Capítulo 13
La novia, los demás sirvientes no están cómodos con la presencia de la muchacha, hablan de Ayla cuando los hermanos ni ella están presentes.
—Llevo trabajando años y nunca podré tener tanto dinero como esa chica, siendo la novia lo consiguió todo sin esfuerzo —habla una de las sirvientes mientras lava los platos.
—¿La conoces?
—No pero sé cómo son las de su calaña —dice entre dientes.
Él se mantiene en silencio mientras seca las piezas de porcelana fina que ella le entrega. Al terminar con su trabajo ve que tiene una nueva lista de tareas, lo que lo hace sentir exhausto, sin mencionar que ya está anocheciendo. Ahora está seguro de que trabajar en una mansión es un verdadero infierno, ya que la casa es tan grande que la limpieza es difícil sin importar que muchas personas estén a cargo de esta actividad.
—¿Debo limpiar un viejo armario? —dice al estar frente al polvoriento lugar, hace una mueca cuando mueve un par de cajas de su camino y estornuda debido al polvo. Al salir nuevamente al pasillo para recuperar el aire, nota que se encuentra cerca de la habitación de la novia de los herederos. Luego de asegurarse de que no había nadie cerca, caminó hacia la puerta para acercar su oído contra la madera, del otro lado no oye nada por lo que la abre lentamente.
En la habitación ve a la chica de cabellos negros, durmiendo plácidamente en la cama. Ella está arropada y unas pequeñas gotas de transpiración brillan en su frente. Él no puede hacer nada por ahora, sólo esperar el momento apropiado para actuar, de lo contrario toda la misión se arruinaría.
Ayla abre los ojos lentamente al sentir un cosquilleo en su nuca, pues resulta que Cruz se encuentra recostado junto a ella mientras la abraza por la espalda. Sus cortas lamidas la despertaron y él acaba soltando un profundo suspiro, haciendo que su aliento cálido choque contra la piel de ella.
—No quiero dejar esta cama —murmura en un tono bajo—. ¡Pero es hora de tu medicina! —exclama luego de ver el reloj en su celular.
—Ya me siento mejor —contesta Ayla al sentarse en la cama, entonces siente como él la toma de la nuca para acercar su frente a los labios. De esta manera chequea la temperatura y para asegurarse también lo hace con un termómetro.
—No, todavía tienes fiebre —niega moviendo la cabeza, por lo que se levanta para darle otra dosis del jarabe, una vez echo esto decide hacerle caso a su estómago, el cual le reclama por alimento. También oye rugir al vientre de Ayla, haciendo que suelte una carcajada—. Voy a traer el desayuno para ambos... Oh, ahora Azrael debe cuidarte.
Las orejas de Cruz se bajan y su cola deja de moverse, en eso, el nombrado abre la puerta mientras lleva un gran botiquín en sus manos. El castaño hace una mueca al ver que Azrael está usando un barbijo y guantes desechables.
—¿Qué es todo esto? —pregunta, manteniendo el ceño fruncido.
—Lo necesario para el cuidado de Ayla, ya puedes retirarte —responde mientras empuja al menor fuera de la habitación.
—Pero-
—El médico te espera para hacerte un examen, seguramente ya estás contagiado. —Azrael saca a Cruz del lugar y cierra la puerta. Luego gira hacia Ayla al mismo tiempo que acomoda los guantes en sus manos—. No puedo arriesgarme tanto como ayer, si me enfermo esta casa puede convertirse en un desastre.
—¿Por qué?
—Soy el mayor.
—Pero Llantén también se ve mayor —cuestiona mientras sostiene una tasa de té con miel que él le entregó.
—Tenemos la misma edad porque es mi mellizo no idéntico pero es demasiado suave, en lugar de dirigir él hace lo que los demás le ordenan —le explica al momento de tomarle la temperatura.
—Oh... Cruz ya me dio la medicina —comenta al ver que Azrael estaba buscando el jarabe.
—Entonces sólo bebe el té y descansa —murmura al tomar la tasa vacía, sin embargo ella continúa hambrienta, cosa que la lleva a pedirle más comida al rizado.
Al momento de oírla él tragó saliva, sus orejas se movieron un poco y su cola comenzó a menearse.
—Mmm, no es buena idea que comas frente a mí... —comienza para luego hacer una pausa, busca las palabras correctas para no asustarla—. Pierdo el control cuando te veo comer, la manera en la que lo haces me...
