Nota #4: Shadow of Intent -The Catacombs
The plight emerges and invites me in
Lapse of control, a shallow breath in litany
Claustrophobic; the walls seem to be closing in
Inhaling pestilence
The library devours all who attest the divinity
of it's ancient design
Inhale the pestilence
Forsake the light
Fernanda se levantó desde las siete de la mañana. Terminó de ordenar lo que dejó pendiente la noche anterior: la ropa limpia acumulada en la silla frente a su escritorio estaba doblada y guardada en su lugar; los trastes sucios sobre su mesita de noche habían desaparecido; guardó sus amplificadores y solo dejó uno junto a la base de su bajo.
La cocina se transformó en un lugar pulcro y con olor a pino. Recogió las botellas de cerveza vacías que su padre dejaba en la sala de televisión, sacó la basura y barrió la entrada. Quería que todo estuviera perfecto para recibir a Astrid.
Por fortuna, su padre tampoco las molestaría, lo había escuchado salir más temprano.
La dibujante llegaría entre las once y las once y media de la mañana, el tiempo perfecto para que el repartidor trajera el almuerzo.
Se sentó en uno de los sillones de la sala a observar su obra de arte: una casa limpia, pero vacía. Sin más en que entretenerse sacó su teléfono y observó el último mensaje de Astrid, una rápida contestación escrita a las dos de la mañana.
Había empezado a preocuparse cuando pasaron horas sin una respuesta de su parte, pero al recibir la notificación, se tranquilizó. «Seguro que se quedó dibujando».
El reloj del teléfono marcó las once...las once cinco...las once quince...Y Astrid no daba señales de vida.
«¿Se habrá quedado dormida?».
Un mensaje más no dañaría a nadie.
"Astrid, ¿cómo vas? Ya pedí nuestro almuerzo."
El timbre sonó y salió disparada a la puerta. Pero solo era el repartidor con la comida. ¡Vaya decepción!
Dejó el teléfono en la barra de la cocina y sacó algunos platos para organizar el almuerzo. Al abrir el cajón de los cubiertos, su frasco de pastillas apareció entre los tenedores y cuchillos. ¿Cuándo había sido la última vez que las había tomado?
Antes de que sacara el frasquito, el celular vibró. Dejó de poner atención a lo demás y leyó en la pantalla:
"Voy para allá, disculpa. Me quedé dormida."
El mensaje concluía con un emoji sonrojado.
Al leer, Fernanda se convirtió en un cubito de hielo al sol, completamente derretida.
Siguió sacando lo que necesitaría llevar a su habitación y acomodó el almuerzo hasta que estuvo satisfecha. Describirse emocionada e ilusionaba se quedaba corto con lo que sentía hasta que, en la puerta de la cocina y después de un parpadeo, la mujer de la tarde anterior le devolvió una mirada reprobadora.
De la euforia pasó al susto.
«Ella es demasiado para ti. » escuchó una voz en su cabeza.
—No! No lo es. Yo merezco ser feliz— Contestó a la nada.
«¿Por qué deberías serlo? La dejaste morir... Me dejaste morir.».
Se le puso la piel de gallina. La voz era ácida, llena de rencor, como si se tratara de un reclamo.
«No eres real. No eres real» Se decía al mismo tiempo que volvía a buscar su frasco de medicinas, pero el timbre de su casa detuvo su andar.
«Ya llegó. Ella también te dejará, como todos».
Su mente le estaba jugando chueco. Con pasos torpes salió al pasillo, apenas si pudo llegar a la entrada. Incluso falló al intentar tomar la perilla.
Respiró y se aferró al frío pomo, con fuerza lo giró y despacio, con cada respiración, abrió la puerta. Ahí estaba la imagen más hermosa de todas: Astrid, con una mano cargaba su portafolio de dibujo y en el hombro colgaba su mochila.
─Hola, Fer. Perdón por llegar tarde.
─Hola. ─Intentó concentrarse, pero la voz acusadora seguía ahí.
«Obsérvala. Mira que hermosa es. Una basura como tú no la merece».
Sí, era hermosa. Con sus labios de coral y cautivantes ojos grises.
─Fer, ¿todo bien?
Astrid notó que su amiga trataba de disimular, sonaba distraída y de vez en vez movía la cabeza para buscar algo más.
─Sí, todo bien, ¿tú pudiste dormir bien? Me contestaste el mensaje muy tarde.
─Me quedé haciendo una tarea, que no he terminado y pensaba que hoy podría dedicarle tiempo. ¿Me ayudarías?
─Me encantaría. ─Le brindó una sonrisa genuina.
─ ¡Mil gracias!
A pesar de su extraño comportamiento, la bajista logró conmover a Astrid. Era una chica talentosa y abierta a estar con ella para ayudarla con su tarea cuando bien podría estar haciendo cualquier otra cosa o descansar.
Fernanda la invitó a pasar.
Astrid observó que la casa estaba bastante ordenada y limpia. En medio de los sillones de cuero, había una mesa de centro con una figurilla que tenía tres elefantes, un animal que se repetía en la decoración.
─Tienes elefantes por todos lados.
Ante la ausencia de una respuesta por parte de la bajista, Astrid le tocó el hombro.
─Fer...
─Disculpa, yo tampoco dormí bien. ─Se talló la cara y volvió a sonreír─. No te preocupes.
─Si tú lo dices.
─Vamos arriba, ahí estaremos más cómodas.
Astrid analizó cada uno de los retratos que las acompañaban en el trayecto al piso superior. En todos ellos aparecía Fernanda en compañía de sus padres, ya fuera compartiendo abrazos o de vacaciones en algún lugar soleado; jugando boliche con su papá; recibiendo un beso de su madre. Al final del rellano, había un cuadro de los señores Lancaster el día de su boda: él, alto, robusto y de barba cerrada; y ella, con unos ojos color avellana idénticos a los de Fernanda.
En la puerta de la habitación colgaba un póster con la leyenda "A Night in Texas" y la imagen de un planeta destrozado por un rayo naranja y personas flotando alrededor de él.
Adentro, las paredes estaban tapizadas con afiches de bandas, imágenes de bajos o conciertos. En la mesita de noche solo había una fotografía donde Fernanda aparecía con los chicos de "Beyond The light"; se veían más jóvenes con tremendas sonrisas en el rostro. Sobre el escritorio, la laptop mostraba en la barra búsqueda en YouTube la palabra "AngelMaker". Encima de la mesa, una enorme bandera de Lorna Shore.
Entre los posters también había imágenes de superhéroes y villanos, pero las que más se repetían eran Donna Troy y Poison Ivy. El librero estaba repleto de historietas y libros perfectamente ordenados. También había unas repisas con gorras donde la temática de música y cómics se repetía. Estaban flanqueadas por dos torres de discos, había mínimo cien.
A través de esa primera inspección Astrid conoció un poco más los gustos de Fernanda. Saber que tenía una parte "geek" la hizo sentir cómoda, al menos compartían algunas aficiones.
Fer se quedó en la entrada. Intentaba concentrarse en lo hermosa que se veía la chica gótica, pero las voces continuaban su ataque.
«Ella merece alguien digno, no una mocosa rota».
«No estoy rota. No estoy rota», respondió con vehemencia para disipar las amenazas, pero sabía que no serviría de mucho, necesitaba sus pastillas cuanto antes. Sin embargo, tenía miedo de que Astrid se diera cuenta de su defecto y se fuera.
«Lo hará, lo sabes. Nadie te soporta, por eso me morí».
Su mente era un eterno tormento. El pecho le dolía, le costaba respirar, su mano perdió fuerza y dejó caer el teléfono. El golpe sordo de aparato contra el piso alertó a Astrid.
─ ¡Uy! ─La dibujante se agachó para recogerlo y revisarlo─. Al parecer está bien.
─Solo se me resbaló. ─Fer recibió el aparato tratando de disimular el temblor en su mano.
─A todos nos pasa.
La bajista se concentró en la sonrisa y los preciosos ojos grises de su amiga en un intento para silenciar la voz.
─ ¿Qué dibujarás hoy?
─El proyecto del que te conté en la biblioteca, ¿no te molesta ser mi modelo?
─Ah...sin problema.
─Estoy dibujando de memoria, pero será más fácil si tengo a mi modelo en vivo y en directo.
Astrid sacó una lámina donde tenía el dibujo avanzado: un perfil de Fernanda en que se veían sus tatuajes de la mujer zorro y el esqueleto de venado.
«Ese dibujo es precioso, no se parece a ti. Eres horrible».
El comentario mental hizo que se le erizara la piel a Fernanda. Sus alucinaciones nunca habían sido tan agresivas. No aguantaría más sin su medicina.
─Olvidé la comida, ahora vuelvo.
─Te acompaño...
─No, está bien, tú ponte cómoda.
─ ¿Puedo mover tu lap para usar el escritorio?
─Mueve lo que necesites.
Dio media vuelta y bajó a la cocina. Había sido descuidada al olvidar algo tan importante, pero con toda la agitación que representaba la presencia de Astrid simplemente pasó por alto tomar su medicina.
«Te esfuerzas demasiado. Ojalá así te hubieras esforzado conmigo».
Alcanzó el frasco como pudo, lo abrió y se tragó una pastilla de clozapina. Se aferró a la orilla del fregadero y cerró los ojos intentando tranquilizarse.
─No es real... No es real... Estoy bien... Todo saldrá bien...
Respiró profundamente y cuando abrió los ojos observó su reflejo en la ventana. La mujer se había ido y el silencio reinó en su mente. Agradeció el rápido efecto de la medicina.
Con mejor pinta, tomó la charola con el desayuno y añadió dos botellas de jugo, uno de naranja para ella y otro de uva para Astrid.
Al regresar, vio que Astrid tenía sus materiales acomodados para comenzar su tarea. Estaba tan concentrada en afilar sus grafitos que ni siquiera la escuchó entrar. Adoraba la mirada decidida que tenía al realizar aquella tarea.
─El desayuno llegó.
─ ¡Qué dulce eres, mi niña!
La gótica dejó su material y la volteó a ver con una amplia sonrisa en sus labios. Estaba agradecida, no había probado bocado desde la cena de la noche anterior.
La bajista depositó la charola en la cama y ambas se acomodaron en el piso, sentadas una a lado de la otra.
─ ¿Cómo sabes que amo el jugo de uva? ─Astrid enarcó una ceja.
─Ayer vi que tenías varios envases en tu escritorio, así que solo lo asumí.
─Buen ojo el tuyo.
Fer era una persona observadora, le gustaba poner atención a los detalles. Esa característica le ayudó a adivinar uno de los gustos de Astrid y eso la puso feliz, sobre todo al notar el asombro en la chica que le gustaba.
─Eres la chica perfecta, Fer.
─Yo... No... ─Sintió el calor en sus mejillas y volteó hacia su desayuno─. Solo me fijo en las cosas que le gustan a las personas que me importan.
─ ¿Yo te importo?
La dibujante no se esperó esa declaración, al menos no tan rápido; sin embargo, se sentía bien escuchar que era una persona importante para Fer.
Fernanda seguía concentrada en su comida. Las palabras se le escaparon, aunque no había mentira en ellas; sin embargo, era demasiado tarde para arrepentirse de haberlas dicho.
─Sí, me importas mucho.
─No mucha gente me lo dice, solo mis amigos.
Para Fernanda no pasó desapercibido el tono triste con el que Astrid le respondió.
─Pues ellos se lo pierden, es gente tonta. Tú eres una gran persona.
─ ¡Ay, Fer! ¡Eres un amor! ─La abrazó y le dio un pequeño beso en la mejilla.
Al estar en sus brazos, la bajista sintió como si estuvieran destinados a ella, como si fuera un pájaro en medio de la tormenta y al fin hubiera encontrado un lugar para protegerse y descansar. El abrazo de Astrid era su lugar seguro, un sitio que su mente cansada necesitaba para curar su lastimado corazón. Entre sus brazos entendió que ella podría ayudarla y no dudaría en poner su alma en aquellas manos; sin embargo, el recuerdo de la voz y su amenaza latían por dentro, ella merecía a alguien mejor.
─No siento que lo sea, Astrid ─musitó después de tomar un trago de jugo─. Solo trato a las personas como merecen y tú mereces lo mejor.
─Eres una buena persona, eso jamás lo dudes, princesita.
Astrid no dejaba de sorprenderla. La tarde anterior cuando la había llamado mi niña había sido un choque de ternura, pero escucharla ahora nombrarla princesita hizo que su corazón revoloteara como las alas de un colibrí.
Terminaron de desayunar entre pláticas triviales. Después ambas tomaron posiciones para que Astrid comenzara a dibujar. Si bien no tenía prisa para entregar la tarea, quería pasar el mayor tiempo posible con su musa.
─Esto va a quedar genial, te lo garantizo.
─No lo dudo, princesa de la noche.
La conversación continuó mientras Astrid trabajaba en su lienzo. Ahora Fer sabía que la banda favorita de ella era Blutengel, y a su vez, la dibujante comprendió porqué le fascinaba Lorna Shore, las letras de la banda tenían una carga filosófica enorme y por ello su música resultaba brutal.
A las siete de la noche, después de pasar otro gran día juntas, Fernanda acompañó a Astrid para que tomara el Uber que la llevaría a casa.
─Fue un gran fin de semana, pero la próxima vez sabrás lo que es buena música.
─Primero terminaremos el anime.
─Entonces tenemos planes. ─Fer estaba feliz de compartir sus gustos con alguien más allá de su banda. ─ ¿Me preguntaba si... te gustaría... ir a ver nuestros ensayos?
─No necesitas preguntarlo, cariño. ─Se acercó para darle un ligero beso en la comisura de sus labios.
La mente de Fernanda se congeló, pero su corazón latió con fuerza.
─ ¿Te veo mañana en mi casa para irnos juntas a la universidad?
─Ah..., claro..., sí.
─Gracias por este maravilloso fin de semana.
─A ti por hacerlo posible.
Se dieron un último abrazo. Lancaster se perdió en el aroma a lavanda mientras que Astrid aspiró la esencia de canela, olores que comenzaban a adorar al ser característica de las personas que se metían en sus corazones.
Fer regresó a casa y Astrid se metió al Uber envuelta en una burbuja de felicidad, sentimiento que no duró demasiado. No llevaban más de dos cuadras cuando recibió un mensaje de K.
"Lo haremos el martes."
Ella sabía a qué se refería. Muchos habían pagado y no podía echarse para atrás. Esa sería la última vez y después estaría libre para dejar su pasado atrás e ir con todo por Fernanda.
"Está bien. Será en tu casa, no quiero que vuelvas a venir a la mía." Respondía
"Cómo tu digas, Astrid. ¡Prepárate, te haré gritar!"
Una lágrima bajó por su mejilla, era su angustia materializada, pero tenía que ser fuerte.
Solo una vez más.
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