Capitulo XVIII: Lía va de Cacería
Advertencia: Capitulo no apto para menores de 18 años. Contenido sexual y violento que pudiera herir a personas sensibles. Si eres menor de 18 años, no debes leer este capitulo.
Era la media noche cuando Dorian entró a la recámara y lo envolvió el seductor perfume de sándalo y jazmín.
La atmósfera se sentía cálida, fragante, la luz era tenuemente rojiza, y en medio de la habitación, con la piel aún húmeda por el baño, envuelta en un albornoz tan blanco como su piel, Lía secaba su cabello liso y negro como la tinta.
Ella apenas le dedicó una mirada fugaz y continuó secando su cabello. Dorian miró sobre la cama un pequeño vestido rojo de tela vaporosa, inmediatamente torció el gesto.
― ¿Saldrás?
― De cacería.
―¿Puedo ir? ―preguntó acercando una mano ansiosa al cabello húmedo.
―Preferiría que no ―le contestó ella dándole la espalda.
—¡Sigues molesta!
Lía suspiró y lo encaró por fin.
―Eres mi pareja. ¿Es tan difícil que me apoyes? Estás del lado de Ryu y de esa cazadora. Solo quiero que mi hermano haga justicia― hablaba acompañando sus palabras con movimientos rápidos de sus blancas manos semejantes a lirios―. ¡Por Dios! ¡Somos vampiros! No entiendo porque se empeña en mantener un bajo perfil cuando todo el mundo, incluyendo a los humanos, deberían reverenciarlo. Debería asesinarla y luego enviarla por partes a La Orden para que ellos sepan con quien se enfrentan.
Dorian enarcó las cejas.
―Él tiene un plan.
―¡Mentira! ―siseó ella― Él la desea y no lo quiere aceptar.
Dorian vio sus ojos brillar con odio y los celos volvieron a quemarlo por dentro. ¿Por qué ella no podía amarlo a él con la misma intensidad y devoción con la que amaba a su hermano? Quería alejarla de él, que sus ojos brillarán alguna vez por él como lo hacían por Ryu. Deseaba separarlos, que su mujer le perteneciera en pensamiento, cuerpo y alma.
¿En qué momento el amor que sentía por Lía se tornó tan doloroso? ¿Cuando fue que las llamas de esa pasión comenzaron a consumirlo solo a él?
Cerró los ojos, echaría sal en la herida.
―No creo que Ryu tenga tan poca estima por ti y por Octavio, ni por un momento abandonará su memoria.
― ¡Ya lo hace! Y no se trata solo de la venganza por la muerte de Octavio, sino de su empeño en mantenernos en secreto, de convivir con los humanos, de casi protegerlos.
―Hablas como si despreciaras la convicción de Ryu por mantener la paz mi amor.
Dorian se había acercado como una víbora sigilosa a su presa y ya envolvía su mano en los pliegues del albornoz.
―¡No debería haber tal paz! Nosotros estamos hechos para reinar.
―Entonces ¿por qué no se lo haces ver, mi vida?
―¿Acaso no lo he hecho? ―dijo Lía, separando la mano de Dorian de su cintura― ¡No me escucha!
―Tal vez necesitas que acompañes tu voz con otras voces, tal vez es hora que tomes más presencia en el clan, mi amor. Eres tan fuerte como él.
Dorian sabía que pisaba terreno fangoso, un paso en falso y se hundiría, pero no pudo evitar la tentación de seguir ampliando la brecha entre los hermanos. Se acercó más al cuerpo fragante de la vampiresa y enredó sus manos nuevamente en su cintura.
―Estoy seguro, que muchos te seguirían y yo sería tu mayor devoto, mi vida.
Lía lo miró a los ojos y Dorian sintió que se hundía en un pozo oscuro. Tinieblas opresivas empezaban a dificultarle la respiración, se ahogaba. Sus manos escalaron hacia las solapas del níveo albornoz mientras abría la boca en agonía, tratando desesperadamente de llenar de aire sus pulmones.
