Capítulo 29
— Alba hija no quiero verte llorar, sabes que a tú abuela se le parte el alma cuando te ve triste mi chiquilla.
— Abuela, no estoy llorando. Estoy rabiosa por la actitud de Héctor.
Primero me esquiva y ahora se me pone celoso declarándome su amor.
Este hombre va volverme loca con sus idioteces, te lo juro.
Y si estoy llorando es porque no puedo estar con Marina, me siento frustrada por tener todo en mí contra y la persona que más amo pasa de mí como de comer mierda.
¿Qué hago abuela?
— ¡Ay, mi chiquilla! En ocasiones todo lo que deseamos parece inalcanzable. Ten paciencia y verás como Marina volverá a tú lado.
Me acurruco en el sofá poniendo mi cabeza en el regazo de mi abuela volviendo a pensar en mí hija. Ella es lo más importante en estos momentos para mí, y aunque siento que me derrito cuando Héctor me expresa sus sentimientos, entiendo que no debo bajar mi guardia. Él ha preferido estar con Bianca, y con dos mujeres no se puede estar.
Los siguientes días fueron los peores para mí en cierto modo.
Debía ser todo una profesional, hacer mi trabajo a la perfección y no perder la compostura cuando me tocaba grabar escenas de besos, incluso de sexo con Héctor. Ambos éramos los protagonistas y nuestro amor era la prioridad principal en la historia.
El problema venía porque en cada beso que recibía por parte de Héctor lo sentía como si fuera mío, sus caricias prendían una lumbre que me resulta muy difícil poder apagar.
Lo peor, que el muy maldito sabía el efecto que tiene sobre mí y eso me jode lo suficiente como para castigarme a mi misma por no mostrarme más fría.
Aunque detrás de las cámaras hacia lo posible por poner distancias y tratarlo con indiferencia.
Donde las dan, la toman.
Estaba hablando con la redactora pidiéndole que fuera la doble quien hiciera la escena de sexo. Ya estaba demasiado mal por dentro, como para entregarme a Héctor, aunque fuera mi trabajo no podía permitir que de nuevo se apoderase de mi cuerpo como solo él sabe hacerme sentir.
Debía de evitarlo y al parecer aquello le molestó demasiado a Héctor. Tanto que tuvimos una discusión.
— ¿Porqué te niegas hacer la escena Alba?
— Porque no me apetece hacerla. Me da vergüenza. — Menuda trola le había echado.
— ¿Vergüenza? ¿De mí? Por favor, te he visto desnuda, lo hemos echo varias veces. Sé cómo hacerte sentir en la cama y como tú me vuelves loco con esos besos, tus manos cuando palpan cada centímetro de mi cuerpo siento que solo estamos tú y yo entregándonos al amor, a lo que nuestros corazones gritan y nuestros cuerpos responden.
Alba, dime qué no me amas y acabamos con todo esto. — Me quedé callada durante unos interminables segundos.
No pude responder, había algo dentro de mí que me impedía decirle que no es fácil dejar de amarlo a pesar de todo este dolor que supone verlo con otra.
Al final me armé de valentía y le dije que solo nos unía Marina.
En ese momento fuimos llamados para continuar con la grabación.
Noté como un filo de una espada atravesaba lentamente mi corazón, dejándome sin fuerzas y sacando a la superficie de mi rostro un lamento desolador.
Cómo mujer fuerte y valiente que soy, me sequé mis lágrimas, alcé mi rostro y continúe con mi trabajo como la profesional que soy. O al menos eso era lo que debía aferrarme en un momento tan delicado como era este.
O era yo, o nadie cuidaría de mí si no lo hago yo misma.
Terminamos de filmar la última escena ya bien entrada la madrugada.
Todos estamos algo cansados, por lo que me despedí de mis compañeros y me marché directa a mi casa.
Para no variar, Héctor se plantó delante de mí auto impidiendo que seguiera con mi marcha.
— Si quieres suicidarte hazlo donde yo no te vea. No quiero que me dejes cargos de conciencia. — Grito sacando la cabeza por la ventanilla.
— Llévame a casa, quiero que veas a Marina.
— Oh, vaya. Ahora debo de ver a mi sobrina cuando el caballero decida.
— Vamos arranca que tengo sueño. — En un abrir y cerrar de ojos se monta abrochándose el cinturón. Lo fulmino con la mirada diciéndole: «subnormal»
— Mira hermoso, haz me el favor de bajarte de mi auto y lárgate a pata si quieres a tú casa. ¿Tú has visto la hora que es, qué piensas que Marina va a estar despierta esperándome a mí? Bájate Héctor.
