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Ella es mía

Marco Beltrán

Estoy dichoso mientras hablo con el notario encargado de administrar la herencia de mi padre. La luz del sol se filtra a través de las ventanas de mi oficina, iluminando los papeles que cubren mi escritorio, llenos de detalles sobre el legado que me dejó. La sensación de poder y responsabilidad me llena a medida que revisamos juntos el testamento.

—¿Cuándo podré obtener el total de acciones de la empresa? —indagué, ansioso por entender cómo se llevaría a cabo la transición.

El notario, un hombre de mediana edad con un porte serio, ajustó sus gafas y me miró con atención.

—Señor, recuerde el testamento de su padre. El dinero queda dividido entre usted y su hermano Maximiliano. Sin embargo, las acciones totales de la empresa serán heredadas a su primer nieto varón.

Mi corazón se aceleró ante la noticia.

—Lo sé, pero mi mujer está embarazada y es varón —respondí, una mezcla de alegría y nerviosismo inundando mi voz. La idea de tener un hijo, un legado, me llenaba de emoción.

—Entonces, cuando nazca el niño, usted pasará a ser el dueño de las acciones de la empresa —afirmó el notario, tomando notas en su carpeta.

—Eso es increíble, pero... —dudé un momento, sintiendo el peso de la responsabilidad. Una pregunta inquietante cruzó por mi mente. —¿Hay alguna forma de quitarle a Maximiliano su parte del dinero? Estoy seguro de que no es hijo de mi padre.

El notario frunció el ceño, claramente sorprendido por mi afirmación.

—Señor, la situación es más complicada de lo que parece. Hay una prueba de ADN que muestra que Maximiliano Denovan es efectivamente hijo de su padre, y él lo dejó claramente establecido en su testamento.

—Eso no puede ser —respondí, la incredulidad llenando mi voz—. ¿Y si mi hermano tiene un hijo varón? ¿Qué sucedería entonces con el manejo de la empresa?

—En ese caso, el manejo de la empresa pasará a su hermano y a su hijo, en lugar de a usted y su hijo. Esa es una de las cláusulas que su padre estableció —dijo el notario, su tono serio y firme.

La noticia me golpeó como un balde de agua fría. La idea de perder la oportunidad de tener un control completo sobre la empresa por el simple hecho de que Maximiliano tuviera un hijo me llenó de frustración.

—Es absolutamente injusto. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras él se lleva lo que me corresponde —exclamé, sintiendo la ira burbujear dentro de mí.

—Entiendo su frustración, pero lo mejor que puede hacer en este momento es concentrarse en asegurar un buen futuro para su hijo. No puede cambiar lo que ya está establecido, pero puede trabajar para construir su propio legado —sugirió el notario, con un tono conciliador.

—Supongo que tiene razón —respondí, aunque todavía me costaba aceptar la situación. —Pero necesitaré pensar en un plan. No puedo dejar que todo esto se escape de mis manos.

—Esa es una actitud adecuada. Recuerde que su enfoque debe estar en su familia y en cómo quiere que se desarrolle su legado —dijo el notario, mientras tomaba notas en su carpeta.

El notario se marchó, dejándome solo en mi oficina. Miré mi celular y vi que había recibido un video de Anastasia. Al abrirlo, mi corazón se aceleró al verla, con una sonrisa radiante, mientras me enseñaba cómo su vientre se movía por sí solo. Era un momento mágico, y no pude evitar sentir una oleada de amor y felicidad.

Es tan hermosa, tan mía. No puedo creer que finalmente tendré la familia que siempre he soñado.

Mientras el video se reproducía, mi mente se desvió hacia la empresa. Por supuesto que ambiciono la compañía; es mi derecho al ser su primer y legítimo hijo. Todo lo que he trabajado, todo lo que he luchado, me ha llevado a este punto. Las propiedades y el dinero en el banco me darán una vida cómoda, pero la empresa... esa cuesta millones. Y yo soy el mejor que la administrará.

Es mi derecho y el derecho de mi hijo .

Salí de mis pensamientos cuando Frida entró en la oficina. Su cabello oscuro y largo caía sobre sus hombros, y sus ojos de un tono avellana brillaban con un destello de picardía. Llevaba un vestido corto que acentuaba su figura, y no pude evitar que una sonrisa se dibujara en mi rostro al verla.

—Buenos días, licenciado —dijo, acercándose con un aire seductor—. ¿Está listo para nuestro viaje de hoy en la noche?