Con los ojos nublados resbaló de su abrazo hasta caer de rodillas frente a ella. De pronto la presión se suavizó, él exhaló ansiosamente mientras, en un acceso, de tos volvía a respirar. Lía lo miró con hielo en los ojos. Habló entre dientes.
―¡Jamás traicionaré a mi hermano ni me enfrentaré a él por el control del clan! Aunque no esté de acuerdo con sus ideas o sus métodos, yo nunca lo abandonaré ―Luego suavizó sus palabras y gestos afilados. Se agachó. Dulces lo vieron sus ojos, suaves fueron sus manos cuando se posaron alrededor de las mejillas de su amante en una caricia delicada― No vuelvas a pedirlo mi amor, pero sí me gustaría que me apoyaras delante de él y no a sus espaldas.
Lía miró sus ojos inyectados en sangre que la veían con desesperación y depositó un beso, tal como el breve aleteo de una mariposa, en los labios fríos de Dorian. Ella se levantó, tomó el vestido rojo y entró en el amplio vestidor cerrando la puerta tras de sí.
En siete siglos de vida, Lía había tenido poca compañía, solo sus hermanos eran constantes en su existir. Grandes amores, de esos que perduran en el tiempo y apenas envejece el sentimiento, no quedaba ninguno. Como dijo Neruda "Es tan corto el amor y es tan largo el olvido" o como decía Wilde "La diferencia entre un capricho y un para siempre es que el capricho dura un poco más".
El punto era que estaba acostumbrada a la soledad, solo Ryu y Octavio la llenaban, ahora solo quedaba Ryu. Dorian, no sabía cuánto tiempo estaría en su vida y en realidad, con la eternidad por delante eso no era importante.
Ella sabía que Dorian deseaba que tomara un papel relevante en la dirección del clan, pero eso no le interesaba, la política no era su fuerte y la aburría profundamente.
En cambio, estaba siempre en la búsqueda de emociones fuertes que le evitaran morir de tedio y para eso no había mejor opción que cazar. Lamentablemente a su adorado hermano no le gustaba jugar con la comida, en realidad casi ni comía. Lía no entendía cómo podía matarse de hambre de esa manera, bebiendo apenas sorbos de sangre de los sirvientes en copas de cristal. Cumplía a cabalidad los acuerdos con los humanos, tal vez era el único vampiro importante que lo hacía, esos tratados eran para la plebe, no para ella, una diosa entre los suyos. Era absurdo negarse la delicia de beber directamente del envase, sentir latido a latido como la sangre te llena de placer y ese sublime momento cuando bebes la vida misma... ¡Ah! Eso era incomparable, la gloria líquida.
En ese aspecto estaba bastante de acuerdo con la filosofía de los otros dos príncipes que, como ella, no se privaban de nada, ni respetaban acuerdos. Hubo un tiempo de hecho, en que estuvo muy atada a ellos. Era una pena que Ryu no compartiera esa manera hedonista de pensar y vivir.
En algunas ocasiones Dorian la acompañaba de cacería, pero sus celos absurdos no la dejaban disfrutar plenamente, por eso prefería cazar sola, para dar rienda suelta a sus instintos.
Subió a su Audi R8 rojo con el auto escolta detrás. Después de la muerte de Octavio, Ryu se había vuelto bastante estricto con eso, no dejándola salir sin protección.
Aceleró hasta alcanzar los 180 Km/h, a esa hora de la madrugada había poco tráfico. Condujo rumbo al otro lado de la ciudad, hasta llegar a la avenida cincuenta y siete. Ese era un sector que todos los días estaba de fiesta. De punta a punta lleno de locales exclusivos, cafés de moda, pubs y discotecas, había para todos los gustos.
Cuando entró en la avenida disminuyó la velocidad y avanzó lentamente evitando atropellar a los jóvenes fiesteros, medio ebrios, que deambulaban por las calles cambiándose de local, probando cual tenía el mejor ambiente y la música más cool.
Lía sonrió juguetona dentro del Audi. Mirando por la ventanilla los diferentes establecimientos, se relamió los colmillos adelantándose al sabor dulce de la sangre en su boca. Quería que sus fosas nasales se llenaran del delicioso aroma de los mortales mezclado con el olor a licor y tabaco que salía de las discotecas.
