05 | clero
El sol se alza con fuerza y con sus rayos dorados baña a todo aquel que se encuentra en esa terracería, pero, aunque sea una hermosa mañana, los pueblerinos siguen con llantos silenciosos, algunos aun viendo esa horrible escena de su príncipe cubierto de sangre sobre aquella roca; otros viendo hacia el suelo y rezando en su nombre.
Do Young, por otro lado, siente que le falta el aire y como su corazón se aprieta con fuerza. Quiere gritar y correr hacia Jae Hyun, pero su cuerpo simplemente no responde, solo puede llorar y sollozar con gran fuerza. Su rostro está pálido y está tan inmerso sobre aquella imagen frente a él, que no nota como se está enterrando sus propias uñas en sus palmas, provocando un pequeño sangrado.
Y solo sale de su ensimismamiento cuando un guardia tira de su brazo para levantarlo. Se asusta y piensa que de nuevo lo alejarán de Jae Hyun.
—¡No! ¡Suéltame! —Forcejea con la poca fuerza que tiene.
Pero lo único que obtiene es que aquel guardia le dé un golpe en el rostro y sangre su nariz, cayendo al suelo, aturdido.
Dong Hae mira aquella escena mientras tira lo que resta de su manzana afuera de la carroza y con un movimiento de mano llama a Se Hun.
—Ve a levantar a Jae Hyun —Ordena, aun viendo como Do Young intenta patear a aquel guardia para que lo suelte. Le parece graciosa la escena.
Se Hun llama a otro guardia y juntos caminan hacia donde se encuentra Jae Hyun. Cuando llegan, Se Hun hace una mueca al fuerte olor a sangre que hay.
—Vamos, príncipe, es hora de regresar al castillo —dice el consejero mientras él y el guardia toman cada uno un brazo de Jae Hyun, quien está inconsciente, y lo levantan.
Enseguida Se Hun nota que algo anda mal, entonces acerca su oreja al pecho del príncipe, justo sobre su corazón, dándose cuenta al instante que sus latidos son lentos. Y con miedo acerca su mano a la nariz.
El guardia, que sigue sosteniendo a Jae Hyun, mira sin entender por qué de pronto el consejero se puso pálido, pero enseguida tiene una respuesta al escuchar el grito de Se Hun.
—¡El príncipe no está respirando!
Do Young deja de forcejar y suelta un grito ahogado, unísono al de varios pueblerinos.
—¡Llévenlo al castillo! —grita devuelta Dong Hae.
Do Young se arrastra sobre la tierra para llegar a Jae Hyun, pero el guardia patea su espalda y ya no puede más, simplemente se queda ahí tirado, viendo como suben a Jae Hyun a una carroza distinta a la del rey y se van lo más rápido hacia el castillo.
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Dong Hae mira con impaciencia como sirvientes entran y salen con cosas que pide el doctor. Está en una esquina de la habitación de Jae Hyun, viendo todo lo que pasa a su alrededor.
Su mano tiembla y su respiración es irregular, baja la mirada y cierra los ojos. Piensa que, si Jae Hyun muere, su sentencia de muerte ya está prácticamente firmada. ¿Fue su soberbia? ¿Su imprudencia lo que lo llevaron a este punto, temiendo por su vida? Se siente más que enojado consigo mismo, causando que apriete los puños y se muerda la lengua.
—Su majestad —Abre enseguida los ojos y alza la mirada, encontrándose con el doctor frente a él—. El príncipe Jung ya está estable, ahora solo hay que esperar a que despierte para que pueda tomar algunas infusiones medicinales.
Dong Hae asiente, para después voltear a ver a la dirección de Jae Hyun, quien está en la cama boca abajo, con sus heridas limpias y suturadas. Y hasta ahora puede respirar con un poco más de tranquilidad, tomando asiento en el sofá, aun viendo a su sobrino fijamente.
—Salgan de aquí —murmura.
Los dos sirvientes y el doctor salen, no sin antes hacer una reverencia ante su rey. La habitación se queda en silencio, con Dong Hae pensando, de nuevo, que tiene que ser más cuidadoso con sus próximos movimientos si no quiere morir. Se toma las sienes con su dedo pulgar e índice, le duele la cabeza por pensar tanto en la muerte
—Gracias, Dios —susurra—, por darme esta segunda oportunidad.
