fantasmas
En otra ciudad, en la amplia y desordenada sala del laboratorio de los Fenton, Danny observaba con cierta ansiedad a sus padres, Jack y Maddie Fenton, mientras trabajaban en su más reciente experimento: el intento número 30 de hacer funcionar la infame máquina del portal fantasma. Los tres vestían trajes de seguridad completos, una precaución evidente después de tantos fallos anteriores.
La máquina, una estructura imponente de acero y tecnología inusual, emitía leves chispas y zumbidos, como si intentara encenderse pero sin lograrlo. Jack, con su entusiasmo desbordante, ajustaba cables y presionaba botones con una energía incansable, mientras Maddie revisaba los cálculos en su tableta, su rostro lleno de determinación.
—¡Este será el intento definitivo, Danny!— exclamó Jack, su voz amplificada por el traje, lleno de confianza. —¡Pronto estaremos en contacto con el otro lado!
Danny, parado a un lado, no compartía el entusiasmo. Miró la máquina con escepticismo. Ya habían pasado por esto muchas veces antes, y siempre terminaba de la misma manera: con fallos, chispas, y a veces pequeños incendios que había que sofocar rápidamente.
—¿Seguro que esto es una buena idea?— preguntó Danny, intentando sonar despreocupado, pero sin poder ocultar su inquietud. Tenía un mal presentimiento, aunque no podía decir exactamente por qué. Algo en esa máquina le parecía… peligroso. Más de lo que sus padres podían imaginar.
Maddie sonrió bajo su visor protector y le dio una palmada en el hombro a Danny, tratando de tranquilizarlo.
—No te preocupes, cariño. Sabemos lo que estamos haciendo.— dijo, aunque en el fondo ella también sentía una pizca de duda, que prefería no mostrarle a su hijo.
Jack, mientras tanto, estaba listo para el gran momento.
—¡Listos! A la cuenta de tres... uno, dos, tres!— gritó, mientras pulsaba el interruptor.
La máquina del portal fantasma comenzó a vibrar, emitiendo un zumbido que se intensificaba, pero...
Cuando Jack presionó el botón, la máquina del portal fantasma comenzó a vibrar con fuerza, emitiendo un sonido creciente que parecía prometer éxito. Sin embargo, en el último segundo, justo antes de que algo impresionante sucediera, el zumbido decayó. La vibración se detuvo abruptamente, y todo quedó en un silencio incómodo. Solo se oía el débil chisporroteo de los circuitos que habían fallado una vez más.
Jack Fenton dejó caer sus hombros, su entusiasmo transformado en una mezcla de frustración y resignación.
—¡No puede ser!— exclamó con decepción. —¡Lo teníamos, Maddie, lo teníamos! Estábamos tan cerca.
Maddie, aunque menos efusiva que su esposo, también suspiró y apagó la tableta con la que monitoreaba el proceso.
—Cerca, pero aún no lo suficiente, Jack. Tal vez necesitamos revisar los componentes de energía nuevamente.— Sugirió, aunque en su voz se notaba el cansancio. Después de tantos intentos fallidos, incluso los genios como los Fenton necesitaban un descanso.
—Bueno, creo que lo mejor será descansar un poco por ahora.— dijo Maddie, lanzando una mirada comprensiva hacia Danny, que había estado observando toda la escena. —No queremos que te preocupes por esto, Danny. Al final lo conseguiremos.
Jack asintió, derrotado pero no del todo vencido.
—Sí, sí, claro. Solo necesitamos un poco de tiempo... y algo de comida.— añadió, con su típico buen humor regresando brevemente. —¿Qué tal si hacemos unas pizzas? ¿Te parece, Danny?
Danny, que había estado inquieto todo el tiempo, sonrió levemente.
—Eh... claro, papá. Suena bien.
Sus padres se quitaron los trajes de seguridad y salieron del laboratorio, dejando a Danny solo con la imponente estructura metálica de la máquina del portal. Mientras los pasos de sus padres se alejaban, la sonrisa de Danny se desvaneció. Algo no cuadraba. Había sentido una extraña atracción hacia esa máquina desde el principio, como si lo llamara, como si hubiera algo más que sus padres no habían notado. Y ese sentimiento no lo dejaba en paz.
