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Capitulo XXIII: Alianza (I/II)

Al atardecer, Karan bajó al estacionamiento de La Orden. Ese día se cumplía una semana de la masacre en la ONU, la mayoría de sus compañeros élite se encontraban desperdigados por las principales regiones del mundo haciendo frente a los líderes vampiros, muchos de los cuales ya habían derrocado gobiernos enteros y se enseñoreaban de varias naciones.

El cazador subió a su motocicleta, se puso el casco y encendió el motor. Se enfrentaría a la misión más importante de su vida, la que decidiría no solo su destino, sino el del mundo. Pero lo más curioso de todo no era eso, sino el hecho de junto a quien pelearía. Hacerse cargo de esa tarea le exigía dejar de lado sus sentimientos, y por primera vez entendió porque su padre siempre lo conminaba a convertirse en alguien frío, en quien las pasiones personales no fuesen capaces de modificar su sentido del honor y el deber.

Suspiró agotado, apenas si había dormido unas horas luego de que llegara de Nueva York y se dedicara a coordinar los equipos de cazadores que peleaban junto con las fuerzas armadas y los cuerpos de seguridad de las distintas partes del mundo. Su cuerpo todavía no acababa de regenerarse por completo, pero no tenía tiempo para eso, mientras más rápido actuara sería mejor.

Aceleró la motocicleta en el asfalto y su mente divagó trayendo de vuelta los acontecimientos de los horribles días anteriores en nueva York, luego del ataque a la ONU.

Después que Vlad y Zahyr escaparon de la ONU con sus rehenes, él y Tatiana se enfrentaron al caos reinante en la ciudad. Ellos dos eran los únicos cazadores élite que quedaban en pie (el resto de sus compañeros, incluyendo Amos y Phil, habían caído) capaces de enfrentarse a los vampiros y por supuesto no eran suficientes. Desde Aiskia y Las Islas Volcánicas tardarían algunas horas en llegar los refuerzos, mientras tanto los dos tendrían que hacer cuanto pudieran y lamentablemente eso se limitaba a sobrevivir en aquel pandemonium.

Ambos salieron de la sede de la ONU tratando de acabar con el mayor número posible de enemigos. Cuando se encontraron en el exterior, el panorama no era diferente al de adentro. Varios cuerpos de seguridad intentaban hacer frente a los vampiros sin éxito. Optaron entonces por atacarlos con lanzallamas, en consecuencia, la ciudad ardía presa de un incendio incontrolable. Él y Tatiana a medida que avanzaban por las calles veían como las personas sufrían, los gritos desesperados pidiendo ayuda llenaban la noche que refulgía envuelta en llamas.

No era mucho lo que podían hacer, pero Tatiana no lo entendía, parecía que lo que menos le importaba era llegar con vida al nuevo día.

—¡Tatiana! —le gritó él al verla desviarse a un callejón. Bufó enojado, pero la siguió.

Dentro del oscuro callejón escucharon el leve sollozo de una voz infantil. Karan corrió adentrándose en la lóbrega callejuela para encontrarse a un vampiro que sostenía en sus brazos un pequeño niño. Tatiana, a su lado, empuñó su espada.

—¡Suéltalo ahora —le gritó la muchacha al depredador.

El vampiro dejó caer el cuerpo sin vida del niño y se río. Su risa gélida resonó en el callejón. Eso fue como un detonante para su compañera quien se arrojó con vehemencia hacia el vampiro encontrándose una trampa. Detrás del depredador nocturno, camuflados en la oscuridad, esperaban agazapados al menos otros cinco más y todos se abalanzaron al mismo tiempo sobre la cazadora. A él le temblaron las piernas, no quería perder otro amigo.

Levantó su espada y se colocó a su lado para hacerles frente. Ambos atacaron. Tatiana, cuyo rostro estaba transfigurado por el odio, no les dio tiempo a recuperarse, saltó con la espada en alto y destajó las cabezas de dos de ellos, con un rápido giro, clavó la hoja metálica en el pecho de un tercero, los otros dos no se quedaron, huyeron antes de que ella pudiera aniquilarlos.

