solo tengo una mision
Mientras Mark se preparaba para jugar en el campo de béisbol, la emoción en el aire era palpable. Sus compañeros de equipo se reían y bromeaban entre ellos, llenos de nervios y energía antes del partido. Mark, con su uniforme de los “Tiburones”, esperaba ansiosamente su turno al bate, mirando al lanzador del equipo contrario con determinación.
Desde las gradas, su madre, Deborah, lo observaba con orgullo. Cada vez que Mark hacía una jugada, ella aplaudía y gritaba palabras de aliento. "¡Vamos, Mark! ¡Dale fuerte!" decía, animando a su hijo con cada jugada, llena de orgullo por su esfuerzo y dedicación.
A su lado, Nola, el padre de Mark, se mostraba desinteresado. Para él, el béisbol era una pérdida de tiempo. "¿Por qué los humanos se preocupan tanto por esta tontería?" pensaba, mirando a su alrededor con escepticismo. "Deberían concentrarse en entrenar y prepararse para enfrentar desafíos reales en lugar de estar corriendo detrás de una pelota."
Mientras tanto, Mark se sentía motivado por el apoyo de su madre. A pesar del desinterés de su padre, su madre siempre estaba allí, mostrándole que estaba orgullosa de él, lo que le daba fuerza para seguir adelante. En su mente, Mark pensaba que, aunque su padre no lo entendiera, el béisbol era más que un simple juego; era una oportunidad para divertirse y formar lazos con sus amigos.
Finalmente, llegó su turno al bate. Miró al lanzador y se concentró, sintiendo el aliento de su madre detrás de él, lo que le infundía confianza. Nola, por otro lado, continuaba mirando su teléfono, desinteresado, murmurando para sí mismo que había mejores cosas en las que invertir su tiempo. Sin embargo, el corazón de Mark latía con fuerza, determinado a demostrar que el béisbol también tenía su propio valor, incluso si su padre no lo reconocía.
Con el lanzamiento de la pelota, Mark se preparó y dio un golpe sólido, enviando la bola volando por los aires. Su madre gritó de alegría, mientras él comenzaba a correr hacia la primera base, sintiendo que, sin importar lo que pensara su padre, este momento era completamente suyo.
Mientras el partido continuaba, Deborah notó la falta de interés de Nolan mientras su hijo corría por el campo. Decidida a cambiar su perspectiva, se volvió hacia él y le dijo:
“Nolan, míralo. Mark está disfrutando cada momento, y eso es lo que importa. Este es su sueño, su pasión. A veces, necesitamos recordar que no todo se trata de la competencia o del entrenamiento. Se trata de crear recuerdos y ser parte de algo más grande.”
Nola la miró, todavía con cierta incredulidad, pero las palabras de Deborah comenzaron a resonar en su mente. “Es solo un juego,” pensó, pero al observar a Mark sonriendo mientras corría de una base a otra, sintió un ligero cambio en su corazón. “Quizás, solo quizás, esto es más de lo que parece.”
Deborah continuó, con un tono más suave: “Cuando era pequeña, mi papá me llevó a mis primeros partidos de béisbol. No éramos los mejores, pero cada vez que iba, sentía que podía tocar el cielo. Ver a nuestro hijo disfrutar y divertirse así es un regalo que no todos tienen la oportunidad de experimentar.”
Nolan se quedó en silencio, mirando a su hijo. La energía de Mark, la alegría en su rostro y los gritos de sus amigos resonaron en su mente.
“¿Sabes qué?” dijo Nolan de repente, su voz más profunda de lo habitual. “Tal vez debería apoyarlo más. Después de todo, es su pasión.”
La mirada de Deborah brilló con gratitud. “Exactamente. Así es como podemos ser parte de su vida. No todo se trata de competencia, sino de disfrutar el viaje y estar presentes en esos momentos.”
Nolan, sintiendo un cambio en su perspectiva, comenzó a aplaudir junto con Deborah. “¡Vamos, Mark! ¡Dale fuerte!” gritó, intentando unirse a la alegría que emanaba de la multitud. Aunque todavía le costaba entender la pasión de su hijo por el béisbol, en ese momento, decidió apoyarlo sin reservas.
La sonrisa de Mark se amplió al escuchar a sus padres animándolo. A partir de ese instante, Nolan prometió estar más presente y recordar que, aunque el béisbol no fuera su interés, la felicidad de su hijo siempre sería su prioridad.
Mientras el juego se acercaba a su fin, la emoción en el campo aumentaba. Los Tiburones, el equipo de Mark, se encontraban en un apretado enfrentamiento contra los Halcones. Nolan y Deborah, ahora completamente involucrados en el partido, gritaban de emoción mientras animaban a su hijo.
En los últimos innings, con el marcador empatado y la tensión palpable, Mark se encontró en el plato de bateo. Miró a la pelota lanzada por el pitcher de los Halcones. En un instante, tomó aire y se preparó para el golpe. La pelota salió disparada, cruzando el campo con un fuerte golpe. Los gritos de los espectadores resonaron mientras la pelota volaba hacia el jardín.
