.
-Adelante.
-¿Que tipo de música te gusta?
-Me gusta mucho el pop coreano y la música en inglés-le conteste casi automáticamente.
-¿Pop coreano?-pregunto con hastío-¿Qué grupos o bandas?
-Pues me gusta mucho Blackpink, Twice, Stray Kids, Exo, y en solitario Jeon Somi, Jessi, IU, pero mi grupo favorito siempre será BTS-conteste con una sonrisa, posiblemente a él le gustaba el k-pop, tal vez era army boy, quizá podíamos ser amigos.
Que equivocada estaba.
Esa clase llegó a su fin y comenzó el descanso de 10 minutos, para llegar a la siguiente clase.
Salí corriendo en dirección al segundo piso, pero sentí un tirón y termine siendo arrastrada por una mano a un aula vacía.
Antonio estaba ahí.
Me acorraló contra la pared justo al lado de la puerta.
-¿A dónde vas?-me pregunto presionando su cuerpo contra el mío-A clases-le respondí intentando zafarme.
-¿Asi que te gustan los chinos gays?-murmuro jugando con mi cabello.
-No son chinos y tampoco son gays-le respondí enfrentandolo.
-Es una lástima que alguien tan bonita le gusten los chinos jotos, vemos que podemos hacer-dijo y comenzó a morderme el lóbulo de la oreja, bajando hacia mi cuello. Comencé a sollozar.
Redujo un poco la presión, así que mientras sollozaba logré soltarme y salir corriendo en hacia la dirección.
Cuando llegue le comenté lo que ocurrió al director.
Este comprendió y mando a llamar a Antonio. Él negó todo y dijo que yo era una loca resbalosa, que lo había golpeado para que se acostara conmigo.
El director le creyó.
Ese mismo día se lo comenté a mis padres. Sobra decir que no me creyeron, especialmente porque mi padre estaba de viaje y mi mamá no me creyó. Mi papá jamás se enteró.
Entonces se lo conté a mi abuela, que era la única persona en la que confiaba.
Ella, por suerte, me creyó.
Intento hacerles ver a mis padres que yo no mentía, por supuesto no le hicieron caso.
Mi abuela intento pelear contra el director pero nadie nos creyó.
El incidente quedó así, como una mentira por parte de una adolescente loca.
Decidí dejar eso atrás y continuar, pero por alguna razón nadie se me acercaba en clases, ni en el recreo, ni en los descansos.
Todos me veían y se reían, murmuraban cosas cuando pasaba.
Nunca me tomé la molestia de averiguarlo.
No quería.
Aún no se porque nadie me habla. Porque si al parecer les agrade un poco no me hablaban.
Mis recuerdos se vieron interrumpidos por el maestro llamándole la atención a Sonia.
-Señorita López, me podría explicar ¿por qué se está mandando notas con la señorita Vega?-Sonia palidecio.
-E-Es por u-una duda sobre el ejercicio-respondió tartamudeando.
-¿Podría leer el papel en voz alta?-pregunto de manera neutral, eso le añadió un tono espectral a su voz.
-No-musito en voz muy baja Sonia.
-Disculpe ¿qué fue lo que dijo señorita?-pregunto el maestro.
-No la puedo leer.
Respondió de manera firme pero con la cabeza gacha.
-Muy bien,pues...-dijo con una sonrisa que aunque era amable causaba escalofríos-¿podría la señorita Vega contarnos?
Murmuró dirigiéndose a la castaña.
Ella solo tembló y negó con la cabeza.
-Excelente-dijo el señor Hernández soltando una carcajada-pues ambas se quedan sin un punto por destruir el "hermoso" ambiente en el que estábamos.
Ambas palidecieron.
Sonia y Carmen no eran conocidas exactamente por tener un excelente promedio en matemáticas, eran más conocidas por ser demasiado cotillas, un punto menos implicaba un 5 o 4 en su boleta.
Y eso implicaba que sus papás no les llevarían de vacaciones o yo que se, tal vez solo las obligarían a trabajar para poder mantener sus estudios.
El timbre sonó sobresaltandonos a todos excepto al maestro.
-Pueden retirarse, no olviden la tarea, contara para sus calificaciones señorita López y señorita Vega.
Todos salimos en silencio, en orden como se nos estaba obligado.
El recreo fue insoportable, con Antonio fingiendo mi caída, y burlándose, las "populares" riéndose y murmurando, y yo como siempre con los audífonos puestos.
El día paso muy rápido, y antes de darme cuenta ya estaba saliendo del instituto.
Buscando con la mirada el auto color azul de mi padre.
Lo encontré.
Me acerque al auto y entre.
-¿Cómo te fue?-pregunto arrancando.
-Bien-murmuré.
No agrego nada más y yo tampoco así que el camino a casa de la abuela fue sumamente silencioso, un silencio exquisito, porque mi papá tenía una actitud más calmada que la de mi madre.
Al parecer, por lo que les escuche decir cuando tenía 10 años.
Mi mamá se embarazo a propósito de mi padre, para atraparlo, creyó que si lo hacía, el la amaría, pero no fue así, me amo a mi, pero a mi mamá no.
Ella creyó que con eso lograría hacer que se olvidara de ella, Sara, la novia antes de mi padre, antes mejor amiga de mi madre, una amistad hermosa, casi envidiable, pero que ella misma arruinó, dejándolo sin novio.
Al poco tiempo mi papá fue obligado a casarse. Yo sí soy su hija pero no por gusto, nací por culpa de una borrachera, no por amor.
Por ello casi no están en casa, para evitarse, y mi mamá intenta enamorarlo, seducirlo, para que la ame. Pero siempre falla, y me culpa por ello.
Por ello prefería viajar con mi padre.
Por qué el no me recrimina nada, el acepto la responsabilidad aún dejando a la persona que amo, aún sin amar a aquella mujer que le concedió un hijo.
El camino fue más rápido de lo que hubiera querido, pero aún así no dejo de ser plácido.
Cuando llegamos apagó el auto y bajo antes, abriéndome la puerta del auto.
Dejándome en la entrada.
Tocó y mi abuela salió, esa señora de 68 años que aún conservaba la jovialidad de alguien de 20.
María del Carmen Sánchez. La madre de mi padre.
Me recibió con un abrazo.
-Te recojo a las 7:00pm, Ameli-dijo abrazándome. Sólo asentí.
-Te amo-dijo besando mi cabeza.
-Yo también papi-me acurruqué un poco más en sus brazos y me separo-Adios mamá.
Se despidió, lo vi subir a su auto y me despidió por última vez.
Mi abuela me hizo entrar a la casa que aunque era pequeña era acojedora, hogañera.
Dejé mi mochila en uno de los sillones y la seguí a la cocina.
Hablamos por un largo tiempo mientras me servía la comida.
Mole con arroz, simplemente delicioso.
Ayude con los trastes, a limpiar la mesa y comencé con mi tarea, junto a mi abuela que estaba continuando un tejido.
Las charlas con ella son lo mejor del mundo, anécdotas, lágrimas y risas acompañadas de mi abuela, de su juventud, de su actitud.
A eso de las 5:00pm mi abuela termino su creación.
Un gorro precioso, marrón claro, con una bolita esponjosa en la cima.
Me lo entrego.
-Ten cariño, te protegerá del frío cuando comience-dijo sonriendo dulcemente.
Me reí un poco.
-Abuela, estamos en mayo, aún no comienza del todo el calor-le dije entre risitas.
-Lo se pequeña, pero es mejor prevenir que lamentar-dijo de manera sabia-. Ahora que te parece si hacemos un pan de plátano.
Mis ojos se iluminaron, la comida de la abuela es sumamente exquisita.
Y los postres ¡fiu! ¡Para chuparse los dedos!
Asentí como niña pequeña y ella río ante mi comportamiento.
-Mi pequeña, aún sigue emocionandose ante la mención de algún postre-dijo acariciando mi cabello-faltan algunas cosas, ¿puedes ir al súper por ellas?
Asentí y me dio el dinero junto con una lista, lleve una bolsa y fui en dirección al supermercado.
Tome lo de la lista. Plátano, leche, mantequilla y chispas de chocolate.
Pague y salí a la banqueta.
Cruce la calle con precaución.
Todo paso muy rápido.
En un momento estaba cruzando la calle y en el otro estába siendo empujada hacia el pavimento.
Podía escuchar gritos alarmados, veía algunas luces y algunas personas, aunque estaban muy distorsionadas, me dolía horrible la cabeza, sentía algo escurriendo por ella.
Sangre.
No me podía mover, me dolían las piernas y los brazos, sentía el cuerpo sorprendentemente pesado, tenía unas ganas enormes de dormir.
A lo lejos escuche una sirena y logré ver unas luces azules y rojas.
Sentía a personas llamándome, intentando levantarme.
Parpadee por última vez y cerré los ojos.
Entonces ya no sentí, ví, ni oí nada.
Solo oscuridad.
(...)
Bueno hemos llegado al final de la historia. Gracias por leer.
No, no es cierto.
Han llegado al final del primer capítulo.
¿Qué les pareció?
¿Les gustó?
¿Están leyendo esto con voz de publicidad?
¿No? ¿Si? Porque yo sí.
Bueno déjenme su opinión aquí.
Dependiendo de qué tanto tarde en terminar el siguiente capítulo y que tanto les guste publicaré el siguiente capítulo.
Espero que les esté gustando.
—PotterCouffaine28
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