Suspira y quita la mano de su frente para de nuevo ver a Jae Hyun. Se queda por largos minutos viéndolo, pensando en todo el odio que aún guarda en su pecho hacia el padre de Jae Hyun; hacia pueblo que ahora gobierna; pero, sobre todo, hacia Jung Lee Teuk, su propio padre. Y recordar de nuevo aquel odio amargo, solo provoca que desee con mayor fervor que toda la familia Jung -o lo que queda de ella- y el pueblo, sufra y llore de la misma forma que él lo hizo.
Se levanta del sofá y camina hacia el ventanal, viendo como el sol se está ocultando detrás de la colina. Inconscientemente toca la gran cicatriz de su antebrazo izquierdo, sin apartar la mirada del sol.
Pronto alguien llama a la puerta, aunque eso no evita que siga observando al paisaje frente a él.
—Adelante —dice fuerte.
Enseguida la persona abre la puerta y entra a la habitación, es Se Hun.
—Rey, ha llegado una carta del clero.
Dong Hae voltea su rostro de manera muy rápida, viendo sorprendido a su consejero.
—Vamos a mi oficina.
Ambos salen con paso acelerado hacia el pasillo. Dong Hae, mientras llegan al ala oeste del castillo, siente como su corazón se dispara.
¿Cómo se enteraron tan rápido de lo que pasó?
¿Seré castigado?
¿Me quitarán la corona?
De nuevo regresa a su cuerpo ese sentimiento de intranquilidad y sus manos cosquillean. Cuando llegan a la puerta de roble, él es el que abre la puerta y pasa primero. Y como si fuera de un león enjaulado, comienza a dar vuelta de un lado a otro, viendo la carta sobre las manos de Se Hun.
—Léela en voz alta.
Se Hun asiente y camina hacia el escritorio y toma el abrecartas. Se aclara la voz y comienza.
—Por medio de este comunicado, nos complace anunciar nuestra pronta visita al reino de Arkylen en tres días para la aclaración de temas importantes —Por un momento, se le corta la respiración a Dong Hae—. Así como contemplar y saber todos los cambios que ha habido en el castillo. Siempre con ustedes, el clero.
Se Hun levanta la mirada de la carta y mira a su rey, quien está con la respiración agitada viendo hacia el suelo.
—¿Qué voy a hacer? —Se pregunta a sí mismo el rey, tomando su cabeza entre sus manos.
—Por lo pronto —Se Hun, con su voz recia, corta todo pensamiento irracional del rey y toma su atención—, lo que necesita es tranquilizarse y descansar un poco. Y por la mañana pensaremos en las palabras correctas a la hora que hable con el clero.
» Además, tenemos que evitar movimientos previsibles que se puedan utilizar en su contra, por ejemplo, no podrá tener a Do Young como su amante, ya que es un prisionero y él, en cualquier momento, puede negar ante el clero que tengan sentimientos mutuos.
Dong Hae asiente con ímpetu, con sus ojos moviéndose de un punto a otro.
—Tienes razón —Toma asiento atrás de su escritorio—. Ahora ve con la servidumbre y diles que arreglen el castillo para la llegada del clero.
Dice distraídamente, mientras mueve la mano en señal de que se vaya.
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Despierta con la garganta seca y con un gran dolor que lo recorre por todo el cuerpo. Intenta moverse, pero una voz se lo impide.
—Por favor quédese quieto, príncipe. Las heridas aún se pueden abrir.
Mueve su cabeza al lado contrario y mira a su profesor de literatura de pie a un lado de la puerta, quien lo mira con preocupación y un par de lágrimas que aún se guardan en sus ojos.
—A-agua —Es lo primero que atina a decir en un hilo de voz.
El señor Lee deprisa camina hacia la mesita a un lado de la cama del príncipe; toma el vaso con agua y lo lleva a los labios del menor. Jae Hyun da dos grandes tragos y después suelta un amplio suspiro. De nuevo mira a su profesor, e intenta de nuevo hablar.
—D-Do Young...
—Él sigue en el calabozo, príncipe —Deja el vaso de nuevo es su lugar.
—T-tengo que... —Intenta levantarse, pero el señor Lee lo detiene, colocando su mano suavemente sobre su cabellera.
—Por favor no lo haga. Puede ser contraproducente para él y para usted, príncipe Jung.
—E-entonces, ¿qué puedo hacer, señor Lee?
El profesor suspira y le da una pequeña sonrisa a Jae Hyun mientras le da pequeñas caricias en la cabeza, en un intento de tranquilizarlo.