—Sí, claro, Frida —respondí, intentando que mi voz sonara segura y profesional—. Solo necesito revisar algunos detalles antes de salir.

Frida se acercó un poco más, su sonrisa era contagiosa, pero yo no podía perder de vista lo que realmente estaba en juego.

—No te preocupes, te estaré esperando —dijo, su tono era juguetón—. La noche será emocionante, y prometo que lo disfrutarás.

Frida se acercó un poco más, su sonrisa era contagiosa, pero yo sabía que tenía que mantener la concentración.

—Esta vez deberías apagar tu celular —sugirió, su tono era provocador—. Así tu gorda esposa no nos molesta.

La indignación me invadió al escucharla.

—No te permito que ofendas a mi mujer... —dije, molesto, sintiendo que el enfado crecía en mi interior.

Frida soltó una risa burlona, como si disfrutara de mi reacción.

—¿De verdad te importa, Marco? —preguntó, con un aire de desafío.

—La amo —respondí, firme en mi postura. No permitiría que nadie hablara de Anastasia de esa manera.

—La amas... —dijo Frida, riéndose sin parar—. Ya ni siquiera la tocas... Cuando nazca tu hijo, podrías divorciarte; ese niño es lo único que te interesa.

Su risa era hiriente, y la rabia comenzaba a burbujear en mi interior.

—Tú no sabes lo que me interesa —respondí, apretando los puños en la mesa—. Anastasia es mía, es mi esposa, y siempre lo será. No permito que te metas entre nosotros.

Frida se cruzó de brazos, su mirada desafiante se tornó más hostil.

—Es solo una mojigata que cree que vive en un cuento de hadas —dijo con desdén—. No es mujer para ti. Nunca será lo que necesitas.

Mis manos se apretaron en puños, la rabia burbujeando en mi interior.

— Ve a cumplir tus labores — Le exigí — Crees que dejaré a mi esposa y mi hijo por una puta.

Ella se marchó conteniendo su rabia.

No es solo por mi hijo; yo amo a Ana de una manera que nunca creí posible. No soporto estar demasiado tiempo lejos de ella, sintiendo la inquietante presión de la incertidumbre. Cada minuto que pasa sin saber dónde está, qué está haciendo y con quién, se convierte en una agonía. La necesito a mi lado, siempre, bajo mi control, porque sé que así está a salvo.

Cuando iniciamos nuestro matrimonio, jamás imaginé que este sentimiento tan profundo podría surgir en mí. Recuerdo que, al principio, mi interés por ella era casi un juego, un desafío. Me acerqué a Ana impulsado por la rivalidad con el imbécil de Maximiliano, quien no podía evitar dirigirle miradas llenas de deseo. Ella era hermosa, inocente y virgen, y era evidente que era demasiado para él. Tenía que demostrarle que yo era mejor, que podía ofrecerle un futuro más brillante. Para mí, Ana era el material perfecto de esposa, un diamante en bruto que merecía ser pulido.

Virgen, inocente y hermosa, además era evidente que sería una madre extraordinaria.

Por otro lado, su hermana Sofía no era más que una zorra, siempre dispuesta a utilizar su belleza como un arma para manipular a los hombres a su antojo. Así que, al principio, mi acercamiento a Ana fue una mezcla de estrategia y egoísmo, una forma de demostrar que yo era el hombre que ella necesitaba en su vida.

Sin embargo, a medida que la convivencia se hacía parte de nuestras vidas, me di cuenta de que mi amor por ella había crecido de manera abrumadora. Su risa se convirtió en mi melodía favorita, y su bondad me enseñó lo que significa amar verdaderamente. Nunca imaginé que podría sentirme tan conectado con alguien, que su felicidad se volviera tan vital para mí. Ana no es solo mi esposa; es mi refugio, mi compañera, y estoy decidido a no dejarla ir.

Solo muerto me alejarán de ella; jamás le daré el divorcio ni permitiré que se meta con otro. Sé que muchos hombres la miran con anhelo, deseando quitarme lo que más amo, pero eso no lo permitiré. Estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para protegerla y mantenerla a mi lado. Mi amor por Ana es más fuerte que cualquier obstáculo que se presente en nuestro camino. Ella es mía, y no hay nada ni nadie que pueda arrebatarme esa certeza. La defenderé hasta el final, porque ella es la razón por la que mi corazón late. Es mi esposa, la madre de mi hijo y nadie me la quitará.

Notas de la Autora

¿Cómo creen que continuara la novela?

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