Ayla simplemente ladea la cabeza al no comprender como es que verla comer puede provocar que él pierda el control. Además notó que hay otras cosas que descontrolan al rizado y son igualmente graves.
—Te dejo desayunar y regreso cuando hayas terminado. —Azrael le da una sonrisa, aunque ella no puede verla debido al barbijo en su rostro.
Luego de eso él sale de la habitación y llama a la ama de llaves para ordenarle que lleven un nutritivo desayuno al cuarto de la novia inmediatamente. Ella, a su vez, moviliza a los otros sirvientes para que cumplan con el pedido del joven heredero, por ello, en unos minutos, Ayla recibe una bandeja repleta de comida.
—¿Cuál es tu nombre? —la pregunta detuvo a la chica antes de que comience a devorarlo todo. Levantó la mirada hacia esa persona para encontrarse con un joven de su edad vestido con camisa y moño, es el uniforme que los sirvientes usan—. ¿Puedes hablar? ¿Sabes hablar?
Que extraño, se dice ella. Desde que llegó a la mansión de la familia ninguno de los sirvientes le ha dirigido la palabra, además pensó que ellos la odian por como suelen mirarla. Sin embargo él se molestó en preguntar su nombre.
—Ayla Zas —murmura luego de un corto silencio.
—Yo me llamo Liceo, un gusto en conocerte —él le estrecha la mano al mismo tiempo que le regala una sonrisa—. Creí que no me entendías porque no contestaste al principio —comenta mientras rasca su nuca.
—Es que es extraño.
—Lo sé, se supone que debo mantenerme alejado de ti y tampoco tengo permitido hablarte —dice para luego señalarse—. Soy nuevo en este trabajo y no entiendo eso. El hombre que me entrena comentó que hay cientos de reglas.
Ayla asiente con la cabeza, ya que recuerda haber escuchado a los hermanos decir algo sobre reglas.
—¿Sabes cuales son y de qué tratan? —pregunta Liceo, pero ella niega, sólo sabe que es la novia por una vieja tradición familiar—. No hablas mucho, ¿verdad? —comenta haciendo que Ayla se encoja de hombros.
—¡Novato! —exclama la ama de llaves, ella abrió la puerta para asegurarse que la chica esté desayunando para luego avisarle a Azrael cuando acabara. Sin embargo el chico nuevo todavía seguía allí.
—Debo irme —habla al ser arrastrado fuera por la mujer. Ya en el pasillo ella lo regaña por su comportamiento mientras él sólo mantiene la cabeza agachada.
—¿Tu entrenador no te lo ha dicho? Debes mantenerte alejado de la novia, sólo puedes acercarte cuando se te lo ordena y hacer tu trabajo, punto.
—Lo siento, no volverá a pasar —responde sin mirarla.
Liceo se retira, diciéndole a la mujer que volverá a su labor aunque, cuando se asegura de que está completamente solo, llama por su brazalete a sus superiores para informarle los avances en la investigación.
—Pude hablar con la chica, se llama Ayla Zas. Debe tener unos 16 o 17 años de edad, cabello negro, estatura normal y muy delgada, podría decir que está desnutrida. Está en cama con fiebre. Los demás sirvientes y los hermanos hablan de unas tales reglas, aún no descubrí quién las dictó y porqué. Estaré en contacto. —Liceo corta la llamada para luego suspirar. Está frustrado ya que no puede hacer nada hasta que le den esa orden, no sabe si podrá ver a la chica sufrir mientras él sólo observa. Sin mencionar que apenas es su segundo día trabajando en la mansión.
Al girar a la derecha del pasillo, para ir a la cocina, se topa de frente con uno de los hermanos De Luca. Él los reconoce por sus características y no por sus nombres, por lo que ahora está siendo sujetado por el lobo.
—¿En contacto con quién? —pregunta éste mientras le enseña sus colmillos—. Habla basura.
—Yo soy un reportero, me enviaron a investigar la vida de tu familia —responde mientras intenta recuperar su brazo, debido a la diferencia de fuerza comienza a entrar en pánico porque teme que se lo rompa.
—¿Por eso estabas hablando así de Ayla? —cuestiona el otro haciendo más presión.
—Si. Trabajo para una revista de chismes, ya sabes, mis jefes quieren saber cada detalle de sus vidas íntimas.
—Yo puedo ayudarte con eso, aléjate de Ayla —Liceo suelta un poco de aire al escucharlo. Sin embargo se paraliza cuando el castaño lo toma del cuello—. Si es una mentira... te destrozaré la garganta.
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