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Lee |02|

Félix creció siendo maltratado por su padre por a ver sido un omega y no un alfa como su padre quería. Su madre se fue de casa cuando el apenas era un niño de 12 años pero prometió buscarlo y llevarlo con ella. Cosa que era imposible pero Félix quería irse con ella.

El día que el pequeño pecoso tubo su primer celo se revelo como omega. Cosa que enfureció a su padre y lo golpeó varias veces hasta dejarlo inconsciente en el suelo. Pero afortunadamente su tío llegó y lo salvo.

Desde entonces su vida fue un infierno, no sólo eran los maltratos de su padre si no también debía lidiar con los estúpidos alfas que intentaban aprovecharse de el. Afortunadamente y -lo único- bueno que el señor Lee hizo por el era mantenerlo alejado de todos ellos, pues Félix era una mina de oro y debía cuidarla para poder sacar provecho de el.

Aunque después un socio de su padre se fijo en el y le pago a su padre para que se casaran, cosa que el viejo Lee aceptó sin dudarlo, Félix era un omega de linaje puro y por lo que sabían el era  fértil durante sus celos un 100%. Por lo que sus posibilidades de quedar embarazado eran altas.

Pero ese hombre era demasiado mayor para Félix, teniendo casi treinta años. Pero como era de esperar su voz no era la que importaba, era un omega.

Cuando empezaron los preparativos de dicha boda pudo salir por primera vez en mucho tiempo de su mención.
Le hicieron un traje blanco a su medida pero mientras estaba en esa tienda de lujo vio a unos sujetos siguiéndolos a todo lados, no eran hombres de su padre pero a el no le importaba si lo mataban, el quería irse con se madre.

El día menos esperado por el llego y tenia que estar listo para lo que fuera, aunque tenía un plan para acabar con el alfa con quién se casaría, una vez fuera su esposo.

Le colocaron un fino velo blanco que cubría su rostro. Rodó los ojos mientras terminaban de maquillarlo y colocarle bien los últimos detalles para que nadie tuviera que aguantar los gritos de su padre.

—¿Estas listo?— pregunto su padre detrás de el. Acomodándose el traje, porque delante las demás personas el era un padre ejemplar -ridículo- eso pensaba de su padre. Ahora no culpaba a su madre de a verlo abandonado. Si bien cuando era un niño su padre lo trataba bien era solo porque pensó que seria alfa.

No sólo tubo que lidiar con los golpes y daño mental por parte de su padre, sino te también con las durar lecciones para no dejarse dominar por la voz de mando. Dichas lecciones eran horribles, o por lo menos para un niño de 13 años lo eran, lo dejaba sin comer durante días, también lo golpeaba si era sumiso, lo dejaba amarrado y lo duchaba con agua helada. Sin contar de la cantidad de lesiones que sufrió su cuerpo por estas horribles prácticas.

Asintiendo con la cabeza sostuvo el ramo de flores entre sus manos, tratando de ocultar el arma que llevaba oculta entre estas.

Llegando al altar le entrego el ramo a una de los guardias de su padre -que era su amigo- pues no podía arriesgarse a que alguien viera lo que estaba tramando.

Escucho el aburrido sermón del juez, aunque mantenía una postura firme quería golpearlo para que se callara. Se guió con la ceremonia hasta que llego un momento que no esperaba.

—Con la marca de Jaehyun, los declaro alfa y omega... Puedes marcarlo.—

¿Que? ¿Quien hizo eso? Porque el ni siquiera sabía de eso. Arrebatándole el alarma a su amigo le pego como seis tiros en la cabeza hasta que el cuerpo sin vida del alfa callo al suelo.

Su padre trató de acercarse pero recibió el resto de balas en el pecho. Lastimosamente no le alcanzaron las balas para matarlo.

Contempló con una sonrisa el cuerpo sin vida de su esposo y la agonía de su padre del otro lado, aunque su felicidad se esfumo cuando tres elegantes alfas aparecieron con armas grandes en las manos, seguramente iban a matar a su padre. Entonces se quito el velo de la cabeza y lo aventó al suelo. Salió corriendo a su habitación para quitarse ese traje horrible y marcharse.


Los brazos del alfa lo detuvieron, luchar contra el era una perdida de tiempo. Pues era obvió que el perdería no era tan fuerte como el.

El solo quería irse pero Hwang no pensaba lo mismo. El no iba a dejarlo ir.

—¡Quieto,carajo!— gruño pegando mas su espalda contra su pecho.

—¡Dejame!— exclamo el menor, luchando sin éxito por zafarse del agarre del mayor. —¿que quieres maldita sea?—

El otro no contestó, sólo los cargo con saco de papas y se llevó.

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