Capítulo 25
Ayla disfruta del tiempo que tiene para sí misma, pues habló con Azrael y logró convencerlo de que el tiempo que pasaba con Llantén sea para ella misma. El rizado aceptó con gusto, por ello ahora estaba tranquila peinando su cabello.
Aunque, como es costumbre, Mako no respeta las reglas como lo harían sus hermanos. La única diferencia es que ella lo nota entrar sigilosamente, utilizando la oscuridad para moverse, sin embargo, al abrazarla y dejar un par de besos en su cuello, ve la alianza en su mano.
—Entonces sí es cierto... —susurra pensativo para luego tocar el anillo.
—Me gusta, Cruz me la dio.
—El desgraciado recibió las alianzas primero —se dijo entre dientes para luego mirar a la muchacha—. ¿Dónde está la mía? Quiero usarla.
—Bueno... no sé qué hizo Cruz con la caja, tal vez quedaron en el jardín —al terminar de decir esto vio al teñido salir disparado fuera de la habitación. Por su parte Ayla termina de peinar su cabello y luego mira su reflejo en el espejo—. Finalmente, un poco de paz.
Al mismo tiempo Mako recorre el jardín de arriba abajo, usa su vista nocturna para ayudarse, aunque el lugar es demasiado grande, es igual que buscar una aguja en un pajar. Aun así el teñido no renuncia a su búsqueda ya que la alianza es algo muy importante y no fue primero con Cruz porque sabe que es tan despistado que es probable que hubiera dejado las alianzas de sus hermanos en el jardín.
Las horas pasan y pasan, él ha recorrido cada centímetro del laberinto, ha revisado cada arbusto sin encontrar nada y es sorprendido por los primeros rayos de sol del amanecer. Cansado por no haber dormido y con el cabello despeinado, repleto de hojas, entra a la mansión a pasos lentos. Le cuesta mantener los párpados abiertos y cree ver la figura de Ayla en las escaleras principales, por lo que corre tras ella sólo para terminar abrazando a una sirvienta.
—¡¿Joven Mako?! —exclama la mujer, asustada por el repentino abrazo.
—Oh, lo lamento mucho —al ver su error se separa rápidamente para luego ir a su cuarto—. Ya estoy alucinando por la falta de sueño.
—¿Despertaste temprano? —escucha a su hermano al encontrarlo en los pasillos, aunque el teñido se ve fatal.
—Voy a dormir con la señorita, ¿no te opones? —pregunta con una sonrisa cansada.
—Ella no está en su habitación, quise darle el desayuno en la cama —comenta al señalar la bandeja en sus manos—. ¿Por qué te quedaste despierto toda la noche?
—¡Cruz! El idiota recibió las alianzas y las perdió —Mako vio a Azrael dejar la bandeja en la primera mesa que encontró en los pasillos para luego salir corriendo. Por su parte él estaba muy cansado, por lo que prefirió ir a dormir, luego golpearía a Cruz y seguiría buscando su alianza.
El rizado corría por los pasillos a pesar de que no debía hacerlo, era una de las reglas que él mismo impuso. Aunque la razón era muy importante, las alianzas eran un símbolo de su unión con la novia y debía tenerla.
—Cruz, ¿puedo pasar? —pregunta al golpear la puerta. Estuvo a punto de abrirla de golpe, pero recordó sus modales. Como no recibió respuesta, abre la puerta lentamente, no es raro que su hermano estuviera todavía dormido, aunque quedó atónito al verlo acurrucado junto a Ayla en la cama—. Ayla no deberías estar aquí —murmuró al inclinarse hacia ella.
Las ojeras del castaño se movieron al escucharlo, por lo que Cruz despertó por un sobresalto.
—¿Az? —dice serio para luego bostezar. La removerse siente el cuerpo de la muchacha a su lado, quien también despierta lentamente—. A-Ayla...
—Cruz, ¿dónde dejaste las otras alianzas? —le pregunta Azrael mientras se cruza de brazos—. Y no están en el jardín porque Mako las estuvo buscando toda la noche.
—Ah, lo olvidé. Deben estar en el jardín —insiste, a lo que el rizado suelta un suspiro cansado.
—Voy a tener que encargar otras alianzas para Mako y para mí. Ayla, preparé el desayuno, ¿quieres acompañarme? —él le extiende su mano, la cual ella toma, pero también sujeta la cola de Cruz.
—Vamos a desayunar —le ordena, aunque el joven lobo prefiere quedarse más tiempo en la cama.
—Cinco minutos más, suelta mi cola —se queja, removiéndose un poco y dándole la espalda a ambos.
Ayla se cruza de brazos, pero de todas formas acompaña a Azrael. Aunque esta vez parece ser una ocasión especial ya que comentó que él mismo había preparado el desayuno y ambos estaban muy conscientes de lo que sucedía cuando la veía alimentarse.
En el comedor la chica tomó el asiento junto a Azrael mientras que los sirvientes acomodan los platillos y cubiertos. Sin embargo, todos dejaron el comedor rápidamente minutos después, siendo Ayla y Azrael los únicos allí. El rizado se levantó para servirle el desayuno a su novia.
—Preparé un mix de frutas frescas con avena como plato principal, también yogur natural con frutos rojos y fresas con crema batida —explicó mientras le enseñaba los platillos. Sin decir más, él tomó un tenedor con un par de trozos de fruta y las acercó a ella. Ayla entendió que quería alimentarla por lo que abrió la boca y tomó la comida.
