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CAPITULO XVII: Celos

Un mal presentimiento la acosaba mientras Lía, ansiosa, escudriñaba la oscuridad a través del gran ventanal del salón.

Desde su vida mortal estaba unida a su hermano gemelo por algo más fuerte que la sangre. Cuando las emociones de este eran muy fuertes, ella lo notaba como una reverberación de sus sentidos. Si estaba furioso, la ira la alcanzaba, cuando estaba feliz también podía sentirlo. Al convertirse en vampiros, ese vínculo se afianzó y hubo momentos en que, si ella se concentraba, podía ver lo que los ojos de él veían. Ryu nunca había creído en ese vínculo, no le daba importancia, pero ella sí y ahora mismo sentía peligro, algo malo sucedía

Cuando Lía se enteró que Donovani quería una reunión con su hermano, se lo dijo, no confiaba en ese vampiro. Para ella era solo un ambicioso iluso que quería desplazar a Ryu y obtener su puesto.

¡Como si eso fuese posible!

Ryu era el líder, el príncipe. Un título que se había ganado no por derecho de sangre o nacimiento como ocurría entre los humanos, era el príncipe simplemente porque su sangre antigua era la más fuerte y poderosa y, además, a través de los siglos forjó un imperio tanto político como económico que lo respaldaba.

En cambio, Donovani era estúpido y egocéntrico lo cual lo hacía peligroso al confiar demasiado en sí mismo y no tener miedo de su hermano como lo hacía el resto de los vampiros bajo su mando. Donovani no sentía temor.

Por otra parte, estaba la cazadora.

Ryu no lo quería aceptar, pero se sentía cautivado por ella. Era comprensible, la muchacha era sorprendentemente hermosa, sin embargo, había algo extraño en ella, no era como los demás cazadores que conoció a lo largo de los siglos. Era orgullosa y firme, lo podía ver en sus ojos, fiel a sus principios. No creía que pudiera dejar sus ideales de lado por su hermano como lo hizo Dorian por ella en su momento. Y Ryu, en lugar de tomarla y satisfacer sus deseos, se mostraba reticente, buscaba conquistarla, convirtiendo aquello en un juego peligroso.

Pero había algo más en ella, algo que no podía identificar, ese algo era lo que la hacía diferente. Lía tenía esa sensación de estar al borde de la compresión y, al último momento, se le escabullía como agua entre los dedos.

Llevó el cáliz de sangre a sus rojos labios y continuó posando su mirada violeta al exterior, a través del gran ventanal del salón esperaba la llegada de su hermano.

Unos brazos fuertes rodearon su pequeña cintura desde atrás y luego los labios aterciopelados de Dorian, su amante, recorrieron su cuello. Lía se dio la vuelta. Acarició su cabello castaño claro, amaba la sensación de esas hebras sedosas entre sus dedos. Una pequeña sonrisa adornó sus labios.

Lía sonrió de manera más amplia al escuchar el suave ronroneo del motor del auto de su hermano afuera. Soltó a Dorian y giró de nuevo, desde la ventana contempló el Lamborghini negro entrar al camino de grava que daba al estacionamiento del complejo. Su hermano llegaba por fin. Separándose del ventanal fue a esperarlo a la puerta.

—Por fin —Suspiró la vampiresa la ver entrar a su hermano después de varios minutos.

Luego miró con horror la ropa desgarrada y ensangrentada. Lanzándose a sus brazos le preguntó:

—Pero, ¿qué ha pasado Ryu, porque estás así?

—¡El idiota de Donovani! —dijo el príncipe quitándose la camisa manchada, para revelar un torso fuerte de músculos esculpidos— Tenías razón, era una trampa. Los cazadores de La Orden estaban esperándome. Sin duda, Donovani les informó de nuestro encuentro. Tuve que destruirlo, odio a los traidores.

Lía lo escuchaba mientras limpiaba la sangre en su cuerpo con un paño y agua limpia que Carmín había traído. Lo limpiaba con devoción mientras Dorian observaba todo, rezagado junto al ventanal, con el velo oscuro de los celos empañando sus ojos miel.

—Apuesto que enviaron a Amaya a cazarte, ¿no es así, Ryu? La Orden debe probar su lealtad después de estar tanto tiempo con nosotros —intervino Dorian, con la esperanza de deshacer la intimidad de los hermanos.

Ryu lo miró con ojos penetrantes.

— Sí, Amaya estaba esperándome para matarme.

Lía se quedó quieta, con la toalla a medio camino entre el balde con agua y el brazo de su hermano.

—¿Fue ella quien te hirió?

—No. Ella erró la flecha. Mi encuentro con Donovani fue el que produjo mis heridas.

—¿Falló? —preguntó Dorian extrañado —He escuchado que ella nunca falla.

—Hemos perdido dos importantes líderes, Ryu. La Orden está ganando terreno. Debemos contraatacar.

— No lo creo así, Lía. Más bien nos hizo un favor al desenmascarar al traidor de Donovani. Los Basarti se quedarán con el clan, y ellos me son fieles. No pudo ser mejor jugada. Arthur Basarti es un vampiro astuto, sabrá expandir nuestros dominios.

—Y en cuanto a nuestro hermano, ¿el que esa cazadora mató? ¿También te parece una buena jugada? —dijo Lía, furiosa, arrojando el paño al suelo del salón— ¿No piensas hacer nada para vengar la muerte de Octavio?

El príncipe desvió la mirada de su hermana y acercándose al ventanal suspiró.

— Mi venganza está en marcha, Lía, deja de preocuparte.

— ¿Tu venganza, cual venganza? —la vampiresa lo siguió al ventanal— Si lo único que has hecho es babear por la cazadora. Ella mató a nuestro hermano y merece morir y tú en lugar de hacerla pagar, te has dedicado a protegerla y adorarla. ¿Crees que el clan de Octavio te perdonará que no hagas nada?

Los ojos violeta de Lía eran brasas que parecían arder en el fulgor de su rabia. Si dependiera de ella despedazaría a la cazadora con sus propias manos, pero antes de que pudiera continuar desahogando su ira, el ambiente de la habitación cambió. Una opresión en el pecho de Dorian se hizo presente impidiéndole respirar con normalidad.

Ryu se movió a la velocidad de un parpadeo, y tomando a Lía por su brazo la arrojó al sillón para luego subirse sobre ella. De manera amenazadora tomó sus mejillas con fuerza y acercando su rostro al de su hermana, le dijo:

—Soy tu príncipe, no lo olvides. No toleraré que refutes mis decisiones, ni que me vuelvas a desobedecer como lo hiciste en la fiesta. Te amo hermana, pero si lo haces nuevamente te castigaré.

Cuando Ryu se tranquilizó, la onda opresiva cesó y Dorian pudo llenar de aire sus pulmones nuevamente. Lía lloraba, dolida por la actitud de su hermano.

—Solo quiero protegerte —dijo la vampiresa con lágrimas en sus bellos ojos.

—¡No!, ¡quieres manipularme! Soy uno de los vampiros más poderosos que existe, no necesito tu protección, se cuidarme solo.

Dorian, recuperándose veía a los hermanos sin intervenir, intuía porque Lía quería eliminar a la cazadora, pero Amaya representaba una pieza importante y por ahora, no permitiría que la destruyeran. Quizás para él la chica pudiera ser útil en su batalla personal.

—Lía, amor mío —dijo Dorian acercándose a su amante—, debes confiar en el buen juicio de nuestro príncipe. Si él ha trazado un plan para acabar con la chica, nuestro deber es apoyarlo. Así que confiemos en él.

Lía prestó poca atención a las palabras de su amante y salió de la habitación entre sollozos.

—Contrólala —dijo Ryu en voz baja colocándose una camisa limpia que le había traído Carmín.

—Ella te adora — dijo Dorian secamente cuando Lía se hubo perdido de vista.

— Lo sé, pero a veces es demasiado impulsiva. La cazadora es una oportunidad que no pienso desaprovechar. Si logro que me ame ella en mis manos puede ser un arma contra sus compañeros y una espía. Alguien enamorado es capaz de lo que sea, sólo debo ganar su corazón —dijo el príncipe apretando el puño, una sonrisa cruel curvó sus delgados labios—. No le quedará otra alternativa que venir conmigo después de lo que le he hecho hoy. Ella destruirá a La Orden por mí y yo la destruiré a ella lenta y dolorosamente. Ella mató a mi hermano, a pesar de lo que Lía cree, no he olvidado mi venganza.

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