Capítulo 17
Liceo bosteza al estar agotado, despertó hace unos minutos y su cerebro aún continúa adormilado. Son las siete de la mañana, su jornada comienza y debe trapear los pisos al igual que las escaleras.
La mañana transcurre tranquila para él, su guía le recuerda el resto de tareas que debe hacer en repetidas ocasiones. Pero las cosas cambian cuando llega la hora del desayuno. Al servir la mesa sólo dos hermanos se hacen presentes en el comedor.
—Buenos días —saluda al momento de colocar los platos frente a cada uno. Ninguno responde, Cruz por tener la boca llena y Llantén simplemente no está obligado a hacerlo. El ambiente es tenso y Liceo se retira en silencio, aunque en realidad se queda cerca de la puerta al oír la conversación de los hermanos.
—¿Dónde están los otros? —pregunta el rubio, aunque no obtiene ninguna respuesta por parte de Cruz—. ¡Deja de ignorarme! Azrael debía ir a una reunión temprano y no asistió, ¿Mako regresó a casa al menos?
El castaño no se molesta en responder y continúa comiendo, pero Llantén termina arrojando su plato al hartarse. Un gran estruendo se escucha y la porcelana acabó en miles de trozos, Liceo frunce el ceño ante esta actitud y espera, al igual que el rubio, la reacción de Cruz.
—Siempre quise ser como tú —le dice al sujetarlo del cuello de su ropa—, pero ahora me alegro de ser yo —agrega antes de golpearle con la cabeza. Llantén suelta un quejido de dolor y siente como algo baja desde su frente, al toca la zona sus dedos se manchan con sangre.
Cruz deja el comedor para ir a la cocina en busca de comida, por ello encuentra a Liceo espiando, haciendo que entre en pánico.
—Fue sin querer, no quería-
—No importa —contesta mientras abre el refrigerador para buscar más comida.
—¿Qué ocurrió? —pregunta curioso.
—Llantén le faltó a la tradición, a la familia y a Ayla —comenta el castaño antes de dar un gran mordisco a una pata de pollo que sobró de la cena—. Se estuvo acostando con Gala todos estos años.
—¿Quién es ella?
—Su amiga, se conocen de niños.
—¿Y dónde están tus otros hermanos? —Liceo cierra la boca cuando Cruz azota la puerta del refrigerador con fuerza.
—¡Tantas preguntas! ¿Nadie me dejará comer hoy? —se queja y gruñe hacia el otro—. Lo siento, Azrael pasó la noche con Ayla...
—E-Está bien, puedes hablar conmigo cuando quieras.
La conversación se ve interrumpida por la llegada de Mako, quien se queda mirando a ambos por unos interminables e incómodos segundos. Entonces saca su celular para tomar un par de fotos.
—Disculpen, no quería interrumpir. Continúen —dice al hacer unas señas para que ambos se acerquen más, sin embargo recibe las miradas confundidas de Liceo y Cruz—. Ah, entiendo —se disculpa para luego dejar el lugar.
Son tímidos, piensa al sonreír de lado. Entonces escucha a Cruz detrás de él, que lo alcanza con un trote.
—Tenemos que hablar —le dice, haciendo que Mako le dedique una sonrisa mientras desordena su cabello.
—Ya sé. Pero no te preocupes, tienes todo mi apoyo.
—Eh, si... ¿Qué pasó con Gala? —pregunta, siendo incapaz de ocultar su curiosidad.
—Ya no la llamas cotorra —comenta, aún manteniendo su sonrisa—. Fue terrible, no dejaba de llorar y luego se quedó dormida. Ahora entiendo más, por eso ella insistía e insistía con Llantén. Para Gala él lo es todo, pero para Llantén sólo fue práctica hasta que llegara la novia.
—Pero ella dijo que antes de la fiesta-
—Es cierto, lo dijo —afirma Mako, pensativo recuerda los hechos hasta este momento—. Con Ayla enferma y nosotros castigados él no pudo soportarlo.
—Es porque siempre se dejó llevar, nunca tuvo control realmente —concuerda Cruz para luego hacer la pregunta que no lo dejó dormir por la noche—. ¿Qué pasará con Llantén?
—Azrael pensará en algo, es el hermano mayor —contesta el teñido ya que él tampoco tiene idea de qué pasará con su hermano. Siempre se había respetado la tradición.
Mientras tanto, el mayor de los hermanos despierta, dando un gran bostezo. Azrael se estira en la cama, haciendo que el pelaje de su cola se erice un poco. Luego de frotar su rostro con las manos, su vista se dirige al pequeño bulto a su lado. Sonríe para sí mismo mientras acaricia los cabellos oscuros, su toque suave hace que ella se remueva en su lugar. Así deja su hombro y cuello descubiertos, dejándole apreciar las marcas que ha hecho.