Miró el portal, que ahora parecía inerte, solo una pieza gigante de metal, cables y tecnología avanzada. Danny se acercó lentamente, sin saber exactamente qué lo impulsaba. Quizá solo la curiosidad, quizá ese instinto que tenía desde que sus padres comenzaron con sus experimentos sobrenaturales.
Caminó alrededor de la máquina, revisando los paneles y controles. Su mirada se detuvo en algo: unos cables sueltos, apenas visibles bajo un panel abierto. Danny frunció el ceño y se agachó para examinarlo más de cerca.
—¿Cómo no vieron esto?— murmuró para sí mismo, notando que los cables parecían haber sido desconectados por accidente durante los intentos anteriores. —Tal vez por eso no funciona...
Instintivamente, comenzó a manipular los cables, tratando de recordar lo que había visto hacer a sus padres tantas veces. No era un genio de la tecnología como ellos, pero había aprendido algunas cosas solo de observar. Colocó los cables de vuelta en su lugar, ajustando las conexiones lo mejor que podía.
—Ok, eso debería... hacer algo, ¿verdad?— murmuró, mirando la máquina como si esperara una respuesta.
Aún no estaba seguro de si debía intentar encenderla de nuevo. Después de todo, si sus padres no lo habían logrado, ¿qué posibilidades tenía él? Pero había algo dentro de Danny, una sensación que no podía ignorar. Un deseo de saber qué había más allá de ese portal que sus padres llevaban tanto tiempo tratando de abrir.
Miró hacia la puerta del laboratorio, asegurándose de que nadie estuviera cerca. Sus padres estaban en la cocina, probablemente preparando la pizza, lejos de sospechar lo que su hijo estaba a punto de hacer.
—Solo un vistazo... solo para ver si realmente funciona.— se dijo a sí mismo, tratando de convencerse de que no estaba haciendo nada peligroso.
Respiró hondo, se colocó frente al panel de control y, con una mezcla de nervios y emoción, presionó el botón que activaba la máquina.
Al principio, no pasó nada. Luego, lentamente, la máquina comenzó a emitir ese zumbido familiar, pero esta vez era diferente. El zumbido se hizo más fuerte, más estable. Danny sintió cómo el aire en la habitación cambiaba, como si algo estuviera despertando en el portal.
El marco metálico del portal comenzó a brillar con una luz verde, y antes de que Danny pudiera reaccionar, una ráfaga de energía salió disparada desde el portal, envolviéndolo por completo. Danny gritó, tratando de retroceder, pero era demasiado tarde. La energía lo atrapó, y todo a su alrededor se volvió borroso, distorsionado.
Sintió una presión en su cuerpo, una especie de tirón, como si lo estuvieran arrastrando hacia otro lugar. Trató de moverse, de escapar, pero la energía lo envolvía, lo hacía vibrar con la misma intensidad que la máquina.
Y entonces, en un segundo que se sintió como una eternidad, todo se apagó.
Danny se encontraba en un estado de confusión total. Mientras miraba a sus padres, que seguían ocupados ajustando la máquina en el laboratorio, una sensación de desconexión se apoderaba de él. Había algo en el aire, algo que le decía que no encajaba en ese momento. A pesar de que estaba justo enfrente de ellos, se sentía como un extraño en su propia vida.
—¿Por qué no me ven?— murmuró, su voz apenas un susurro. No podía creer que estuviera parado ahí, frente a ellos, y aún así, parecía invisible. Sus padres hablaban animadamente entre ellos, discutiendo sobre los cables y las configuraciones de la máquina, como si nada estuviera mal. Danny sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
Se acercó un poco más, casi con la esperanza de que se darían cuenta de su presencia. Pero, por más que intentara, sus palabras no resonaban. Era como si estuvieran en una burbuja de realidad que lo excluía.
—¡Papá! ¡Mamá!— gritó con todas sus fuerzas, pero solo obtuvo el eco de su propia voz a modo de respuesta. El miedo y la frustración comenzaron a apoderarse de él, haciendo que su corazón latiera con fuerza en su pecho. ¿Qué había pasado? No entendía por qué estaba en esta extraña situación.
—Quizás solo necesitan un poco de tiempo.— pensó, intentando calmarse. Se sentó en un rincón del laboratorio, sintiendo que el tiempo se arrastraba lentamente. Observó cómo su padre se inclinaba sobre la máquina, ajustando un par de cables, mientras su madre tomaba notas en una libreta.
