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Capitulo XXII: Muerte

***Advertencia: Este capitulo contiene escenas de violencia física y sexual que pueden herir a personas sensible. 

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La puerta de madera se abrió y Lía intentó no mirar hacia el umbral. Sentada en el suelo veía unos zapatos de fina piel, limpios y pulidos, avanzando hacia ella.

Dorian se agachó hasta su nivel, en su mano tenía una toalla y una cesta con algunos implementos de aseo y cuidado corporal. Con delicadeza tomó su mano y la levantó hasta sus labios.

—¿Cómo estás hoy, querida? —le dio un suave beso en el dorso, después acarició su cabello —Voy a darte un baño y a curar tus heridas.

La vampiresa tragó intentando no temblar y retener las lágrimas, no quería llorar delante de él. Dorian la levantó, bajó la cremallera del vestido roto y se lo quitó. A medida que sus manos la recorrían, el asco la invadía.

Con ella desnuda avanzó hasta la ducha. A pesar de todo su esfuerzo, temblaba ligeramente con cada paso que daba. Intentaba poner su mente en blanco y abstraerse del momento. En otras oportunidades lo había logrado y pudo convertirse en una espectadora y no la víctima de su tragedia.

El vampiro abrió el grifo de la ducha y esperó a que el agua estuviera tibia, mientras eso pasaba se quitó la ropa para después contemplar lleno de deseo a la mujer delante de él que evitaba mirarle.

Se acercó hasta ella y acarició su cabello, liso y negro como la tinta. Descendiendo la mano por el cuello y el pecho, se detuvo en uno de los senos redondos y apretó con fuerza el pezón rosado. Lía se mordió el labio aguantando el dolor, ese pecho en particular tenía una herida de mordedura enrojecida y en algunos sitios infectada.

El vampiro la giró con un movimiento brusco y la estrelló en la pared. El rostro de ella se aplastó contra la losa, la ardiente erección de él recorrió sus nalgas. Trató de moverse, de evitar lo inevitable, pero él la sujetó del cabello y golpeó su cara contra la pared una vez más. De su frente comenzó a salir la sangre y a oscurecerse su visión.

Dorian se apretó a ella y deslizó la lengua por su espalda, llenó sus hombros de besos, su boca era una araña que corría enloquecida y quería saquear cada lugar donde se posaba. Ella sentía el aliento caliente descender por su piel. Cerró los ojos con fuerza cuando le separó las nalgas y de un solo empujón la penetró con vehemencia. La vampiresa apretó los dientes y gimió de dolor al sentir el miembro de él enterrándose en ella por detrás, desgarrándola en el proceso.

—¡Gime, Lía! — dijo él contra su oído con la voz ronca de deseo— quiero escucharte gemir.

Dorian la penetraba como un poseso, el cuerpo de ella se estrellaba una y otra vez contra la losa lastimándole los pechos. Su miembro era hierro ardiente que rompía y rasgaba.

Lía sintió que aquel dolor no lo experimentaba ella, no se encontraba en esa habitación, sino muy lejos, en uno de los más hermosos paseos que disfrutó antaño en una hermosa costa italiana, tomada de la mano con su hermano, caminando por la arena en una apacible y cálida noche veraniega. El sonido del mar era lo único que se escuchaba acompañando sus latidos acompasados.

Cuando él hubo terminado, Lía se deslizó por la pared hasta el suelo donde su sangre era arrastrada por el agua de la ducha. Le respiración agitada de él por el orgasmo reciente fue normalizándose poco a poco. Cuando se hubo recuperado, Dorian se inclinó sobre ella y le lavó el cabello, enjabonó su cuerpo teniendo especial cuidado con las heridas. Luego la secó y la llevó de regreso a la habitación.

A él le molestaba su pasiva indiferencia, que lo ignorara. Parecía que a ella le daba lo mismo que fuera él o cualquier otro el que la poseyera. Habría deseado que al menos lo insultara, pero tenía la impresión de que, para Lía, él simplemente no existía. Si bien quería doblegarla, sentía que ella continuaba con su orgullo intacto.

—¡Mírame! —le exigió él, pero ella volteó el rostro, evitándolo— Parece que aún no lo entiendes, querida. ¡Tienes que amarme! Puedo ocasionarte mucho dolor, Lía. ¡Mírame a los ojos cuando te hablo, maldita sea! ¡Haré que todos allá afuera vengan y te violen mil veces!

