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Capitulo 2 Problemas en el laboratorio

Había sido una semana intensa. Entré a trabajar en uno de los laboratorios más importantes de la ciudad, y estaba feliz de haber escogido la  carrera de bioquímica. Siempre quise hacer algo que realmente marcara la diferencia, y este campo me permitía explorar nuevas fronteras para descubrir tratamientos innovadores.

Sin embargo, mi relación con mi familia seguía siendo tensa. Mamá apenas me hablaba, como si mi presencia fuera una molestia. Dimitri estaba en sus propios juegos, siempre buscando la próxima apuesta o conquista, mientras Sofía vivía en su propio mundo, atrapada entre su prometido y sus asuntos secretos. Había descubierto que su amante no era otro que su asistente personal, un joven becario del que nadie habría sospechado.

Mis pensamientos se interrumpieron cuando, caminando por el laboratorio mientras realizaba unos experimentos, escuché pasos firmes detrás de mí. Me giré y, de repente, un hombre rubio, con una mirada que parecía atravesarme, entró en la sala. Sus ojos grises estaban clavados en mí con una intensidad que me hizo retroceder un poco.

—¿Qué mierda estás haciendo? —gruñó, su voz firme y autoritaria.

—Lo… lo siento, Doctor Denovan —dije rápidamente, leyendo su gafete. El apellido me resultaba extrañamente familiar, pero no lograba ubicarlo de inmediato. Sentí mi pulso acelerarse, y su mirada no hizo más que aumentar mi nerviosismo.

Él continuó observándome con esa expresión severa, como si ya hubiera decidido que había cometido un error. Me quedé inmóvil, esperando su siguiente comentario, mientras intentaba recordar dónde había escuchado ese apellido antes.
Él me regañó de inmediato por la forma en que había mezclado los químicos, criticando cada paso que había dado. Me costaba creer que estuviera tan molesto, porque yo estaba segura de haber seguido los protocolos al pie de la letra.

—Lo hice correctamente —insistí, intentando mantener la calma—. Revisé las instrucciones antes de empezar.

—¿Correctamente? —bufó con sarcasmo—. Es un laboratorio tan prestigioso y contratan a novatos.

Me quedé inmóvil, sorprendida por su comentario. Mi estómago se revolvió de indignación. No era ninguna novata.

—Yo no soy novata. Terminé la universidad… —repliqué, tratando de que mi voz sonara firme y segura.

Sus ojos grises se entrecerraron, y una sonrisa cruel apareció en su rostro.

—Ah, ¿así que acabaste la carrera este año? —dijo con un tono condescendiente—. Te dieron el título por esas bellas piernas, supongo, no los culpo, tienes buen cuerpo.

Mi respiración se detuvo por un segundo, la ira mezclándose con el desconcierto. No podía creer lo que acababa de escuchar. Mis puños se apretaron, pero traté de mantener la compostura. No le daría el gusto de verme alterada por su comentario.

—Me lo gané con esfuerzo y dedicación, no con mis piernas —respondí, mirándolo directamente a los ojos.

Denovan no dijo nada por un momento, pero la sonrisa no abandonó su rostro. Yo solo quería demostrarle que estaba equivocado, que mi trabajo era impecable. Pero sabía que este no sería el último enfrentamiento con él.
Él seguía observándome con esa sonrisa arrogante, como si disfrutara cada segundo de nuestra interacción. Mi corazón latía con fuerza, pero me negaba a dejar que me aplastara con sus comentarios.

—¿Esfuerzo y dedicación? —repitió con desdén—. Aquí eso no cuenta, cariño. Aquí importa la precisión y el control, algo que, claramente, te falta. Así que mejor ve y practica antes de que cometas otro error. No tengo tiempo para corregir a niñas con títulos de juguete.

La indignación me quemaba por dentro, pero me mantuve firme. No iba a permitir que me humillara de esa manera.

—Con todo respeto, Doctor Denovan, seguí las instrucciones tal como están descritas en el protocolo. No soy una novata ni una niña, y mucho menos alguien que esté aquí por algo distinto a mi propio esfuerzo. Si algo salió mal, podemos revisarlo, pero no acepto que me hable de esa forma.

Denovan me miró como si no pudiera creer que me hubiera atrevido a defenderme. Abrió la boca para responder, pero en ese momento, una joven asistente entró rápidamente al laboratorio, visiblemente nerviosa.

—Doctor Denovan, lo siento mucho —dijo apresurada, mirando al suelo mientras hablaba—. Fue mi error. Yo fui quien cambió el orden de los reactivos en la mesa de trabajo. Ana no tiene la culpa. Debería haberlo corregido antes de que ella empezara.

Denovan se giró hacia la asistente con una expresión fulminante. Por un segundo, el laboratorio se llenó de un silencio tenso. Luego, con un suspiro frustrado, se llevó una mano a la frente.

—¿Tu error, eh? —preguntó, con un tono que mezclaba irritación y cansancio.

La asistente asintió, sin atreverse a mirarlo a los ojos.

—Sí, señor. No volverá a ocurrir —murmuró.

—No quiero más errores. — Sentenció Denovan antes de marcharse

—Lo siento, Ana, el doctor Denovan es muy estricto.

—Gracias, Clara —dije, aún con curiosidad en mi mente—. Pero… ¿cuál es su nombre completo? Solo vi “Denovan” en su gafete.

Clara me miró como si estuviera a punto de revelarme un secreto.

—Se llama Maximiliano Denovan —dijo en voz baja—. Es conocido por ser uno de los mejores en su campo, pero también por su carácter complicado. Es hijo de una familia importante… bueno, tiene cierta reputación que mantener.

Asentí, comprendiendo un poco mejor de dónde venía su actitud arrogante.

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