Su compañera se acercó al cuerpo del niño en la acera y se arrodilló a su lado. Karan jamás esperó verla llorar sobre el pequeño, desconsolada, como nunca la contemplara antes. Algo se removió en su pecho. Se acercó y se arrodilló a su lado, cuando la muchacha lo sintió se abalanzó a su cuello y lloró con más fuerza. Él, torpemente intentó calmarla con palmaditas en la cabeza.

—¿Por qué? ¿Por qué está pasando todo esto? ¡Phill está muerto!

Karan entendió su dolor y frustración porque era la que él también sentía. La pérdida de su compañero de armas, de su amigo y más que eso, su hermano, con quien creció compartiendo una filosofía y un estilo de vida que, siempre creyó los cubriría de gloria y honor, en realidad los había acercado inexorablemente a la muerte.

Aunque toda su vida se preparó para matar vampiros y como cazador soñaba con el momento de una gran batalla en la que pudieran acabarlos para siempre, la realidad resultaba muy diferente. Estaba llena de dolor, de frustración, de sacrificios y pérdidas. Abrazó con fuerza a Tatiana y lloró por él mismo, por Phill y por todas esas personas que no era capaz de salvar esa noche.

Cerca del amanecer, los dos llegaron a la base militar de Fort Drum para recibir los refuerzos que La Orden enviaría a Nueva York desde la sede en las Islas Volcánicas.

El general Stevensson, un hombre de mediana edad con profundos ojos grises y rostro cansado, fue quien les dio la bienvenida. En el trayecto hacia la base, Karan pensó que los recibirían sin ánimo y con incredulidad. Había tratado antes con personal militar e invariablemente el trato hacia él siempre era frío y despectivo. Era difícil para ellos tratar con un muchacho que no superaba los veinticinco años, que manejaba todo un cuerpo de personas superdotadas, altamente capacitadas. Él lo entendía y había esperado en consecuencia una gélida bienvenida. Sin embargo, este coronel lo recibió como si él fuera su salvador descendido directamente del cielo.

—¡Oh, gracias a Dios que han llegado! —les dijo el general estrechándoles las manos alternativamente a ambos y los condujo al interior de la base.

Mientras caminaban hacia allá, varios camiones descargaron personal civil, muchos heridos y todos psicológicamente alterados, bien porque no paraban de llorar y gritar o, por el contrario, se encontraban ausentes, incapaces de experimentar alguna emoción. El general se dio cuenta de sus miradas inquisitivas y les explicó.

—Anoche fue la peor noche de mi vida, la más oscura de todas. Estos ataques nos han tomado desprevenidos. De nuestras cuatro brigadas, dos se encuentran en el Medio Oriente, otra en el Caribe y solo estaba una aquí, así que esa es la que permanece plantándole cara a este extraño enemigo, pero no creo que podamos vencerlos —continuó el hombre apesadumbrado—. En este momento muchos soldados están buscando sobrevivientes en la ciudad. No tenemos más alternativa que traerlos a la base, es el único sitio seguro. Casi todas las ciudades del país han caído en manos de los vampiros. Por acá por favor —dijo el militar señalándoles el camino.

El general los guio a su despacho donde los dos cazadores se sentaron.

—Aun no puedo entender bien que está sucediendo, no sé cómo podemos enfrentarnos a estos seres. Nuestras armas son inútiles y usar artillería pesada traería un inmenso daño colateral en la población civil.

Karan miró al general y luego a su compañera. Tatiana tenía los ojos enrojecidos, pero su expresión era dura, ya no lloraba, su momento de debilidad había sido superado. Él le explicó al militar lo que sucedía y el plan para intentar contener a los vampiros.

