Capítulo 4
Ayla despierta, encontrándose desparramada en la cama. Al levantarse estira los brazos detrás de su cabeza, tronando sus huesos. Ella se siente como si hubiera sido arrollada por un tren, pero en ese instante recuerda la inoportuna visita que recibió en la madrugada. Al bajar la vista corrobora que continúa desnuda, aunque se encuentra limpia y su piel huele a rosas.
¿Quién de esos dos fue?, se pregunta mientras soba su cadera, la parte interior de sus muslos también le duelen. Supone que son los músculos por mantener las piernas abiertas y haber recibidos esas sacudidas bestiales. De repente siente algo humedecer sus dedos al apoyarse en la cama, al mirar con más atención nota que las sábanas están manchadas.
—¡Moriré! —exclama a todo pulmón mientras da un salto. Con temor vuelve a acercarse, pues recordó que ella está completamente limpia y esa sangre está fresca aún. Al levantar las sábanas manchadas ve algo que la hace gritar nuevamente.
—¡Ayla! ¿Qué pasa? —Cruz es el primero en responder y entra a la habitación luego de haberle dado una patada a la puerta. Él ve a la chica temblando y con la mano manchada—. ¿Te lastimaste? Como-
—¡Vine lo más rápido que pude! —Llantén llega agitado y con una bandeja en sus manos, pues quería darle los buenos días y traerle el desayuno a la cama—. ¿Estás herida?
—No, Azrael se disculpó trayéndole comida —contesta el castaño, ya un poco más calmado.
—¿Comida? Es un cisne muerto en la cama —murmura Ayla horrorizada, pero sobre todo, asqueada.
—Los gatitos cazan y traen comida para los que considera incapaces de cazar. Si no lo quieres yo lo comeré. —Cruz estaba dispuesto a devorarse la cabeza del cisne en ese instante, pero Llantén lo detiene y le ordena que lo lleve a la cocina para que al menos sea cocinado primero.
Una vez solos él acaricia el rostro de Ayla para tranquilizarla y la envuelve con unas sábanas limpias, entiende que no esperaba encontrar una gigantesca ave muerta al despertar. Pero reconoce que fue un gran gesto por parte de Azrael.
—¿Ya estás tranquila? ¿Tienes hambre? —le pregunta mientras deja la bandeja en una mesa que está junto a la cama—. No sé tus gustos pero traje cereal, fruta, yogur...
—G-Gracias —susurra mientras toma el tazón con yogur, este tiene unas moras y trozos de frutillas en su interior. Al probar la primera cucharada una sonrisa aparece en su rostro, su paladar está extasiado por la explosión de sabores.
—Despacio —Llantén ríe al ver como ella ensucia sus mejillas por comer muy rápido, hasta casi se atragantó con un trozo de fruta—. Pareces una niña —comenta mientras toma la servilleta, aunque un momento después se detiene.
Ayla lo mira con curiosidad luego de haber termina el tazón completo, entonces lo vio acercarse y sostenerle el mentón para así limpiar los restos lamiendo sus mejillas y comisuras. Todo de una manera lenta y cuidadosa que termina con un beso delicado del rubio sobre sus labios.
—¡Hey, es mi turno! —protesta Mako estando recostado por el marco de la puerta.
Llantén maldice al cerrar los ojos con fuerza, pero deja otro beso en los labios de la muchacha antes de separarse.
—Él tiene razón —murmura cuando toma la bandeja para llevarla a la cocina—. Nos vemos luego.
—Vamos a divertirnos mucho los dos —canturrea el teñido mientras le enseña un conjunto beige y celeste—. Te espero afuera señorita —agrega luego de dejar la ropa a los pies de la cama.
Ella entrecierra los ojos, entonces suelta un profundo suspiro mientras mira la ropa. No ve otra por ninguna parte, por lo que termina por colocarse el jardinero celeste y la camiseta con el logo de un gatito en el pecho.
—Por lo menos la ropa interior no me entra entre las nalgas —susurra al terminar de acomodar su atuendo. Al dar un par de pasos afuera Mako la toma de la mano y besa sus nudillos.
—Justo como lo imaginaba —comenta cuando hace que dé una vuelta para él, así puede apreciar mejor su belleza—. Anoche fui un poco rudo, pero estoy seguro que lo disfrutaste —susurra al momento de acercarse a su cuello. No puede evitar sonreír al ver la marca de la mordida en la piel, contrasta demasiado por su color rojo y morado.
—Tú-
—Pobre Llantén, no pudo sentir mi aroma en tu cuerpo —la interrumpe al tomarla de las mejillas—. Yo beso mucho mejor que él, ¿verdad?
