Nota #1: Lorna Shore - And I return to nothingness
"Breathe life into the ashes
Cleanse us of our actions
The earth will quake if just for a moment"
─Fernanda, ¿estás lista? ─gritó Eva Lancaster desde la planta baja.
En su cuarto, Fernanda terminaba de arreglarse. Ese día eligió como oufit la playera de In This Moment para combinarla con sus jeans rotos. A través de sus aberturas se veían las medias de red.
«Los Vans quedarán bien», pensó.
Se pasó por millonésima vez las manos por su largo cabello castaño para acomodar los caireles de las puntas. Las expansiones de siete centímetros en sus orejas resaltaban, tanto o más que sus tatuajes. En su brazo derecho, una manga completa con diversos dibujos. Entre las calaveras, animales y flores, los más llamativos eran el esqueleto de venado y la cara de mujer con piel de zorro. Del lado izquierdo, el rostro carcomido de una santa velado por un sudario, con una corona de espinas en la cabeza y rodeada por un marco de flores naranjas.
─¡Sí, mamá, ya casi bajo!
Fernanda se dirigió a su clóset donde una funda de guitarra se asomaba; sin embargo, al abrirla, reveló un bajo negro, con calcomanías de Lorna Shore, The black dhalia murder, Despised Icon y otras cuantas más.
La chica guardó el instrumento y se colgó la funda.
En la cocina, su madre la esperaba. Fernanda era tan parecida a ella, excepto por los tatuajes y las expansiones. En contraste, su padre −quien también la esperaba− era un hombre fornido, con cara de pocos amigos, barba cerrada y bien mantenida.
—¿Hoy tienes ensayo? —Sin distraerse de su café mañanero, su padre alzó la ceja al preguntar.
—Sí, papá. −Después de sentarse, Fernanda se sirvió jugo—. Estaremos en casa de Erick después de clases.
—¿Cuándo es el concurso de bandas? —preguntó su madre.
—En dos meses, nos estamos preparando para ganar ¡y así poder grabar nuestro primer EP!
—Me alegro por ti, sólo no descuides la escuela. Se acercan los exámenes de admisión. —Su padre se levantó hacia el fregadero para lavar la taza que ocupó.
—No es problema, saben que voy muy bien en la escuela. —Fernanda sonrió y tomó un par de píldoras con el último trago de su jugo.
Imitó a su padre y lavó sus platos, le gustaba ayudar a su madre en las tareas domésticas.
—¿Te llevo a la escuela?
—¡Genial, pá! No quiero llevar el bajo en el camión.
Después de lavarse los dientes, abrazó a su madre y ésta le dio un beso en la frente.
—Regresaré pronto.
—Haz lo tuyo, serás la mejor. Aquí te espero.
Fernanda sonrió y su madre le dio otro beso.
—Gracias, má, te veo en la noche.
Todo estaba oscuro. Fernanda volteó hacia su reloj. Ocho de la mañana. Sentía el cuerpo cansado y húmedo por el sudor.
«Otra vez», pensó. En sueños se repetía sin parar el último día en la vida de su madre.
En él, se veía a ella misma, pero no se comparaba con su yo actual, más delgado y con el brillo de sus ojos apagado, como si la chispa nunca hubiera existido.
Desde su habitación, podía escuchar el sonido de la televisión en la sala. Con seguridad su padre se había quedado dormido frente a ella, como siempre.
La vida de los Lancaster se desmoronó desde aquel fatídico día. Fernanda recordaba como si hubiera sido ayer cuando su padre llamó. «Tú madre... supermercado... tiroteo» las palabras se agolpaban cuando quiso explicarle que Eva había estado en el lugar y momento equivocado.
Ella salió volando de su ensayo al hospital, para sólo llegar y ser recibida por su padre, quien la abrazó e intentó consolarla.
Después de la muerte de su madre, Fernanda se enfocó en la escuela y la banda. Lo demás, poco le importó. Tomaba más que antes e incluso se drogaba. Y su padre, se sumergió tanto en el trabajo, el alcohol y las mujeres que ignoraba a su hija.
Fernanda se fue directo a la ducha. Necesitaba su acostumbrado baño de agua helada. Diecisiete minutos después se vistió, los mismos pantalones que llevaba aquel día excepto por la playera. Esta vez usaría una de Chelsea Grin.