“¡Eso es, Mark!” gritó Nolan, sintiéndose por primera vez verdaderamente entusiasmado por el juego.
Mark corrió con todas sus fuerzas mientras la pelota caía justo detrás de la cerca del jardín. “¡Home run!” gritó uno de sus compañeros, mientras todos los jugadores de los Tiburones estallaban de alegría.
Con el marcador ahora a favor de los Tiburones, el ambiente se llenó de celebración. El equipo corrió a la casa, rodeando a Mark mientras él sonreía de oreja a oreja. “¡Lo hicimos!” exclamó, sintiendo la adrenalina correr por su cuerpo.
Nolan y Deborah se abrazaron, emocionados por el triunfo de su hijo. “¡Son los campeones!” gritó Deborah, mirando a su esposo con felicidad.
“Nunca pensé que diría esto, pero este béisbol es realmente algo especial,” admitió Nolan, sintiendo un nuevo aprecio por el juego y lo que significaba para su hijo.
El juego terminó con una victoria clara para los Tiburones, y mientras los jugadores celebraban, los padres también se unieron al júbilo. La sonrisa de Mark, brillando bajo el sol, fue el mejor premio que Nolan y Deborah pudieron haber imaginado.
Al final del día, el campo no solo celebraba la victoria de los Tiburones, sino también el nuevo entendimiento de Nolan sobre la importancia de apoyar los sueños de su hijo. Y así, el día terminó con risas, abrazos y una promesa de seguir acompañando a Mark en cada uno de sus juegos futuros.
Nolan miró a su esposa Deborah y a su hijo Mark, sintiendo una extraña mezcla de preocupación y determinación. “No se preocupen, volveré pronto,” les aseguró, notando la confusión en sus rostros. Sin más dilación, se dirigió hacia el cielo, donde la realidad de su misión lo esperaba.
Al cruzar el umbral, Nolan se encontró en un vasto paisaje celestial, rodeado de luz brillante y nubes que parecían susurrar secretos del universo. No pasó mucho tiempo antes de que uno de sus compañeros virtrumitas, Kiran, se acercara rápidamente, su expresión grave.
“Nolan, debes apresurarte,” le dijo Kiran, su tono apremiante. “La situación es crítica. Nuestra misión de eliminar a los humanos se ha vuelto aún más urgente. Los líderes han decidido que no podemos permitir que esta especie continúe existiendo.”
Nolan sintió que el corazón se le oprimía al escuchar esas palabras. “¿Te refieres a Deborah y Mark?” preguntó, su voz temblando ligeramente. “¿Debo eliminarlos también?”
Kiran asintió, sin titubear. “Es por el bien de nuestra especie. Los humanos están desarrollando tecnologías que podrían amenazar nuestra existencia. No podemos permitir que esos avances continúen. Cada humano cuenta.”
Nolan cerró los ojos por un momento, sintiendo el peso de la decisión que debía tomar. “Entiendo la gravedad de la situación,” respondió con voz firme, “pero necesito tiempo. No puedo actuar impulsivamente. He estado viviendo entre ellos, he visto lo que pueden ser. No todos son una amenaza.”
Kiran frunció el ceño, visiblemente frustrado. “Tu lealtad a ellos te está nublando el juicio. No puedes dejar que las emociones interfieran con la misión. Recuerda lo que está en juego.”
“No lo olvido,” replicó Nolan, su voz ahora llena de determinación. “Pero no puedo dejar que esto se convierta en una caza sin sentido. Hay humanos que no son peligrosos. Aprecio lo que hemos construido, y eso incluye a mi familia.”
“No puedes tener un pie en ambos mundos. Tienes que elegir: nuestra especie o los humanos,” insistió Kiran, la presión en su voz aumentando.
Nolan sabía que no podía ignorar la misión, pero también no podía ignorar su amor por Deborah y Mark. “Lo haré, Kiran, pero necesito hacerlo a mi manera. Voy a asegurarme de que no haya otras opciones antes de actuar. Me tomará tiempo, pero no puedo cometer un error del que me arrepienta.”
Kiran lo miró fijamente, considerando sus palabras. “Está bien, pero no te olvides de lo que realmente está en juego. Mantente en contacto. La cúpula no espera.”
“Lo haré. Volveré pronto,” prometió Nolan, sintiéndose más decidido que nunca. Con eso, se dio la vuelta y regresó a su mundo.
Al volver, encontró a Deborah y Mark en medio de la celebración por la victoria en el juego de béisbol. La risa y la alegría los rodeaban, y por un momento, Nolan se sintió en paz. Pero sabía que la batalla interna apenas comenzaba. Tendría que encontrar una manera de proteger lo que amaba mientras cumplía con su misión.