—Tal vez solo piensan que fui al baño.— se dijo a sí mismo, tratando de encontrar consuelo en esa idea. Ellos no tienen idea de lo que está pasando. Pero a medida que pasaban los minutos, la ansiedad se intensificaba.
Danny se levantó y empezó a caminar de un lado a otro, buscando alguna forma de hacer que sus padres lo notaran. ¿Qué podría hacer? Se sentía completamente impotente. Cada intento de llamar su atención era en vano, como si estuviera atrapado en un sueño del que no podía despertar.
—No puedo seguir así. Necesito regresar a la normalidad.— pensó, angustiado. Cualquier cosa parecía mejor que esta sensación de desamparo. Intentó concentrarse en la máquina, recordando cómo había estado ahí antes, antes de que todo se volviera extraño.
De repente, sintió un cambio en el aire, una especie de vibración a su alrededor. No sabía si era un efecto de la máquina o simplemente su mente jugándole trucos. Pero cuando miró hacia la máquina, un resplandor brillante emanaba de ella, iluminando el laboratorio con una luz intensa.
—Esto tiene que funcionar.— se dijo a sí mismo, sintiendo que la esperanza comenzaba a surgir en su interior. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia la máquina, con la esperanza de que pudiera ayudarlo a volver a su vida normal.
¿Qué estaba pasando? Sin querer, Danny alcanzó a tocar uno de los controles y, de repente, la máquina cobró vida. Los paneles comenzaron a parpadear y un sonido de activación resonó en el aire. Su corazón latía con fuerza, sintiendo cómo la energía se acumulaba a su alrededor.
—¿Puedo volver a casa?— preguntó con una mezcla de emoción y miedo. La luz de la máquina se intensificó, llenando el laboratorio con una brillantez casi cegadora.
En un instante, sintió una sacudida en su interior, como si algo dentro de él se reactivara. Todo se volvió borroso y luego, de repente, se sintió diferente. La desconexión se desvaneció y, antes de que pudiera comprender lo que estaba sucediendo, se encontró de nuevo en su cuerpo, como si hubiera regresado a la normalidad.
Danny respiró hondo, su mente trataba de asimilar todo lo que había experimentado. La sensación de estar perdido había desaparecido, pero aún había un matiz de confusión. Se dio cuenta de que estaba de pie junto a la máquina, y sus padres aún estaban allí, concentrados en su trabajo.
—¿Dónde estuve?— se preguntó a sí mismo, pero no tenía respuestas. Sus padres lo miraron de reojo, pero no parecían alarmados.
—Danny, ¿dónde estabas?— preguntó su madre, sin dejar de escribir en su libreta. Pensé que te habías ido al baño.
—Sí, sí... eso creí.— respondió, intentando sonar normal, aunque su mente seguía dando vueltas. ¿Por qué no me notaron?
—Solo estábamos ajustando algunas cosas en la máquina.— respondió su padre, sin mirar hacia él. Espera un momento. Necesitamos hacer unas pruebas.
Danny se sintió aliviado, pero al mismo tiempo, inquieto. ¿Cómo pudo regresar sin saber por qué? Se quedó observando mientras sus padres continuaban con su trabajo, preguntándose si alguna vez entendería lo que realmente había sucedido.
La máquina seguía vibrando suavemente, como si hubiera mantenido algún secreto sobre su extraño viaje. Pero, en ese momento, Danny solo deseaba que la vida volviera a la normalidad, sin las dudas ni los miedos que lo habían acompañado. Sabía que tendría que averiguar qué había pasado, pero por ahora, se conformaba con estar de vuelta con sus padres, incluso si las respuestas seguían fuera de su alcance.
Danny se sentó en la mesa de trabajo, su mente un torbellino de pensamientos. A su alrededor, la habitación estaba llena de cables, herramientas y la imponente máquina que sus padres habían estado intentando arreglar. La luz del laboratorio iluminaba su rostro, pero no podía dejar de pensar en la oscura experiencia que había vivido.
—¿Por qué pasó esto?— murmuró para sí mismo, sintiendo un nudo en el estómago. ¿Qué fue todo eso que sentí? En su mente, las imágenes de la desconexión lo atormentaban. Era como si, por un breve instante, hubiera flotado en un espacio entre realidades, viendo a sus padres trabajar sin que ellos pudieran verlo. Esa sensación de invisibilidad, de no ser reconocido, lo llenaba de una profunda incomodidad.
Se preguntó si debería contárselo a sus padres. Pero, ¿cómo? No quería que se preocuparan más de lo que ya lo estaban. Ellos ya tenían suficiente en sus platos con el trabajo en la máquina. ¿Qué tal si creen que estoy exagerando? Pensó, recordando cómo su padre a veces se reía de las historias que contaba sobre sus aventuras como Danny Phantom. No quería ser tomado a la ligera esta vez.
Danny se pasó una mano por el cabello, sintiendo el peso de sus dudas. No sé si ellos comprenderían. Había una línea delgada entre su vida como adolescente y su otra identidad como héroe. No podía ser tan simple como decir: “¡Hey, creo que me volví invisible por un momento!”, sin que los miraran con confusión. Además, si comparto esto, podría hacer que se sientan culpables o que se preocupen aún más.
El silencio del laboratorio se volvió ensordecedor mientras miraba a sus padres, concentrados en sus trabajos, ajenos a su tormento interno. Su madre estaba ajustando un cable, mientras su padre tomaba notas en su computadora. Ellos están tan enfocados, tan atrapados en su propia burbuja de ciencia. No puedo interrumpir eso. La idea de romper su concentración lo hizo sentirse egoísta.
Y si les cuento, ¿qué puedo decir? Sus pensamientos giraban en círculos. “Oigan, me sentí como un fantasma, como si estuviera atrapado en una dimensión paralela.” Sabía que sonaría ridículo. La posibilidad de ser tomado a la ligera lo asustaba. No quería ser el chico que exagera o que busca atención. No quería que su experiencia se convirtiera en un chiste.
Tomó aire, sintiendo el peso de su decisión. Quizás es mejor no decir nada. Con ese pensamiento, se sintió un poco más aliviado, como si pudiera proteger a sus padres de su propio caos emocional. No quiero causarles más problemas. Además, había algo en su interior que lo instaba a resolver este misterio por sí mismo. Si hay algo extraño con la máquina, puedo investigar.
A pesar de todo, no pudo evitar preguntarse si había algo que podría hacer para asegurarse de que no le volviera a pasar. Quizás debería intentar usar la máquina de nuevo. La idea era tentadora, aunque aterradora. No sabía cómo funcionaba realmente, pero algo en su interior le decía que debía investigar.
Danny se levantó, sacudiendo la cabeza para despejarse. No tengo tiempo para quedarme aquí pensando. Miró a sus padres de nuevo y, aunque sentía un impulso de contarles, se obligó a sonreír y a actuar como si todo estuviera bien. Voy a seguir investigando, y si encuentro algo, se los contaré.
Con esa resolución en mente, Danny decidió enfocarse en la máquina. Tengo que entender qué está pasando. Era un nuevo desafío, una nueva aventura que lo esperaba, y esta vez no tenía que hacerlo solo. Sabía que, al final, encontraría la manera de lidiar con lo que había experimentado, incluso si eso significaba hacerlo en silencio por el momento.
Mientras se acercaba a la máquina, sintió una mezcla de miedo y emoción. Voy a resolver esto, cueste lo que cueste. Aunque el temor a lo desconocido lo abrumaba, había una parte de él que se sentía lista para enfrentar lo que fuera que se avecinara. Con cada paso que daba, se sentía un poco más en control, un poco más como el héroe que sabía que podía ser.
A medida que pasaban los días, Danny se sumergió en un estado de experimentación y descubrimiento. La experiencia que había tenido en el laboratorio seguía resonando en su mente, pero decidió que no podía dejar que el miedo lo dominara. Así que, con una mezcla de curiosidad y determinación, comenzó a explorar sus habilidades poco a poco.
Al principio, todo fue un poco accidental. Una tarde, mientras estaba en su habitación, Danny se sintió abrumado por la emoción de haber aprendido más sobre la máquina de sus padres. Tenía un pequeño cuaderno donde anotaba todas sus ideas y experimentos. Sin embargo, cuando se concentró en sus pensamientos, sintió un ligero escalofrío recorrer su cuerpo. Era una sensación familiar, casi eléctrica. “¿Qué es esto?” pensó, intrigado.
Sin saber por qué, se dejó llevar por esa sensación. De repente, su cuerpo pareció volverse más ligero, y antes de que pudiera pensarlo dos veces, comenzó a flotar. “¡Whoa!” exclamó, sintiendo el aire fresco a su alrededor. Miró hacia abajo y se dio cuenta de que sus pies ya no tocaban el suelo. Había descubierto, de manera completamente accidental, que podía levitar.
