CAPITULO XXVI: En nombre de la amistad

Mas tarde, antes del amanecer, Ryu descendió a las cavernosas profundidades del castillo donde Vlad permanecía apresado en sus propios calabozos.

Esa parte de la fortaleza no había sufrido grandes cambios, las paredes subterráneas rezumaban humedad y el olor a tierra se esparcía por el pasillo.

Había un cazador montando guardia a cada lado de la celda donde Vlad se hallaba prisionero. En el interior de ella, el príncipe permanecía tumbado en el sucio colchón de una cama de hierro. Sin apartar la mirada del techo de piedra habló con voz cansina:

—¿Qué haces aquí?

Ryu lo contempló a través de la reja de hierro. Llevaba el cabello recogido, su ropa estaba sucia y manchada por la sangre de la batalla, o tal vez era la sangre de Zahyr la que impregnaba su atuendo de guerrero.

—¿Te has alimentado?

El prisionero tardó en contestar.

—¿Tú que crees?

Ryu pasó a través de una pequeña abertura en la reja una vianda con alimentos y una botella plástica con agua, pero el príncipe no volteó, continuó en su misma posición con la mirada fija en el techo.

El de ojos violeta sacó del interior de su traje negro una daga con la empuñadura esmaltada. La deslizó sobre la piel de su muñeca, la sangre que brotó llenó la mitad de una copa de plata que le ofreció al prisionero.

—¿También esto lo despreciarás? Te ofrezco mi sangre.

Vlad lo miró con tristeza y amargura.

—¿Quieres que te perdone, Ryu? No soy yo quien debe hacerlo sino los miles de vampiros que has traicionado buscando la inútil redención entre los humanos.

—En este momento solo me importa aliviar el sufrimiento de un amigo.

Vlad se sentó en la cama y giró la cabeza hacia él. En la luz mortecina de la celda sus ojos brillaron con melancolía.

—¿Y beber tu sangre lo hará? Quizás ahora lo que desee sea verla correr.

Ryu dio un largo suspiro que pareció más bien un gemido triste.

—Al menos aliviará la sed.

—No es eso lo que quiero...Pero solo eso me puedes ofrecer, ¿verdad?

El vampiro se levantó y caminó a la reja. Ryu le extendió la copa con su sangre que él llevó a los labios. Sin dejar de verlo a los ojos, la bebió y se relamió al terminar.

Ryu miraba sus ojos que, aunque tristes seguían siendo altivos, serenos, mantenían cierta resolución en ellos. Hubiera deseado que las cosas fueran diferentes y que en ese momento ambos estuvieran en el mismo bando, pero eso ya era imposible, mientras él deseaba conservar el mundo y su sociedad para insertarse en ella, Vlad deseaba destruirlo todo.

Después de un rato de permanecer en silencio, el príncipe valaco preguntó con algo de ansiedad:

—¿Zahyr?

Ryu tomó la copa vacía que el otro le daba, mirándolo a los ojos le contestó.

—Hice como me pediste.

Por un momento la máscara de serenidad se quebró, la angustia afloró a los ojos grises, los labios todavía manchados de sangre temblaron. Vlad asintió y se dio la vuelta.

—Gracias —le dijo en un susurro.

—No hay nada que agradecer —le respondió Ryu mirando su espalda, adivinando que no deseaba que lo viera quebrarse.

Ryu dio un suspiró y se retiró. Finalmente había vencido. Sin la oposición de Vlad y Zahyr, recuperar los países que aún se mantenían bajo el dominio de vampiros sería más fácil. Ahora debía asegurar la alianza con los cazadores y entonces ese mundo donde humanos y vampiros pudieran convivir sería posible. 

***Esta pequeña escena no sabía donde colocarla, si al final del capitulo anterior o al principio del nuevo, así que para no complicarme la existencia, la convertí en un pequeño capitulo independiente.