Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPITULO XI: Descontrol

Ya no podía seguir evadiéndolo más, tenía que dar la cara. Aun así, esperó casi a la hora del cierre del comedor, cuando ya casi no había nadie en él para bajar a almorzar.

Seguía sin querer ver a nadie, o más bien no quería ser vista por sus compañeros. El dejarse atrapar por vampiros le pesaba como una condena, era un golpe para su orgullo de cazadora, habría sido preferible morir. La muerte en combate era honorable, el haber sido capturada, debilidad y deshonra. Cuando sus camaradas la vieran se expondría al desprecio de ellos.

Exhaló todo el aire de sus pulmones antes de entrar al recinto. Para su desgracia, a pesar de que ya era muy tarde, el comedor estaba lleno hasta casi la mitad.

Inmediatamente al entrar, los ojos de sus compañeros se volvieron hacia ella. Algunos la miraron con curiosidad, otros con indulgencia, pero la mayoría lo hizo con desprecio y sorna, tal como lo imaginó. Una de ellas era Adriana.

Extrañamente, la muchacha se mostraba altiva en su presencia. En las ocasiones en que se cruzaron desde su regreso, Adriana la miraba siempre con una media sonrisa despectiva. Si era cierto que no eran amigas, el trato entre las dos nunca fue así. Antes siempre fueron cordiales al encontrarse, por eso resentía que ahora la mirara de esa forma burlona.

Tiago en cambio, era indulgente y amable con ella. Él sabía que la chica la estaba pasando mal tanto por lo que sufrió con los vampiros como porque estaba convencida de que todos la despreciaban en La Orden.

—Parece que el hecho de haber sobrevivido es una traición, quizás si hubiese muerto estarían satisfechos —dijo la muchacha con amargura.

Amaya se sentó junto a Tiago y colocó sobre la mesa un plato con una pequeña porción de ensalada que era lo único que toleraba su estómago desde que regresó.

—No es así, Amaya. Estoy seguro que nadie desea que hubieses muerto —Tiago sonrió en un fútil intento de animarla—. Yo estoy feliz de que estés aquí.

Amaya esbozó una sonrisa triste y miró sus ojos de miel con afecto.

—Gracias, pero sé que hablan a mis espaldas.

—¿Solo eso comerás? —preguntó señalando la escuálida porción de su amiga.

—No tengo hambre.

—Casi nunca tienes hambre. Dime, ¿por qué te afecta tanto?, nunca te ha importado lo que otros piensen de ti y ahora de pronto, te altera que los demás hablen.

Era cierto. Ella no tenía muchos amigos y nunca le dio importancia a lo que los demás dijeran de ella, pero ahora era diferente. Se recriminaba y se despreciaba. Claro que ese desprecio tenía su origen en la confusión de sus sentimientos por el príncipe. No era capaz de sacarlo de su mente como quería y eso la llevaba a odiarse a sí misma, pero nada podía decirle a su amigo.

— No lo sé Tiago, quizás no debí sobrevivir. ¿Por qué no me mató?

—Tal vez nunca lo sabremos. No te atormentes más, seguro dentro de poco lo olvidarán.

—Eso espero, aunque míralos, todos me ven con burla.

Tiago iba a responder y negar el comentario, cuando una risa hiriente se escuchó claramente a pesar de estar una mesa más allá de donde se sentaban los dos amigos.

—Ja,ja,ja. ¿Pero miren quien se dignó a aparecer? Supongo que ya habrá terminado su rutina de belleza, porque solo para eso sirve, para coquetear. Esa es su más grande habilidad.

Amaya, no podía creer lo que escuchaba.

Tiago se volteó a mirarla y encontró sus ojos encendidos en ira. Antes de poder hacer algo, la cazadora ya se había levantado y se dirigía a la mesa de Adriana.

—¡¿Qué has dicho?!

—¿Aparte de inútil eres sorda? Dije que no eres más que una zorra. ¿Crees que no sé cómo lograste sobrevivir en la guarida de los vampiros? ¡Ja! Y nosotros arriesgando el pellejo por ti.

—¡Eso no es cierto! ¡Retráctate!

— O si no, ¿qué? ¿Vendrá tu querido príncipe a desangrarme? Yo los vi esa noche en la fiesta...

Amaya no lo toleró más y se le arrojó encima golpeándola en la cara. La derribó de la silla y se sentó a horcajadas sobre ella para no dejar de pegarle. Adriana, solo atinaba a cubrirse el rostro con los brazos en un intento de defenderse.

Tiago, como una flecha, trató de separar a Amaya, pero esta, enloquecida por la rabia, no se dejaba sujetar. Mientras la golpeaba, Adriana logró agarrar una de sus muñecas, tomó impulso levantándose y tumbó a Amaya para ahora colocarse ella sobre la otra cazadora y cobrarse los golpes recibidos.

Las bofetadas que le propinaba Adriana hacían que su cara girara una y otra vez para ambos lados, logrando partirle el labio inferior y el pómulo izquierdo.

—¡Mírate! ¿Qué puede ver Karan en ti? No eres más que una traidora, ¡La puta de los vampiros!

Amaya la miró a los ojos encontrando burla en ellos. La rabia creció hasta estallar dentro de su cuerpo como un volcán que hace erupción. Con un grito, el aire a su alrededor se densificó haciendo que una corriente eléctrica golpeara a Adriana de lleno y la arrojara varios metros de distancia, dejándola inconsciente por el impacto.

A Tiago le costó un poco hacer que Amaya se tranquilizara, la rabia la tenía cegada. El resto de los cazadores que se encontraban en el comedor quedaron atónitos por el inusual despliegue de energía de Amaya. Cuando reaccionaron, se apresuraron a socorrer a Adriana a quien sacaron ensangrentada del recinto.