Estacionó y salió del auto, de inmediato el mundo a su alrededor se congeló. Las cabezas giraron y multitud de ojos la miraron, con envidia, deseo y asombro. Ella caminaba sonriendo, montada en sus tacones negros de aguja, mientras el vestido rojo vaporoso flotaba envolviéndola, dejando al descubierto sus esbeltas piernas y un escote generoso. Dos guardaespaldas la seguían a unos cuantos pasos reforzando la impresión de que se trataba de alguien importante.
Ella caminó unos cuantos metros y escogió un pubs exclusivo recién inaugurado que exhibía el nombre del local en luces parpadeantes. A un lado de la puerta de entrada, se alzaba un hermoso dragón japonés en yeso con su cola larga en espiral. Quizás lo escogió porque le recordó a su hermano, o quizás fue por el ambiente elegante que prometía su interior.
Adentro, tal como imaginó, la atmósfera era seductora y refinada. Una fuente en uno de los extremos cambiaba de color contrastando a su vez con las luces led de la pista que, a esa hora, estaba atiborrada de cuerpos jóvenes bailando desenfrenados. Lía sonrió ampliamente sin importarle dejar al descubierto sus colmillos, aquello le agradaba. Decidió ir a la barra donde tendría una mejor vista para escoger a su presa.
Al llegar al largo mostrador de acero y fibra de vidrio, se sorprendió como hacía tiempo no le pasaba. Unos cuatro chicos servían tragos con movimientos elegantes y expertos, batiendo líquidos de colores y licuando frutas para extraer jugo. Pero no fue eso lo que la dejó con la boca abierta, bartenders habilidosos había por montones. Era el aspecto de esos jóvenes lo que la tenía impresionada.
Los cuatro chicos que servían los tragos, sin excepción, tenían un aspecto encantadoramente andrógino. Sus rasgos finos de piel perfecta, sin apenas maquillaje. Algunos rubios, otros castaños, cabellos largos, trenzados o cortos, pero de hebras brillantes y relucientes que con gesto desenfadado lo acomodaban detrás del perfecto caracol de la oreja para que no estorbe mientras sirven el hielo. Cuerpos delgados y atractivos, ropa holgada haciendo más difícil discernir si debajo hay curvas o solo líneas rectas.
Lía se mordió el labio inferior ansiosa, las pupilas dilatadas, su pulso imperceptible acelerado. Ya no había necesidad de escoger entre los que bailaban, su presa estaba justo delante, envuelta en olor a melocotones, naranja, fresas y alcohol.
Por supuesto, en la barra no había ni un solo lugar disponible. Los bartenders eran la principal atracción del sitio y como es natural, todos querían ser atendidos por alguna de esas bellezas. La vampiresa se movió segura hacia la barra, y la gente que la abarrotaba se apartó como por arte de magia para hacerle lugar. Ella fijó sus hermosos ojos amatistas en uno de los chicos que estaba a su costado derecho. Desde allí podía ver su perfil: piel dorada, nariz recta de alas pequeñas, mejillas de durazno, labios finos, intensamente rosados sin necesidad de maquillaje. La oreja que podía ver desde allí, estaba adornada en su totalidad por diminutas argollas y pequeños brillantes. Sin embargo, una pequeña cicatriz reciente sobre el labio superior rompía la perfecta armonía de su rostro.
Solo podía verle un ojo grande y alargado, oscuro como su deseo, espesas pestañas y una ceja larga, no muy gruesa y bien definida. El cabello negro del chico o la chica caía sobre las mejillas hasta la altura de la mandíbula ligeramente cuadrada donde terminaba en suaves rizos. Era seductoramente hermoso... o hermosa.
Por puro capricho, Lía decidió no ejercer poder sobre la fascinante criatura, quería cautivarla por ella misma, muy al estilo de su hermano.
Le miró con intensidad mientras servía una onza de vodka en un vaso largo con hielo y le agregaba soda, jugo de naranja, un chorrito de limón y terminaba con una gota de colorante. Sus manos doradas de dedos largos entregaron el vaso a una rubia pequeña que le miraba embobada.