—Enviarán helicópteros con los refuerzos, general. En cuanto lleguen requeriré que me proporcione algunos vehículos, necesitamos ir hasta la villa de Nina Rosewood para neutralizarla. No es necesario que sus hombres vengan. Ustedes pueden permanecer acá, encargándose del personal civil.

El general parpadeó varias veces, sin duda intentaba procesar lo mejor posible la información. A Karan le pareció adivinar que su cerebro se debatía entre darle el mando al niño frente a él o hacerse cargo de la situación como sin duda, era su costumbre. Después de lo que pareció una ardua lucha interna, el general asintió.

—¡Muy bien, disponga de todo cuanto necesite!

Horas más tarde, él y Tatiana marchaban a bordo de un camión con varias decenas de cazadores y una decena de seres que hasta ahora veían de cerca: Los supravampiros.

Tatiana no les quitaba los ojos de encima. Los supravampiros eran humanoides con largas extremidades, colmillos y uñas enormes, similares a garras. No portaban armas y Karan podía entender que, con su fisonomía, no las necesitaban, lo que si tenían eran collares de metal en el cuello, iguales al que llevaban Amaya y Ryu cuando fueron capturados.

Horas antes, él habló vía telefónica con la doctora Auberbach, la científica encargada del proyecto de los supravampiros y quien en vista de la deserción del doctor Branson se desempeñaba como jefa del área de investigación de La Orden, ella le explicó la función del collar.

—No tienes más que darles una orden —le había dicho la doctora —. Si tienes problemas con alguno de ellos, con el mando puedes inhibir sus funciones motoras y castigarlos causándoles dolor. El collar es para eso, para que obedezcan y hagan lo que les mandes.

Se inquietó con la respuesta de la doctora.

—¿Castigarlos? ¿Qué pasaría si no tuviesen puesto ese collar?

Pero ella evadió la respuesta. Ahora, él no solo comandaba a su grupo de cazadores, sino también a unos seres que probablemente eran peor que los vampiros y presentía que a diferencia de aquellos, estos tenían poca conciencia siendo más parecidos a bestias, porque si no fuese así, no tendría sentido el uso del collar ni de castigarlos para obligarlos a obedecer.

Tatiana le dirigió una mirada inquieta. Se inclinó un poco y le susurró al oído.

—No confío en estos seres. ¿Por qué los enviaron?

Él negó con la cabeza. Al igual que ella, creía que su equipo de cazadores era capaz de combatir a los vampiros sin ayuda. Si ellos eran suficientes podrían enfrentarlos. Sospechaba que la doctora estaba ansiosa de probar su creación y no dejaría pasar la oportunidad de hacerlo valiéndose del caos actual.

Descendieron en las inmediaciones de la Villa de Nina Rosewood y se acercaron intentando no ser vistos, lo cual era casi imposible por la presencia de cámaras de seguridad en los alrededores. Era de día, si lograban entrar, el resto sería pan comido.

El problema era entrar.

La edificación estaba rodeada por un muro perimetral de concreto que sospechaba resistiría granadas y explosivos. Al frente, la entrada correspondía a un gran portón de acero blindado. Antes de ese avance no realizaron uno previo de reconocimiento, La Orden estaba desesperada por la situación actual y querían recuperar el control de la ciudad a como diera lugar.

A parte de la dificultad que supondría penetrar la villa, no podían simplemente bombardear el lugar pues ya Nina Rosewood había informado que el presidente de Estados Unidos, parte de su gabinete y alto mando militar formaban parte de sus rehenes. Él tenía que entrar y rescatarlos y por supuesto, acabar con los vampiros en el proceso.

Le hizo señas a Tatiana para que lo cubriera mientras avanzaba al frente, quería destruir el panel de entrada. Si resultaba, la puerta se abriría. A pocos metros de la reja blindada le llovió una ráfaga de balas desde el techo de la edificación. Los cazadores tomaron sus posiciones y dispararon también a los francotiradores que les atacaban desde el techo.

