Capítulo XIV: Asamblea General de las Naciones Unidas III/III
El vampiro que fue enviado a buscar a Dorian entró en la sala donde Phidias y Amaya miraban perplejos el sangriento espectáculo de una masacre televisada en la Asamblea General de las Naciones Unidas.
—Señor —dijo el vampiro dirigiéndose a Phidias—, el señor Dorian no aparece por ninguna parte.
Las rodillas de Amaya comenzaron a temblar, nunca antes en su vida sintió tanto miedo. Volteo a ver los ojos de Phidias que le devolvían una mirada horrorizada. Ella en un murmullo preguntó:
—¿Qué está pasando?...Ryu...
Phidias reaccionó sobreponiéndose a la sorpresa y al miedo.
—¡Señorita, debemos irnos, ahora!
Amaya no respondió, mantenía los ojos fijos en la televisión que mostraba a un vampiro de cabellera oscura cernirse cual veloz y aterradora sombra sobre las personas en la Asamblea.
—Ryu, está allí... ¿Qué pasa? — La cazadora estaba en shock.
—Debemos irnos, volvió a apremiar Phidias. Algo ha salido muy mal. El señor sabe cuidarse, nos encontraremos con él en el camino, Vamos.
El lugarteniente del príncipe la tomó de una mano y la haló hacia afuera. Amaya se detuvo y negó con la cabeza.
—¡No!, ¡Él está en problemas, debemos ir hasta allá!
Phidias volteó a verla, la mujer se rehusaba a moverse. Con su agudo oído percibió el ruido de muchos pasos afuera.
—¡No hay tiempo señorita! ¡Vienen para acá! Debemos irnos —Los ojos de Phidias se movieron hasta la larga espada apoyada en la pared. La tomó y se la dio— ¡Vamos!
A regañadientes, Amaya siguió a Phidias quien tomó su propia espada y varias armas de fuego, una de ella se la dio a la ex cazadora. Luego se dirigió a los hombres dentro de la habitación.
—¡Vamos!
De inmediato todos salieron para encontrarse en el pasillo a varios miembros de la policía élite quienes los apuntaban con armas largas. Phidias y el resto de los vampiros avanzaron por delante de ella que no portaba su habitual uniforme de cazadora sino un pijama, protegiéndola con sus cuerpos, disparando sus armas y recibiendo también los impactos que la policía ejecutaba, pero que en ellos eran inservibles.
Amaya corría como en un sueño, las balas, los gritos, la sangre, todo le parecía extraño e irreal. No dejaba de ver la imagen en su mente de Vlad asesinando al presidente de Inglaterra. Un pensamiento se repetía una y otra vez: «¿Dónde está Ryu? ¡Otra vez no, por favor!»
Avanzó como autómata. Envuelta en una pesadilla, no lograba asimilar que lo que vivía era real. Cubierta por el fornido cuerpo del lugarteniente de Ryu, bajaron las escaleras. Al llegar al vestíbulo se encontraron con la unidad de tácticas especiales de la policía de Norteamerica, quienes portaban lanzallamas.
Phidias reaccionó a tiempo, abrazó a Amaya y rodó con ella por el suelo saliendo del radio de acción del fuego. Varios vampiros se prendieron en llamas, sus gritos de dolor eran ensordecedores, en medio de la desesperación corrían de un sitio a otro sin poder apagar sus cuerpos semejantes a antorchas.
La ex cazadora se levantó aún en trance, la mirada desenfocada. ¡Tenía que encontrar a Ryu, no lo dejaría morir, no de nuevo, tenía que salvarlo! Desenvainó la espada y se movió con toda la velocidad de la que era capaz hasta donde el grupo de fuerzas especiales atacaba. En menos de cinco segundos los neutralizó. Al hombre que sostenía el lanzallamas le amputó la mano. Cuando ya no tuvo contendiente parpadeó varias veces. De pie, con la espada cubierta de sangre en su mano al igual que su cuerpo y rostro, poco a poco regresó a la realidad, a su alrededor había un desastre de sangre y muerte.