Finalmente parecía que el chico sintió la mirada de Lía y se volteó despreocupado, llevándose un dedo cubierto con jugo de naranja a los labios rosados y húmedos. Lo chupó mientras sus ojos negros se encontraban con los de Lía. Sus miradas chocaron por apenas unos segundos hasta que él bajo la mirada para continuar con su labor. Lía en cambio sintió que la recorría una fuerte descarga como hacía siglos no recordaba.
Trató de serenar sus ansias de que la volviera a mirar. Al cabo de unos minutos el chico volteo dirigiéndole una mirada rápida y sirvió otro trago. La belleza de la vampiresa no parecía afectarle, estaba concentrado en su trabajo.
Lía se impacientaba. No ejercería poder en él, pero sí en los atorrantes clientes que no dejaban de azorarlo con sus pedidos. Dirigió la atención de los inoportunos clientes a los otros bartenders y así el chico de cabello negro quedó libre para atenderla.
Al ver que no tenía a quien servir, volteó hacia ella con una sonrisa atenta. Ella lo llamó moviendo su mano como si fuera un lirio mecido por el viento. El muchacho, sin perder la sonrisa, caminó hacia ella.
―¿Está atendida señorita? ―dijo con una voz suave, aguda, demasiado aguda para ser la voz de un chico, sin duda era una mujer.
Lía se aclaró la garganta antes de responder, los ojos negros de la muchacha inexplicablemente la pusieron nerviosa.
―Aun no, estaba esperando por ti.
La muchacha parpadeó.
―¿Por mí? Disculpe es que el sitio está lleno. ¿Qué desea?
Las manos de la bartender se apoyaron sobre la barra de acero y Lía no pudo evitar imaginar cómo sería sentir su calor.
―Una margarita, por favor.
La muchacha asintió y dándole la espalda se estiró para alcanzar la botella de tequila. Mientras lo hacía, la blusa blanca se subió un poco dejando al descubierto un trozo de la parte posterior de la cadera, la manga del brazo que agarraba la botella se desplazó hacia atrás. Lía vio un brazo de músculos largos, pequeños pero definidos, y un tatuaje que envolvía el tercio superior del brazo en espiral.
En un momento la copa ancha estaba lista frente a ella, con su borde escarchado de sal.
―Gracias.
Su voz no llegó a la joven, la música y las voces de la gente la ahogaron, pero la muchacha miró el movimiento de sus labios rojos y llenos con los ojos muy abiertos y asintió rápidamente. Luego, como un ratoncito que huye del gato, se desplazó al otro extremo de la barra. Lía solo sonrió satisfecha, por supuesto, no dejaría que se le escapara.
Miraba con intensidad todos sus gestos puros y elegantes como si pudiera beberlos directamente de la copa que sostenía entre sus dedos afilados. La veía servir tragos entre sonrisas corteses que dedicaba a los clientes, no dándose cuenta o quizás no queriendo darse cuenta de las miradas ávidas sobre ella. Lía estaba admirada de lo respetuosa que se mostraba la bartender.
Después de varios minutos su copa se vació. Otra vez ejerció su poder en los clientes para que no molestaran a la muchacha de cabellos negros que, no teniendo ya a quien servir, pudo notar su llamado. Esta vez Lía habló con voz potente.
―Demasiada gente aquí, ¿siempre es así?
La muchacha parpadeó un par de veces con sus ojos negros muy abiertos.
―¿Eh?, sí. Aunque hoy está mucho más lleno. ¿Otra margarita?
―Sí, por favor―Lía le miró una herida fina que comenzaba a cicatrizar sobre el labio, quería preguntarle, pero en lugar de eso agregó―: ¡Hermoso tatuaje! ¿Puedo verlo más de cerca? Siempre he querido hacerme uno, pero me da miedo el dolor, creo que soy demasiado cobarde.