“¡Papá!” gritó Mark al verlo. Nolan sintió una oleada de amor y determinación. “Estoy aquí,” dijo, mientras se unía a ellos, decidido a encontrar un camino que le permitiera mantener a su familia a salvo sin traicionar su deber. Tenía una elección que hacer, y estaba decidido a no dejar que la guerra se interpusiera en su vida familiar.
Mark estaba en el jardín de su casa, preparado para mostrarle a su padre y a su madre lo que había estado practicando. Con una pelota de béisbol en la mano y un bate en la otra, se sintió emocionado y un poco nervioso. “¡Mamá, papá, miren esto!” gritó mientras se preparaba para lanzar.
Nolan y Deborah se acomodaron en el porche, observando con atención. Nolan, aunque a menudo despreciaba las costumbres terrestres, no podía evitar sentir una chispa de orgullo al ver a su hijo listo para demostrar su habilidad.
Mark respiró hondo, se concentró y, con un potente movimiento de su brazo, lanzó la pelota con una fuerza impresionante. La pelota salió volando como un proyectil, elevándose rápidamente hacia el cielo. Nolan quedó atónito al ver cómo la esfera blanca no solo cruzaba el jardín, sino que seguía subiendo, atravesando las nubes y, para asombro de todos, desapareciendo en el vasto espacio.
“¡Wow! ¡Eso fue increíble!” exclamó Deborah, su rostro lleno de asombro. Pero Nolan, sumido en sus pensamientos, estaba contemplando algo más profundo. “Mark puede ser un futuro guerrero viltrumita,” pensó, su mente girando en torno al potencial que acababa de presenciar.
Mientras la pelota se perdía en el horizonte, Nolan reflexionó sobre la fuerza de su hijo. “Si puede lanzar una pelota así, ¿qué más podrá hacer cuando alcance su verdadero potencial? Necesito entrenarlo.” Su corazón se llenó de determinación. Era el momento de prepararlo para lo que vendría, tanto para proteger a su familia como para cumplir con su legado.
Mark se volvió hacia sus padres, una sonrisa amplia en su rostro. “¿Lo vieron? ¡Fue genial!”
“Sí, lo vimos,” respondió Nolan, acercándose a su hijo con orgullo. “Eso fue más que genial, hijo. Fue impresionante. Tienes un talento especial, y debes usarlo sabiamente.”
Deborah sonrió, viendo cómo la conexión entre padre e hijo se fortalecía. “Tal vez deberíamos practicar más juntos, Mark. Quiero ver hasta dónde puedes llegar.”
“¡Sí! ¡Eso haré!” Mark respondió con entusiasmo, lleno de energía y motivación.
Mientras la tarde avanzaba y el sol comenzaba a ponerse, Nolan se sintió agradecido por esos momentos simples pero significativos. Sabía que había un futuro incierto por delante, pero también estaba convencido de que su hijo estaba destinado a grandes cosas. Con cada pequeño paso, Mark se acercaría más a ser el guerrero que estaba destinado a ser, y Nolan estaba decidido a guiarlo en el camino.
Mientras la luz del atardecer se filtraba a través de las ventanas de la cocina, Nolan se dirigió al grifo y llenó un vaso de agua fresca. Tomó un sorbo, dejando que el líquido lo refrescara, pero su mente estaba lejos de la tranquilidad del hogar.
“Solo debo cumplir con mi misión,” pensó, contemplando el cristal mientras veía su reflejo. La realidad de su deber pesaba sobre él, y la idea de la eliminación de la humanidad lo atormentaba. Sabía que no podía permitir que sus sentimientos hacia su familia se interpusieran en lo que consideraba su responsabilidad como virtrumita.
“Debo esperar hasta que Mark tenga casi 20 años,” reflexionó mientras pensaba en los años que se avecinaban. “Entonces, podré llevar a cabo lo que se me ha encomendado. Es lo que debo hacer.” Se sentía dividido entre su deber y su creciente amor por su esposa y su hijo, pero su deber siempre prevalecía en su mente.
Las risas de Mark y Deborah resonaban en el fondo, una melodía que contrastaba con la seriedad de sus pensamientos. “Esto es solo temporal,” se recordó a sí mismo. “Una misión que aseguraré para que mi especie permanezca en el poder.” La humanidad era una especie inferior, o al menos así lo creía.
Mientras pensaba en cómo llevar a cabo su misión, una parte de él luchaba con la idea de tener que enfrentarse a Mark, de convertirse en el enemigo de su propio hijo. “Es una necesidad,” se convenció, llenándose de una determinación fría. “La humanidad debe ser eliminada para que el mundo sea un lugar seguro.”
Dejó el vaso en el fregadero, sintiéndose abrumado por la presión que le imponía su papel en el universo. Con una exhalación profunda, se unió a su familia, pero en el fondo, su mente seguía dándole vueltas a su misión, ya que sabía que, eventualmente, llegaría el momento en que tendría que tomar decisiones difíciles que cambiarían sus vidas para siempre.
Fin del capítulo
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