Pronto el lobby del hotel se incendió producto de los vampiros que en su agonía dispersaron el fuego. En el piso se formaba un mar de sangre. Amaya corrió junto con Phidias hacia el estacionamiento. No podía dejar de pensar en Ryu y en porque estaba sucediendo todo eso.
Subieron al auto y salieron del hotel al exterior. Park Avenue era un pandemónium. Muchas personas corrían enloquecidas, trataban de escapar en vano de los vampiros que parecían bestias salvajes. Por todos lados gritos desgarraban la noche y cadáveres se esparcían en las aceras. En cada esquina sonaban detonaciones de los cuerpos de seguridad que intentaban, sin éxito, regresar el orden a la ciudad. En algunos sitios podían verse vampiros agonizando mientras eran consumidos por el fuego, pero eran más las personas que lloraban en las aceras, desesperadas, heridas o siendo succionadas por vampiros. Amaya sintió que vivía una pesadilla.
—¿Cómo es posible todo esto, Phidias?
El vampiro apenas negó con la cabeza, conducía con los ojos fijos en las calles. La ex cazadora tomó su teléfono móvil y empezó a buscar información. Fue así como se enteró que Vlad y Zahyr perpetuaron una masacre en la ONU y huyeron llevándose como rehenes a varios presidentes y... a Ryu. Amaya no lo entendía.
Marcó el numero celular de Ryu, el teléfono sonó desconectado. ¿Dónde se encontraba? Se agarró ambas manos para detener el temblor que se apoderó de ellas. ¡De nuevo, de nuevo, Ryu la abandonaba! No creía en Dios, aun así, hizo una súplica silenciosa: ¡Que no estuviera muerto, que regresara con ella!
Con voz quebrada le habló a Phidias:
—El portal de noticias dice... que Vlad y Zahyr han huido con rehenes... entre ellos Ryu. ¿Phidias, por qué? ¡No lo entiendo!
El vampiro suspiró.
—Solo podemos especular señorita, pero imagino que firmar esos tratados nunca fue el plan de los otros dos príncipes. Parece que solo utilizaron al señor aprovechándose de su genuino deseo de conseguir la paz.
Amaya dejó escapar dos grandes lágrimas y casi al instante las limpió con furia.
—¿Qué haremos Phidias? ¡Tenemos que rescatarlo!
—Antes debemos volver a Aiskia. Desde aquí no podemos hacer nada.
Amaya pensó. Estaban en Nueva York y Ryu tenía un aliado allí, una vampiresa norteamericana. Luego descartó la idea al recordar que Zahyr y Vlad se alojaron en una de sus casas, por lo que era de suponer que ella los apoyaba.
—He contactado con el señor Miguel, nos proveerá un helicóptero que ya nos espera. Iremos a México. El señor Miguel es fiel al príncipe Ryu, él nos ayudará.
—¿Estás seguro de él, Phidias? Creo que ahora mismo es difícil saber quién es fiel a Ryu y quien no.
—El señor Miguel lo es, estoy seguro.
Atravesaron la ciudad hasta llegar finalmente al helipuerto en lo más alto de uno de los edificios que pertenecía al vampiro Miguel Blanco, donde los esperaba el helicóptero con sus hélices girando con suavidad. Desde las alturas, en la noche oscura, la peor de todas, podían ver las calles abajo arder. Poco tiempo después llegaban a México.
***Hola, ¿cómo están? ¿Qué les ha parecido el capitulo? La guerra era inevitable, la habrían desencadenado los vampiros o La Orden. Ahora ¿qué pasará con Ryu y Lía? ¿Dónde está Dorian? ¿Qué hará Amaya?
Quería una canción triste para este capitulo pero no se me ocurre ninguna, excepto esa que pertenece a la banda sonora de la serie que me rompió el corazón, T-T
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