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Nota #7: Pierce The Veil-I don't care if you are contagious

And I don't care if you're sick
I don't care if you're contagious
I would kiss you even if you were dead
Would somebody make me go blind for the rest of my life?
'Cause I'd do anything to hold your hand

El viernes al finalizar sus clases, Astrid se fue directo a facultad de música. El aire fresco se colaba a través de su delgado vestido. Encontró un lugar donde sentarse a esperar a que la bajista saliera de su última lección. Aprovechó el tiempo para continuar con su lectura, había quedado enganchada por "La onírica búsqueda de la perdida Kaddath"; Lovecraft nunca la decepcionaba.

Escuchó las hojas crujir al ser aplastadas por unas pisadas ligeras. Fernanda corría hacia ella. Solo llevaba su mochila pues había dejado el bajo en casa. Ese día no lo necesitaría en las clases y hubiera sido una carga extra. Astrid pasaría la noche en su hogar para hacerse cargo del maquillaje y vestuario que usaría en la presentación de la convención.

Al verla llegar, la dibujante sonrió. Se saludaron con un pequeño beso en la mejilla y se abrazaron. Mantuvieron sus frentes unidas sin dejar de mirarse.

— ¿Cómo te fue, cariño?

—¡Pfff, una pesadilla! Me quedé sin partituras, pero Robert me prestó unas cuantas.

—Escuché que Emily lo verá más tarde, creo que irán al cine.

—Ya decía yo, era muy sospechoso que se ofreciera a comprar mis partituras así de la nada.

─ ¿Por qué no las compramos ayer? — Al iniciar a caminar, Astrid entrelazó sus dedos con los de Fer —. Estuvimos toda la tarde en el centro comercial y la tienda de música nos quedaba de paso.

─Para ser sincera, no se me ocurrió. Además, tu querías entrar a Hot Topic.

—Para comprar las medias de red que tanto te gustaron.

—Me gustaría más vértelas puestas.

—¿De qué beneficios gozas? — Ladeó una sonrisa.

—Pues, digamos, soy... ¿tu amiga con derechos? — La bajista guiñó un ojo.

—¡Amiga con derechos! ¿Cuándo pasamos a serlo?

Fer quiso llevar el jugueteo un escalón más arriba.

—¿No lo somos? Entonces creo que aceptaré salir con el jefe del club de teatro.

—¿Alan? — Astrid sintió una punzada de enojo —¿Ese tonto te invitó a comer?

— ¿Hay algún problema?

—Uno muy grande: nadie invita a salir a mi chica. — Atrajo a la bajista hacia ella y le dio un nuevo beso en la frente.

Fernanda abrazó a Astrid por la cintura, hundiendo su rostro en su pecho. Quedó perdida en su esencia, un olor que le brindaba paz.

Al llegar a casa de Fernanda, primero se dirigieron al cuarto para dejar sus cosas. Descalzas, bajaron a la cocina. Como primer punto en su itinerario acordaron comer.

La bajista se encargaría del banquete, unas sencillas hamburguesas que habían comprado la tarde anterior.

—En el refri hay bebidas, saca lo que quieras.

Fernanda aprovechó la distracción de Astrid para sacar su frasco y tomarse su pastilla. Cuidó que su invitada no la viera hacerlo.

Ajena a esto, Astrid buscaba alguna bebida en el refrigerador, hasta que dos botellas de soda le parecieron perfectas. Se levantó y abrazó a Fernanda por la cintura plantando un beso en su cuello que la hizo suspirar.

—Me gustas mucho, ¿sabes?

Fer sintió cada palabra vibrar sobre su cuello y sus piernas se volvieron de gelatina; sin embargo, se sobrepuso y regresó su atención al sartén.

—Ah si, y ¿cuánto te gusto?

—Tanto como para estar aquí contigo y quedarme toda la noche en tus brazos.

—Imagina cuánto debes gustarme para que te haya cocinado. — La bajista le mostró la lengua, pero eso no evitó que se sonrojara.

Fernanda puso las carnes a la mesa, colocándolas en ambos platos. Astrid tomó con los dedos un pedacito de la suya y se lo llevó a la boca.

—Justo como me gusta, suave y jugosa. ─Pasó la lengua por sus labios ─Pero ¿si mejor te como a ti?

—¡Lowllett! ¡Me vas a volver loca!

Antes de que sus piernas la traicionaran, Fer ocupó su lugar en la mesa y comenzó a preparar su hamburguesa.

—¡Cómo si no te gustara, Fer!

La tranquilidad se respiraba en la cocina. Hacía mucho tiempo que Fernanda no se sentía así y la presencia de Astrid traía consigo una paz que llevaba tiempo añorando.

La gótica era un libro abierto: le gustaba Fernanda y no tenía miedo en expresarlo. Pero ¿solo se trataba de atracción o había algo más? Llevaba toda la semana pensando en ella, cada vez que la veía su corazón se saltaba un latido, algo que su ex nunca consiguió. Quería acercarse, tenerla, besarla hasta quedar sin aliento.