— No. Y si no quieres ir a ver a Marina llévame a tú casa, estoy agotado. — Intento forcejear con él para quitarle el cinturón, y lo último que esperaba es verme atrapada entre su cuerpo y el sillón del auto. Su mirada lujuriosa me traspasa como una flecha la cual va directa a parar en el centro de mi corazón, su sonrisa de medio lado me anuncia lo que más temo. Me revuelvo debajo de él ya abrasada por su fuego pidiéndole que me deje en paz.
Obediente, se hace a un lado pero por lo que veo sigue terco de bajarse del auto.
Nerviosa, conduzco hasta su casa, allí permanezco un rato en silencio esperando que el señor se decida a bajarse.
— ¿Acaso te has propuesto hacerme la
vida imposible, o es que te se está secando el cerebro? Porque vamos no entiendo tú comportamiento.
— Alba, solo quiero que sepas que te amo, estoy dispuesto a luchar por tí, ojalá me resulte muy fácil poder olvidarme de ti con Bianca, poder sacarme tus recuerdos para mirarte a la cara y decirte que todo entre nosotros se terminó.
Sin embargo, no puedo Alba.
Porque ni quiero borrarte de mi corazón, ni tampoco quitar de mis labios el sabor de tus besos.
Pero lo que si me mata, es cuando llego a casa y me tumbo en mí cama y tú no estás. Es hay, cuando me doy cuenta que te amo demasiado, soy culpable de mi suerte por haberte conocido y el maldito destino me tiene que hacer que guarde silencio.
— Habla Héctor y explícame qué ocurre. Dime, porque me mata tu comportamiento hacia mí.
— Se trata de Bianca Alba, ella padece una enfermedad autolesión/suicidio.
Los médicos han hablado conmigo, al parecer ella no arremete contra su vida si yo permanezco a su lado haciéndole caso. Es un modo de que se tome su tratamiento y en unas semanas será internada en una clínica para su total recuperación.
Pero en estos momentos Alba,debo permanecer a su lado.
Entiendo que mi sufrimiento no tiene justificación, y no sabes lo arrepentido que me siento por haberte echo llorar.
También comprendo que desees alejarte de mí. Yo me quedaré esperándote con la esperanza que algún día vuelvas a mí.
Pienso que si no te veo, no sabré como sobrevivir sin tí.
Lo contemplo con detenido, escuchando con atención a Héctor. Su mirada es sincera como las lágrimas que brotan de sus ojos dejando caer del dolor que tiene que estar padeciendo.
Solo lo agarro de sus manos clavando mis ojos en el. Así permanecemos un buen rato hasta que él decide marcharse.
Nada más llegar a mi casa, escucho como mi abuela ronca como un tractor.
Eso me da margen para darme una ducha y pensar en las palabras de Héctor, en la forma de expresar cuanto me quiere y lo más importante, está decidido a luchar por mí.
Pero...¿Y yo?
Debo ser comprensiva mientras la loca de Bianca se está aprovechando de todo esto.
O debo volver a España sola, con mi abuela cargando el dolor de no volver a ver a mi hija.
Salgo de la ducha y tras ponerme ropa cómoda, agarro la foto en la que estamos mi hermana y yo sujetando a Marina horas después de haber nacido.
Lloro mirando el rostro de mi hermana, las lágrimas empiezan ahogarme llevándome a la confusión, al miedo de no saber que hacer.
Sin darme cuenta el portarretratos cae al suelo, al coger los pequeños cristales me corto con un cristal y me doy cuenta que hay un folio detrás de la foto.
Empiezo a leer las letras que hay escritas.
Querida Alba y Marina.
Antes de nada quiero agradecerte Alba que cuides de mi hija. Yo no puedo hacerlo, sabes la vida que he llevado y siento vergüenza de que mi hija tenga una madre como yo.
Además, quiero confesar quien es el padre de Marina e imagino que te preguntarás porque me quedé embarazada siendo una prostituta.
La razón fue porque siempre amé a Héctor Irzu, el padre de mi hija.
Desde el primer día que lo vi en el prostíbulo supe que él sería el hombre con el que me casaría.
Héctor trató de ayudarme para sacarme de ese mundo y cuando ya estaba decidida hacerlo, también me quedé embarazada a propósito.