Tomó su mochila y bajo, y se dirigió a la cocina. Al pasar por el refrigerador sacó el jugo de naranja y, de su bolsa, una clozapina. Siguió hasta la sala donde, efectivamente, su padre dormía.
—Papá, son las ocho. —Lo sacudió para despertarlo.
—¿Qué...? ¿Qué pasa?
—Báñate, apestas a vagabundo. —El tufo a alcohol la hizo retroceder.
—Sí, lo haré. —Forzó una sonrisa.
Fernanda sentía cierto rechazo hacia su padre, como si lo responsabilizara por el asesinato de su madre, pero no entendía el por qué. Las cosas se habían complicado entre ellos, sus peleas eran frecuentes. Ambos se culpaban en silencio, pero ninguno tenía el valor de decirlo en voz alta.
—¿Quieres que pase por ti al ensayo?
—No te preocupes, yo llego a casa.
La chica salió sin darse cuenta de la mirada triste de su padre.
Fernanda caminaba por las frías calles de Boston para dirigirse a la universidad. Era septiembre y el clima comenzaba a cambiar. Como siempre, no traía sudadera e intentaba calentarse un poco abrazando su cuerpo.
A pesar de todo, había logrado entrar a la escuela de música. Sus compañeros de la banda también lo hicieron. Beyond the light era su nombre, tocaban deathcore, uno de los géneros favoritos de ella.
«La batalla de bandas será en ocho meses», pensó. Tuvieron que retirarse del anterior concurso debido a los acontecimientos.
Se distrajo cuando alguien jaló el bajo en su espalda. Al voltear, encontró a Michael, su mejor amigo y baterista de Beyond The Light. Un chico alto de cabello largo y barba rubia. Llevaba una chamarra con jeans negros y unos tenis emerica blancos. Le pasó una sudadera a su amiga, él la conocía bien y sabía que nunca cargaba con un suéter para cubrirse.
—Te ves fatal, Fer. −Sacó un cigarrillo para él y otro para ella.
—Lo sé, nuevamente soñé con lo mismo. —Encendió su cigarro en medio de un suspiro y continuaron su camino a la universidad.
—Lo de aquel día, ¿verdad?
—Y encontré a mi padre dormido en la sala −continuó con amargura—. Tuve que despertarlo para que se fuera a trabajar.
—Sabes que mi casa es tu casa. Mamá y Lily estarían encantadas de recibirte.
—Saben que jamás estaremos juntos tú y yo, ¿cierto?
Tanto la madre de Michael como su hermana querían mucho a Fernanda, la consideraban parte de la familia, incluso les hacía ilusión verlos de novios. Sin embargo, cada que salía el tema, ambos chicos se soltaban a carcajadas. Además, Michael era novio de Amanda, la capitana del equipo de voleibol.
—Algún día lo entenderán.
—Por cierto, ¿cómo está ella?
—Emocionada por las nacionales de este año, pero me preocupa su lesión. El esguince todavía le duele.
—¿Qué le dijo el doctor?
Habían llegado al campus. Fernanda aprovechó para apagar su cigarrillo en el cenicero de la entrada.
—Que mantenga reposo, pero así que digas que lo ha hecho, no del todo. Estuvo entrenando casi a diario. Me consta que no se sobre esforzaba, pero me di cuenta cuando los ejercicios la molestaban.
—Ahora que lo dices, durante los ensayos le costaba tomar la jarra de cerveza o las botellas de agua.
Al llegar al edificio de la escuela de música, dos chicos ya los esperaban.
Erick, con sus expansiones, tatuado de pies a cabeza, rapado de los lados y con su playera de Lorna Shore, sin dejar de lado sus bermudas, tenis de bota y, en su espalda, la funda con su guitarra. Indiscutible vocalista y líder de Beyond The Light.
A su lado Robert. Traía puesta una gorra con visera plana, una camiseta de As blood runs black que hacía visibles sus tatuajes; jeans y tenis a juego.
—Hasta que llegan —Erick abrazó a Fernanda.
—Disculpadnos, su alteza −contestó Michael al tiempo de saludar a Robert—. Veníamos platicando tan a gusto y sin prisas.
—Compramos el desayuno. —Robert agitó cuatro bolsas de McDonald's.