Con un poco de concentración, empezó a experimentar. Subió lentamente hasta el techo, sintiendo una mezcla de miedo y emoción. “Esto es increíble,” murmuró para sí mismo. Se dio cuenta de que tenía que aprender a controlar esta nueva habilidad. Después de todo, no quería terminar chocando contra una lámpara o algo peor. Así que se movió con cuidado, intentando encontrar un equilibrio entre la confianza y el control.
Esa noche, después de que sus padres se fueron a dormir, Danny decidió seguir explorando. Se subió al tejado de su casa, donde las estrellas brillaban intensamente en el cielo. En ese lugar, se sintió más libre que nunca. “Si puedo flotar, tal vez también pueda volar,” pensó con una sonrisa. Se concentró y, con un esfuerzo, se lanzó hacia el cielo. Volar no era lo mismo que levitar; se sentía diferente, más liberador y emocionante.
Mientras surcaba los cielos, la adrenalina llenó su cuerpo. “Esto es lo más increíble que he hecho jamás,” se dijo a sí mismo. Sin embargo, el vuelo no estuvo exento de dificultades. Se dio cuenta de que necesitaba controlar su dirección y velocidad. Un giro demasiado brusco lo llevó a casi chocar con una chimenea, lo que le hizo aterrizar con un aterrizaje forzoso en el patio trasero de un vecino.
Después de ese pequeño contratiempo, Danny decidió que era hora de entrenar un poco más. En los días siguientes, comenzó a establecer una rutina. Se levantaba temprano cada mañana antes de que su familia se despertara y se dirigía al parque cercano, donde podía practicar sus habilidades en privado. Intentó volar, levitar y, incluso, hacer pequeñas acrobacias. Cada día, se sentía más en control, más fuerte y más seguro.
Sin embargo, también se dio cuenta de que había algo más en él, algo que iba más allá de solo volar. A veces, mientras estaba en su habitación, podía ver cosas que antes no podía. Tenía visiones fugaces de eventos lejanos, como si pudiera sentir el miedo o la emoción de otras personas. Aunque al principio le pareció confuso y aterrador, pronto se dio cuenta de que esto podría ser una habilidad muy poderosa.
Una tarde, mientras caminaba por el vecindario, vio a un grupo de niños jugando al fútbol. De repente, notó que uno de ellos se caía y se lastimaba. Sin pensarlo, Danny corrió hacia él, sintiendo una especie de instinto protector que no podía explicar. Cuando llegó, ya era demasiado tarde. El niño estaba llorando y sus amigos lo rodeaban. Pero en lugar de sentirme impotente, Danny sintió que algo dentro de él se encendía. “Tal vez puedo ayudar,” pensó, acercándose al grupo.
Para su sorpresa, en ese momento, la energía que había sentido antes surgió nuevamente, y sintió una extraña conexión con el niño. Con una mano sobre su hombro, Danny se concentró, tratando de canalizar lo que había sentido. Fue entonces cuando notó que una luz suave emanaba de su mano, y poco a poco, el niño dejó de llorar. Era un poder que no sabía que tenía, pero que parecía natural.
A medida que los días se convertían en semanas, Danny continuó perfeccionando sus habilidades. Aprendió a controlar su vuelo, a hacer que su cuerpo se volviera intangible y a usar su conexión emocional con los demás para ayudarles. Pero también se sentía presionado, como si un gran peso estuviera sobre sus hombros. Sabía que no podía compartir lo que había descubierto con sus padres, no todavía. “Ellos tienen suficiente en qué pensar,” se decía a sí mismo, luchando entre la emoción de su nueva vida y el miedo a lo que vendría.
Sin embargo, a pesar de las dificultades y los secretos que mantenía, había un fuego dentro de él que lo impulsaba hacia adelante. “Voy a ser el héroe que esta ciudad necesita,” se prometió. Así, mientras el sol se ponía cada día, iluminando el cielo con tonos de naranja y rosa, Danny se preparaba para enfrentar no solo sus propios desafíos, sino también aquellos que podrían amenazar su mundo. Con cada nuevo descubrimiento, se acercaba más a la comprensión de quién era realmente y a su destino como héroe.
Fin del capítulo
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