En medio de la lluvia de balas, comandó a varios de sus cazadores que rodearan el edificio y colocaran los explosivos.

Rodando por el suelo, él se alejó lo suficiente del paredón exterior, tanto como para no sufrir con los efectos de la onda explosiva. Cuando el polvo se hubo asentado, confirmó su suposición: la muralla de concreto prácticamente permanecía intacta, apenas resquebrajada en algunos sitios, mientras la balacera que les enviaban desde el interior aumentaba.

Se mordió el labio con frustración. Había esperado que su equipo de cazadores fuera suficiente. No quería usar a los supravampiros, pero ya no tenía más opción. Apretó los dientes y les dio la orden de entrar a la edificación.

Según la doctora Auberbach, esos seres eran capaces de grandes proezas, así que, podrían sin ninguna dificultad saltar la alta muralla, tal como estaba la situación esa era su única alternativa.

Los seres afianzaron sus largas y poderosas piernas en el asfalto; sus dedos se doblaron como garras; en sus caras, los ojos tenían un resplandor rojizo, pero a pesar de lo aterrador que lucían, sus rostros no poseían ningún tipo de expresión. Se posicionaron listos para saltar. Cuando sus pies despegaban del asfalto, uno a uno cayeron en el suelo, convulsionaron por escasos segundos y luego se quedaron inmóviles.

Karan, los miró estupefacto. ¿Qué les pasó? Ninguno de los supravampiros se movía.

Como pudo, se acercó a uno de ellos y le tomó el pulso: no tenían, ni reflejo pupilar, estaban muertos. Miró el collar en el cuello de los seres y una idea nefasta se cruzó por su mente. Los vampiros tenían en su poder la tecnología de esos collares, se lo pusieron a Ryu para dominarlo, lo más probable es que supieran la manera de controlarlos y hasta matarlos a través de los dispositivos.

Los Vampiros se habían preparado muy bien para esa guerra no dejando nada al azar. Sabían de la existencia del collar y seguro también de los supravampiros. ¿Cómo podía ser? ¿Un infiltrado en La Orden? Todo obedecía a un plan, desde ese supuesto ataque a los clanes donde quisieron inculpar a La Orden hasta la firma de los acuerdos de paz. Tanto los cazadores como Ryu, fueron unos inocentes al confiar en los vampiros y ahora pagaban las consecuencias.

Se desesperó. Su última jugada falló, no podrían entrar en la villa, al menos no por ahora.

—¡Retirada! — les gritó a sus hombres.

No había manera de entrar en esa edificación. Lo más sensato sería hacer un reconocimiento exhaustivo del área y encontrar una zona vulnerable sin importar que se perdiera tiempo en el proceso, era necesario para poder hacer un avance efectivo. Descender a sus cazadores desde el aire parecía la mejor opción, pero para eso necesitaban reposicionarse, era claro que ese día no podrían entrar.

El cuarto día desde la masacre y su segundo en la base militar, Karan recibió una llamada de La Orden, su padre le pedía regresar y dejar el mando de la misión de Nueva York a Tatiana, ella debía encargarse de acabar con la vampiresa norteamericana y del rescate de los rehenes. Ese día también recibió otra llamada: Amaya le pedía ayuda, había logrado rescatar a Ryu y regresaba con él a Aiskia, necesitaba una motocicleta y uno de los uniformes de La Orden.

Ella lo rescató, al vampiro, al culpable de todo el desastre, al que no pudo ver la traición de los suyos y ahora le pedían ayuda. ¿Qué debía hacer? ¿Ayudar a Ryu o destruirlo junto con el resto de los vampiros? Lo más sensato sería acabar con todos, no dejar a ninguno vivo.

Su regreso a La Orden no fue agradable. Su padre no perdió la oportunidad de echarle en cara que lo que ocurría en el mundo, ya él lo había previsto. Le hizo ver el error que cometieron al no atacar primero como él quería, al confiar en Ryu y sus acuerdos de paz.

