Lágrimas en la noche.
Sus ojos se comieron al sol, la miel fundida se quedo en su iris y su resplandor caliente realmente invadió mi ser.
Sus venas, como pequeños corales, envolvieron la perla que movía de un lado a otro al diminuto sol, un eclipse en el centro del dorado caramelo, y mientras observaban tristes a la pálida luna tejida en el oscuro terciopelo apolillado comenzaron a derramar lágrimas.
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