—Tan generoso como siempre. —Michael le arrebató una bolsa.
—¿Quién tiene clase ahorita? —preguntó Erick.
—Fer y yo hasta las once —Robert chocó los puños con su amiga—, ¿y ustedes?
—Hasta las diez, ¿verdad, Erick?
—Entonces tenemos el tiempo perfecto para desayunar —sonrió Fernanda y comenzó a caminar a la cafetería.
Los demás la siguieron.
La escuela comenzaba a estar más concurrida. Varias personas −geeks, porristas, jugadores de americano y lacrosse− se detenían a saludar a la banda. Los chicos eran conocidos por ser voluntarios en distintos programas universitarios y más de la mitad del campus tenía un crush con algún miembro de la banda.
La gente consideraba a Fernanda una de las chicas más bonitas, pero el mismo tiempo les causaba miedo. Era sumamente fría con la gente excepto con sus amigos y nunca le habían conocido una relación formal.
Una vez en la cafetería, se acomodaron en una de las mesas de fondo.
—En la batalla tenemos que estar increíbles —mencionó Erik—. Será nuestro año, ¡debe serlo!
—Si ganamos, pasaremos a la siguiente etapa y ser teloneros de Lorna Shore en su gira, grabar un EP —señaló Robert.
—¡Nada nos detendrá! ¡Esa batalla es nuestra!
—Sí, Michael, pero antes hay que practicar la canción. —Fernanda le dio un mordisco a su papa hash brown—. Casi la tenemos.
—Esa es nuestra prioridad...
Michael se detuvo a la mitad de la frase cuando sintió que unas manos le cubrieron los ojos mientras sus amigos soltaban risitas al ver la cara de felicidad que ponía.
Detrás de él, apareció una chica con playera de Dragon Ball Z de manga corta que dejaba al descubierto sus tatuajes, todos de personajes de anime.
—¿Quién soy?
—Amanda.
Michael la tomó por las manos depositando besos en cada una de ellas. En respuesta, ella le dio un beso en la frente.
—Chicos, ¿cómo les va? —preguntó Amanda.
—Después de su exhibición de amor... —Erick le dio un sorbo a su café, sus compañeros volvieron a reír.
—Déjalos en paz. —Los defendió Fernanda.
—Erick está celoso porque cierta cocapitana no le acepta una salida. —Amanda le mostró la lengua.
El vocalista se sonrojó. Sólo la banda y su mejor amiga sabían que le gustaba Krystal.
—¡Golpe bajo! —Robert se carcajeó en medio de un trago de jugo.
—Sino estuviera embobada con el imbécil Jacobson, me aceptaría la salida.
—¡No son novios! Él no le hace caso y tú te rendiste demasiado fácil.
—Fernanda tiene razón, sabes que a Krystal hay que rogarle, es una niña mimada. —Amanda se acomodó en las piernas de su novio.
—Hoy lo volveré a intentar. —Erick dejó el vaso en la mesa con tanta fuerza que movió los de sus amigos.
—No sé qué le ven. —Fernanda recogió sus envolturas y la arrojó al bote de basura más cercano—. Es una niña consentida que busca la atención de cualquier tonto.
Esa actitud molestaba a Fernanda. Odiaba ver a la gente, en especial a sus amigos, rogando por atención de otros. Tomó su bajo y salió de la cafetería dejando a los demás un tanto extrañados.
—¿Ahora qué tiene Fer?
—Pues... —Michael sabía la respuesta a la pregunta de su novia—, el sábado salió con alguien y se quiso pasar de lista con ella, ya saben que sus últimas relaciones han sido puros fracasos. Me marcó como a las diez porque su papá no contestaba.
—Pobre Fer, ¿por qué son así con ella?
—La ven como un trofeo, Erick —contestó Amanda—, es la chica más bonita del campus. Personas como Jacobson la ven como un reto. Dice que siempre le ha gustado, pero sé que el idiota sólo la quiere para coger.
—Es un imbécil. Si le hace daño a Fer, ¡no se la va a acabar!
—¡Ay, amor! Por cosas como esta es que nadie se le acerca —sonrió Amanda—, tienen miedo de ustedes.
—Es nuestra hermanita y siempre la vamos a cuidar.