La muchacha sonrió y toda su bella cara se iluminó, por un momento Lía se quedó sin palabras. Tuvo que parpadear varias veces para concentrarse cuando tuvo ese delgado brazo a su alcance. Bajó sus ojos a regañadientes al tatuaje, apartándolo del magnético rostro. El dibujo era una delicada rama de cerezo de flores lila que se envolvía en varias vueltas alrededor del tercio superior de su brazo.
―¡Hermoso! ¿Te dolió?
La chica le extendió la copa con una sonrisa serena.
―Este no, pero el primero si me dolió bastante, después uno se acostumbra.
―¡Tienes varios!
―Sí ―dijo la chica enarcando sus cejas―. Tatuarse, a pesar del dolor, a veces se convierte en una adicción.
―¿No te importa sentir dolor? ―preguntó Lía con su voz ronca, seductora, señalando los numerosos pircings en la oreja de la mesera.
La chica, visiblemente se turbó. Tragó antes de contestar.
―A, a veces uno termina por a, acostumbrarse ―tartamudeo.
Sus ojos se mantuvieron unidos por unos cuantos segundos más.
―Entiendo ―Lía llevó la copa a sus labios, luego miró a su alrededor y dijo―: Parece que todos quieren un trago, no los culpo.
La muchacha sonrió.
―¿Te parece que son buenos?
En realidad, la margarita no estaba mal, pero no era tampoco nada extraordinario.
―Está buena, pero el motivo por el que todos quieren un trago parece ser la posibilidad de ser atendido por alguno de los bartenders ―La vampiresa la miró con intensidad antes de añadir―. ¡Cada uno de ustedes es realmente hermoso!
Las mejillas de la joven se cubrieron de tenue carmín dándole una apariencia deliciosa a su piel dorada.
―Gracias.
En ese instante, la atención de la chica fue captada por un hombre alto de cabellos castaño, un poco largo, que acababa de acercarse a la barra.
La bartender caminó hacia él alejándose de Lía, en su expresión se podía adivinar que lo conocía y le disgustaba que estuviera allí.
Lía agudizó su oído, filtrando las conversaciones banales para solo escuchar la que le interesaba.
―Made, tenemos que hablar, por favor ―suplicó el hombre con voz ansiosa.
―¡No!, ¿Qué me dirás? ¿Qué no quisiste hacerlo? ¿Otra vez lo mismo? Estoy cansada de esto, Noah.
Lía vio en los ojos del hombre un brillo peligroso.
―¿Cansada de qué? ¿De mí? ¡Ves que tengo razón! Seguro hay otro. ¿Quién es?
La muchacha de cabellos negros cerró sus ojos con cansancio.
―A eso me refiero. Me tienen harta tus celos. Estoy cansada de tu actitud.
El hombre llamado Noah suspiró y relajó el ceño.
―Perdóname, por favor. Te prometo que nunca más perderé el control ―Él acarició la pequeña cicatriz del labio, después de una pausa agregó―. Hice una cita con un terapeuta, me va a ayudar con los celos y a controlar los ataques de ira. Te prometo que nunca más volveré a dañarte, Made. Pero por favor dame una oportunidad, no me dejes. Sin ti no podré mejorar, eres la luz en mi oscuridad.
Lía arqueó las delgadas cejas ante la última línea poética del hombre. «Hábil con las palabras» pensó despectiva. Desde su puesto en la barra vio, nada asombrada, como los ojos de la morena, que ahora sabía se llamaba Made, se dulcificaban, sin duda lo perdonaría. La vampiresa torció el gesto.
El hombre miró la hora en su reloj de muñeca.
―Falta poco para el cierre. Voy a esperarte para regresar juntos ―dijo con una enorme y dulce sonrisa―. Muero por abrazarte y demostrarte todo lo que te he extrañado, todo lo que puedo cambiar.
Lía vio como Made también le sonreía y suspiró. Luego tomó una decisión.
Made siguió sirviendo tragos a los clientes ansiosos del otro lado de la barra, mientras Noah la miraba vigilante a unos cuantos puestos de Lía. El hombre no apartaba los ojos de ella, ni de los clientes masculinos que se le acercaban. Cada vez que Made atendía a un hombre, Noah apretaba la mandíbula. Lía en cambio sonrió al ver su actitud de macho alfa. Llamó nuevamente a la chica para que le sirviera otra margarita.