—¡Mako Seferian De Luca! —exclama Azrael mientras camina a paso firme hacia ellos. El teñido roda los ojos y prepara su mejor sonrisa.
—¿Si? ¿Qué necesitas?
—Estaba en la cocina y Llantén acaba de decirme que estás pasando tiempo con la novia.
—Si, es lo justo, ¿no? —contesta, sin embargo su sonrisa de borra cuando el mayor lo toma del cuello de su camiseta.
—Tu olor estaba en toda la habitación y la cama cuando traje mi obsequio de disculpas. ¿Eso es justo para ti? —Azrael suelta unos gruñidos semejantes al de los de un león y empuja a Mako—. Ahora debe acompañar a Cruz, así son las reglas.
—Okey, okey.
—Ve con él, está en el comedor —ahora se dirige a ella, haciendo que obedezca de inmediato y corra hacia allí. A pesar de sentir dolores musculares, Ayla se mueve rápido con tal de alejarse de esos dos.
Encontrar el comedor no fue realmente difícil, ya que simplemente tuvo que seguir un pasillo hasta ver la gran mesa en medio del salón. Allí encuentra al castaño sentado en espera de su desayuno. El cual es el cisne asado, las sirvientas dejan el gran plato frente a Cruz y éste no pierde tiempo en abalanzarse y dar un par de mordidas.
—Come como yo —murmura Ayla, pues esa desesperación al comer le recuerda mucho a ella luego de pasar días sin probar bocado.
—¿Quieres? —le ofrece una pata luego de haberla escuchado, sus orejas de lobo pueden oír los sonidos más bajos. Ayla niega mientras se siente un poco avergonzada por su comentario—. Pensé que estarías con Mako —habla con la boca llena, realmente no se preocupa por los modales como su hermano mayor.
—Me dijeron que es tu turno —contesta en un tono bajo y comienza a jugar con sus manos.
—Ya no me interesas, hueles a mis hermanos y eso lo arruina todo —contesta luego de tragar—. Mi único amor es la comida.
Ayla asiente, lo entiende, aunque de todas formas continúa acompañándolo hasta que termina de devorar el ave. Cruz suspira al recostarse por el respaldo de la silla, está satisfecho y lame sus labios ante la mirada de la muchacha. Él termina de lamer sus dedos y se levanta de la mesa, siendo seguido por Ayla hacia el jardín. Unas grandes puertas de cristal llevan hacia esa parte de la mansión, el piso es de mármol hasta que se encuentra con un vivo verde del césped recortado. Ella siente cosquillas en sus pies descalzos y mira con curiosidad los de Cruz, él tampoco lleva calzado.
En eso lo ve agacharse y tomar un disco rojo del suelo, el cual lanza al aire un par de veces. La tercera vez no alcanza a atraparlo y el mismo termina a los pies de Ayla.
—Lánzalo —ordena mientras frunce el ceño, no le gusta que los demás toquen sus juguetes. Aunque su cola comienza a moverse detrás de él.
Ayla asiente y lanza el disco, el cual pasa volando sobre el castaño, inmediatamente él corre en cuatro patas tras el juguete, dejando a la chica sorprendida, ahora entiende un poco más eso de los instintos como efecto secundario de las modificaciones genéticas. Cruz logra atraparlo con su boca y regresa junto a ella con las orejas agachadas.
—Puedes... Juega conmigo —le dice al entregarle el disco en sus manos.
Ella acepta mientras una pequeña sonrisa aparece en su rostro, nunca pudo tener una mascota porque sus vecinos se las abrían comido. Está consciente se que él no es una mascota, pero se comporta como un cachorro mientras corre tras el disco, por lo que compararlas le es inevitable.
Una hora después ambos acaban recostados bajo la sombra de un árbol, él agotado por correr tanto y ella con dolores en sus brazos. Al menos ahora ya no le presta atención al ardor en su interior.
—Nunca entendí nuestras tradiciones, nos enseñaron de niños que debemos amar a nuestra novia desde el primer momento que llegara a la casa. Pero no sé cómo hacerlo —comenta en un momento para dejar el silencio de lado.
—¿No sería más práctico conseguir a otras tres novias? —cuestiona Ayla, su mirada fija en el cielo y las nubes blancas.
—Sería más costoso, además la tradición permite elegir sólo una persona por generación —luego de decir eso suelta unas maldiciones mientras jala sus orejas—. También debe hacerse un estúpido baile para presentarte. ¡No quiero usar un maldito traje!
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