La mezcla de sabores era exquisita, ella no había probado algo así antes y tarareó del gusto. Aunque salió de sus pensamientos cuando sintió que Azrael lamía la comisura de sus labios. Fue un gesto suave, sin embargo, también una advertencia de lo que iba suceder. Él dejó los cubiertos de lado, tomando una fresa con sus dedos y cubriéndola con crema. Un momento después la acercó a los rosados labios de la chica, observando con un deseo voraz mientras mordía la fruta.
—¿No vas a comer también? —preguntó Ayla. Tratando de que Azrael regresara a la realidad, pero la excitación del castaño ya estaba por las nubes. Por lo que la tomó de la cintura para sentarla en su regazo. Ella tragó saliva al sentir la erección del muchacho con rasgos de tigre. Estaba atrapada en sus pantalones, aun así, se él estaba empeñado a seguir alimentándola.
El exceso de crema en las fresas cayó sobre el busto de la chica, por lo que Azrael no dudó en lamer toda la piel. Limpió la crema, disfrutando el sabor de Ayla mientras mantenía los ojos cerrados. Al mismo tiempo sus garras comenzaron a romper el vestido, dejando más piel a su merced. Ella sólo se mantuvo quieta, sintiendo el tacto un poco áspero de esa lengua. Inevitablemente su cuerpo comenzó a reaccionar a las caricias.
Ayla cerró los ojos un momento mientras tomaba la cabeza del castaño, impidiendo que se separara de su cuello. Ya que quería sentir más besos en esa parte delicada de su cuerpo, su punto débil. Sin embargo, Azrael se alejó, tomando un trozo de manzana y colocándolo en su boca. Luego la besó, tomando la mitad de la manzana, saboreando al mismo tiempo esos labios. Un beso profundo le siguió, ambos saboreando el dulce de la crema y fruta en la boca del otro.
De un movimiento rápido Ayla ya se encontraba sobre la mesa mientras que Azrael se posicionaba entre sus piernas. Él se tomó un momento para observarla, el vestido desgarrado que dejaba al descubierto su pecho y sus labios un poco rojos por los besos de hace unos instantes. Esa imagen hizo que su erección fuera insoportable, por lo que desabrochó sus pantalones y lo liberó de la ropa interior.
—Espera, alguien puede vernos —Ayla miró alrededor, avergonzada de que los sirvientes los vean o peor, que Mako o Cruz aparecieran y empezaran a pelear por ella o, tal vez, que quisieran unirse.
Azrael no respondió, sino que tomó unas cucharadas de yogur y lo esparció por el cuerpo de la chica. Su pecho, estómago y un poco más abajo. Al terminar él se inclinó, frotando su erección contra ella al mismo tiempo que lamía sus pechos con desesperación. Ayla no podía contener los gemidos bajos que salían de sus labios mientras que el castaño bajaba hacia su vientre lentamente. La lengua del felino limpió el rastro hasta toparse con la ropa interior, la cual Azrael la tomó con los dientes y jaló hacia abajo, deslizándola fuera de sus piernas.
Él volvió a subir, esta vez dejando besos aquí y allá. Ayla volvía a ser tomada por Azrael, uniéndose luego de una suave embestida. La chica contuvo la respiración por un momento y sujetó con fuerza la camisa del castaño. Esa escena era muy parecida a la primera vez de ambos, cuando el mayor de los De Luca perdió el control y la hizo suya frente a todos. Sin embargo, esa vez se sentía muy diferente, Azrael había tomado su tiempo en disfrutar al máximo su fascinación por verla comer hasta el punto de ser insoportable.
Una vez dentro de ella, comenzó a moverse y sacarle pequeños gemidos con cada roce y cada embestida. Ayla, a pesar de sentirse bien, aún estaba preocupada de ser descubierta, mirando a su alrededor con nerviosismo.
—Descuida —Azrael llamó su atención, empujando profundo en ella—. Mi cuerpo te cubre, nadie más que yo puede verte así ahora —susurró mientras apoyaba sus codos sobre la mesa. Estando cara a cara, él rizado la miró a los ojos mientras sus caderas retomaban un compaz suave pero constante. Las reacciones de Ayla le eran encantadoras, sus gemidos y lamentos al momento de ir profundo en su interior eran lo que estimulaban Azrael.
El rizado clavó sus garras en la mesa al momento de que sintió que era apretado aún más por Ayla, la chica había llegado a su límite y también hizo que Azrael se liberara en su interior. Dio un par de embestidas más, hasta que soltó un suspiro y se detuvo completamente.
Ayla estaba recuperando el aliento, pero se sobresaltó cuando él la levantó sin esfuerzo y se sentó en la silla. Ambos seguían unidos y Azrael solo la había colocado en una posición más cómoda.
—Ya quiero que tengas a mi hijo —habló el castaño mientras presionaba suavemente el vientre de Ayla. Ella gimió en respuesta ya que él la estaba llevando completamente, llegando mucho más profundo en su interior debido a esa posición.
—Yo... —ella estaba a punto de decir algo, sin embargo, prefirió guardar silencio. Más aun cuando escuchó unos pasos acercándose. Azrael le sonrió al notarla inquieta, entonces la cubrió con el saco de su traje, asegurándose de ocultar su desnudez.
—Joven Azrael, llamó su asistente. Lo necesitan en su oficina. —Uno de los sirvientes dio ese aviso para luego retirarse inmediatamente. Tal vez fue intimidado por la mirada del rizado pues los habían interrumpido.
—Bien, iré cuando termine de desayunar —dijo bajando su mirada hacia Ayla. Sólo con eso ella entendió que Azrael no tenía ninguna prisa por irse.
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