―¿Es tu novio? ―le preguntó señalando a Noah quien las miraba de soslayo. Made asintió― Es muy guapo. Apuesto a que es todo un tierno galán.
Los ojos de Made se apagaron un poco.
―Es muy celoso.
―¡Oh! ―dijo Lía llevando la copa a sus labios y mirando a Noah con ojos seductores― También tengo un novio celoso.
―Apuesto a que sí.
Lía enarcó sus cejas.
―¿Por qué lo dices?
La muchacha se turbó y azorada contestó:
―Bueno, creo que es evidente. Con tu aspecto, pienso que muchos hombres han de sentirse inseguros.
Lía se rio divertida por el comentario, un tanto osado, de la muchacha.
―¡Mi aspecto! ¿Qué aspecto tengo?
Made tenía las mejillas rojas de nuevo.
―Así, tan bella.
Lía volvió a reír juguetona viendo como Made huía de ella hacia el otro lado de la barra. Luego enfocó a Noah y bebió nuevamente de su copa sin apartar la mirada de los ojos cafés del otro, sugerente, cruzando las largas piernas delante de él.
Noah la miraba con ojos turbios mientras Lía se remojaba los labios, jugaba con su cabello, se tocaba el escote; todo sin apartar la vista del hombre que parecía haberse olvidado de la bartender.
Después de un momento de intenso coqueteo, Lía se levantó de su asiento y caminó rumbo al baño. Al pasar al lado de Noah, apretó su muslo suavemente dirigiéndole una mirada coqueta. Con su poder telepático ya había vaciado el baño de personas.
Noah miró a Made y le dijo ansioso:
―Regreso en un momento.
Made asintió y continuó sirviendo copas.
Noah empujó la puerta del baño y se encontró a Lía recostada en los lavamanos de espaldas al espejo, mirándolo con sus seductores ojos violetas.
El hombre se abalanzó sobre ella como una fiera. Poniendo las manos grandes en su trasero, la levantó para sentarla en el mesón del lavamanos.
Lía hundió sus manos en el cabello sedoso. Echó su cabeza hacia atrás y expuso su pecho para que él lo besara. Noah no se hizo de rogar. Con una mano bajó el escote liberando los pechos llenos y redondos y con la otra levantó la falda para acariciar la cara interna de los muslos aterciopelados.
Lía gimió cuando sintió la boca jalar uno de sus pezones, luego esa boca se abrió aún más y no fue solo el pezón el que se tragó sino parte del pecho izquierdo. El hombre era todo un huracán, entendió porque Made quería darle otra oportunidad y casi lamentó lo que iba a hacer.
Noah, seguía devorando sus senos mientras metía varios dedos en su intimidad empapada y comenzaba a acariciarla con bastante pericia.
―¡No puedo creer que tenga tanta suerte! ―dijo con voz ronca― Estás divina, caliente y mojada. Me encanta que sea por mí.
―¡Aaahh! ―Lía dejó escapar un largo gemido, estremeciéndose por las caricias osadas del hombre.
Noah se había liberado ya mostrándose erguido y amenazador ante ella. Lo rozó varias veces frente a su entrada haciéndola suspirar.
―Te vi con esa bartender― dijo ella entre suspiros―. ¿Es tu novia?
Noah se congeló por un momento.
―¿Qué con eso?
―No quiero interferir ―dijo ella masajeándolo de arriba abajo.
―Ella... no importa, no tiene...¡Ah!... porque enterarse ―Se liberó de las manos de ella y separándole las piernas se enterró de una sola vez en su interior sacándole un grito ahogado.
Lía era empujada violentamente contra el espejo del lavamanos sintiendo como su espalda chocaba contra la pared.
Estocada tras estocada lo sentía duro y caliente en su interior. Después de algunos minutos él se detuvo y respiró profundo en su cuello, en un intento de controlarse para aguantar más. Lía sentía como palpitaba el grueso miembro dentro de ella, el hombre estaba a punto de acabar.