—Estoy de acuerdo con Erick, pero también es una persona solitaria —comentó Robert—. Y todavía más desde lo de su mamá. Si antes le costaba ser abierta, ahora más. Es como si se hubiera cerrado al contacto.
—Quedó muy lastimada después de que Justin la dejó, justo después del accidente de su mamá —explicó Michael—. Eso terminó por acabar con la confianza que tenía en la gente, me sorprende que siga siendo abierta con nosotros.
Fernanda caminaba con prisa hacia la biblioteca. Estaba harta de ver a Erick desvivirse por Krystal, una chica tan superficial que sólo jugaba con su amigo. Eso era lo que más detestaba, que jugaran con los sentimientos de las personas.
Perdida en su mente, aventó la mochila en su mesa favorita y dejó su bajo junto a la ventana. Se colocó sus audífonos y comenzó a escuchar las notas de and I return to nothingness. Se sumergió en la melodía para escapar de su realidad.
Siempre se preguntaba por qué seguía viva, era demasiado molesto lidiar con todo: su padre, la escuela, la banda, todo. Estaba llegando al punto en que el estrés la agobiaba de muchas formas. El simple hecho de existir era una de ellas.
Un toque ligero sobre su hombro la sacó de su trance. Algo enojada, se volteó para encontrarse con unos ojos grises que la dejaron sin habla.
Frente a ella estaba la chica más hermosa que había visto en toda su vida: cabello azul con maquillaje blanco que la hacía ver más pálida de lo que era; ojos difuminados en tonos oscuros y un perfecto delineado; labios pintados de rosa coral. Lucía un vestido aterciopelado que le llegaba una mano arriba de la rodilla; las piernas cubiertas por mallas de red y unos botines negros de plataforma llenos de telarañas dibujadas.
—Hola —dijo la recién llegada.
—Ho... Hola.
«¿Qué demonios me pasa?», pensó Fernanda sin quitarle la vista a la chica.
—Disculpa que te moleste. Sé que es horrible cuando te interrumpen de tu tiempo a solas con la música —el esbozo de una sonrisa se dibujó en su rostro—, ¿pero me preguntaba si puedo dibujarte?
Sin esperar una respuesta, la chica ocupó el asiento de enfrente.
La pregunta ─y la actitud desenfadada─ tomó desprevenida a Fernanda. La melodiosa voz de su interlocutora la tenía anonadada.
—¿Dibujarme? ¿Para qué? —Confundida, echó su mano para atrás y se recargó en ella en un intento para relajarse.
—Necesito entregar el dibujo de una persona que me intrigue y tú pareces ser esa persona. Siempre te veo con tus amigos, pero hoy estás sola, hasta luces diferente a como te ves con ellos.
Sacó un cuaderno y unos lápices de dibujo, buscando una posición cómoda para empezar a dibujar. Fernanda la observaba afilar los grafitos.
—¿No debo posar ni nada parecido, verdad? —Fernanda alzó una ceja a modo de reproche.
—Para nada, es más, ponte los audífonos como si yo no te hubiera molestado.
—O... Ok.
Fernanda obedeció e intentó concentrarse en la música; sin embargo, no dejaba de lanzarle miradas discretas a la chica de negro.
«Es bonita», habían pasado veinte minutos desde la última palabra que cruzaron. «La he visto en algunas clases, pero siempre está con el grupo de góticos. Ellos no le hablan a nadie».
—¿Cómo te llamas? —Fernanda se quitó un audífono.
—Astrid —contestó sin distraerse de su trabajo.
—Yo soy...
—Fernanda, lo sé. Bajista de Beyond The Light y la chica más popular del campus. Mis amigos admiran la manera en que tocan —dijo con un aire desdeñoso.
—No sabía que ustedes nos escucharan, su estilo es más de vampiros y cosas así.
—Ja, ja, ja. Es normal que piensen eso los que no nos conocen, no me extraña que tú también lo hagas.
—Tienes razón, no los conozco.
—Y lo entiendo, no muchos nos ponen atención. En general, somos personas muy olvidables. ¡Mantente así! Tus ojos se ven hermosos con esa luz —suavizó la voz.
Fernanda se sonrojó de inmediato, algo que, generalmente, nadie lograba.
—Yo sí los veo, siempre hasta atrás de todo.
—Como te dije, somos muy reservados.