Después de comer y dejar limpia la cocina, se encerraron en la recámara a continuar viendo Sword Art Online. Recostadas en la cama, la bajista tenía a la gótica refugiada en su pecho y acariciaba su espalda pasando la mano en pequeños círculos.

La película iba por la mitad cuando Astrid puso pausa y alzó la vista hacia Fernanda.

—¿Qué somos, Fer?

La pregunta tomó desprevenida a la bajista y desvió su mirada de aquellos hermosos ojos grises

—No lo sé — finalmente contestó─. Quiero estar contigo, pero... no te mereces la vida que te daría. Tú eres hermosa, llena de alegria y yo...

La dibujante puso su índice en los labios de Fer.

Sus miradas se conectaron. En los ojos de la músico se observaba una tormenta de dolor y tristeza; los de la gótica destilaban frustración.

—Ni siquiera intentes terminar lo que ibas a decir, no quiero escucharlo.

—Es la verdad.

—¡No puedo creer que tengas tan mala percepción de ti misma!

—Estoy rota, Astrid. No lo entenderías.

—¿Entender qué? — Se giró para quedar sobre ella y sacó de su bolsillo el frasco de pastillas —. ¿Piensas que no soy capaz de lidiar con esto?

Fer se quedó inmóvil, sin poder replicar. Ella lo sabía y no le había dicho nada.

—Tú mereces a alguien cuerdo, no a la loca de Fernanda.

—¡Deja de decir estupideces! Con o sin pastillas, haces que mi corazón se vuelva loco con solo verte.

—Eso dices ahora, pero ¿cuándo tenga una crisis? Me dejarás sola.

—Mentira.

—Las cosas como son, Astrid, ¿por qué tú no puedes verlo? Yo no te...

Esta vez, fueron los labios de la dibujante los que silenciaron la rabieta de Fernanda. Al principio, se quedó quieta con el corazón latiendo a mil por hora, pero era imposible no responder a la necesidad de aquella boca.

Astrid le acarició el rostro, dibujando cada curva con los dedos. Delineó con su lengua los labios de su compañera que, húmedos y cálidos, se abrieron para darle acceso. Bajó sus manos por los hombros, deslizándolas por los brazos hasta que sus manos se encontraron.

Fernanda arqueó la espada y, como un imán atraído a su polo opuesto, acercó su cuerpo a ella.

El tiempo les pareció eterno. Cuando se separaron, ambas se miraron con la respiración agitada.

—Que esto te haga entender algo, Lancaster— Astrid sonrió, pero la miró seria —, desde ahora somos oficiales. Tú eres mía y nadie lo va a cambiar. Amo como es que un día puedes usar falda, medias y tenis, y verte como una princesita hermosa, y días como hoy convertirte en una chica ruda que asusta hasta el más bravucón. Me haces perder la razón. Veo tus labios y quiero besarlos... todo el día. Y este beso solo me ha vuelto adicta a ti.

Astrid rozó su boca con la de Fernanda. Aunque la primera estuviera sentada sobre el vientre de la segunda, fue la bajista quien capturó la de su compañera tomando así la iniciativa. Después de escucharla fue inevitable hacerlo.

Fernanda mordisqueo el labio de la dibujante ocasionando que gimiera sin poder contenerse. Esto le dio más valor a la bajista para profundizar el beso.

—Astrid Lowllet — musitaba entre besos —, ¿quieres ser parte de mi vida? ¿Quieres ser la pieza más especial de la misma? ¿Quieres compartir nuestros caminos juntas?

La gótica se le quedó viendo y solo sonrió. Su corazón estaba al cien por hora. No esperaba que fuera Fernanda quien tomara la iniciativa, mucho menos declarársele de esa manera tan hermosa, como si pusiera todos sus sentimientos en aquellas palabras.

—Sí, quiero serlo — respondió bajito.

La chica tatuada sonrió al escuchar la respuesta de su ahora pareja.

—¡Gracias, Astrid! Gracias por darme un motivo tan hermoso en mi vida para seguir adelante. — Le dio un pequeño y fugaz beso en los labios.

Astrid acarició el rostro de ella, hundiéndose en los ojos de su ahora novia.

—Gracias a ti, Fer, por abrirte conmigo.

Por primera vez desde que se conocieron, Astrid se mostró vulnerable acurrucándose en el cuello de la chica.

—Eres lo más hermoso de mi mundo, no puedo dejar de sentirme tan afortunada por tenerte en mi vida.

Besó el cuello de la chica, con pequeños roces de sus labios, ocasionando que la bajista suspirara al sentirlos.

Astrid tomó una foto y la subió a su Instagram. Etiquetó a Fernanda y puso "With babe". Al haber hecho oficial su relación, empezó a recibir todo tipo de mensajes de sus amigos y conocidos. El lunes, ese sería el nuevo chisme de la universidad.

—Juntas por siempre — susurró Fernanda y Astrid asintió.

Fer la abrazó por la cintura mientras esta se acurrucaba en el pecho de la músico. Las dos cayeron en un estado onírico con una sonrisa plasmada en su rostro.

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