Pero su corazón seguía perteneciendo a Bianca, él siempre la amó con una intensidad que ya hubiera querido yo que me amase a mí.
Pero lo peor no fue saber que Héctor estaba enamorado de Bianca, fue verlo besándote a ti Alba. Cuando les vi como os besábais, sentí que mi vida ya no tenía sentido.
El hombre y el padre de mi hija había puesto los ojos en mi hermana.
Por ello, decidí no buscarle para decirle la verdad referente a Marina, confío en el destino y en que algún día vosotros estéis casados y criando a mi hija.
Pero si ves que Héctor sigue con Bianca, ni te se ocurra desvelar la verdad. Confío que mamá, la abuela y la tía Francisca y tú cuiden de mi pequeña pues yo soy incapaz de hacerlo. No me veo capaz de seguir con mi vida sabiendo que el hombre que amo, no será para mí y también porque ya no soy la misma de antes. Las drogas, los distintos hombres a los cuales he tenido que darles placer, y a cambio he recibido humillaciones, mal trato y hasta violaciones... Han conseguido que no pueda mirarme al espejo y ver la chica que era antes de meterme en esta mierda.
Todo esto me ha ido destruyendo llegando querer morir.
Perdóname por no haber sido más valiente, por haberles mentido durante tantos años y por dejar a mi hija huérfana.
Sólo espero que la ames como su madre, háblale de mí contándole que desde el cielo la cuidaré y tú la protegerás.
Os quiero mucho.
~Raquel~
Raquel, ¿pero qué hiciste? Caigo de rodillas llorando a lágrima viva tras haber leído la carta de mi hermana.
El amor que sentía por Héctor la hizo de ver la luz en su vida, sin embargo no supo decirme lo que tenía en su cabeza ocultándome esta verdad.
Si hubiera sabido que ella amaba a Héctor hubiera dejado que fuera ella feliz junto a Héctor, se lo merecía, no el final que tuvo.
Raquel...grito entre sollozos asustando a mi abuela la cual me agarra preocupada intentando tranquilizarme.
Ella lee también la carta de Raquel, comienza a llorar.
— Le he fallado abuela. Marina no está conmigo. Mi niña...— De nuevo vuelvo a caer en un llanto de frustación preguntándome porqué todo en esta vida debe de ser tan complicado.
Faltaba apenas cuatro horas para que fuera a la cena de presentación de la telenovela.
Me encontraba junto a mi abuela en el spa. Mi abuela más feliz que unas castañuelas de que un hombre joven le estuviera dando un masaje. O como dice ella, pasándole la mano por el lomo.
El caso que no puedo dejar de pensar en Marina y Héctor.
Desde hace días llevo sin verla, e intentando poder comunicarme con ella sin éxito. Se niega hablar conmigo a pesar de que Héctor trate de convencerla.
— Alba cariño eso es gloria. Yo me la paso todo el día así y creo que rejuvenezco y todo.
— Abuela levanta de la camilla que el chico tiene que continuar con su trabajo y no está para alisarte a tí las arrugas.
— Ay, chiquilla como eres con tú pobre abuela. Sabes que estoy a falta de que me sobe un hombre y para una vez que lo consigo déjame que disfrute.
— Venga que llego tarde a la cena.
Después de darnos un masaje, vamos directas al salón de belleza donde comenzamos a peinarnos y maquillarme para esta noche.
Media hora antes llego al lugar donde se va hacer la presentación de la serie.
Por supuesto, llego sola. Miro para todos lados buscando a Héctor, cuando lo localizo está hablando con la prensa colgando de su brazo igual que un mono Bianca.
Aprovecho que llega Rubén y Daniela, para pasar con ellos hasta el salón.
Allí hablo un rato con Rubén hasta que se unen más compañeros.
Durante un rato hablo con mis compañeros cruzando alguna mirada con Héctor.
Durante la tarde Héctor me había llamado disculpándose por tener que ir acompañado de Bianca.
Su voz sonaba apagada y sus miradas me dicen que no miente.
Agradezco la sinceridad de Héctor, aún así no estoy conforme con todo esto.
Quiero ser yo la cuelgue de su brazo y gritarle a todo el mundo que nos amamos.
Pero no, debemos fingir como si fuéramos unos extraños o simplemente compañeros de trabajo.
La cena va dar comienzo, tomo asiento a una distancia prudencial de Héctor, si sigo presenciando como Bianca trata de seducirlo juro que le doy más hostias que le va doler hasta en el pasaporte.
Como me llevan los demonios, me levanto para ir la baño donde al consultar mi teléfono veo que tengo varias llamadas de Leticia.
Comienzo a inquietarme, al llamarla ésta me dice que se han llevado a Marina al hospital con fiebre.
Mi corazón se acelera, sin pensarlo agarro mi bolso, busco a Héctor para darle la noticia pero veo que está ocupado. Maldigo, pero no tengo tiempo, por lo cual me dirigí hacia el director disculpándome por tener que abandonar la cena.
El director lo entiende y yo me marcho hacia el hospital, antes de montarme en un taxi le mando un mensaje de texto a Héctor contándole lo ocurrido.
Una vez que llego a urgencias, Leticia llora por lo sucedido. Trato de quitarle importancia abrazándola.
Acto seguido aparece una pediatra. Esta me comunica que Marina tiene infección de oído y por lo cual debe quedarse en observación toda la noche hasta que le baje la fiebre.
Paso junto a Marina, la cual llora llamando a su papá.
— Marina mi amor estoy aquí. — En el momento que voy a agacharme para darle un beso, Marina retira su cara. Vuelvo a insistir pero ella comienza a mover la cabeza de derecha a izquierda gritando papi, papi.
— Marina, soy mamá cariño. Estoy aquí no te va pasar nada.
— No, tú no eres mi mama, quiero a mi papi. — Escuchar a Marina diciéndome todo a aquello me deja kao.
La miro en silencio sin saber cómo actuar. Me siento desplazada ante el rechazo de mi hija.
En esos momentos una enfermera me avisa que debo marcharme.
Lo que me faltaba, no puedo ni permanecer al lado de mi propia hija.
Salgo al pasillo y tomo asiento en una silla hasta que llega Héctor cargando a Bianca como si fuera su mascota.
Al verme Héctor me pregunta cómo estoy.
— Mal. Marina me ha dicho que no quiere verme porque no soy su madre. — Si hay algo que no pueda soportar en esta vida es tener que escuchar como Marina no quiere verme.
— No te preocupes hablaré con ella.
— No sé que debes hablar con ella. Tarde o temprano debe saber que eres si tía. Su madre está muerta. — Como siempre Bianca y sus malditos comentarios venenosos.
— Bianca haz el favor de guardar silencio, esto no te incumbe, por favor.— Amable, Héctor le pide a Bianca que se siente para después dirigirse a mí.
— Ven, pasemos a ver a Marina. — Sigo a Héctor. Los dos pasamos dentro de la habitación.
Nada más ver a su padre Marina lo abraza llorando.
En ese momento yo aprovecho para acariciar su espalda y lo que me encuentro es nuevamente con su rechazo.
— Marina es mamá.
— No, ella no es mi mami. Papi, no la quiero.
— Marina, no me hagas esto. — Fue lo último que pude decir antes de salir de la habitación para irme hasta un baño para poder romper a llorar por el trato obtenido por Marina.
En cierto modo estaba dolida por lo sucedido, pero al limpiarme la cara comprendí que era la realidad.
¿Quién era yo salvo su tía?
Tragué saliva secando mi rostro admitiendo la cruda realidad.
Había estado cuidándola tres años y medio, amándola como si fuera mi propia hija, de ello no me arrepiento en absoluto, incluso lo volvería hacer.
Ahora ella tiene a su padre, pero antes de marcharme alguien me va ha escuchar.
— Ven para acá maldita loca. — Agarro de un brazo a Bianca llevándola aparte.
— ¿Qué quieres Alba? Te duele que tú hija ya no te vea cómo su madre. — Tanto odio sentía por dentro que no pude controlarme.
Le di un bofetón quedándome muy a gusto.
— Maldita zorra, has envenenado a mi hija poniéndola en mi contra. Seguro que estarás disfrutando pedazo de zorra, aún así yo seguiré luchando por tener a mi hija a mi lado.
— Lárgate y déjanos en paz. Héctor y yo nos vamos a casar y tú debes asumir que has perdido a Marina y a Héctor. — Me quedo mirándola con ganas de pegarle otra hostia. Me contengo al ver a la mujer de la limpieza.
— Eso habrá que verlo pedazo de perra. — Clavo mis tacones en el suelo y empiezo a caminar hacia la habitación de Marina, ahora estaba más que dispuesta a recuperar a mi hija y salvar el amor que siento por Héctor.
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