—Acompáñame al ensayo de hoy —dijo Fernanda sin pensar demasiado, las palabras salieron solas.
Astrid dejó el lápiz y la miró con una ceja arqueada. Dominada por los nervios, el gesto derritió a Fernanda. Ni siquiera en conciertos o tocadas tenía ese nivel de ansiedad.
—¿Para qué?
«Tiene el rostro de un ángel», pensó Astrid, «La usaré de modelo para mis proyectos».
—Porque... me gustaría que nos vieras ensayar. Puedes llevar a tus amigos, si quieres.
—Lo haré sólo si aceptas ser mi modelo —mordisqueó la punta de un lápiz.
—Si es así, ¡tenemos un trato! Nos vemos en la entrada de la facultad de arte a las cuatro y media.
—Entonces, te veo a esa hora.
Al ver la sonrisa pícara de Astrid, la mente de Fernanda dejó de funcionar.
—¡No vayas a llegar tarde a nuestra cita!
Astrid guardó sus materiales en su mochila con forma de sarcófago. Antes de irse, le guiñó un ojo a la bajista y se alejó con un meneo de caderas del que Fernanda no pudo despegar la mirada.
Una voz pícara la atrajo de regreso.
—¡Quién te viera! Perdiendo tu facha de chica fría por alguna persona. ¡Por ella!
Detrás de Fernanda apareció Robert. La chica se giró tan rápido que fue un milagro que no se rompiera el cuello.
—¿Qué tanto viste o escuchaste? —dijo enojada Lancaster.
—Lo suficiente para saber que te gustó la gótica. —Su amigo sonrió.
—Robert, ¿por qué no la había notado? —Fernanda frunció el ceño.
—Ellos no son los más populares en la universidad, lo sabes. Para muchos son un grupo de sosos que se creen criaturas de la noche y todas esas tonterías — comentó Robert—, pero son muy buena onda.
El grupo de Astrid lo conformaban cuatro personas en total: dos chicos y dos chicas. Podría decirse que ella era su líder, sin contar que también era una de las chicas más deseables de todo el campus.
—Nadie los acepta porque piensan que asociarse con ellos es como un suicidio social, ¡ya sabes las idioteces de las porristas y deportistas! —Robert alzó los hombros con molestia.
—Ella es muy, intrigante —comentó Fernanda al recordar aquellos titilantes ojos grises.
Ambos se dirigieron a su primera clase. Delante de ellos iban Astrid y una chica más.
—¿Por qué no te das la oportunidad, pequeña Fer? —dijo Robert.
—Soy demasiado inestable y lo sabes. —Sacó un frasco de pastillas y lo agitó frente a su amigo—. Además, ¿cómo sé si le gustan las mujeres?
—No pierdes nada con intentarlo. —Sonrió al acomodarse la correa de su guitarra─. A parte, así me das oportunidad a mí de acercarme a su amiga.
—¿Quién es su amiga?
—Se llama Emily y tiene una gran obsesión por todo lo que tenga que ver con Halloween.
Robert señaló a la acompañante de Astrid, una chica vestida con un jumper y unos Converse del color de las calabazas; medias negras; una bennie oscura en la que se leía away que contrastaba con su largo cabello rojo. En cuanto al maquillaje, Fernanda lo consideró poco adecuado, pero simpático. Le recordaba al personaje de Sally en la película de El extraño mundo de Jack.
—Es linda. —Fernanda reconoció; sin embargo, su atención la tenía Astrid, quien estaba de espaldas.
—Inténtalo, Fer. Ya pudiste invitarla a la práctica, eso es ganancia. Además, —Robert desvió la mirada tratando de ocultar su vergüenza—, sabes que soy muy penoso para hablar. ¡Por favor!
—Me da miedo...—susurró la chica sin quitar la vista de encima de la gótica—, pero siento que esto..., debe pasar.
Habían llegado a su salón de clase. Fernanda le dedicó una última mirada a la chica que le movió el corazón.
—Sólo espero que sea para bien —suspiró antes de cerrar la puerta y prepararse para su primera materia del día.
Ni ella ni Robert podían sacar de sus pensamientos a ese par de chicas góticas.
————Nota de Autor————
¿Qué les parece el primer capítulo? ¿Opiniónes?
Todos los derechos reservados de las letras a la Banda Lorna Shore.
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