Ella se arqueó hacía atrás y llevó su pelvis adelante haciendo más profunda la penetración.
―No puedo creer que tenga tanta suerte ―repitió él entre suspiros, sin poder contenerse más, la tomó de los muslos para levantar sus caderas y arremetió con fuerza. La conciencia de la vampiresa se perdió por un momento mientras explotaba entre rítmicas y deliciosas contracciones que la llevaron al clímax.
Unos minutos después cuando se recuperó del potente orgasmo, Lía se incorporó en el mesón y le sonrió mostrándole los colmillos. Él aún estaba obnubilado por la pasión, sin embargo, cuando ella aruñó su hombro dejando una profunda marca y luego lamió la sangre en sus dedos, él la miró mejor.
―¿Qué estás haciendo, loca?
―Probando tu sabor― dijo ella con una sonrisa torcida.
Luego llevó sus uñas de cristal al pecho torneado y también desgarró la piel dejando profundos surcos sangrantes. Noah aulló de dolor. Lía se precipitó a la herida para lamerla cual si fuera una hiena mientras él trataba de evitar que lo hiciera sosteniendo su cabeza.
―¡Basta!
―¡No! ―Ella lo abofeteó con fuerza. Estrellándolo contra la puerta de uno de los cubículos, le sonrió mostrándole los colmillos― ¿Made no te importa? Puedo ver que te gusta golpearla, te hace sentir fuerte, superior, todo un poderoso macho.
¡Bam!
Lo abofeteó de nuevo. Los ojos de ella se oscurecieron al ver la sangre brotar del labio partido.
―¿Qué eres? ―preguntó él, aterrorizado viéndola avanzar relamiéndose los colmillos.
―¿No dijiste que tenías suerte? ¡Soy tu regalo de navidad adelantado, cariño!
Y se abalanzó sobre él mordiéndolo profundamente en el cuello así como Noah, impotente, trataba de quitársela de encima.
Lía desde su Audi R8 esperaba afuera de la discoteca. Cuando Made salió envuelta en un sobretodo negro de piel, tocó el claxon.
Después de varias llamadas, la chica volteo percatándose que desde un lujoso auto la llamaban. Extrañada se acercó a la ventanilla.
―¿Le sucede algo? ―Cuando vio el rostro de Lía abrió sus grandes ojos negros, perplejos.
―¿Te llevo?
―Espero a alguien, gracias ―respondió aún sorprendida.
―¿A tu novio? ―preguntó Lía con una sonrisa inocente.
Made la miró por un momento y luego asintió. Lía posó en ella unos ojos tristes.
―Lo vi marcharse hace rato con una rubia.
El semblante de Made se oscureció.
―¿En serio?
La vampiresa asintió.
―Entonces, ¿vienes?
Made pareció dudar, pero después de un momento abrió la puerta del auto y se embarcó. Lía arrancó el motor con un suave rugido y detrás de ellos el auto escolta los siguió también.
Faltaba poco para el amanecer cuando llegaron al pequeño edificio donde vivía Made.
―Es aquí, gracias.
Lía sonrió antes de hablar.
―¿Mañana también trabajas?
La muchacha la miró desconcertada, luego asintió.
―Pareces buena persona, es una lástima que tu novio no lo haya apreciado ―le dijo Lía con una cálida sonrisa. La muchacha estaba perpleja― Me gustó el ambiente de esa discoteca y también tus margaritas.
―Me alegro que te hayan gustado. Cuando regreses te prepararé algo especial ―dijo la muchacha ruborizándose por su osadía.
―Volveré mañana entonces. Soy Lía Hara ―Y le ofreció su mano fría.
―Madeleine Vélez.
Lía se despidió y arrancó pensando en el excelente trabajo que hacían sus guardaespaldas al deshacerse de los cuerpos de sus víctimas.
*** Hola, ¿cómo están? espero que hayan pasado felices fiestas, sí celebran y si no que todo en sus vidas se encuentre bien. Este es uno de mis capitulos favoritos de toda la novela. en realidad creo que Lía es mi personaje preferido. ¿Cuál es el de ustedes hasta ahora?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro