Estaba completamente molesta por lo que había sucedido en el laboratorio, pero me obligué a dejar esos pensamientos atrás. Era sábado, y se había organizado una fiesta para anunciar mi regreso en sociedad. Decidí dejar mi cabello oscuro suelto; llegaba a la altura de mis hombros y resaltaba mis ojos verde agua. Elegí un vestido gris con la espalda descubierta, queriendo lucir elegante pero sencilla.

Bajé a la fiesta del brazo de mi padre, tratando de ignorar el torbellino de emociones en mi interior. Mi hermano Dimitri estaba bebiendo con sus amigos, riendo en voz alta y no prestando atención a nada más. Sofía estaba con su prometido, Marcos, aunque él estaba de espaldas.

—Papá, no conozco a casi nadie aquí —le dije, sintiéndome un poco incómoda en el bullicio.

—No te preocupes, cariño. Sé que no te gustan las fiestas sociales, pero es importante para mamá que asistas —me aseguró papá, dándome un apretón en el brazo para tranquilizarme.

Nos dirigimos hacia donde estaba Sofía con su novio. Marcos Beltrán siempre había sido un enigma para mí: guapo, pero distante y frío. Había sido el novio de mi hermana durante los últimos diez años, así que lo conocía bien. Tenía el cabello oscuro, una barba negra y unos ojos azules intensos que solían observar todo con frialdad.

—Marco, tal vez no la recuerdes. Ella es Anastasia San Román, mi hija menor —dijo papá, presentándome con una sonrisa amable.

—Y él es Marco Beltrán, el amor de mi vida… —añadió Sofía con un tono que mezclaba orgullo y afecto.

—Mucho gusto, Marco —dije, extendiendo mi mano hacia él. Sin embargo, él me ignoró completamente, enfocando su atención en algo más.

—Tengo una llamada que realizar —murmuró, girándose y alejándose sin más.

Me quedé con la mano extendida, sintiendo la incomodidad de la situación. Miré a Sofía, buscando alguna explicación.

—Lo siento, hermana, pero Marco es un hombre ocupado… —dijo Sofía, intentando suavizar la situación con una sonrisa.

Me alejé de la fiesta y me dirigí a un rincón apartado del jardín. Me senté cerca de la piscina, dejando que mis pies se sumergieran en el agua fresca para calmarme. Sin embargo, la tranquilidad se vio interrumpida cuando sentí una caricia en mi cabello. Me giré, sorprendida, y allí estaba el doctor Denovan, mirándome con una expresión enigmática.

—Me encanta el color rojo —dijo, como si nada.

—¿Qué hace usted aquí? —le pregunté, desconcertada. Su presencia en la fiesta me tomó completamente por sorpresa.

—Mi familia es invitada de tu padre —respondió con una indiferencia calculada.

Mientras intentaba procesar sus palabras, me levanté de la piscina. Denovan, sin previo aviso, me agarró de la cintura para evitar que me cayera al suelo. La proximidad inesperada y su agarre firme me hicieron sentir incómoda.

—Parece que no solo eres torpe en el laboratorio —comentó con un tono sarcástico—. También te falta equilibrio en el jardín.

Lo miré con desdén, tratando de liberarme de su agarre. Mi paciencia se estaba agotando.

—¿Es una broma? —le pregunté, intentando mantener la calma—. ¿Viene a molestarme fuera del trabajo también?

—Solo quería ver cómo te las arreglas fuera del entorno controlado —dijo con una sonrisa enigmática—. Aunque parece que, al igual que en el laboratorio, aquí también tienes problemas.

—Ya puede soltarme, doctor —le dije, sintiendo cómo su mano seguía aferrada a mi cintura.

Denovan me miró con una sonrisa despectiva.

—En el laboratorio se te veía el buen cuerpo a pesar de la bata, pero ahora, con ese vestido, se aprecia mucho mejor. Son naturales tus tetas, ¿no? Nunca había visto unas tan grandes.

Mi rostro se enrojeció de indignación y, sin pensarlo, lo empujé con fuerza.

—¡Basta ya! —exclamé, mi voz temblando por la rabia.

Fue entonces cuando noté que Marcos estaba observándonos desde la distancia. Su mirada era intensa, casi asesina, y sentí un escalofrío recorrerme.

Denovan, al notar la mirada de Marcos, frunció el ceño y dio un paso atrás.

—No tienes por qué ser dramática, Anastasia. Solo fue una pregunta. Nos vemos en el laboratorio. —Dijo, mirando a Marcos y luego se alejó rápidamente.

Marcos se acercó con una expresión que oscilaba entre la preocupación y el enfado. Su presencia, aunque imponente, me ofreció un pequeño respiro en medio de la angustia.

—¿Qué hacías sola con ese tipo? —preguntó Marcos, con una mezcla de frustración y preocupación en su voz.

No pude evitar sentirme incómoda al recordar la situación. Intenté encontrar las palabras adecuadas, pero la presencia intimidante de Marco me descolocaba.

—Yo no... —balbuceé, luchando por encontrar una respuesta.No entiendo por qué no logro hablar en mi defensa. Él es muy imponente.

Marcos frunció el ceño, su mirada se volvió aún más intensa.

—¿Tú qué, Anastasia? —dijo, con un tono que reflejaba su frustración.—¿De dónde conoces al patán de mi hermano?

—El doctor Denovan es tu hermano… ¿Cómo? — Pregunté sorprendida

—A mi padre le gusta follar y engañar a mi madre… —dijo, revelando un detalle que me dejó aún más confundida.

No tenía idea de que el doctor Denovan y Marcos fueran hermanos. La revelación me dejó atónita y me hizo sentir aún más incómoda en la situación.

—Estoy trabajando con él, eso es todo —dije, intentando aclarar la situación y evitar profundizar en el tema familiar.

Fue entonces cuando Sofía llegó, interrumpiendo nuestra conversación. Se acercó a Marcos, envolviéndolo con los brazos y dándole un beso en la mejilla.

—Mi amor, ¿por qué hablas con la aburrida de mi hermana? —dijo Sofía, con un tono que mezclaba cariño y sarcasmo.

—No me gustan las muestras de afecto en público —respondió Marcos, empujándola suavemente.

Sofía se rió, sin parecer molesta por su reacción.

—Siempre tan frío. Ana, aunque no lo parezca, Marco es muy cariñoso en Privado.

—Sí, lo creo —dije, tratando de mantener la calma mientras me alejaba, sintiéndome fuera de lugar en la conversación familiar.

Me dirigí a un rincón más apartado, intentando recomponerme después de la sorprendente revelación y el incómodo encuentro.