—Por el momento no puede hacer algo. Pero, escuché por los sirvientes que en unos días llega el clero, así que, con la inteligencia que posee, confío que esa visita la puede utilizar a su favor —Jae Hyun se sorprende, ya que la última visita del clero fue en su decimosexto cumpleaños—. Y no se preocupe por Do Youngie, yo en un momento iré a verlo.
Jae Hyun asiente y se siente más tranquilo por la nueva información que ha recibido.
—P-por favor dígale a Do Young que no se preocupe, que pronto saldrá de ahí.
—Así lo haré, príncipe —responde, alejando su mano de la cabeza del menor—. Es momento de que me vaya. Por favor, descanse otro poco, aún es de noche.
Pero antes de que se vaya, Jae Hyun toma el brazo de su profesor.
—Es bueno volver a verlo, señor Tae Yong —Y como puede, le ofrece una pequeña sonrisa.
El señor Lee hace una pequeña inclinación de cabeza para después salir, ya no pudiendo contener las lágrimas. En el pasillo, se limpia las gotas y se escurre con prisa para llegar lo antes posible a lo más profundo del castillo, lugar donde están los calabozos.
Baja muchas escaleras y cruza un par de puertas para llegar, se encuentra con algunas guardias, pero estos lo ignoran; en realidad, es algo común verlo en ese lugar, ya que, en sus propias palabras, le gusta el sufrimiento ajeno. Una pequeña mentira que le dijo al rey solo para poder hablar con algunos prisioneros y poder saber sus historias, y quizá, algún día contarlas.
Cuando llega frente al calabozo de Do Young, su corazón se estruja al verlo en un ovillo, abrazándose así mismo, mientras llora. Tiene miedo.
—Do Youngie —Lo llama con una voz suave, pero aun así lo asusta.
El menor voltea su rostro y por un momento su semblante se ilumina al ver una cara conocida.
—Señor Tae Yong —Se arrastra lo más que le permite la cadena de su pie, casi llegando a la reja.
Y gracias a la antorcha de la pared, enfrente de la reja, Tae Yong puede apreciar el rostro lastimado del menor, además de su ropa rota. Se arrodilla frente al menor y pasa una de sus manos entre las rejas para poder acariciar la mejilla de Do Young.
—Lamento mucho por lo que estás pasando, pequeño —Do Young se acurruca sobre su tacto y comienza a sollozar como un niño pequeño—. No sabes cuánto dolor llegó a mi corazón cuando supe todo lo que pasó cuando llegué de mi viaje —Y, sin poder evitarlo, suelta algunas lágrimas—. Cuando me enteré de lo que le hicieron al príncipe, sentí una gran impotencia —Suspira—. Lamento mucho no haber podido estar en ese momento para el príncipe, para ti.
Tae Yong baja la mirada e intenta recobrar la compostura, conteniendo su llanto, pero es inevitable, se siente culpable; aunque su presencia no hubiera cambiado la historia.
Do Young niega con la cabeza y pone su mano sobre la del hombre mayor, captando enseguida su atención.
—No tiene por qué lamentarse del pasado. Ahora usted está aquí y es lo que importa.
Y como le es posible, Do Young le regala una pequeña, pero sincera sonrisa. Tae Yong, con su mirada brillosa asiente y le da otra caricia a la mejilla lastimada del menor.
—Todo mejorará —dice en voto el señor Lee.
Do Young, al escuchar esas palabras, instantáneamente recuerda a su príncipe y su promesa.
—¿Cómo está mi príncipe? —cuestiona con preocupación, teniendo en su mente la viva imagen de Jae Hyun con su cuerpo ensangrentado.
Y es, hasta ese momento, que el señor Lee recuerda el mensaje que le envió el príncipe a Do Young, sintiéndose un poco tonto por haberlo olvidado por un momento.
—Él ahora está bien, solo tenemos que esperar a que su cuerpo se recupere de aquellos azotes —Do Young suspira en alivio—. Además, me dio un mensaje para ti; dijo que no te preocuparas, que pronto saldrás de aquí.
Do Young sonríe al escuchar aquello, además de que su corazón se siente reconfortado, ya que su príncipe siempre se esfuerza por cumplir todo lo que promete.
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Dong Hae siente un hormigueo que corre desde su parpado izquierdo hasta su estómago. Ya han pasado tres días desde que llegó la carta, por lo que, en cualquier momento, la carroza del clero estará frente a las puertas del castillo.