—¿Ahora te das cuenta de por qué debimos atacar antes? ¿Comprendes por qué nunca estuve de acuerdo con esos absurdos tratados? ¡No eran más que una trampa! —le había dicho su padre al encontrarse con él en su despacho de la organización, el mismo que antes le perteneció al general Fabio— La naturaleza de los vampiros es ser nuestros depredadores. Son monstruos y eso no va a cambiar, no podemos dejarnos esclavizar por ellos.

Él no tenía argumentos cómo refutarle. Recordó el horror de Nueva York: los cadáveres, los gritos, el miedo; los supravampiros, su más esperanzadora arma, muertos. Pero a pesar de todo el daño que los vampiros estaban causando, él creía que La Orden también tenía su cuota de culpa al haber orillado a los vampiros a actuar, aunque esto era algo que su padre jamás aceptaría. De todas formas, el enfrentamiento entre vampiros y humanos era inevitable.

Después de escucharlo desahogarse por casi treinta minutos, Karan le soltó de golpe una noticia que sabía lo impactaría:

—Amaya ha rescatado a Ryu y me ha pedido ayuda —le dijo mirando atentamente la conmoción en el rostro de su padre.

—¿Ayuda? ¿Para qué? —logró preguntar el coronel después de un rato de analizar sus palabras.

—Ryu fue un rehén de los otros líderes, sus congéneres no estaban de acuerdo con la paz que él buscaba, pero él insiste en ella. Quiere arreglar las cosas, quiere enfrentar a Vlad y Zahyr y acabar con ellos, así como con el resto de los líderes que ahora causan estragos en el mundo. Desea que nosotros, los cazadores nos unamos a él.

Su padre se levantó del sillón de cuero y caminó por la habitación. Ahora que el general Fabio no estaba, él era el jefe de la organización.

—No podemos confiar en él.

—No tenemos más alternativa. Los supravampiros fueron vencidos con bastante facilidad. Nosotros no somos suficientes, el ejército es inútil frente a ellos. ¿Cuál de los cazadores es capaz de enfrentar a alguno de los vampiros antiguos?

El coronel lo miró a los ojos sin verlo en realidad, analizaba sus palabras. Luego de unos minutos dijo:

—La doctora Auberbach trabaja en otro dispositivo para controlar a los supravampiros y poderlos usar.

—¿Y cuánto tardará en eso? ¿Mientras tanto que haremos, esperar? —preguntó Karan con cierto desespero.

—Inocularemos el suero modulador en el ejército para aumentar sus capacidades.

Él se rió.

—Es un poco tarde para eso, ¿no crees? Ya casi no hay tropas. ¿Y si el suero falla?

—No lo hará —le contestó el coronel—. Lo inocularemos a todo aquel que esté dispuesto a pelear.

Karan negó con la cabeza, con sus ojos bajos dijo:

—Ese suero solo sirve por unas horas. Pienso que debemos aceptar la ayuda de Ryu. Él los conoce. ¿Quién mejor que él para enfrentarlos? Solo tenemos que apoyarlo.

Los ojos del coronel brillaron.

—¡Tienes razón! —le contestó después de analizar la situación—, dejaremos que se maten entre ellos. Lo ayudarás y al final, cuando solo quede uno, sea quien sea, deberás matarlo también, por el bien de la humanidad. No puede quedar un solo vampiro antiguo vivo, Karan. Lo entiendes, ¿verdad?

Él miró la resolución en los ojos de su padre y también encontró dentro de sí la respuesta de lo que tenía que hacer. El mundo era un desastre, la guerra entre humanos y vampiros debía acabar y para lograrlo, haría todo lo necesario, incluyendo traicionar a quienes confiaban en él.

—Sí padre, sé lo que debo hacer. 


*** ¿Qué les pareció este capitulo? ¿muy largo? ¿aburrido? lo que si les puedo decir es que es un capitulo necesario con información importante de lo que ha sucedió y sucederá.

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