Él se acerca, dejando un par de besos en la mejilla de Ayla mientras le susurra los buenos días. Al quitar un poco las sábanas deja al descubierto algunos rasguños provocados por sus garras en la espalda de la chica.
—¡Ya es de día! —exclama al dar un brinco de la cama. Ayla mira como el rizado se apresura en vestirse, por su desesperación termina enredado con los pantalones y cae sobre la alfombra.
Ayla se sienta en la cama, cubriéndose con las sábanas para ver si él se encuentra bien pero Azrael rápidamente se levanta. Él ve la hora en su celular y suelta un suspiro, ya que es demasiado tarde para la reunión. La calma regresa a la habitación y ella mira curiosa como el muchacho comienza a rasgar un gran trozo de madera que está junto a su armario. De hecho, al mirar con más detalle ve que la habitación está repleta de esa madera.
El rizado siente una intensa mirada sobre él y atrapa a Ayla observándolo. Entonces aleja sus garras de la madera mientras suelta una risa nerviosa.
—Me ayuda a liberar el estrés —comenta y da un par más de zarpazos, sus garras hacen surcos profundos dándole satisfacción.
—Entiendo —murmura en respuesta, pero piensa que hay demasiadas piezas, además algunas ya se encuentran completamente rasgadas, sin mencionar lo que hizo en su espalda.
—Yo... en realidad no sé qué hacer con Llantén —le confiesa mientras agacha las orejas.
—Bueno, su situación es parecida a la mía con ustedes, no creo que-
Azrael la interrumpe con un beso, haciendo que ella abra los ojos por la sorpresa. Luego siente caricias en su rostro por parte de él, por lo que dudosamente sigue el beso hasta que se separan.
—No te compares con Llantén. Tú eres la novia y cumples con la tradición. Pero él nos mintió, usó a su amiga y traicionó a la familia —susurra al mantener sus frentes unidas—. Gala sigue sin agradarme pero no le hubiera deseado nada por lo que está pasando ahora —agrega.
Él se separa, mostrándose pensativo y finalmente toma su celular para hacer una llamada. Ayla lo ve salir de la habitación luego de excusarse y suspira aliviada, ya que creyó que lo harían nuevamente. Esa noche fueron uno repetidas veces, llevando a su cuerpo al límite, ya que los músculos de sus piernas duelen sin mencionar el ardor que ya reconoce en su centro.
Con cuidado se levanta de la cama, deslizando las sábanas y descubre las múltiples marcas de su cuerpo. Manchas rojas y moradas cubren sus muslos, en especial la cara interna, también dichas marcas están por todo su pecho e incluso sus brazos.
—Demonios, ¿cuánto tiempo pasó sin...? —Ayla calla cuando un grupo de sirvientes entran a la habitación. Son las mismas que siempre le hacen tratamientos de belleza, sus encuentros siempre son incómodos. Las mujeres hacen su trabajo sin comentar nada y dándole simples órdenes a la muchacha. Aun así las mejillas de Ayla se mantienen rojas debido a las marcas pero ignora por completo que le ha hecho más rayas al tigre.
Azrael toca su hombro derecho ya que se siente incómodo por las banditas que lleva en su espalda, cuando estaba en los pasillos una sirvienta lo vio con el torso desnudo y rápidamente llamó al médico de la familia para que lo curaran.
En eso ve llegar a sus hermanos, él mismo los llamó para reunirse en el hall de la mansión para discutir la situación de Llantén. Es el rubio quien acude primero y trata de hablar con el mayor.
—Az, ¿podemos hablar? —Llantén sólo recibe una mirada del rizado, luego silencio. En minutos los demás se presentan, incluso Ayla, usando un vestido formal y el cabello recogido.
—¿Por qué nos llamaste? —pregunta el teñido, quien ahora lleva otro color de cabello, siendo este blanco con puntas negras.
—Que importa, Ayla se ve muy bonita —comenta Cruz y se acerca a la muchacha—. Ese vestido resalta tus curvas, tienes más —le susurra, haciendo que ella suelte una corta risa, pero no está satisfecho al pensar que pudo hacerle un mejor cumplido.
—Los llamé para tratar la situación de Llantén —dice Azrael, atrayendo la atención de los presentes—. Es un asunto delicado y no sé cómo tratarlo. Por ello llamé a nuestros padres —al terminar de decir esto las puertas se abren, dejando ver a dos figuras oscurecidas por la luz natural del exterior.
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