Él está en su oficina, viendo desde la ventana como le es habitual, repasando mentalmente todo lo que dirá ante el clero. Cierra los ojos y hace puños sus manos para intentar que ya no tiemblen. Y se sobresalta, cuando alguien toca a su puerta.
—Adelante —voltea hacia la puerta, la cual es abierta por un sirviente.
—Ha llegado el clero, su majestad.
Dong Hae asiente y traga saliva lentamente. Camina hacia el sirviente, quien se hace a un lado, permitiéndole la salida a su rey. Dong Hae camina por el pasillo con su respiración cada vez más irregular y sintiendo como su corazón golpea con fuerza su pecho.
Y cuando va bajando por las escaleras, se encuentra al pie de estas, al clero.
—Rey Dong Hae, es un gusto volver a verlo —Saluda con una gran sonrisa Lee Tae Yeon, la líder del clero*.
Dong Hae tuerce sus labios en una sonrisa, mientras sostiene la mirada en lo alto, viendo a los otros dos clérigos. Kim Su Ho y Kwon Bo Ah.
—Lo mismo digo, líder Lee —dice cuando llega frente al clero—. Lee. Kwon.
Saluda con una inclinación de cabeza, siendo correspondido al instante.
—Me encantaría decir lo mismo que la líder Lee, pero usted sabe por qué estamos aquí —comenta con total frialdad Bo Ah, viendo seriamente al rey.
Dong Hae traga saliva y asiente.
—Por favor acompáñenme al gran salón.
Voltea hacia su izquierda y camina hacia la gran puerta cerrada, donde dos guardias la abren para que puedan entrar. Dong Hae es el primero que ingresa y enseguida se sienta en su trono, aun con su corazón latiendo muy rápido. E invita con su mano a que el clero tome asiento en las sillas frente a él.
Cuando todos están dentro, las puertas son cerradas y la discusión comienza.
—Bien, rey Dong Hae —inicia Su Ho—, como se le informó en la carta, venimos aquí para la aclaración de temas importantes; uno de ellos sobre la corona y el otro acerca de un supuesto castigo hacia el príncipe Jung, el cual me gustaría primero resolver, si mis compañeras están de acuerdo.
Ambas mujeres a su lado asienten, viendo fijamente al rey. Dong Hae ante las miradas, siente como su estómago se revuelve y un escalofrió corre por su cuerpo, viéndose notablemente nervioso.
—Tranquilo, rey Dong Hae, no hay nada de qué temer si no hizo nada malo, ¿cierto? —dice Tae Yeon, sin borrar la sonrisa de su rostro.
Dong Hae asiente y respira lentamente por la boca. Baja la mirada mientras recuerda las palabras que le dijo su consejero la noche anterior.
—No hizo nada malo, rey. El príncipe Jung fue el que eligió ser castigado.
Levanta la mirada con un poco más de confianza, encontrándose al instante con los ojos de Bo Ah, quien toma la palabra.
—Entonces, rey de Arkylen, el comunicado que nos llegó de un supuesto castigo hacia el príncipe Jung de cuarenta azotes frente el pueblo, ¿es cierto?
—Es verdad —responde firme, cambiando su mirada hacia la líder Lee—, pero todo tiene una justificación.
—¿Y qué tipo de justificación hay el haber castigado a un príncipe? Que, si no fuera poco, será el próximo rey de Arkylen —acusa Su Ho, con su ceño fruncido.
Dong Hae niega con la cabeza, sintiendo como se le está yendo de las manos todo esto, perdiendo a su vez la poca tranquilidad que había reunido.
—Fue el príncipe el que eligió esto —Logra decir con su respiración agitada, intentando defenderse.
El clero se queda con las palabras en la boca, sorprendidos con lo que escucharon. Y antes de que alguno de ellos logre decir algo, alguien irrumpe en la sala. Dong Hae y el clero ven hacia la puerta, siendo testigos de cómo el príncipe Jung entra con una muleta de madera, pero siendo frenado por Se Hun y los guardias que cuidaban la puerta.
—Suéltenme, tengo que estar aquí —ordena Jae Hyun a los guardias.
—Déjenlo entrar —Es lo único que dice el rey.
El consejero ve a Dong Hae y asiente, haciéndole una señal a los guardias para que suelten al príncipe. Pronto, los tres intrusos salen del salón, cerrando la puerta y dejando solos al clero y al rey con su nuevo integrante.
—Ha llegado en el mejor momento, príncipe —señala Tae Yeon, sin dejar de verlo.
El clero enseguida nota el estado físico del príncipe; porque, aunque tenga una camisa blanca, esta se transparente, dejando ver las vendas que rodean su pecho.
Jae Hyun, con gran esfuerzo, camina hasta estar a un lado del trono, frente al clero. Su Ho se levanta se su asiento y le ofrece la silla al príncipe, pero Jae Hyun enseguida niega. Se queda de pie por la simple razón de demostrarle a Dong Hae que no importa cuántos azotes haya recibido, él seguirá de pie.
—Bien, ahora que el príncipe se encuentra con nosotros —Toma la palabra Bo Ah—, me gustaría que por él mismo nos explicara la razón del castigo que recibió.
Jae Hyun asiente y mantiene su mirada hacia la líder Lee.
—Fue por mi culpa, desobedecí una orden estricta del rey.
—¿Orden estricta? —pregunta la líder Lee.
—No salir del castillo. Tengo prohibido salir de los límites del muro que separan al castillo del pueblo —explica Jae Hyun—. Y aunque en un inicio no iba ser castigado, no podía permitir que inocentes murieran. Así que tome la decisión de que el castigo fuera para mí.
—¿Inocentes? —cuestiona Su Ho.
—Sí —Asiente—. Kim Do Young y Suh John los iban a matar ya que los encontraron junto a mí en el pueblo. Pero ellos no tienen nada que ver en esto, porque yo fui el que tomó la decisión de salir del cas-...
—¡Eso no es verdad! —Se levanta de su trono el rey, interrumpiendo a su sobrino— Do Young, junto al cuidador de caballos, fueron cómplices para que pudiera escapar del castillo. Y es por eso que ahora están en el calabozo, ya que el príncipe tomó el castigo que era para ellos.
Jae Hyun niega mientras ríe sin gracia.
—Príncipe —llama la líder Lee, ignorando al rey—, ¿por qué salió del castillo?
—Fui a darle un último adiós a la persona que cuidó de mí desde que murieron mis padres, Kim Joo Hyun —Su voz le tiembla, pero no aparta la mirada del clero—. Y aunque sé que estuvo mal salir del castillo, no pensé que la culpa caería en Do Young y John.
—Y aquella decisión, para tomar el castigo —prosigue Su Ho—, ¿alguien lo obligó o fue por conciencia?
—Por conciencia. Porque, así como seré el próximo rey de Arkylen, y tengo el poder de aceptar castigos por el bien de todos —Y, sin poder evitarlo, sus ojos se empañan en lágrimas—, también tengo el poder de no permitir que maten a la persona que yo amo. A Kim Do Young.
El clero mira a Dong Hae en busca de una explicación, pero, así como ellos, el rey se encuentra sorprendido.
—¡¿Era consciente de este hecho, rey Dong Hae?! —vocifera con indignación Bo Ah.
—¡No, claro que no!
Porque, así como el rey pone órdenes a su pueblo, el clero -la máxima autoridad de la corona- pone órdenes al rey; una de ellas: no castigar o matar a la pareja sentimental de cualquier miembro de la corona, a no ser que haya cometido traición al clero.
Dong Hae mira atónito a Jae Hyun, pero este mantiene su mirada hacia el frente, firme con todo lo que ha dicho.
—Rey Dong Hae, le ordeno de manera inmediata que libere a la pareja del príncipe o será castigo por incumplimiento de reglas —dice con voz severa la líder Lee.
Dong Hae asiente, sintiéndose aturdido por todo lo que pasó en tan poco tiempo.
—¡Se Hun! —llama a su consejero.
La puerta inmediatamente se abre y entra el consejero.
—¿Necesi-...? —Intenta hablar, pero el rey lo interrumpe.
—Libera a Kim Do Young ahora mismo y tráelo aquí.
Mientras, Jae Hyun sonríe al escuchar esas palabras, sintiendo como en su corazón hay un peso menos.
Al parecer, sí sale el sol después de la tormenta.
la líder del clero*: sé que el clero está conformado por hombres, pero yo quise poner mujeres, además de Su Ho. fin :p
¿Qué les pareció? ¿Les gustó?
y un AVISO IMPORTANTE: he decidido que la historia tendrá Donceles. Y si no saben qué es un doncel, en el primer apartado de la historia tendrá una breve explicación (punto 4), aunque también intentaré explicarlo dentro de la historia.
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