Cuando Amaya se calmó, se sentó llevando sus manos a la frente para apartar los cabellos rubios enmarañados hacia atrás. No entendía que le había pasado. Descargó en esa pelea toda la frustración de los últimos días, una válvula a través de la cuál drenó tanta presión. Su estado de ánimo y confusión interior la llevaron a reaccionar de manera explosiva y exagerada hasta hacerle mucho daño a Adriana. De haber estado sosegada, jamás habría perdido así el control. Todo por culpa del maldito vampiro que le tenía la mente trastornada.

—Tiago, no sé qué me pasó, yo no debí...

—Tranquila. Ella se lo buscó. No tenía por qué ofenderte.

—Sí, pero reaccioné muy mal, la rabia me cegó, no podía detenerme.

—¿Qué pasó aquí? —dijo Karan al entrar al comedor y ver las sillas en el piso y algunas mesas volcadas. Él, por ser el líder de los cazadores élite debía verificar lo ocurrido.

—Uno de los muchachos de segundo rango fue a avisarme que había una pelea en el comedor y...

Se detuvo al ver la mejilla hinchada de Amaya y su labio roto.

—¿Tú tuviste que ver en la pelea, Amaya? —preguntó Karan, sorprendido, acercándose para palpar el moretón de la joven.

—Yo...

—La culpa fue de Adriana —Se apresuró a explicar Tiago.

—¿Adriana? —Karan frunció el ceño, confundido.

—Sí, ella comenzó a ofender a Amaya, a insinuar cosas sobre el secuestro y pues, Amaya respondió. Solo se defendía, Karan.

—¿Tú y Adriana se pelearon?, pero eso nunca antes había sucedido y... — Karan se detuvo. Iba a decir que Adriana había quedado bastante lastimada, pero decidió callar al ver que las lágrimas comenzaban a correr como un río silencioso por el rostro ensangrentado de la cazadora.

—Yo, lo lamento mucho.

—Lo sé, ¿quieres caminar?

La muchacha asintió y dirigiéndole una mirada agradecida al pequeño Tiago, salió en compañía de Karan.

Atravesaron el pasillo de la planta baja hasta salir al jardín interior.

El jardín era un amplio espacio con bancos de piedra y árboles grandes de roble los cuales arrojaban sombra a un pasto bien cuidado. En las columnas jónicas del frontón de la entrada del edificio, parlantes amenizaban siempre con música a bajo volumen. Era un sitio de relajación donde los jóvenes guerreros podían descansar luego de los extenuantes entrenamientos.

A esa hora de la tarde, el jardín se hallaba totalmente desierto, todos estaban en prácticas. "Demons" de Imagine dragons llegó a oídos de la joven proveniente de los parlantes en las columnas. Sintió que en ella también habitaban demonios hasta ahora desconocidos. Monstruos que se paseaban iguales a sombras detrás de sus ojos, amenazando con derrumbarla y adueñarse de su mente. La oscuridad se abría a sus pies llamándola al abismo.

—No sé qué me pasó, Karan. Ella dijo cosas que me enfurecieron. Perdí el sentido de la realidad. La golpeé mucho.

—Haz estado bajo mucha presión —dijo Karan, mientras se sentaban en uno de los bancos de piedra blanca—. Primero lo de tu cautiverio con esos vampiros y ahora esa nueva misión.

Amaya lo miró sorprendida. No solo parecía que él no había sido castigado por rescatarla, sino que, además, estaba al tanto de su nueva misión.

—Yo, personalmente le dije al coronel Vladimir que no estaba de acuerdo en que salieras tan pronto de misión, pero como siempre, no me escuchó.

—Ese es nuestro deber. Él solo cree que por haber pasado tanto tiempo con el príncipe conozco sus debilidades y tengo más oportunidad de acabar con él que cualquier otro de nosotros, pero no es algo sencillo. Él es muy poderoso —dijo la muchacha inclinando su cabeza en el hombro de Karan.

—Estoy convencido de que estarás a la altura de este desafío y lograrás acabar con él.

Ella no lo estaba tanto, pero eso era algo que no le diría. Se incorporó para mirarlo a los ojos.

—Creí que te sancionarían, por lo de, mi rescate.

Karan dibujó una pequeña sonrisa triste.

—Lo hicieron. Me han suspendido por un mes.

Amaya se mordió el labio.

—Lo siento mucho. ¡Todo es mi culpa! No debí dejarme capturar aquella noche por los vampiros.

El muchacho comenzó a acariciar los cabellos rubio cobrizos recordando lo que le contara Adriana la noche anterior. Ella los vio, a Amaya y al príncipe en la fiesta muy juntos, sus miradas entregadas una a la otra a punto de besarse cuando ellos llegaron.

Adriana, firmemente convencida de que Amaya los había traicionado, Insinuó incluso que ella había sucumbido tanto, hasta el punto de convertirse en una espía y estaba segura de que no lo mataría en la próxima misión que le encomendó el coronel Vladimir.

Sin embargo, Karan no podía creer eso. Si existía alguien que odiaba a los vampiros, esa era Amaya. Su vida entera había rehuido prácticamente la compañía de sus semejantes nada más que para concentrarse por entero en su entrenamiento, entregándose en cuerpo y alma. El odio que les tenía estaba arraigado en sus venas. No era posible que de pronto todo cambiara hasta hacerle olvidar sus principios, su convicción, su razón de vivir. Porque para Amaya matar vampiros era lo que la mantenía viva.

—Descuida, yo estoy contigo, como siempre.

Las lágrimas de ella, se deslizaron humedeciendo el pecho del joven guerrero y parecían gotear también en su corazón.  

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro