Capitulo VIII: Reencuentro
De nuevo el destino le mostraba que ella era una simple hoja al viento. Dios, el ser superior o la providencia, tensaban hilos que no podía ver. Imposible era hacer planes, pues siempre ante ella se abría un camino inesperado.
Pero ahora ese camino era afortunado.
Hatsú le había dicho que Ryu vivía, era él quien se reveló a la humanidad, continuaba adelante en su determinación de evitar la guerra y proteger el mundo que conocían, ella no podía abandonarlo. Antes, sintió que era necesario un puente entre vampiros y humanos, ahora que sabía que Ryu vivía, deseaba ayudarlo y ser ese puente.
Lo único que le dolía era su hermana.
Hatsú estaba sola y era una niña frágil, de no haberse enterado que Ryu vivía, de seguro se habría quedado con ella para ser su guía, pero ella misma insistió en que se marchara, le dijo que lo entendía, aunque Amaya no tenía muy en claro qué era lo que en realidad entendía.
La ex cazadora se hizo una promesa, volvería por ella, no la abandonaría.
Tomó la motocicleta que dejara oculta en el bosque y partió hacia el que sabía, era su destino. Por vez primera, tomaba las riendas de su vida.
Llegó a La Fortaleza entrada la noche y de inmediato se dio cuenta que algo no estaba bien.
Descendió de la motocicleta en alerta máxima y desenvainó la espada. Desde donde estaba escuchaba acero chocando y gritos de pelea. Con Gisli en su mano derecha, avanzó lento, mirando el portón electrificado, abierto, las cámaras de seguridad, destruidas. El corazón se le aceleró, sintió la adrenalina recorrer su cuerpo preparándola para la lucha.
Adentro se llevaba a cabo una encarnizada pelea, los vampiros de Ryu se enfrentaban a otros que vestían de negro y portaban espadas. Los identificó: cazadores.
Avanzó sosteniendo a Gisli con ambas manos y atacó cuando un vampiro se le vino encima. Ambos hicieron varios movimientos. No quería pelear, no quería hacerle daño a los hombres de Ryu. Siguió esquivando, bloqueando sus ataques y mirando a su alrededor, tratando de localizar al príncipe. Quería avanzar y buscar entre el mar de cuerpos, pero cada vez que lo intentaba alguien la ataca impidiéndoselo.
Continuó adentrándose en las áreas exteriores de la Fortaleza donde se llevaba a cabo en enfrentamiento, necesitaba encontrar a Ryu, miraba en todas direcciones sin poder hallarlo. Pensó que lo más probable era que estuviera resguardado dentro del edificio, en una de sus habitaciones de máxima seguridad.
Miró a su alrededor y notó que no conocía a los cazadores que se enfrentaban con los vampiros. Portaban el traje con el emblema de la organización, pero no los había visto antes, les eran totalmente desconocidos. ¿De otra sede, tal vez? Uno de ellos la atacó y Amaya bloqueó su avance. Lo detalló y en efecto, no lo conocía. Levantó su espada para luchar con él. La técnica que empleaba tampoco era la que enseñaban en la organización, era débil y torpe. Atacó, el otro no esquivó a tiempo y cayó herido en el suelo, donde comenzaba a formarse un charco de su propia sangre.
Permaneció dentro de la lucha, intentando no matar a nadie, solo defendiéndose por igual tanto de cazadores como de vampiros mientras avanzaba para entrar al edificio y encontrar a Ryu.
Un cazador la atacó. Era mucho mejor que los anteriores y Amaya empezó a tener problemas para evadir sus arremetidas teniendo que retroceder en varias ocasiones, pero nuevamente, este cazador cometió el mismo error de los anteriores, al atacar descuidaba el pecho, levantaba ambas manos para asestar el golpe y ella aprovechaba para vencerlos. Al momento de hacerlo, cuando arremetió con su espada, su espalda chocó con alguien detrás de ella. Levantó a Gisli por encima de su cabeza y se dio la vuelta dispuesta a enfrentarse de nuevo. En el momento de descender la espada y dar la estocada, se quedó paralizada al ver unos ojos que la veían, sorprendidos.
Amaya de pronto sintió que Gisli se hizo pesada, sus manos temblaban incapaz de sostenerla, de hecho, las piernas le flaquearon, los ojos se le llenaron de lágrimas.
Delante de ella, un hombre de mortal palidez la miraba con unos ojos violeta fijos en los suyos.
—¡Amaya! —Ryu corrió abrazarla, la levantó en el aire olvidándose que a su alrededor existía una cruenta pelea. Desoyendo las espadas chocando y los gritos enfurecidos de los contendientes, asaltó sus labios con desesperación.
La ex cazadora tuvo que sostenerse de sus brazos para no caer. Era verdad, estaba vivo, estaba allí, con ella, besándola. Toda la amargura y la desesperación de los últimos días despareció. Su pecho se infló de felicidad. Si él estaba vivo, si estaban juntos, entonces podría enfrentarse a cualquier cosa. El volvió a abrazarla
—¡Has regresado! —dijo el vampiro con lágrimas en los ojos— Yo quise ir por ti, pero si lo hacía, si atacaba La Orden, entonces...
—Nada habría valido la pena, tu esfuerzo por evitar una guerra sería en vano —Él asintió—. Lo entiendo.
Amaya volvió a abrazarlo, miró al frente, al descarnado enfrentamiento y tuvo un deja vú horrible, volvió a verlo herido y moribundo en su regazo. Se separó de él, no quería que le hicieran daño otra vez.
—¡Ahora tenemos que acabar con esto! —dijo señalando a su alrededor. Ryu asintió, bajaron de su nube particular y regresaron a la contienda.
Horas después, ambos estaban cubiertos de sangre. Sobre la grama de los jardines exteriores, una infinidad de cuerpos yacían sin vida. Amaya los examinaba, agachada. Ryu se le acercó con curiosidad.
—¡Estoy casi segura de que no son cazadores! —dijo ella levantándose— Es el mismo uniforme, pero no los conozco y su estilo de pelea no es el que nos enseñan en La Orden.
Ryu frunció el ceño.
—Si no son cazadores, ¿quién los envió?
Amaya negó con la cabeza. Dorian se les acercó con una espada chorreando sangre en la mano
—¿Dónde está Lía?—preguntó Ryu al recién llegado.
El vampiro castaño, cubierto de sangre de pies a cabeza, miró sorprendido a Amaya antes de responder:
—En la habitación segura, a salvo.
—¡Muy bien! —le contestó Ryu y sus ojos parecían aliviados—Dorian, al parecer estos no son cazadores.
El vampiro se sorprendió.
—¡¿Qué?! ¿Entonces quiénes son?
—Justo eso es lo que quiero que averigües. ¿Quién nos atacó?
Dorian miró los cuerpos en el suelo y frunció el ceño.
—¿Por qué piensas que no son cazadores? Portan el uniforme de La Orden, luchan con espadas. No hay otra organización que actúe de esa forma —El vampiro fijó los ojos en Amaya —¿Eres tú la que piensa que no son cazadores?
Ella asintió.
—¡No lo son, estoy segura! Nunca antes vi a ninguno de estos y su estilo de pelea es diferente al que nos enseñan en La Orden, debiste notarlo.
Dorian parpadeó, a Amaya le pareció que lucía desconcertado. Cuando habló titubeó:
—No, no lo noté. Trataba de evitar que me asesinaran. Haré lo que me pides, Ryu. Averiguaré si existe alguna otra organización que actúe de esta forma. Ahora, si me disculpan iré a ver cómo está Lía.
Amaya lo vio alejarse, por alguna razón el vampiro no terminaba de agradarle. Ryu tomó su mano sacándola de sus cavilaciones, juntos cruzaron el campo de batalla cubierto de cadáveres en que se habían convertido los jardines exteriores de la Fortaleza.
—Tuve miedo de no verte nunca más.
Ella sonrió.
— Yo creí que estabas muerto —dijo entrando con él al edificio.
Caminaron hasta el ascensor. Una vez dentro, el vampiro la miró con sus ojos profundos, la abrazó de nuevo y la besó con desesperación. Ella se sintió como un vagabundo del desierto a quien le acercan un vaso con agua. Quería ahogarse en él. Le era imposible creer que estaba con Ryu.
Se separaron por un segundo solo para volver a enzarzarse en otro profundo beso.
Las puertas del ascensor se abrieron y ambos salieron al amplio y lujoso salón tomados de las manos, fue cuando Amaya al mirarlo de nuevo, se dio cuenta del aspecto diferente de él.
—Tu cabello... —dijo tocando las hebras negras, cortas y suaves. Ryu sonrió antes de responder.
—El asesor de imagen dijo que sería más moderno si me cortaba el cabello —dijo a modo de disculpa. Ella miró sus ojos y le pareció ver algo de vergüenza en ellos.
—¡Te queda bien!
—También tú lo cortaste —Amaya negó con la cabeza. Su aspecto distaba bastante de ser un corte de pelo, más bien era una cabeza rapada como la de una bruja que sería quemada en la hoguera.
—No importa —dijo acariciándose el incipiente brote de cabello.
—No —Y él volvió abrazarla, apoyando su barbilla en la cabeza de ella— ¿Te lastimaron?
Recordó los experimentos, el aturdimiento y el dolor que quedaba después de ellos. Recordó la extracción de su bebé y de sus óvulos. ¡El hijo de Ryu! ¿Cómo reaccionaría si se lo decía? De todas formas, ya no importaba, ella se encargó de que fuera así. Se tragó sus lágrimas y negó con la cabeza. Separándose de él preguntó para cambiar el tema:
—Esos no eran cazadores de La Orden. ¿Tienes alguna idea de que puede estar pasando?
Ryu guardó silencio por un momento, parecía reflexionar.
—Después que contesté a la entrevista, he estado en conversaciones con algunas organizaciones gubernamentales y otras no gubernamentales, tratando de llegar a un arreglo que permita a los vampiros vivir libremente. Supongo que hay gente que está interesada en que eso no ocurra.
—Karan me dijo que La Orden no se decidía a atacar. No fueron ellos, estoy segura.
—Pues alguien desea que pensemos que sí fueron.
El ascensor se abrió y Phidias acompañado de Dorian salieron de él. El primero lucía consternado.
—Señor, la señora Katherina, al igual que el señor Miguel han reportado ataques a sus clanes. Quieren hablar con usted.
—¡¿Qué?! ¿También a ellos? —Ryu, se tornó ansioso.
—Sí, y al igual que acá —continuó Phidias— los ataques fueron perpetrados por un grupo vestido de negro, parecían cazadores y portaban espadas.
Ryu resopló. Su mente empezó a trabajar a toda velocidad intentando encontrar una explicación. ¿Sería posible que sus esfuerzos fueran en vano y a pesar de todo los humanos se hubiesen decidido a atacar? Si era así, los clanes no se contendrían. Pero, ¿por qué trataban de simular que eran cazadores, por qué se escondían detrás de la organización? O Amaya estaba equivocada y si eran ellos los atacantes?
—Alguien está buscando que los vampiros ataquemos a La Orden, solo eso explica esta serie de atentados.
—Señor —volvió a hablar Phidias con aprehensión—, además se han robado el collar de servo control.
Ryu se llevó la mano a su frente y la sobó con preocupación. Cerró los ojos, la situación se complicaba, varias posibilidades y explicaciones cruzaban su mente y cada una era peor que la anterior.
—«¿Qué está pasando? ¿Quién está detrás de esto?» Phidias, por favor llama a todos los clanes, convoca una reunión de emergencia aquí, lo antes posible. Dorian, quiero que cuides de Lía, no quiero que esté sola ni un momento, aumenta su escolta y encárgate de averiguar quién puede estar detrás de estos atentados.
Phidias y Dorian salieron de la sala y Ryu quedó a solas con Amaya. Su rostro lucía preocupado. Caminó hasta el minibar y se sirvió en un vaso de cristal un licor ambarino.
Amaya lo contempló con pesar, no imaginó que su reencuentro fuera así. Ryu se llevó el vaso a los labios y bebió un gran trago. Luego se giró hacía ella y suspiró.
—¿Qué harás? —le preguntó Amaya acercándose a él.
—Primero debo averiguar quién está detrás de los ataques. Antes me reuní con delegados de varios países. Hablamos de no agredirnos mientras duren las negociaciones. Por eso no entiendo estos ataques.
—No son cazadores, Ryu, estoy segura. Alguien quiere hacerles creer eso, tal vez para que ustedes ataquen e incumplan los acuerdos.
Él asintió y le dirigió una intensa mirada. Luego extendió a ella su mano y la atrajo hacia él para abrazarla con fuerza.
—Eso es lo que me preocupa. Alguien desea manipularnos para que ataquemos y la guerra sea un hecho.
Mientras hablaba, el vampiro acariciaba su espalda de arriba abajo y los costados de su cintura. De inmediato Amaya comenzó a acalorarse al sentir sus caricias.
—Si tú dices— continuó él empezando a darle besos húmedos en el cuello— que no son cazadores, te creo.
Amaya no contestó. Intentaba contener los los suspiros que hacía rato querían brotar de su garganta.
De pronto todo su cuerpo comenzaba a derretirse. No era el momento, una guerra estaba en puertas, tenía que ayudar a Ryu a descubrir quién estaba detrás de los ataques, acababa de luchar con al menos una docena entre vampiros y humanos, estaba cubierta de sudor y sangre, tenía hambre y sed; pero Ryu seguía allí, pegado a su cuerpo, recorriendo su piel con besos húmedos, haciéndola tambalearse a medida que sus manos la recorrían por encima del ajustado uniforme.
El hambre, la sed, el sudor, la sangre, el cansancio, todo quedó en la nada cuando él tomó su rostro con sus manos y la miró con esos ojos que querían tragársela.
—¡Te extrañé tanto! —le dijo antes de besarla con profunda pasión.
¿Qué pasaba con el ataque, los vampiros, los cazadores... la guerra...? Ya no importaba, solo los labios que la besaban y las manos que la acariciaban. La cabeza le daba vueltas.
—¡Espera! —dijo con un hilo de voz, apenas separándose de él—. Estoy muy sucia, quiero bañarme —En lo que vio la sonrisa pícara y el brillo travieso en los ojos tuvo miedo, supo que había cometido un error.
—¡Haberlo dicho antes, eso se puede arreglar!
Con un rápido movimiento pasó una mano por detrás de sus rodillas y otra por la espalda. Con ella en los brazos inició el camino a su habitación.
Amaya se sorprendió. Nunca antes nadie la cargó así, sin embargo, no pudo evitar reírse de la situación.
—¿Qué haces? ¡No, bájame!
—¡Ahora eres mi prisionera! —Ryu sonrió al verla reír y patalear para ser liberada.
Caminando con ella en brazos, abrió la puerta empujándola con el pie. Ella seguía riendo cuando la dejó en medio de la habitación y caminó, solo, hasta el baño. Desde donde estaba, Amaya podía escuchar el grifo y el gorgoteo del agua además de un suave olor a lavanda que llegaba a sus fosas nasales. Se mordió el labio inferior, expectante, sin saber que hacer.
Ryu, volvió envuelto en un albornoz de paño blanco. Mirándola con ojos brillantes y una sonrisa seductora en los labios, la tomó de la mano. El corazón de ella latió enloquecido, sintió su rostro hervir, sonrojado.
—¡Solo existe una forma en que podrás ser liberada!
Su voz profunda, ronca y seductora la hizo estremecer de nuevo. Lo miró con los ojos azules distendidos, líquidos: «¡¿Liberada?!»
Ryu en cambio sonrió ante su expresión entre aterrorizada y excitada. Deseó llevarla al límite, ver cuánto podría aguantar. La jaló de la mano y entró con ella al cuarto de baño.
La bañera enorme estaba cubierta de burbujas, un dulce aroma a lavanda, a rosas y a sándalo flotaba en el aire, vapor caliente empañaba los espejos, las rodillas de ella temblaban. Él, sin dejar de sonreír, la giró. Bajó muy lentamente el cierre del ajustado traje negro manchado de sangre, la piel blanca emergió, marcada en algunos sitos por moretones. Ella cerró los ojos y se mordió los labios al sentir los besos húmedos desplazarse por su espalda en los sitios donde la tela la abandonaba.
Terminó de quitarle el traje, luego la metió con delicadeza en la bañera y se sentó en la orilla. Ella bajó la cabeza un poco avergonzada. Al verla tan nerviosa, sonrió con ternura, metió la mano y comenzó a deslizar agua por su piel. Amaya tragó, estaba a punto de llorar. El agua tibia caía desde su espalda, por los hombros, por sus brazos, por sus pechos, era solo agua, pero ella la sentía como lascivas caricias.
¡Era una tortura!
El agua se deslizó por su cabeza, empañándole los ojos, quedándose retenidas pequeñas gotas en sus pestañas. Ryu tomó el jabón y los ojos de ella siguieron los movimientos de esas manos delicadas sin atreverse a mirar los iris violeta, sí lo hacía, tenía la sensación de que moriría.
Sus manos frías le acariciaron la espalda. Un dedo se movió apenas rozando con tortuosa lentitud su columna, estremeciéndola, arrancándole suspiros. Los taimados dedos continuaron martirizándola, pasando ahora a su costado, a su abdomen, abarcaron la cintura y subieron hasta detenerse en los pechos, rozaron los pezones, juguetearon con ellos.
Se mordió con fuerza los labios atrapando en la boca los gemidos mientras una lágrima escapaba tratando de apagar el incendio en sus ojos.
Tenía la garganta abrazada por lenguas de fuego, se estaba ahogando. Su pecho subía y bajaba, la respiración entrecortada. Fue demasiado cuando las manos del suplicio agarraron los tobillos, acariciaron las pantorrillas, delinearon la cara interna de los muslos y se detuvieron a milímetros de su intimidad.
Subió el rostro para atreverse a mirarlo y supo que no había vuelta atrás.
Ryu tenía los labios entreabiertos, la piel de satín blanca salpicada de pequeñas gotas iridiscentes. Aunque pareciera imposible, estaba sonrojado y su aliento quemaba, él también respiraba con dificultad. Amaya miró su boca entreabierta, la lengua roja pasearse por encima de los labios delgados y no pudo más. Tomó la mano que se había detenido en el muslo y empujó a Ryu dentro de la bañera. Cayó sobre ella, agua y espuma salpicaron por todos lados. Lo miró un segundo a los ojos y se abalanzó a su boca.
El vampiro estaba gratamente sorprendido de conseguir tan rápido su objetivo. Cuando se separaron, él se reía.
—¡También te extrañé!
Y retornó a besarla ya sin ningún tipo de pudor, alentado por su excitación, quería devorarla.
Las manos de ambos se aferraron al cuerpo del otro como si no hubiera un mañana. Amaya pensó que tal vez fuera así, pero si ese era el caso, al menos ese día moriría feliz.
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