Lía se rio y por fin lo miró a los ojos.

—¡Eso sería una novedad! Quizás alguno de ellos me haga sentir algo, no como tú que lo único que provocabas en mí es asco.

El vampiro se enfureció, sus ojos la miraron enrojecidos por la ira. De un manotazo la envió sobre una pequeña mesa de madera en el centro de la habitación que se rompió cuando ella cayó encima. Dorian se le abalanzó y rodeó su cuello con las manos, apretando el collar de metal contra su piel, estrechándole la tráquea en el proceso sin dejarla respirar.

Lía pataleaba y aferraba las manos de él con sus uñas intentando que aflojara la presión, pero el vampiro estaba fuera de sí. La vampiresa extendió la mano y tomó la pata rota de la mesa que estaba a un lado, sacando fuerza de donde no tenía se la clavó en el pecho. Dorian la miró sorprendido y luego bajó los ojos notando la estaca clavada en la parte izquierda de su tórax.

El vampiro comenzó a intentar hablar, pero solo salían buches de sangre de su boca, trataba de extraer el trozo de madera de su pecho sin éxito. Lía tosió recuperando aire y al ver que era su oportunidad, hundió más la estaca en el pecho de su esposo. Miró a su alrededor localizando el vestido harapiento y se lo colocó de nuevo para cubrir su desnudez. Cuando intentó subirse el cierre un agudo dolor se extendió por su brazo derecho. La muñeca estaba deformada. Cómo pudo terminó de ponerse el vestido tratando de usar lo menos posible la mano fracturada. Temblando, revisó en los bolsillos del traje de Dorian y sacó un llavero.

Aterrada de que él se recuperara y volviera a atraparla no miró atrás. Probó la primera llave sin resultados, la segunda tampoco abrió la puerta, mientras más pasaba el tiempo mayor certeza tenía de que no podría escapar.

La tercera llave giró en la cerradura.

Lía abrió la puerta con cuidado y asomó la cabeza. Afuera, el pasillo estaba desolado. Nerviosa, volteo y vio a Dorian tendido en el suelo en un charco negruzco de su propia sangre, ya no se movía y la mayor palidez de su piel hacía pensar que estaba muerto.

Salió de la recámara, con el corazón latiéndole en la boca cerró la puerta tras de sí. A unos metros había otra puerta, probó las llaves y tuvo suerte en el primer intento. Al abrirla se encontró con la delgada figura de Made acurrucada en un rincón de la habitación. La muchacha al sentir abrirse la cerradura se pegó más a la pared, aterrada de la persona que entraba a la pieza.

—¡Made! —gimió la vampiresa —¡Soy yo, Lía!

La muchacha abrió muy grandes sus ojos oscuros, sin duda no la reconocía ahora que estaba golpeada y harapienta y mucho menos esperaba encontrarla allí.

Made, dudando se acercó a ella, al mirar los ojos violeta las lágrimas escaparon de los suyos. Llevó la mano a su boca para ahogar un grito, no podía creer que era Lía quien estaba frente a ella.

Se arrojó a ella para abrazarla, pero Lía resintió la fuerza del abrazo, se quejó en un bajo gemido y retrocedió un poco debido al dolor de su cuerpo lastimado.

—¡Lo siento, lo siento! —dijo la chica humana separándose de ella y acunando con delicadeza su rostro cubierto de cortes y moretones— ¿Qué te han hecho, pensé que tú eras...?

Lía la miró y comprendió su perplejidad. Madeleine tenía que haberla visto por televisión al lado de Ryu en la ONU. A estas alturas ya debía saber que era un vampiro, pero ahora estaba frente a ella luciendo vulnerable, seguro no se lo explicaba, y no había tiempo para hacerlo. Miró hacia atrás, al pasillo, nerviosa.

—¡No importa, tenemos que irnos, ahora!

Las dos mujeres salieron de nuevo al pasillo y corrieron por él hasta las escaleras que daban a un salón en la planta baja de la cabaña, donde varios vampiros sentados en un sillón miraban televisión.

Lía, frustrada, giró su rostro hacia Madeleine, sería imposible salir de allí. La chica también lo comprendió y comenzó a llorar en silencio. La vampiresa reflexionó. En el pasillo de arriba había una ventana que daba al bosque exterior, si saltaban por ella podrían escapar.

La vampiresa la tomó de la mano para regresar con ella otra vez a la planta alta. Avanzaron en silencio intentando no hacer ruido.

Subieron y en el rellano Made la haló por la muñeca hacia sí, sin esperar juntó sus labios con los de ella. No había tiempo, no sabía si sobreviviría y al menos quería que ella supiera lo que de verdad sentía.

Lía abrió sus ojos adolorida por el jalón en su muñeca lastimada, pero más sorprendida por el gesto de la muchacha. Lo que anheló desde que la conoció aquella noche en el bar, ocurría en ese momento. Cerró los ojos y olvidándose del agudo dolor de su mano, la sostuvo de la cintura atrayéndola más hacia sí, aunque fuese solo por un instante deseaba demostrarle cuanto la quería.

Un rugido las sacó del trance en el que estaban. Se separaron y Lía vio con horror, en el pasillo al final de las escaleras a Dorian, cubierto de sangre, que avanzaba hasta ellas con la estaca clavada en su pecho.

—¡Te has portado mal querida, muy, muy mal!

La vampiresa ahogó un grito. Aterrada al verlo abalanzarse sobre ellas, corrió hacia abajo por las escaleras arrastrando a Made hasta el salón donde los vampiros miraban televisión. Ahora estaban acorraladas.

Los hombres se levantaron en alerta y miraron a las dos mujeres, desconcertados. En ese momento la puerta principal se abrió. El aire helado del bosque exterior impregnó la estancia con su gélido aliento, un grupo de vampiros con espadas en alto entró trayendo consigo la brisa fría. Todo era muy confuso y nadie sabía muy bien que sucedía.

Dorian continuó acercándose a ellas, pero frenó al ver entrar a la casa a Ryu y a la cazadora que era su amante, portando espadas, listos para atacarlos. No creyó que él sería capaz de localizarlos.

Cuando Vlad lo llamó para decirle que Ryu había escapado, él desestimó la noticia. No quiso participar en ninguna otra trampa de los dos príncipes para atrapar al fugitivo y tampoco les dijo dónde estaba. Después de todo, a él no le importaba la absurda guerra entre vampiros y humanos, no le interesaba manejar el clan de Ryu, él solo deseaba desaparecerlo de la faz de la tierra y poder vivir la eternidad junto a su esposa, domándola hasta que lo amara.

Pero ahora Ryu estaba en su puerta ¿Cómo era posible que estuviera allí? ¿De qué forma lo localizó? Estaba seguro que solo él y Lía conocían la ubicación de esa cabaña.

La presencia de Ryu lo complicaba todo. Su poder no era nada comparado con el de él, comprendió que estaba perdido. Siendo un traidor no tenía oportunidad. El príncipe de ojos violeta venía a destruirlo, pero antes se vengaría. Moriría, sí, pero a las dos mujeres en frente se las llevaría consigo.

Avanzó aprovechando la confusión y jaló a Madeleine hacia él.

Lía gritó desesperada al ver que el vampiro tomaba a la muchacha de rehén. Fue cuando Ryu volteo hacia las escaleras y notó la presencia de su hermana allí.

—¡¡¡No!!! Dorian, por favor suéltala. ¡Haré lo que quieras, te prometo que seré buena, te voy amar como lo deseas, te lo juro, pero por favor, déjala ir!

Lía lloraba bastante alterada y Ryu no entendía muy bien la situación. ¿Quién era esa chica? Lo que sí le quedó claro al ver el estado casi irreconocible de su hermana, que tenía el rostro herido e hinchado por muchos golpes, con el collar aun en su cuello y su vestido en harapos, es que Dorian tendría que pagar por lo que había hecho.

Los vampiros del clan de Dorian se veían confundidos, sin saber muy bien si enfrentarse a Ryu o no. Por mucho que estuvieran molestos porque este nunca vengó la muerte de Octavio —su líder anterior— reconocían su liderazgo absoluto y que era mucho más fuerte que todos los allí presentes, así que al final rindieron sus armas.

Madeleine lloraba y se retorcía desesperada tratando de liberarse de las manos del vampiro que la sujetaban como garras.

Dorian miró con rencor y tristeza a Lía, las palabras de ella le dolieron más que cualquier otra cosa.

—¿Me amarás? ¿Me amarás solo para que la suelte a ella? ¿Para qué continúes pensándola, anhelándola, queriéndola? —Se rio con amargura— De todas formas, yo ya estoy muerto, mi amor.

A Lía se le heló la sangre cuando vio la mano de Dorian hundirse en el pecho de Made. El piso bajo sus pies se abrió, la vista se le nubló, el horror más espantoso invadió la habitación y la arrastró con él en un remolino de desesperación.

En un segundo, Dorian intercambió el cuerpo roto de Madeleine por el de Lía, dispuesto a hacer lo mismo con la vampiresa.

Cuando Ryu lo notó, no esperó más y ejerció su onda opresiva sobre los presentes.

El aire se volvió pesado, todos se doblaron sobre sus cinturas sin lograr respirar, sintiendo un terrible dolor en el pecho. Ryu se movió tan rápido que cuando Dorian lo notó, lo tenía a su lado. Levantó la delgada cimitarra y lo decapitó en un veloz movimiento haciendo que la cabeza del vampiro rodara hacia abajo por las escaleras.

Ryu contempló el cuerpo sin cabeza de Dorian, de pie unos segundos y luego derrumbarse hacia abajo. Todavía la rabia palpitaba en su corazón. Durante mucho tiempo lo consideró familia, igual a un hermano, su traición era repugnante, pero peor que eso fue lo que hizo con Lía. El príncipe sintió que su muerte había sido demasiado piadosa, no le dio tiempo de disfrutar su venganza.

Lía, libre de su captor, sentía aún el terror y la tragedia correr por sus venas. Tosiendo para recuperarse de la onda opresiva de su hermano, se arrojó sobre el cuerpo agonizante de Madeleine.

—¡Por favor, por favor, no te mueras!¡Todo esto es mi culpa!

Las lágrimas de ella caían sobre el rostro de la muchacha morena que la miraba con sus ojos oscuros nublados por la muerte cercana. Acercó su mano a la blanca mejilla y la manchó con su sangre.

—El...el...beso...yo si quería...besarte en mi graduación.

Lía lloró más fuerte. Se volteo hacia Ryu quien miraba la escena conmovido.

—Por favor, Ryu hazlo ¡HAZLO! —Lía se haló con rabia el collar en su cuello —¡Yo no puedo hacerlo! ¡Por favor!

Ryu se acercó a las dos mujeres. Jamás en tantos siglos de vida vio a su hermana en ese estado de desesperación.

—Ella podría no resistirlo, podría morir, Lía.

—¡Ella igual va a morir!

Ryu tembló un poco por lo que se disponía a hacer. Con sus dientes se abrió la muñeca y acercó la herida goteante a la boca inerte de la mujer. No creía que resultara, la chica parecía que ya estaba muerta, aun así, acercó más la herida a su boca asegurándose que su sangre infectada corriera por la garganta de la muchacha.

Pero Madeleine no reaccionaba. Después de un momento, Ryu retiró su mano del rostro de ella y Lía se derrumbó sobre el cuerpo de la joven, llorando desesperada.

Amaya, a unos pasos de ellos contemplaba la escena anonadada, se sentía la espectadora de una extraña tragedia. Le resultaba increíble ver a la altiva Lía, desvalida tanto en su cuerpo como en su espíritu, verla conmovida por la pérdida de esa mujer humana que parecía amar. Recordó a Ryu en similares circunstancias de vulnerabilidad cuando lo rescató de la isla de Vlad y pensó que al final todos sangran la misma sangre, humanos y vampiros.

La muchacha debajo del cuerpo de Lía empezó a moverse débilmente.

La vampiresa se movió sorprendida y miró a la chica quejarse. ¡Ella estaba viva!

Made vivía, apenas si respiraba, necesitaría otras infusiones de sangre vampírica para completar la transformación, pero el leve latido de su corazón le devolvió la esperanza a Lía. 


***Hola... ¿como están? Me gustaría leer sus impresiones del capítulo, sobre todo que piensan de Dorian y de Lía. Se que Dorian puede causar empatía y Lía, por su forma de ser tal vez piensen que se merecía lo que le sucedió, así que me gustaría conocer sus opiniones al respecto, una especie de encuesta. No tengan miedo de comentar, no hay buenos ni malos comentarios, solo opiniones diferentes.

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